En la costa sureña de la isla de Vylbrand, bajo la sombra de los acantilados ancianos que han aguantado el batido del Mar Rhotano, allí se encuentra la ciudad-nación marinera de Limsa Lominsa. La ciudad, la cual se dice que está bendita por la diosa de la navegación, Llymlaen, extiende por numerosas islas pequeñas, cada una conectada por puentes duros hechos de hierro y madera.

Sin embargo, nuestra historia se centra en la posada que se haya cercana al puerto. "La Mareada" era conocida por dar refugio a los cansados marineros que llegaban a reposar a Limsa Lominsa.
Jack Williams, el dueño de La Mareada tenía una reputación resplandeciente entre los huéspedes, que no podían quedar más contentos con sus servicios.
Un hombre honesto, de esos que no pueden evitar decir todo lo que se les pasa por la mente. Pero a la vez era un gran anfitrión, que sacrificaría cualquier cosa por hacer sentirte como en casa.
A los ojos de un visitante de la posada todo era maravilloso, pero a ojos de los pobres trabajadores era un absoluto infierno. Porque cuando Jack decía que sacrificaría cualquier cosa, por supuesto se refería a que haría la vida de sus currantes un infierno si era necesario.
La mayoría de trabajadores de La Mareada eran personas adultas, que aunque trabajasen muy duro en la posada luego tenían una casa a la que volver y tiempo para olvidar el infierno de su trabajo. Especificando la mayoría, porque el más joven de la plantilla no disponía de ese lujo.

Kaizoku Tsunoumi era el nombre del pequeño de tan sólo 13 años. Y eso es todo lo que sabía sobre él mismo. Cuando era un bebé alguien lo dejó abandonado en una de las habitaciones de La Mareada, y el bueno y amable de Jack decidió hacerlo su hijo.
O eso es lo que le decía a todos.
La realidad es que Kaizoku era el más trabajador de ese sitio. No había cumplido los 10 años cuando ya sabía limpiar la posada de arriba a abajo. Y ahora que tenía los 13 estaba listo para servir a los clientes en los turnos de noche, incluyendo a esos borrachos que no encontraban su habitación ni a tiros.
Su trabajo no tenía horarios, ya que era todo lo que hacía desde que despertaba hasta que iba a dormir. No conocía otra vida que no fuese pasar sus días en esa posada, y ver como iban pasando los días y los meses y los años.

Una mañana fría, Jack estaba más animado que de costumbre. Incluso le había dado permiso a Kaizoku para ayudarlo en la barra, cosa que le encantaba porque eso significaba que las habitaciones mugrientas eran cosa de sus compañeros de trabajo.
Cuando preguntó a su jefe porqué tanta conmoción, la respuesta que recibió le emocionó incluso a él.
- ¿No has oído, chico? ¡Esta noche haré un negocio redondo! Tu vida está a punto de cambiar, Kaizoku.
¿Su vida a punto de cambiar? ¿Quizás vendría un huesped de mucho dinero? Las pocas veces que eso había ocurrido, Jack le dejó comer de su banquete privado y todo. ¿Qué podía ser mejor que eso?
El chico trabajó aún más duro ese día, con ganas de que por fin llegase la noche.

