Bueno bueno, ¿que tenemos aquí?
Mi primer fanfic de toda la vida, sin duda, y he decidido "retocarlo", actualizarlo un poco más a mi estilo. Eso si, no hay muchos cambios en cuanto trama, y quizás no me haya quedado del todo bien, puesto que solo agregué un par de cosillas y siento que no puse demasiado esfuerzo. Quizás debido a la falta de inspiración.
Pero igual se los dejo, creo que está mejor a como lo tenía antes.
...
En una pradera extensa del reino de Hyrule, una lluvia torrencial humedecía las tierras, haciendo que el río creciera hasta casi desbordarse, por lo que nadie salía de sus refugios, incluidas las bestias y animales salvajes.
Había un pueblo cerca del río, que estaba rodeado de una alta muralla y de donde sobresalía un majestuoso castillo, la capital del reino.
A unos cuantos kilómetros del cauce y del pueblo, se encontraban un joven de quizás veinte años, sentado junto a un árbol con la mirada perdida. Estaba completamente empapado, y no hacía intento alguno para cubrirse de la fría lluvia de primavera. Sus ojos azul profundo estaban levemente rojizos e hinchados, mientras que su rubio cabello caía pegándose a su rostro, el cual estaba marcado por un enorme dolor y tristeza, a pesar de no mirar ningún sitio en específico.
El joven hylian, que tenía de nombre Link, parecía un cascarón vacío en ese estado, sin mostrar mínimo interés por su situación, ignorando el agua helada que lo hacía estremecerse continuamente. En su mente solo había espacio para un recuerdo, el mismo que lo había destrozado hace tanto tiempo…
"Todos los habitantes del reino de Hyrule, hylians, humanos, zoras, gorons e incluso un par de kokiris se encontraban reunidos en la plaza del pueblo cercano al castillo real. Aquel lugar estaba completamente invadido, tanto que al hylian de ojos azules le costaba trabajo moverse entre la multitud. Mostraba curiosidad del porqué de tanta gente reunida. Un hylian castaño le había dicho que los soberanos de Hyrule estaban por dar una noticia muy importante para la nación, por lo que el interés del muchacho por aproximarse a la fuente que había en el centro del pueblo fue mucho mayor. Cerró los ojos con fuerza, prefería no recordar nada de lo ocurrido
Aunque una parte de él lo que deseaba en realidad era ver a la hermosa princesa, sus dorados cabellos ser agitados por la brisa mientras sonreía ligeramente al pueblo, tan serena e impecable como siempre; hacía mucho tiempo que no sabía noticias de ella y había empezado a preocuparse.
Había estado fantaseando que no se había dado cuenta de que por fin se encontraba lo suficientemente cerca para poder escuchar y observar a los soberanos cuando llegaran, en la pequeña entrada que dirigía hacia el palacio. Vio como el rey se aproximaba en compañía de unos guardias, luciendo un traje elegante de chaleco carmesí sobre su camisa blanca que estaba adornada con pequeños símbolos dorados. Su conocida corona dorada sobresalía entre sus blancos cabellos.
Pero los ojos del rubio estaban buscando a otra persona, a ella. Comenzaba a parecer desesperado, pero justo la logró observar a corta distancia del rey, oculta tras su enorme figura; era una joven de dieciocho años, la bella princesa Zelda, quien traía puesto un vestido fino azul claro, con unos bordados blancos y dorados, acompañados de unos guantes del mismo color.
La rubia era conocida en todo el reino y por las naciones vecinas por su gran amabilidad y belleza, ya que esta poseía unos hermosos ojos azul cielo, una sedosa y brillante cabellera dorada que en ese momento solo lo tenía adornada con unas pequeñas trenzas para que su rostro se viera con claridad, el cual solo mostraba una mirada tranquila sin expresar ninguna emoción en concreto. Todo el conjunto hacían resaltar esa apariencia frágil que actualmente poseía, era como ver algo distante que sabías que no podrías tocar jamás.
Link no pudo evitar embozar una sonrisa al recordar al alter ego de la joven, era lo contrario de lo que esperaría uno de la princesa, pero claro, eso solo había ocurrido cuando viajó para derrotar al malvado usurpador del trono.
Los presentes esperaban que se diera a conocer el motivo de esa reunión y el muchacho también demostraba su curiosidad al mirar atento a sus soberanos. El rey, quien se había detenido a unos metros y con su apariencia serena, sabiendo que no había que perder el tiempo, se aproximó unos pasos a sus súbditos con su mirada puesta en su pueblo, respiró hondo y por fin habló:
—Pueblo de Hyrule, nos complace presentar ante ustedes el motivo de nuestro encuentro. —inició con su voz solemne y marcada por la edad—Hoy durante la reunión del consejo, por fin se ha llegado a un acuerdo sobre el matrimonio de nuestra amada princesa.
