Well… los que me conocen saben la tendencia que tengo por el crack… así que aquí tenemos un GerBela, ya veremos qué nos depara este fic.

Doll

Feliciano observó detenidamente la diversidad de objetos en la tienda, estaba de visita en Noruega y quería llevarle algunos souvenirs a su familia y a sus amigos; como artista había sido invitado al país nórdico para participar en la inauguración de una galería de arte.

Emocionado por estar en el extranjero iba de tienda en tienda acumulando curiosidades que entregaría a sus seres queridos al regresar a Italia, caminando felizmente y con los brazos llenos de bolsas se adentró a una última tienda, a diferencia de las demás, ésta era muy pequeña, y al parecer era el único cliente que había, una sensación de inseguridad se apoderó de él al observar a un hombre rubio que le dirigió una mirada sin emoción desde el otro extremo de la tienda, el italiano estaba seguro que aquellos ojos azules habían examinado meticulosamente su alma entera.

—Bienvenido. ¿Algo que busque en especial? —Preguntó el propietario de la tienda con un tono de voz un tanto cansado.

—Ve~ Y-yo… solo estaba viendo. —Murmuró un poco nervioso el italiano. El rubio se acercó a una repisa, tomó un libro y se acercó al extranjero.

—Es un libro de leyendas míticas, personalmente lo recomiendo. —Quizás hubiese convencido a Feliciano de comprarlo si tan solo hubiese habido un poco de emoción en su voz, o en su rostro por lo menos… —Este anillo también podría llamar tu atención.

Sin saber de donde, un anillo de oro apareció en la mano del noruego. —Es ámbar. —Se refirió a la piedra que adornaba el centro de la sortija.

El rubio la acercó y comparó el color de la piedra a la mirada ambarina del italiano, quien la observó por unos segundos. —Este anillo es capaz de evitar cualquier enfermedad a su portador.

—Y-yo no creo estar interesado en este tipo de productos. —Murmuró Feliciano retrocediendo unos cuantos pasos, chocando contra una estantería, de la cual cayó una pequeña caja.

Asustado por ello se inclinó rápidamente para recogerla y verificar que su contenido no se hubiese dañado.

Al abrirla observó a una muñeca que medía quizás dos centímetros, y suspiró aliviado al notar que todo parecía estar en orden.

—Si le confías tus penas, ella las llevará por ti. —Explicó el vendedor al reconocer la cajita azul que se hallaba en manos del cliente. —Y está en oferta...

—La llevaré. —Feliciano decidió comprar la muñeca, no porque le hubiese llamado la atención, o porque hubiese escuchado que estaba en oferta, simplemente quería salir de allí lo antes posible, y si comprando algo era la única escapatoria, entonces lo haría.

—Nos vemos, Natalia. —Murmuró para sí mismo el noruego al ver al italiano desaparecer tras la puerta de la tienda.


De vuelta en Italia, Feliciano había colocado sobre la mesa de la sala algunos de los souvenirs que había traído consigo, sus mejores amigos, Ludwig y Kiku, estaban sentados en el sofá inspeccionando las cosas que el italiano había comprado.

—Pueden escoger el que quieran. —Mencionó emocionado el de mirada ambarina. Kiku, su amigo japonés, optó por un llavero con un paisaje de los fjords de Noruega, Ludwig por su lado, no sabía si escoger entre la taza o el calendario, los cuales también tenían impresos paisajes de Noruega. No era de extrañarse que el italiano hubiese escogido ese tipo de recuerdos, después de todo, él era un pintor.

Antes que el alemán pudiese hacer una decisión, el italiano recordó que aún había un souvenir que había olvidado poner en la mesa, por lo que salió corriendo en busca de la muñeca que había comprado en aquella tienda extraña.

Al regresar pusó la cajita azul entre las manos de su amigo y le sonrió ampliamente.

Ludwig miró confundido al italiano, pero se decidió a abrir la caja en vez de cuestionar al menor, se conocían desde hace unos cuantos años, y sabía que a veces, el italiano actuaba de manera incomprensible para él.

Kiku se acercó al alemán para observar junto a él el contenido de la caja. La muñeca era una miniatura en las manos de Ludwig, cuidadosamente la tomó con temor de que se despedazara entre sus dedos.