Las tardes de La Mareada eran bastante lentas. Los huéspedes se solían inscribir por la mañana, y salían a ver Limsa Lominsa durante el día por lo que apenas había gente allí. Si tuviese casa, Kaizoku podría aprovechar ese momento para irse a la suya, pero no era el caso.
Pasaba las horas distraido con el espejo del piso bajo, haciendo caras graciosas, recogiéndose sus largos cabellos violetas en peinados extravagantes, y molestando a la pobre chica a la que le había tocado el turno de tarde.
Serían sobre las seis cuando la puerta de la posada se abrió con un golpe seco. Kaizoku volvió la mirada con curiosidad, y la muchacha en la barra se tensó de pronto.
Casi nunca venían piratas a La Mareada. La gente así no era bienvenida, decía Jack. Pero este hombre tenía toda la pinta de ser uno y si no, definitivamente era alguien peligroso.
No era humano, eso para empezar. Era de la raza Roegadyn, conocida por ser enormes. Kaizoku nunca había visto a nadie así en su vida, por eso no pudo evitar abrir la boca como un maleducado.
- Buenas tardes. -El tono de voz del hombre era suave, como si cantase lo que estaba diciendo.
- B-B-B-Buenas. -Kaizoku notó a la chica nerviosa, por lo que se puso a su lado y colocó los brazos sobre la barra para parecer más alto.
El Roegadyn lo miró con esos ojos color miel, y sonrió. A pesar de tener el rostro lleno de cicatrices su expresión era totalemente amistosa. Kaizoku le sonrió de vuelta.
- Me gustaría reservar un par de habitaciones si eso fuese posible... Mi tripulación y yo pasaremos aquí la noche.
- ¿S-Solo dos? E-Esto s-si, claro... Um... Un momento.
La chica se marchó casi corriendo. Kaizoku supuso que era para avisar a Jack.
Y ahí lo dejó. A solas con ese hombre con pintas peligrosas. Tampoco es como si los trabajadores de La Mareada se preocupasen mucho por él. Era más una molestia que otra cosa.
El hombre parecía distraido mirando la posada, pero a Kaizoku no le gustaban los silencios largos.
- ¿Eres un pirata? -Preguntó directamente, examinando cada detalle.
Al hombre parece que le hizo gracia su pregunta, y soltó una carcajada fuerte.
- Si te dijera que si no podría quedarme aquí, ¿no crees? -Kaizoku ladeó la cabeza, mechones de su pelo cubriendo su rostro. -Supongamos que lo soy. Supongamos que soy el Capitán de un barco pirata. ¿Por qué lo preguntas?
El chico se encogió de hombros.
- ¿Qué es eso? -Soltó, olvidando su pregunta anterior y señalando el colgante del Roegadyn.
- ¿Esto? -Agarró la piedra de color verde que colgaba de su cuello. -Es el símbolo de la Diosa de la Navegación Llymlaen. Trae suerte a los navegantes y los hombres de mar.
Kaizoku asintió lentamente. Abrió la boca para formular otra pregunta, pero Jack llegó de pronto.
- ¡BIENVENIDO! Dos habitaciones, ¿verdad? -Pasó por su lado, y le dio un golpe para que se marchase a otro lado. Kaizoku se agarró el hombro, comenzando a moverse lentamente hacia otro lado. -No te habrá molestado el chico, ¿verdad?
El hombre sonrió. No era como la sonrisa de antes. Esta era definitivamente una sonrisa incómoda.
- Para nada. Se ha encargado de que no me aburra mientras espero. -Le pasó una mano por los hombros y guiñó un ojo a Kaizoku cuando pasó por su lado y este volvió a mirarlo con la boca abierta.
- Eres el primero que dice algo bueno del crío. Hahaha. Bien, por favor tu nombre y el de los que planean quedarse.
- Ciertamente.
Kaizoku subió las escaleras de dos en dos, mirando sus manos con sorpresa. Le había dado el colgante tan bonito de antes.
Decidió escondérselo en el bolsillo, porque si Jack lo veía estaba seguro de que se lo iba a quedar.
Una sonrisa cubrió su rostro. ¿Podía este día ir a mejor?