Los presentes comenzaron a mostrar su emoción, susurrando entre ellos palabras que se referían a muchos posibles candidatos, como si intentaran adivinar quien había sido el afortunado. Por otro lado, Link había cambiado por completo su semblante, observando sin mostrar emoción a los monarcas, intentando alejarse un poco del centro del grupo, debía partir hacia su hogar.
—Se ha decidido que la princesa contraerá matrimonio con Noah Belwood, hijo de un noble guerrero que más de una vez nos protegió durante la guerra Civil, Andrew Belwood. —continúo el rey y varios de ciudadanos estallaron en gritos y aplausos emocionados por el matrimonio que se celebraría en un futuro, ya que gran parte de los reunidos conocían la historia de aquella familia.
—Dado que se trata de una familia muy noble y querida en nuestro reino —continúo el rey —, consideramos que es el mejor candidato para que nuestra princesa...
Pero el joven rubio ya no escuchaba nada de lo que decían y abandonaba lentamente la plaza, lleno de dolor por la reciente noticia, pues sabía que estar más tiempo ahí solo le traería más tristezas. Tomó las riendas de una hermosa yegua cargada de diferentes suministros y siguió su camino, sin mirar atrás."
Desde entonces se dio cuenta de lo que sentía por la princesa era mayor de lo que pensaba y se maldecía por ello, ¿cómo es que no podía olvidarla? Trataba de evitar estar mucho tiempo en el pueblo, trabajaba cada que había oportunidad para liberar su mente de esos pensamientos y casi no dormía. Gracias a las diosas, no había vuelto a ver a los Reyes de Hyrule desde ese día.
Enterarse de aquello lo había impactado de sobre manera. Jamás habría imaginado que eso sucedería tan pronto, pero en el interior se culpaba a sí mismo por no haber tenido el valor suficiente para declarar sus sentimientos por la princesa... Por la chica que amaba...
No podía evitar recordar los momentos que habían pasado juntos durante su infancia, incluso el día en el que salvó al reino, hecho que nadie jamás se habría dado cuenta. Tal vez si lo reconocieran por aquel acto heroico, si lo recordaran por salvar a Hyrule del tirano que asesinó a inocentes y corrompió las tierras, si tan solo lo supieran, podrían haber tenido una oportunidad de estar con su amada princesa y ahora no podía más que sentirse culpable, por no haber tenido el suficiente valor para buscar una posible solución, para hablarle sobre lo que sentía. Era irónico, podría enfrentarse a bestias de tamaños colosales pero no decir unas palabras.
Por momentos los sentimientos de odio y tristeza lo invadían al recordar que fue ella la causante de que fuera un don nadie, un hylian más entre miles, un simple plebeyo que solo se pasaba muy de vez en cuando por el pueblo. Pese a eso, nunca permitió que la ira le nublara el juicio, porque a pesar de todo, había aprendido a respetar a la princesa, y sabía las razones por las que había tomado esa decisión...
Preso a aquellos recuerdos dolorosos, siguió en el mismo lugar mientras veía las gotas de lluvia y la llanura siendo iluminados por la escasa luz de luna que las nubes daban paso, con la esperanza de poder despejar su mente.
Tarea casi imposible ya ese mismo día, hace tan solo unas horas, fue testigo de la escena que probablemente fue la que más sufrimiento le causaba.
"Esa tarde se encontraba en el mercado del pueblo, acompañado de una chica pelirroja, chica con quien vivía y que además era una de sus mejores amigas, Malon. Ella se encargaba cuidando de los caballos que tiraban de la carreta en la que venían, mientras acariciaba el lomo de un corcel gris.
En esa ocasión, además de vender algunos de sus productos, el rubio de ojos azules revisaba los objetos que ofrecían los mercaderes, comprando todo lo que necesitaban en el rancho, unos cuantos alimentos y herramientas.
Después de haber pagado por todo, Link se dirigió hacia su compañera, pero se detuvo al darse cuenta de que su amiga estaba junto a la multitud observando al anterior rey de Hyrule, Daphnes. Por lo que el muchacho vio, supo que habían convocado otra reunión después de tanto tiempo, siendo la boda de la princesa el último día que recordaba donde había visto a tanta gente reunida. Pensar en ese día hacía que sintiera un leve dolor en su corazón.
A pesar de la distancia, los dos jóvenes pudieron apreciar a la reina y el esposo de esta, un joven pelirrojo de ojos verde intenso y con un semblante alegre pese a sus estatus.