—Parece muy frágil. —Mencionó el japonés, a lo que Feliciano rió forzadamente. —En realidad es muy resistente, la compré después de haberla botado al intentar salir de la tienda. —Admitió un poco apenado el muchacho. —Puedes quedarte con ella, Ludwig. —Mencionó alegré el de mirada ambarina. —Tiene ojos azules, igual que tú.

Aquella observación hizo que el alemán rodase los ojos, era de esperarse que algo tan trivial como aquello hubiese motivado a Feliciano, para ofrecerle aquel regalo. Pero no sabía cómo sentirse al aceptar una muñeca… es decir, él era un adulto de veinticinco años de edad, serio y maduro, aceptar dicho regalo quizás no era lo apropiado para alguien como él, pero la mirada ilusionada del italiano le suplicaba que se la quedase.

Resignado, aceptó un poco dudoso, de todas formas, no era como si tuviese que tenerla expuesta en donde todo el mundo pudiese verla, además el fin de semana viajaría a Alemania, bien podría llevarla a su casa en su país natal, y dejarla como decoración allí, eso no heriría los sentimientos de Feliciano.


—Estoy en la terminal uno. —Especificó el alemán, había estado esperando a su hermano mayor desde hace media hora y no habían señales de él por ninguna parte, y tras haber intentado llamarle varias veces finalmente había contestado el móvil. —Sí, aún sigo esperándote.

Quizás lo mejor hubiese sido simplemente tomar un taxi, pero le preocupaba más el hecho de que Gilbert no respondiese el telefóno, su hermano podía llegar a ser ruidoso, entrometido, y muy orgulloso de sí mismo, pero era responsable… la mayor parte del tiempo.

—Kesesese —Escuchó la risa de su hermano tanto por el teléfono como a sus espaldas, lo cual hizo que se voltease, encontrándose con la mirada burlona del mayor. —¡West!

El apodo que su hermano le había dado desde su niñez le trajo buenas memorias, haciéndole dejar de lado el hecho que Gilbert se hubiese retrasado. Ludwig observó a su hermano, seguía viéndose tal y como le recordaba haberle visto el verano pasado… su cabello seguía teñido de blanco y seguía usando los lentes de contacto rojo vibrante. Lo que no esperaba ver era el globo amarillo con forma de pájaro que se elevaba sobre la altura del mayor. Aliviado respiró tranquilo, Gilbert seguía siendo el mismo de siempre.

Durante el camino a casa, el de cabello blanco le contó sobre los muchos planes que había hecho para ese verano, ambos tenían una buena relación y el hecho de que se vieran solamente por una corta temporada al año les ayudaba a estar en buenos términos. Ludwig había recibido una buena oferta de trabajo en Italia hace unos años, por lo que un mes al año regresaba a Alemania para pasar tiempo con su hermano mayor.

—También le hice una pequeña remodelación a tu habitación. —Anunció Gilbert al abrir la puerta de la casa.

—¿Debería preocuparme? —Preguntó el rubio sin realmente darle mucha importancia, al final de cuentas solo estaría ahí por un mes.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —Inquirió el mayor. —Estas hablando con alguien que tiene un gusto superior, único y asombroso.

Aquello realmente no respondía la pregunta de Ludwig, por la apariencia de su hermano sabía que cualquier cosa que Gilbert le hubiese hecho a su habitación entraría en la categoría de radical. Para su sorpresa, lo único diferente era las cortinas, que habían cambiado de un viejo verde militar a un profundo azul de prusia.

El de mirada rojiza se acercó a la ventana y tomó la tela entre sus manos. —No puedes negar que este color queda mejor que el anterior. —El orgullo se podía escuchar en sus palabras. Ludwig sonrió disimuladamente, debía admitir que había extrañado a su hermano.

El rubio se dispuso a cambiarse de ropa por algo más cómodo, por lo que Gilbert salió de la habitación y se adelantó a preparar la cena. Al empezar a desempacar en búsqueda de su pijama, se topó con la caja azul que contenía la muñeca que Feliciano había traído de Noruega. Observando a su alrededor encontró un lugar donde ponerla, una repisa donde había varios libros de historia, y otras de sus pertenencias. Un lugar en el que permanecería olvidada por los siguientes dos años.


Bueno, el siguiente capítulo tendrá más detalles sobre Natalia y de cómo terminó convirtiéndose en una muñeca…

Hasta entonces, Sayonara.