Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, los utilizo simplemente con fin de entretenimiento y sin ánimo de lucro.
N/A: Este fic participa en el evento: "101 Amores de Verano".
N/A: Algunos capítulos contienen lenguaje fuerte y situaciones desagradables.
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"Wellcome to Annapolis Summer Camp"
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Capítulo 1
"Mierda, ¿qué hago yo aquí?", pensaba Steve mientras miraba bajar del autocar al extraño conjunto de adolescentes que conformaría ese año al grupo del campamento de verano.
Era una vieja iniciativa de la Academia Naval, cada año, algunos de los de primer año ayudarían con los "Weird", jóvenes problemáticos que eran enviados por sus padres para cambiar sus actitudes, considerando que un par de meses en una academia naval realizarían el cambio necesario en sus vidas. Los enderezaría. Steve no pudo evitar resoplar ante la estupidez de esa idea.
Había oído historias de lo más estrafalarias, que casi siempre incluían el uso de alcohol o drogas y algún que otro intento de huida bastante dramático, pero sobretodo hablaban de las refriegas que tienen lugar entre ellos… pero, ¿qué se puede esperar si pones un grupo de chicos difíciles en un entorno estricto? Frente a él, y como respuesta a sus pensamientos, un joven bastante escuálido, con la cabeza rapada a lo "Mohawk" y de poco más de metro sesenta, no hizo más que poner un pie fuera del autocar cuando inesperadamente giró sobre sí mismo lanzándose sobre un tipo que bien podría medir veinte centímetros más que él, por no hablar del tamaño de sus músculos. Observó desconcertado como el grupo formó rápidamente un círculo alrededor de ellos, impidiendo la vista más allá de algunos movimientos difusos entre las piernas y sonidos mezclados entre gritos y vítores.
Increíble, no había pasado ni un minuto, resopló Steve a sus pensamientos.
Observó cómo los oficiales presentes miraban impasibles el altercado. Esa era una de las cosas que aún no había terminado de asimilar de aquel lugar, todos parecían robots sin sentimientos y no sabía si quería terminar siendo como ellos.
Antes de darse cuenta su cuerpo había comenzado a avanzar, pensando en que aquel tipo enorme le arrancaría la cabeza o la horrible cresta al pequeñajo, pero para su sorpresa tuvo que intervenir sujetando al pequeño y apartándolo del gigante, quién yacía ensangrentado en el suelo en cosa de segundos.
Steve podía notar ese pequeño cuerpo temblar entre sus brazos, mezcla de ira y adrenalina, y cuan equivocado había estado en su análisis inicial del chico, debajo de toda esa amplia vestimenta había un cuerpo realmente cultivado. Y él no debería estar pensando en eso cuando sujetaba al chico por los hombros con todas sus fuerzas, mientras éste intentaba arremeter contra el grandullón a patadas. Y no mientras de su boca salían miles de obscenidades.
—Espero que no beses a tu madre con esa boca—No pudo evitarlo, las palabras se escaparon de su boca antes si quiera de pensarlo, no fue más que un susurro, uno que terminó tal vez demasiado cerca de su oído.
Notó la piel del chico reaccionar, bien a la cercanía, bien al susurro y no pudo evitar pensar en pasar su pulgar por aquella piel erizada y ayudarle a descargar algo de esa energía retenida.
Inesperadamente del chico emergió una sonora carcajada, una mezcla medio histérica que más bien parecía una explosión, pero con ella el joven se calma entre sus brazos. Lentamente giró la cabeza y Steve quedó prendado de un par de ojos azules, vivos e inteligentes, que con media sonrisa le contestó: "No solo a mi madre, cariño".
Steve se quedó sin palabras. ¿El chico le acababa de flirtear, allí, frente a todos aquellos tipos?
Steve ya podía notar algunas miradas sobre ellos. Él lentamente soltó al chico, intentando no expresar ninguna emoción.
Al levantar la vista vio destellos en los demás que no le gustaron.
Aquello simplemente no podía acabar bien para el pequeño Mohwak. Demasiado liberal para un ambiente tan intolerante, aunque solo fuera por el tiempo que duraba el campamento de verano, alguien debería observarlo de cerca y evitar que se meta en demasiados problemas.
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Danny odiaba esto.
Odiaba como el sol que entraba por la pequeña rendija que había dejado la cortinilla del autocar le daba en los ojos.
Odiaba la puta música ambiental que pusieron durante el largo viaje y al primero que le diga que esa música tranquilizaba le daría un buen puñetazo.
Odiaba como olía el chico que estaba a su lado, una mezcla repugnante de sudor y aceite.
Odiaba como el grandullón de dos asientos más atrás lo había mirado durante las últimas dos horas, desde que había tropezado con él en el baño de la última gasolinera, y se había quedado allí, mirando mientras él vaciaba su vejiga.
Odiaba a sus padres, que lo habían obligado a venir a un estúpido campamento militar, no es como si fuera un delincuente ni nada parecido, no había hecho nada para merecer esto, más allá de meterse en unas cuantas peleas. Todas merecidas.
Odiaba a sus hermanas por las miradas preocupadas que le lanzaban a diario.
Al único que no odiaba era a Matty. Su hermano le amaba, sin importar nada. Ni su pelo, ni sus cambios de humor, ni su inherente tristeza. Solo amor. Aunque ya aprendería a odiarlo, como todo el mundo.
