Serían las diez cuando terminó el concierto por el cual habían recorrido miles de kilómetros y habían terminado en un pueblecito costero, el grupo formado por cuatro chicos, se dirigieron hasta el único bar que vieron abierto. Tres de ellos se dirigieron a una mesa, el último integrante, un joven alto de complexión fuerte, rubio y de ojos violetas, prefirió sentarse en la barra, tras la cual un joven de tez morena, cabellos chocolate y brillante mirada esmeraldina servía una cerveza, se miraron por un instante y el moreno le sonrió, dejo la cerveza y se acerco a él.

- Cántame una canción al odio y te pongo lo que has pedido – le dijo seductor acercándose mucho al chico.

- Con una condición, dijo él aparatando un mechón del rostro que le miraba interrogante, que me dejes abierto el balcón de tus ojos esmeraldas.

El moreno sonrió complacido y acercó su boca al oído del rubio, y el rubio cantó una pequeña canción, al poco recibió su vaso seguido de un guiño del de ojos jade. Durante toda la noche ambos se miraron intercambiándose guiños y sonrisas, poco a poco los clientes se marcharon, incluso los amigos del rubio se fueron hostal.

- Ido vosotros que yo ya voy luego- les dijo.

El de ojos jade salió a cerrar cuando solo quedaron ellos dos, mientras el rubio le miraba, y se decía que tuviese cuidado, quizá se estaba enamorando del chico de ojos jade. Tan ensimismado estaba que no se dio cuenta de cuando el chico se puso tras él y dibujó un corazón con su dedo en la espalda.

-Me llamo Antonio- dijo el chico.

-Iván – le dijo tomando las manos canelas entre las suyas.

Salieron del bar de la mano, caminando pos el paseo marítimo que llevaba al hostal se besaron en cada farola, era un pueblo con mar y la gente se les quedaba mirando cuando se besaban a ala luz de la farola.

-No quiero dormir solo- le confeso al oído. Antonio a Iván.

Y les dieron las diez y las once, las doce, la una, las dos y las tres y desnudos al anochecer les encontró la luna, Antonio se abrazó a Iván ocultando su rostro sonriente el blanco pecho, mientras este le acariciaba su espalda.

Al día siguiente, Iván fue despedido pos Antonio con un beso y un "ojala volvamos a vernos" y por el retrovisor el de ojos violeta veía como la figura empequeñecía poco a poco.

Paso un año hasta el verano siguiente, Iván volvió al pueblo buscó Antonio por todos lados, preguntó a toda la gente por aquel chico que tanto había extrañado, pero nada, no encontró a nadie que supiera sobre le chico de ojos esmeraldas, y para colmo de males donde debía estar el bar había una sucursal del banco hispanoamericano, frustrado y molesto Iván la emprendió a pedradas con los cristales de dicha sucursal.

- No lo soñé, dijo mientras se le llevaban los municipales.

El rubio salió de la comisaría tras alegar que llevaba encima tres copas y terminó en la habitación, donde el año pasado le quitaba la ropa años de lindos ojos jade.

"Y les dieron las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres"