Los personajes, nombres de HARRY POTTER, así como otras marcas de identificación relacionadas, son marcas registradas de Warner Bros. Derechos de publicación de Harry Potter J.K.R. 2006.

Notas de la Autora: Bienvenidos a esta nueva historia ! Está dedicada a todos los lectores de Noches Pelirrojas, que me siguieron fielmente y que llegaron a los cien reviews ! Muchas, muchísimas gracias. Espero sinceramente que les guste, yo estoy muy entusiasmada con ella. Bienvenidos !

Capítulo I: Nueve años

Un muchacho con el cabello negro azabache, de ojos verdes esmeraldas, caminaba intranquilo por una vereda pintoresca del Callejón Diagon. Se encontraba sumamente nervioso: hacía tiempo que no pasaba por allí, era inevitable que estos recuerdos resurgieran en su mente después de pasar tanto tiempo sepultados. Es que la vida de Harry Potter había dado un giro de 180 grados. Muchas cosas habían pasado, y entre ellas se destacaba una: cierta pelirroja había desaparecido de su vida. En ese instante, el señor Potter se detuvo en medio de la vereda, levantando las quejas de muchos peatones a los que les había interrumpido el paso. Ginny… sí que la extrañaba… Pero hacía ya nueve años que sus caminos se habían separado, para no volverse a juntar. Si algo les había quedado claro, era eso, no estaban hechos el uno para el otro, no estaban destinados a estar juntos… simplemente no. Pero no era simple, pensó Harry enfadado. Él la había amado con todo su ser, y sí que había sido doloroso darse cuenta de que ella no era para él. No nos confundamos, nuestra pelirroja también lo amaba, pero un día descubrieron que no estaban hechos para estar juntos, media vuelta, y un adiós para siempre… las cosas no habían terminado especialmente bien.

Jamás se había olvidado de lo feliz que había sido a su lado, siempre tan alegre, tan llena de vida. Pero pasado un tiempo, a él comenzaron a molestarle cosas de ella, y a ella de él… la pasión se perdió, y junto a ésta, la ilusión. Finalmente una discusión, una terrible discusión, no era necesario aclararlo, hizo que aquella tortura terminara. Tortura porque ya no daba para más, y ninguno de los dos sabía cómo terminarlo… podría decirse entonces, que aquella pelea los ayudó… pero no, porque ninguno de los dos deseó nunca que las cosas terminaran así de mal. Nunca más volvieron a hablarse, nunca más volvieron a verse, y todo por un secreto afán por olvidarse mutuamente. Y ninguno de los dos lo había logrado… Fue entonces cuando llegaron los arrepentimientos, pero era demasiado tarde, no había vuelta atrás. Harry se arrepintió de no haber luchado por ella, Ginny se arrepintió de no haber hecho lo posible por revivir aquella llama que alguna vez había estado encendida… pero nunca pudieron decírselo, y nunca se hubiesen atrevido a hacerlo, y no estamos hablando de falta de coraje, porque sabemos que a ambos les sobraba.

Harry no había logrado reconstruir su vida. No se había casado, no había tenido hijos, y eran casi nulas las chicas con las que había salido formalmente. Había dejado de visitar los lugares que eran frecuentemente visitados por la comunidad mágica, como el Callejón Diagon, pero se había negado a abandonar el mundo mágico, jamás haría eso, por nada. Sin embargo, algo le quedaba, algo que él valoraba más que nada: sus amigos, Ron y Hermione, siempre a su lado, incondicionalmente. Al principio, Ron se había mostrado un tanto frío, pero ya habían dejado esa etapa atrás. Ron y Hermione se habían casado, tenían un hijo, Michael, que tendría ya cinco años, y vivían una vida feliz, en Barcelona, a donde se habían mudado en busca de un trabajo que les ofreciera una vida mejor. Seguían en contacto con Harry, y también con Ginny, pero sorprendentemente, él nunca la había visto.