La noche llegó antes de que Kaizoku se diese cuenta. Cuando bajó al piso de abajo porque estaban a rebosar vio al hombre de antes, pero este no se percató de su presencia. Estaba bebiendo con quien supuso que sería su tripulación.
Pensó en ir a darle las gracias, pero se lo pensó mejor y fue hacia la barra para llevar los pedidos al resto de mesas.
Después de ignorar a algunos borrachos que se reían de su altura, y llevar casi 5 pedidos de ron, alguien empezó a mandar a todos a callar.
Una chica se había subido al escenario que casi nunca se utilizaba. Tenía un gorro con una pluma, que cubría parte de su rostro, pero aún así podías ver perfectamente su cabello ondulado del color del sol caer por sus hombros como una cascada de oro.
Kaizoku se sonrojó un poco, y oyó a más de uno y más de dos borrachos gritarle groserías a la chica pero esta ni se inmutó.
Abrió la boca, y fue entonces cuando comenzó a cantar con la voz más bonita que Kaizoku había oído en su vida. Es como si todo en la posada se hubiese paralizado. No había más sonido que la voz de la muchacha que resonaba por toda la habitación, y un acordeón que alguien tocaba a su lado. Incluso los trabajadores se quedaron quietos para apreciar la canción.
El niño se habría quedado a deleitar la canción también, pero notó una presión en su hombro. Jack lo empezó a arrastrar fuera de la habitación a la parte de atrás de la posada. La voz de la chica se alejó, hasta que sólo se oía de forma amortiguada entre los huecos de las paredes.
- ¿Eh? ¿Qué pasa? ¿A dónde vamos? -Preguntó, dándose cuenta de pronto de que no se detuvieron en el almacen, si no que seguía arrastrándolo hacia afuera.
Jack lo miró de reojo.
- Hay un trabajo que necesito que hagas chico.
- Oh... Espera, necesito coger mi libret-
- No la vas a necesitar, vamos.
Cuando quiso darse cuenta estaba fuera, en la fría noche Jack lo empujó hacia la calle y cerró la puerta tras de si.
Kaizoku se quedó unos momentos de confusión mirando la puerta del almacen, sin saber muy bien que hacer. ¿Es que había roto algo? ¿Le estaba castigando por algún motivo?
Extendió la mano para abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave.
- ¡O-Oye! ¡Abre, Jack! -Dio un par de golpes en la puerta para llamar su atención. -¡NO HE HECHO NADA! ¡ÁBREME! ¡POR FAVOR!
El solo pensamiento de tener que dormir en las calles le aterraba. No quería. Quería irse a su cama a dormir.
- ¡LO SIENTO MUCHO! ¡ME PORTARÉ BIEN! ¡POR FAVOR, DEJAME VOLVER A ENTRAR! ¡NO VOY A VAGUEAR JACK, TE LO PROMETO!
No hubo respuesta.
Un viento recorrió su cuello, pero no se trataba del frío de la calle.
Kaizoku de un salto se giró.
Ahí había un señor que reconoció porque pasaba mucho tiempo en la posada, pero nunca se quedaba a dormir. Era de los que mejores propinas le dejaban, pero aún así no podía evitar sentir que se trataba de alguien sospechoso.
- ¿El viejo Jack te ha dejado fuera, chico?
Kaizoku dio dos pasos hacia atrás, alejándose del hombre y de la puerta de la posada.
- Sí. -Respondió. No sonrió. No tenía expresión ninguna.
- No te preocupes. ¿Qué tal si vienes a mi casa a pasar la noche? No te cobraré ni nada de eso. -A pesar de que su voz intentaba sonar amable, Kaizoku sintió un escalofrío recorrer su espalda.
- No. Gracias.
Dio otros dos pasos atrás.
Al hombre no le gustó esa respuesta. Frunció el ceño y se acercó para agarrarle del brazo, pero Kaizoku consiguió esquivarlo.
- Vas a venir, quieras o no, mocoso. He pagado una fortuna por ti, y no pienso dejar que el asqueroso de Jack se quede con mi dinero sin recibir nada a cambio.
Un vacío llenó su estómago. No supo que hacer para reaccionar. Ni cuando el tipo agarró su mano con fuerza, ni cuando le sonrió de forma horrible.
Sentía ganas de llorar pero no podía hacerlo. Sentía ganas de gritar pero era como si su voz le hubiese abandonado.
- ¿Has visto? No pasa nada si hacemos las cosas por las buenas, ¿verdad? -Susurró empezando a tirar de su brazo.
¿Qué iba a pasar ahora con él? ¿Iba a morir? ¿Iban a hacerle daño? ¿Iban a vender sus órganos o algo así? Con la cabeza corriendole a mil por hora, sólo reaccionó cuando alguien se presentó delante del hombre que le llevaba de la mano.
Era un chico más mayor que él, de unos veintipocos años.
- Perdona, creo que me he perdido, hehe. -Murmuró al hombre. -¿Podría guiarme a la posada?
- Llevo prisa.
De un golpe lo apartó, apretando más fuerte su agarre. Kaizoku le dedicó una mirada al chico de horror absoluta y era como si le leyese el pensamiento.
- Su hijo parece asustado.
- Le da miedo la oscuridad. -Soltó secamente. -Por eso vamos a ir a casita, ¿verdad chico?
El agarre se hizo más fuerte, y Kaizoku sintió como si su muñeca se iba a partir en dos.
- ... -Miró al desconocido a los ojos. -Ayuda...
Fue lo único que necesitó para atestarle al hombre un puñetazo en la mandibula.
Un grito desgarrado salió de los labios de su secuestrador, y eso es lo que provocó que por fin su cuerpo reaccionase, para salir corriendo hacia la dirección contraria.
- ¡EH, CHAVAL ESPERA!
Pero no esperó. Ni siquiera a su salvador.