Estaba vibrando en su interior, demasiado tiempo pensando nunca le había funcionado bien anteriormente, y tras un viaje de ocho horas sin nada más que hacer él simplemente no podía soportarlo más, ni la luz, ni la música, ni el olor y desde luego no las miradas asquerosas. Es por eso que cuando comenzó a bajar del autocar y sintió como el grandullón se arrimaba a su espalda de esa manera que dejaba claro que intentaba marcarlo como propiedad frente a los demás, ya no pudo contenerse más y saltó encima de él con la clara intención de partirle la nariz.
Él no iba a ser la perra de nadie.
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— ¡¿Qué demonios está sucediendo aquí?!
Steve dio un paso alejándose de los jóvenes, enderezó su espalda, su posición y su mente ante la voz de mando, claramente irritada, del Teniente O´Connor.
— Señor. Una refriega, Señor — Steve era el único oficial presente que había intervenido en la pelea, y como tal, era a él a quien correspondía el deber de responder al Teniente.
— ¿Refriega?— bufó a sus espaldas el joven Mohwak.
Steve no pudo evitar cerrar por un segundo los ojos, él era un completo bocazas.
— Debo entender que no está de acuerdo con lo expuesto por el oficial, ¿Señor…?
— ¿Señor? — volvió a bufar el chico, claramente probando los límites del Teniente, eso o era un completo idiota, pensó Steve — Señor, es mi padre. Y "eso" no fue más que un tipo dando una advertencia a otro. Vamos, si sabe lo que quiero decir, ahm… Señor.
Un completo idiota, sí.
— ¡Le he preguntado el nombre, Señor!
El Teniente O´Connor estaba prácticamente en el rostro del chico, pero éste no retrocedió ni un poco. El chico despuntaba en valentía Steve tenía que darle puntos por eso. Podía ver la determinación en su rostro y el comienzo de una sonrisa justo antes de hablar nuevamente y terminar de estropearlo todo.
— ¡Oh! ¿Eso es lo que hacía? — La sonrisa se hizo más amplia y sus manos volaron para enfatizar sus comentarios con ese tono sarcástico que estaba poniendo los pelos de Steve de punta. — Pensé que…
El chico no pudo terminar de hablar cuando un golpe sordo contra la boca de su estómago le hizo soltar de golpe todo el aire de sus pulmones y retorcerse hasta caer de rodillas al suelo.
— ¡Nunca voy a preguntar las cosas dos veces! ¡¿Entendido, Señores?! — Ahora hablando para el conjunto de chicos que miraban asustados el intercambio. — Ya no están en casa. Esta es una base Naval y como tal, tenemos nuestras propias normas, nuestras propias reglas de conducta. De respeto. — Escupió mirando al chico a sus pies — No toleraré ninguna insubordinación. Y ninguna refriega.
—Suerte… con… eso — murmuró sin aliento el chico desde el suelo y a estas alturas Steve quería graparle la boca.
— ¡Oficial McGarrett!
— ¿Señor?
— Lleve al Señor "Bocazas" a la celda de aislamiento y asegúrese de que no reciba ni agua ni comida hasta nuevo aviso.
— ¡Sí, Señor!
Tomando al chico del brazo lo ayudó a levantarse del suelo, no se perdió la clara mueca de dolor que apareció en su rostro. Aun así le dio un pequeño empujón para que comenzara a andar, del cual se arrepintió de inmediato, pues notó que el chico cojeaba ligeramente. ¿Tal vez había recibido un golpe en la pelea? Steve comenzaba a preocuparse cuando el chico volvió a abrir la boca:
— ¡Oh, vamos! — Comenzó a gritar el gran idiota mientras giraba la cabeza hacia donde el Teniente se había quedado danto instrucciones al resto del grupo — ¿Eso no va en contra de los derechos humanos o algo así? ¿Qué clase de lugar es este?
—Cállate de una vez, no empeores más las cosas…— susurró Steve a su espalda y contra a toda esperanza el chico se calló.
Siguieron andando, en completo silencio, mientras que Steve lo guiaba por el interior de un edificio gris, por un sinfín de pasillos hasta lo que iba a ser su "agradable" celda.
— Oficial, según órdenes del Teniente O´Connor— dijo Steve a la oficial que mantenía la instalación vigilada— El Señor… "Bocazas", permanecerá en aislamiento, sin agua, ni comida, hasta nuevo aviso.
— Sí Oficial McGarrett— dijo la oficial mientras abría lo que sería su hogar durante las próximas horas. No más que un catre adornado con un hermoso retrete tras él.
— ¡Adiós, soldado! — espetó el chico antes de que Steve se fuera.
— No somos soldados, Señor. Somos oficiales de la Marina — Steve lo enfrentó, dándose cuenta de repente de lo cerca que realmente estaban uno de otro, pero igual que antes el joven no retrocedió y ahora Steve disfrutaba de un primer plano de aquellos ojos azul intenso. Tan intenso como su dueño al parecer.
— Me importa una mierda.
— Parece que todo te importa una mierda — mordió las palabras mirándolo fijamente y vio como algo del brillo de sus ojos se apagaba ligeramente.
— Sí, bueno. No es como si a nadie le importara realmente, ¿no?
Y con esas últimas palabras se adentró aun cojeando en su celda y se dejó caer en el catre. Apoyó la cabeza en la fría pared y desvió la mirada hacia la pequeña rendija que hacía de ventana mientras la oficial cerraba la puerta.
Continuará...
