Bien, esto es Sekaiichi Hatsukoi 2, concretamente el capitulo 4... Lo que pasó con mi futuro esposo, después de lo de Tori y Chiaki ._.

Disclaimer: Todos los personajes y demases pertenecen a Shungiku Nakamura.


Al ver cerrarse la puerta, lentamente se deslizó hacia abajo. No prestó atención a la levísima, pero punzante molestia que le causaba la pared al tirarle los cabellos ni al ligero dolor que sintió al dejarse caer contra el piso que era, además de duro, frió.

Sin pensar en nada en particular, esperó. Cada vez más lejos escuchaba los pasos de dos personas que, como él, se encontraban envueltas por un denso silencio. No se esforzó en pensar quienes podrían ser. Aunque en realidad, si, hizo un esfuerzo, aunque más que nada para no pensar, pues por más que supiese perfectamente quienes eran, no le apetecía en lo más mínimo recordarlo.

Cuando ya no escuchó más que sus propios pensamientos, fue que cayó en cuenta de lo húmeda que sentía su mejilla, barbilla y cuello, incluso. A la vez, todo lo ocurrido regreso de golpe, como de golpe brotaron más y más lagrimas de sus ojos.

Y es que nunca, jamás, se permitía llorar, ni aunque su única compañía fuese un block de dibujo y una goma desgastada. Era por eso que cuando se humedecían sus ojos significaba que todo se le había ido de las manos de una forma desagradable, de lo más desagradable. El sonido de una radio que no lograba encontrar señal le rompía los tímpanos mientras que un calor abrasador le subía por la espalda y se le instalaba en el cuello y las orejas.

Yuu se mantuvo allí horas, o al menos, hasta que cayó dormido. Por supuesto que le dolía el cuello. Obviamente le escocía la garganta. Pero aun más que eso, le abrasaba el cuerpo, una zona en su pecho sobretodo… y no por haberse hecho daño (no creas que fue a propósito, no era el tipo de persona que haría algo como eso), precisamente.

¿Por qué? Solía preguntarse. ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué…? ¿Por qué nada era como él deseaba que fuese?

El día siguiente no le fue demasiado diferente al común de los días. Estaba adolorido, pero no le punzaba la cabeza, pues no había tocado una gota de alcohol en toda la noche. Ya había aprendido que no valía la pena. Desayuno algo ligero, por no decir pobre, y luego se echo sobre el sofá alargando la mano hasta toparse con un ajado tomo de The Kan. A media tarde, salió de casa hasta la del nuevo mangaka del que era asistente, con una expresión tan estoica e indiferente con la de todos los días. La única diferencia radicaba en el granito de arena que se había sumado a la habitual carga que llevaba consigo cada día. Aunque, pensó melancólico, parecía ser más de uno, mucho más de uno, la cantidad de arena que se había sumado al peso que acarreaba.


Gracias por pasar!