Corrió y corrió, y cuando quiso darse cuenta estaba justo delante de su acantilado. Miró a la derecha, miró a la izquiera, pero no había otro camino que coger. Volvió la cabeza para ver sus nuevas posibilidades, sintió la sangre helarse. Ahí estaba su secuestrador, navaja en mano.
Tenía sangre. Asumió que del pobre tipo que intentó ayudarle.
- Te he dicho... Que hagas las cosas por las buenas... Niño. -Soltó. Con el puñetazo su rostro ahora daba muchisimo más miedo.
- N-No... No quiero... Por fav... -Y al dar dos pasos hacia atrás, sintió como el color desapareció de su rostro.
- ¡NO!
Lo último que vio, antes de caer al vacío fue la cara furiosa de ese tipo intentando agarrarlo, y fallando.

¿Qué era mejor? ¿Morir al caer por un acantilado o morir a manos de ese tipo? Al menos no sentiría el miedo de ver que planeaba hacer con él..
Eso es lo que le dio tiempo a pensar antes de caer al agua, y que todo se volviese negro.

Cuando despertó, sintió un fuerte dolor en la pierna. Aún era de noche, aún estaba mojado, aún seguía vivo.
El sonido de las olas chocando contra el acantilado y algun que otro cangrejillo correteando le llamaron la atención. Se agarró la cabeza. Definitivamente se había hecho daño en la nuca.
Cuando agachó la mirada, empezó a gritar. Su pierna estaba atrapada por una enorme roca, que debió caer con él por el acantilado.
- T-Tranquilo. Respira... ¿Estás bien? -Una voz suave intentó calmarlo. Lo reconoció enseguida. Era el Roegadyn que se inscribió esa tarde en La Mareada. -¿Cómo te llamas?
- K... Kai... Kaizoku... -Susurró con un hilo de voz.
- Vale, Kai. Escuchame. No quiero que te duermas, ¿vale? -El chico miró a su derecha. Una persona pequeña tenía su mano agarrada. -No podemos levantar esta roca, asi que tenemos que... Tenemos que cortarte la pierna, ¿vale?
- NO. -Kaizoku se agitó por completo. -NO. NO, NO, NO. POR FAVOR, NO.
La persona de su lado colocó su mano en el hombro del niño.
- ¿Prefieres perder tu pierna o tu vida? -Soltó claramente. -No quiero presionarte, pero si la marea sube no podremos ayudarte, Kai.
- N-No... No quiero... No...
- ¿No quieres qué?
Kai le agarró la manita a la mujer, haciendo un pucherito.
- No quiero morir...
Ella le sonrió, y le acarició el rostro.
- No pasa nada, ¿vale? -Le hizo una seña al Roegadyn. -Mirame a mi. No pasa nada. No pasa nad...
- ¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!
Y de nuevo todo oscuro.

