—Tío Ron, repítelo una vez más. ¿Dónde está mi prima Rosie? —Lily Luna estaba frente a su tío, con los brazos cruzados. Desde que había entrado a Gryffindor hace dos años, se creía con más autoridad de la que tenía.

Ron despegó la vista una vez más de su periódico y sonrió.

—Con Albus, comprando una mascota nueva en Diagon.

—Oh, bueno. —Lily sentó junto a su tío, tarareando una canción, para a los pocos minutos volver a hablar —Tío, ¿a ti no te molesta que Rose sea amiga de Scorpius?

Ron volvió a mirarla sin mayor interés.

—No. Hermione asegura que Rose es lo suficiente madura para elegir amistades… —Pasó la hoja del diario —Y contra Hermione no se puede discutir. —Terminó rápidamente.

—Oh, bueno. —Repitió Lily, para dar un largo suspiro.

Se quedaron en silencio unos minutos, mientras miraban la puerta. Al rato, Ron volvió a leer.

—Tío… —Comenzó de nuevo Lily, pero el sonido de la puerta abriéndose la calló.

Rose y Albus habían vuelto y traían una pequeña caja.

—¿Qué trajiste, Rose? —Preguntó Ron con interés, mirándolos sobre su diario.

La chica Weasley sacó una pequeña cabeza blanca de la caja. Y luego un cuerpo peludo y alargado, también blanco.

—¡Es hermoso! —Chilló Lily.

—Nos encontramos con Scorpius Malfoy en Diagon, pero llevaba prisa.

Ron parecía tan blanco como el hurón, pero no emitía ningún sonido.

—Se llama Yule —Explicó Rose— Como en ese baile en que tú y mamá se dieron cuenta de su amor.

Ron comenzó a unir piezas. Yule Ball, hurón blanco, Hermione, ¡Malfoy!

—¿Papá? —Preguntó extrañada Rose —¿Pasa algo?

—Sí, chica, está bien. —Lily seguía queriendo saber de todo —¿A dónde se dirigía Scorpius?

—Estaba con su madre, comprando cosas para un baile en su casa. ¡Y adivina!

—¿Qué? —Chilló emocionada Lily.

—¡Me ha pedido que sea su pareja! —Exclamó Rose radiante —Dijo que una vez escuchó una historia de su padre, que conoció a una chica que le gritaba a su amigo "¡La próxima vez invítame primero!" Y terminaron casándose. ¿No es tierno?

—Ese chico de verdad está enamorado de ti. —Agregó Albus y luego bufó con incredulidad mientras reía—¡Mira que escuchar a su padre!

Ron, con el hurón blanco que había huido a sus manos, se encontraba con la boca abierta y blanco como el papel. O como un hurón.