Harry reemprendió su camino, distraído, hundido en aquellos recuerdos dolorosos. Entonces, un débil grito lo sacó de sus pensamientos. Al parecer, una señora mayor había resbalado unos pasos más adelante suyo, a su lado, los contenidos de una bolsa de mano desparramados. Rápidamente se acercó a ayudar a la mujer, que se encontraba en el suelo.

- ¿Se encuentra bien?- le preguntó, ayudándola a levantarse. La señora no le respondió, aún no había levantado la vista, y lanzaba quejidos mientras se sobaba la pierna izquierda.- ¿Necesita un medimago?

- No… muchas gracias…- Dijo la señora, se levantó con firmeza dispuesta a continuar caminando, era una mujer fuerte, a pesar de los años. Harry recogió las cosas de la mujer. Se hizo un silencio.- Gracias, estoy bien, muy amable de tu parte ayudarme, querido…- pero se interrumpió al ver la cara de Harry, a quien, al encontrarse tan melancólico, aquella palabra le había traído otros recuerdos… querido

- ¿Señora Weasley?- logró murmurar. Increíble, pero aquella simple palabra lo había hecho reconocerla. La mujer pareció reconocer ese nombre como el suyo, pero sin embargo, no lograba identificar al muchacho. Entonces gritó de sorpresa, y la bolsa que llevaba se le cayó al suelo nuevamente, pero no le importó.

- ¿Harry?- dijo, estalló en un llanto, y lo estrujó en un abrazo.- ¡Harry, querido¡Qué flacucho que te encuentras¿Has estado comiendo bien? Me sorprende verte por aquí… ¡creí que no volvería a verte nunca, muchacho!

- Créame, yo mismo me sorprendo de estar aquí, pero no he conseguido a nadie que me retirara algo de dinero de la cuenta en Gringotts.- Incluso al propio Harry le resultó estúpido lo que había dicho… ¡no solía ir él a buscar dinero en su cuenta por temor a encontrarse con un viejo amor¡qué tonto se sentía! Seguramente, Ginny ya lo habría olvidado. La señora Weasley pareció comprender todo en un instante, y sintió compasión, como siempre había sentido por Harry.

- ¿Qué es de tu vida? Sé que no te has casado…- Harry sonrió, por supuesto que la señora Weasley habría obligado a Ron y Hermione a tenerla al tanto de su vida.

- Nada interesante.- Dijo él encogiéndose de hombros. La señora Weasley suspiró y volvió a abrazarlo. Le conmovió que ella siguiera adorándolo de esa forma, a pesar de lo mal que él le había agradecido sus cuidados desapareciendo de su vida.

- Tienes que venir a casa¡Arthur se pondrá feliz de verte!- Dijo la señora Weasley, con entusiasmo. Harry se sintió incómodo, no quería regresar a la Madriguera, y mucho menos si corría el riesgo de verla… pero no podía negarle ese insignificante favor a la señora Weasley después de todo lo que ella había hecho por él…

- Ella no tiene por qué enterarse, querido.- Le dijo Molly. Harry se sonrojó, avergonzado.

- Aún así…

- Vamos, no aceptaré un no como respuesta. No tiene por qué ser hoy. Pásame la dirección de donde vives, así puedo comunicarme contigo a través de la red flu. ¿Vives en Londres, verdad?

- Sí, vivo en el Valle de Godric, St. Madpole 437.

- Muy bien. Hablaré contigo pronto. Un placer verte, Harry.

- El placer es mío, señora Weasley.- Ella lo abrazó una vez más, y se alejó en dirección opuesta. Harry sonrió, pero ni bien dejó de verla, sintió miedo. Siempre les había prohibido a Ron y Hermione contarle cualquier cosa acerca de la vida de Ginny, siempre con la esperanza de que dejara de interesarle. Se había vuelto loco muchas veces pensando qué habría sido de ella, pero nunca se había rendido, por lo tanto, no tenía la menor idea de con qué podría encontrarse. La señora Weasley le había dicho que ella no tenía necesidad de enterarse que él estaría allí, pero Harry tenía el mal presentimiento de que, de una manera u otra, ella se enteraría, y de que, después de tantos años, la vería. ¡El único día que visitaba el Callejón Diagon y allí estaba Molly Weasley¿Por qué el destino seguía jugándole malas pasadas?