Cuando despertó por segunda vez, se encontraba en una cama. Aún le dolía la pierna y partes del cuerpo que antes siquiera sentía.
Se pasó una mano por la nuca, y se dio cuenta de que tenía una venda. Alguien había recogido su cabello en una pequeña coleta, probablemente para que no le molestasen los mechones en el rostro.
Miró alrededor y se dio cuenta de que estaba en un lugar que no conocía. Podía oler el mar a la perfección. Probablemente nisiquiera estuviese en tierra.
Fue a levantarse de la cama, pero su rostro palideció al instante. Uno de sus pies tocaron el suelo de madera, sin embargo... A pesar de aún sentirlo, su pie derecho no estaba ahí.
En su lugar, un muñón vendado desde la rodilla hacia arriba.
- No... No... No puede ser... -Murmuró, sintiendo las lagrimas arder en sus ojos. Se agarró con ambas manos la pierna, sintiendo el dolor aún más fuerte.
Y entonces la puerta de la habitación se abrió lentamente. Una chica rubia entró con algo en las manos.
Kaizoku la reconoció en seguida. Era esa que cantó en La Mareada esa noche. Sólo que ahora que no llevaga gorro pudo ver perfectamente dos orejas de gato salir de su cabeza.
¿Es qué estaba soñando?
- ¡OH! ¡CHICOS! ¡KAI HA DESPERTADO! -La chica dio un salto, y casi se abalanzó hacia él. -¿ESTÁS BIEN? Oh... Nos tenias a todos tan preocupados...
A pesar de que en la posada se veía tan elegante ahora casi actuaba como una niña.
- Uh... Um... -Es lo úno que salió de su boca.
Entonces entraron por la puerta un chico y una mujer bajita. Mucho más bajita de lo que la recordaba. Era una raza completamente diferente a la suya, estaba claro, pero no podía reconocer cual.
- Kai... Que susto nos has dado, tío.
El chico era ese que lo salvó de su secuestrador. Tenía el pelo azul y la misma sonrisa pícara que esa noche. Sólo que ahora llevaba el brazo vendado. A Kaizoku le invadió la culpa y extendió las manos hacia el vendaje.
¿Era por esa noche? ¿Fue por culpa del cuchillo del secuestrador? Era porque intentó salvarlo, ¿verdad?
- Aww, que mono. Mira... Está preocupado por tu herida, Gales.
- ¿Esto? ¡No es nada! Mira, mira Kai. ¡Puedo moverlo perfectamente! -Empezó a levantar y bajar los brazos, hasta que se tensó de pronto. -Ay, ay, ay...
- ¡GALES! ¡MORGANA! -La mujer pequeña dio un grito y ambos chicos se pusieron rectos como un palo. -Voy a examinar a Kai, por favor marchaos y avisad al capitán.
- Sii... -Murmuraron desganados.
- ¡Hasta luego, Kai! Ponte bueno, ¿vale? -Morgana se giró sonriente, y Kaizoku se fijó en una larga cola de gato que salía de sus pantalones.
- En serio, no es nada. Me alegro de que estés bien. -Gales la siguió después de sonreirle dulcemente.
El niño miró hacia el suelo, aún confuso y sin poder recordar bien todo lo de esa maldita noche. Tenia muchisimas preguntas que hacer, pero la mujer que quedaba en esa habitación no parecía que fuese a contestarle a ninguna.
- A ver... ¿Sientes dolor?
- ...Sí. -Contestó. -Um... En la cabeza... En la espalda y ahí... -Señaló hacia el muñón, sin levantar la mirada del suelo.
- Aja... -La mujer se giró para coger algo de la mesa de la habitación. -Es normal. Pero creo que esto te aliviará un poco. ¿Además de eso has notado algo raro? ¿Mareos, cansancio, fiebre?
- ...Hambre... -Susurró.
La mujer se le quedó mirando un rato, antes de empezar a reír suavemente.
- Entendido. Te traeré algo para comer, ¿vale? Pero te tienes que tomar esta medicina.
- ...
- Supongo que tienes preguntas. -Pareció leerle la mente, sentándose a un lado de la cama. -Bueno, es mejor que el capitán te las responda. Por ahora me presentaré. Mi nombre es Griddy Gallaher. Oh, y esos dos de antes eran Morgana Katsu y Henry Gales.
- Oh... Vale. -Fue lo único que dijo, tomándose la cucharada de medicina que le había ofrecido la mujer. -P-PUAJ.
Provocó una risita en ella.
- Supongo que no es del gusto de un niño.
Justo en ese momento la puerta se abrió, revelando a un hombre enorme de piel gris, lleno de cicatrices. Por tercera vez, Kaizoku abrió la boca al observar a ese hombre. Y lo recordó. Su colgante.
Rebuscó entre sus bolsillos, pero se sorprendió al ver que lo llevaba colgado.
- ¿Cómo está? -Preguntó a Griddy, como si él fuese invisible o no pudiese oírlo.
- Mejor. ¿Sabes si Gales ha preparado algo de comer? Está muerto de hambre.
- Um... Sí. Creo que estaba acabando el almuerzo.
- Bien. Iré a por algo, ¿vale Kai?
El chico asintió timidamente, y la mujer pequeña salió por la puerta.
El capitán agarró una silla y se sentó frente a Kaizoku con expresión preocupada. Su mirada también estaba clavada en el muñón.
- Lo siento, chico.
- ...
- No hubo forma de que pudiesemos salvarte sin... Ya sabes.
- ... Gracias. -Murmuró agarrando el colgante. -No te di las gracias por esto...
- No hay problema. Creo que necesitabas la bendición de Llymlaen más que yo. -El hombre le revolvió el pelo. -Ella es la que te ha salvado de verdad.
- Llymlaen... -Miró el colgante con curiosidad. -Asi que ella me salvó ayer...
El hombre lo miró con ternura.
- No fue ayer... Um... Has estado durmiendo por dos días, chico.
- ¿DOS DÍAS? -Volvió a intentar levantarse, casi cayendose por culpa de la pierna fantasma. -¡TENGO QUE IRME! ¡JACK SE VA A ENFADAR!
- No tienes que preocuparte por eso. -El capitán le agarró por el brazo, antes de que se cayese de boca. -Um... Ese hombre intentó venderte a ese otro y... El caso es que hemos pagado más dinero por ti, uh... Sí. Suena mal. Lo se. Pero si quieres volver no tienes que preocuparte podemos llevarte.
Kaizoku frunció el ceño, confuso.
- ¿Venderme...? No soy un juguete. -Soltó, sentandose en la cama. -Tiene que ser un error. Jack no me vendería.
El hombre se rascó la nuca. ¿Cómo iba a explicarle esto a un niño...?