Link no tenía mucho interés ante la escena y se disponía a retirarse enseguida con su compañera cuando escucharon que el pueblo aplaudía alegremente a los soberanos. Casi sin darse cuenta, el muchacho se encontraba observando la escena que a todos alegraban. La reina sostenía ante el público un lindo bebé con pequeños cabellos rojizos. Zelda, por primera vez desde hace mucho tiempo, reflejó una sonrisa radiante, sonrisa que sin duda Link amaría si no fuera porque en ese momento solo le causaba sufrimiento.
—Vámonos de aquí ya, Malon —dijo en voz baja a la vez que sujetaba del brazo a la nombrada y la llevaba hacia la carreta, ignorando sus protestas y cualquier sonido del pueblo."
Sin embargo, desde esa tarde, las cosas fueron diferentes a la última vez. Ya no sentía nada, ni la fría lluvia que calaba hasta los huesos ni el más mínimo sentimiento de alegría, tristeza o placer. Se encontraba distante, alejado de la realidad, mejor de lo que había estado desde hace dos años sin duda. Todo lo ocurrido ya estaba escrito por las diosas, no podía hacer nada. Simplemente ya había pasado su dolor y no deseaba más que una vida normal.
Sin embargo, había otros recuerdos que pasaban por su mente, pero no con el fin de hacerle sufrir por la princesa, si no que se trataba de una reflexión, de lo ocurrido cuando había vuelto al rancho hace unas horas...
"Estaba de nuevo en el rancho, con la pelirroja haciéndole compañía a unos metros de distancia. El sitio se encontraba tranquilo, todos los animales que criaban se encontraban en sus respectivos lugares de descanso y el señor Ingo ya se había retirado del trabajo. Había rechazado la idea de cenar con la granjera y se sentó sobre el suelo y observando la luz del sol poniente. Por mucho que lo intentara, el muchacho no podía olvidar su primer amor.
El corral, donde solían estar los caballos, estaba tan silencioso y solitario que parecía una tumba, solo un viento leve hacía que la hierba se meciera ligeramente. Link sabía que su compañera no se iría mientras él estuviera fuera, por lo que antes de que ella pudiera decir algo, pronunció unas palabras:
—Vete, Malon.
Intentó no sonar duro, y tampoco volteó a ver a la chica. No se molestó en comer nada, sólo se quedó sentado viendo el ocaso. La paz que sentía en esos instantes no lo reconfortaba en absoluto. Pronto escuchó unos conocidos pasos que se dirigía hacia él. Sin siquiera voltear a verla, siguió observando el cielo. Había ocasiones en la que deseaba que su amiga no se preocupara por los demás y los dejara tranquilos.
—Link… no soporto verte así, pareces un muñeco sin vida— le dijo Malon ignorando las palabras que el joven le había dicho. Sus ojos reflejaban tristeza y sincera preocupación.
El muchacho, sin apartar la vista del cielo, trataba de ignorar las palabras de su amiga.
—Todos hemos sufrido por algo, pero eso no nos ha impedido seguir con nuestras vidas. ¿Acaso crees que yo no sufrí cuando mi madre murió?— continúo empleando un tono un poco más duro, aunque sus ojos reflejaron dolor al tener que recordar a su madre. Al ver que su amigo no decía nada, siguió: —La diferencia entre nosotros, es que yo seguí con mi vida y lo superé. No podía y no debía seguir lamentándome por eso, duele, pero tenemos que continuar...
El muchacho seguía sin decir palabra y su compañera, un poco decepcionada, dio media vuelta y le dio la espalda, pero antes de retirarse, pronunció unas últimas palabras en voz baja:
—¿Es que no has sido feliz aquí?, ¿no has sido feliz al estar con… nosotros?"
Y ahora Link estaba allí, viendo la lluvia caer bajo el árbol que no le cubría demasiado del frío. Se había estado comportando de manera egoísta con sus amigos, con su mejor amiga, cegado por un solo deseo y pensamiento que solo generaba sufrimiento, esperando que algún día se cumpliera, sin pensar en cómo debían sentirse sus amigos, olvidándolos casi por completo. Y es que los héroes se quedaban con las princesas sólo en los cuentos de hadas.
Se levantó del enlodado suelo y dio una última mirada al castillo. Había tomado una importante decisión ese día y nada le haría cambiar de parecer. Decidido, se dirigió hacia el rancho sin voltear ni una sola vez, dejando atrás sus recientes males, regresando a su verdadero hogar, donde, pase lo que pase, siempre sería bienvenido y tendría una familia esperándolo.