Aquella noche le costó horrores dormirse. Cuando finalmente lo hizo, fue bajo el argumento de que se había vuelto paranoico, de que iría a la Madriguera y Ginny no estaría allí, y él terminaría por desilusionarse… mejor no tener en cuenta la posibilidad de verla, mejor no. La mañana siguiente, amaneció de buen humor. Se levantó, se preparó el desayuno, que disfrutó mientras leía el diario El Profeta, y luego decidió que esa misma mañana se comunicaría con la Señora Weasley. Armado de valor, echó los polvos flu en la chimenea, se arrodilló frente a esta, y metió la cabeza en las llamas.

- La Madriguera.- Dijo con voz clara y firme. Después de viajar rápidamente, y dando vueltas, por varias chimeneas, aterrizó en la vieja chimenea de la cocina de los señores Weasley. Una ola de emoción lo invadió al ver ese lugar con el que tantas veces había soñado volver a visitar, todo estaba igual que siempre, aunque había, ahora, nuevas fotos, en una de las cuales se reconoció a sí mismo, en la boda de Ron y Hermione, justo detrás de la pareja. Pero en aquella foto no estaba mirando a los novios, miraba hacia otro lado y se reía, es que justo en frente, una hermosa pelirroja le decía cosas moviendo los labios. Pensó que tal vez en ese entonces ni siquiera había entendido lo que Ginny estaba queriendo decirle, pensó que quizá estaba riendo sólo por la felicidad que le provocaba poder contemplar la belleza de su novia. Entonces, despegó la vista de la foto, porque al echar un primer vistazo hacia la mesa que se encontraba a su derecha, la vio. Allí estaba Ginny, sentada a la mesa, apoyando los codos sobre ella y con las manos cubriéndole la cara. Harry tuvo el inmediato impulso de desaparecer, pero no pudo o no quiso hacerlo: no podía evitar observarla. Tal era la inmovilidad de la pelirroja que justificaba que Harry no la hubiese visto antes. No se escuchaba ningún movimiento, ni su respiración. Advirtió que Ginny ya no era la niña que el había visto por última vez. Tenía ahora veintinueve años. Estaba tan hermosa como siempre, con su larga cabellera rojiza. Era delgada, no demasiado alta, más bien baja en estatura. Llevaba un vestido de verano y estaba descalza, dejando ver sus pequeños pies. En eso, Ginny retiró las manos que le cubrían el rostro, y al verla, Harry tuvo ganas de hablarle, de hacerle saber que estaba allí. Sus ojos estaban acuosos, rojos, como si estuvieran conteniendo un llanto que se esforzaba por salir, su mirada derrochaba tristeza, y un profundo cansancio. A simple vista, el agobio era evidente. De pronto, ella suspiró y miró hacia el techo, mordiéndose el labio inferior, y Harry se quiso morir, seducido nuevamente… E inesperadamente, como si sintiera que debía hacerlo, los ojos de Ginny se clavaron en la chimenea. En una fracción de segundo se vieron el uno al otro, mientras sus bocas se abrían, sin poder emitir ningún sonido, en una fracción de segundo, porque Harry desapareció al instante, y, con el corazón latiéndole a mil por hora, sacó la cabeza de la chimenea de su casa. Su rostro, sus ojos castaños abiertos en sorpresa, con sus largas pestañas, sus labios, de un rosa brilloso, que tantas veces había soñado con volver a probar, y sus pecas, dándole una simpatía merecida. Corrió al baño a lavarse la cara, se miró al espejo, y la expresión en su rostro se lo confirmó: nunca lograría olvidarla, jamás.

Notas de la Autora: Tal vez el principio, aunque interesante, no sea del todo cautivante, pero les prometo, que va a haber muchísima acción. Es sólo el comienzo. Muchísimas gracias por leerlo. A los nuevos, les cuento que tengo otras historias, Lejos de James Potter? y Noches Pelirrojas, y que siempre me gusta recibir nuevos lectores. Bueno, muchas gracias y nos encontramos la próxima. Espero reviews ! Besos,

Male.