La puerta se abrió una vez más. Por ella pasó Griddy junto con Morgana llevando algunos platillos que olían de maravilla. La barriga de Kaizoku empezó a rugir como loca.
- A ver, Dwayne... Dejame paso. -Murmuró la mujer pequeña entregándole al chico una barrita de pan.
- ¡CAPITÁN ROCKFELLER! ¡MIRA, MIRA! ¡HOY HAY COSTILLAS!
- ¡COSTILLAS! -El Roegadyn sonrió ampliamente. -Come rápido, chico. Si no te robaré todo. -Bromeó, revolviéndole el pelo.
- Costillas... -Nunca había comido costillas. Parecía un sueño. Gales entró también, con más cosas en las manos. -¿E-Eso es para mi...?
- Anda, pero si hablas y todo. -Rió Gales. -Claro. ¿Para quién si no?
Kaizoku abrió mucho los ojos, lo cual provocó risas entre todos los de la habitación. El Capitán sin embargo lo miró una vez más con algo parecido a lástima.
- Escucha, Kai. Si de verdad quieres volver no tienes que preocuparte. Lo digo en serio.
- ¿HUH? ¿KAI SE VA? ¡PERO ACABA DE LLEGAR!
- Morgana, no grites.
- ¡YO TAMPOCO QUIERO QUE SE VAYA! ¡SIEMPRE HE QUERIDO UN HERMANO PEQUEÑO!
- Además si se va ese tio raro se va a aprovechar de él. No quiero, me niego. Kai te quedas, ¿verdad?
Kaizoku los miró uno a uno, confuso.
- Um...
- Morgana estás asustando al chico.
- Venga, venga fuera todo el mundo.
Y de nuevo quedaron sólo el Capitán y él. Al ver que el hombre no dijo nada más, empezó a comer como si no hubiese un mañana.
- O-Oye te vas a ahogar... -Pero aunque dijese eso, estaba muerto de hambre. No podía evitarlo.
De pronto se detuvo, con la cara llena de salsa y miró al hombre. Repitió su pregunta.
- ¿Eres un pirata?
Dwayne Rockfeller soltó una carcajada.
- Sí, lo soy.
Kaizoku pensó unos momentos, y volvió a empezar a comer.
- A Jack no le gustan los piratas, le dan miedo. -Soltó.
- Vaya, hombre.
- Pero a mi me parecen guays. Creo que sería guay ser un pirata. -Se limpió la boca con el brazo. -Pero... No creo que sirva para ser un pirata. Porque solo sirvo para limpiar, lo dijo Jack. Oh. También se servir en las mesas. Aunque ahora solo con una pierna quizás no pueda.
El Capitán frunció el ceño. Kaizoku pensó que habría dicho algo que le había molestado, pero la realidad es que ese Jack empezaba a darle más y más asco. ¿Cómo podía tratar así a ese crío?
- ¿No crees que puedas aprender a ser un pirata?
- Nope.
- Entonces prefieres volver.
- ... -Kaizoku dudó. -No os sería útil.
- No me importa si lo eres o no. No te he salvado porque me seas útil. -El chico levantó la vista del plato, sorprendido. -Si decides volver o quedarte, quiero que aproveches tu oportunidad de seguir viviendo al máximo.
El chico se quedó un momento pensando.
- No viviría al máximo con Jack... -Murmuró. -Pero no me tireis por la borda si soy un inútil, ya te lo he dich-
No pudo acabar su frase, porque entraron de golpe Morgana y Gales para darle un abrazo fuerte.
- ¡SIIII! ¡SE QUEDA, SE QUEDA!
El capitan y Griddy soltaron una risilla, y a Kaizoku se le formó una sonrisa en el rostro.
- No te preocupes, chico. No te vamos a abandonar nunca.

Nunca.

Un joven de 25 años despertó agitado. Se miró instintivamente la pata de palo de su pierna derecha, y tomó aire agarrando el colgante de su cuello.
- Nunca, ¿eh...? -Rió de forma amarga. Había vuelto a soñar con ellos. -Yo tampoco pienso abandonaros. Lo juro por Llymlaen.
Y con esto, Kaizoku Tsunoumi se levantó de la cama de la posada en la que estaba alojado.
Tenía que salvar a su familia. A toda costa.