Para Milagros,
por su amistad y por ser esa luz que alumbra mis ideas.
[Victor x Yuri]
QUIEBRE
Capítulo 1: Inicio.
"Porque el final, es sólo el comienzo"
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Ah, San Pestesburgo, una ciudad hecha de hielo y cenizas de escarcha traslúcida. Victor la recordaba por el sonido de las gaviotas esparcirse como un perfume garbo, empujadas por un frío que se infiltraba entre los poros paralizándolos y se regocijaba por su insistente ostentación de concentrar la sangre tanto en las orejas, como en sus mejillas.
Podía decirse que había echado de menos sus espasmos, el modo en como el sol desafiaba su propia naturaleza y hacía compás con los copos de nieve que engendraban sus propios bailes. La diferencia caía, claro, que ellos no tenían calificativo.
Ver ahora la cubierta de cielo mancillada por las nubes que descendían sus lágrimas de narciso helado, le hacían evocar el pensamiento ambiguo cuando sus manos se asían a la negación de abandonar el país que lo vio crecer. El patinaje le dividió el amor que tenía reservado en su pecho para tres cosas: Su carrera, Maccachin y su país. Nada salía fuera de sus límites, tampoco nada travesaba la coraza para entrar.
Sin embargo, en unos años postreros, se vio desafiando su propio ingenio para invocarse a las ranuras del retiro. Fue el mismo deporte que tenía clavado en la sangre lo que provocó que fuera perdiendo el hilo de las dos de tres tildes que habían conformado su vida. Quizás perdió cierto aprecio a su tierra natal, o tal vez su arte ya carecía de cierta poesía filológica que él había abandonado con el envejecimiento de sus patines.
Lo que más le asustó en su momento, era la ausencia del estupor o miedo a ser dejado fuera de las líneas de competencia. Por un segundo él mismo deseó correr hasta ella, desbocar su corazón y aferrarse a unos dedos con aro dorado que hacía juego con el suyo. Y sin embargo, fue esa misma presencia que lo arrastró de regreso, colocándolo de nuevo en el hielo.
—Todavía tienes mucho que demostrar. No puedes abandonar, Victor.
Le sabía dulce recordar esa voz, porque fue ese mismo patinador que le demostró su artífice de la nueva autonomía ahora en su nato deporte. Siempre se había caracterizado por jugar después de cualquier estandarizado término, ignorar las imposiciones y el: Vitya, debes, debes, debes. Él siempre se desplazó como ave que arañaba el cielo sin detenerse a mirar las nubes que lo rodeaban, el camino que le esperaba o las conjeturas que lo fracturaran. Sólo extendía las alas, rasgando su plateada extensión con sus patines de superficie dorada.
Le gustaba hacer uso de la astucia de su creatividad, sacar las ocurrencias e inventar desconocidos mundos donde él pudiera verse relatando el Érase una vez, una y otra vez, para que un público bailara lejos de un repetitivo son. Empero, con la senda del cómodo y rutinario inicio, era natural que empezara a desgastarse.
Empezar, empezar, empezar, y nunca quedarse demasiado tiempo en un mundo cuyas fortalezas se desmoronaban con la misma facilidad que se doblegaba una brizna. Las ideas sin color fueron su tormento, encerrándose de una torre de aislamiento y ahogándose en un vacío de retiro fue una fuente que creyó que sería su próxima meta hasta que, en una curiosidad de registrar un video viral, una luz lo sacó del fondo.
Sí, Yuri Katsuki.
Su nombre, su baile, su mensaje, fueron la mano que le quitaron los engranajes ya adornados por óxido y devolviéndose sonido a la música. Ya no se sentía atrapado entre las telarañas de sus fronteras, en las rígidas cadenas de un centro de patinaje, compungida por rugidos de un anciano que le había entrenado el oído. Después de conocer lo que podía encontrarse mucho más allá, las ataduras que lo reprimían finalmente se rompieron, enviándolo a unos meses en Hasetsu que le dieron un toque teñido de L y un giro a su propio nombre.
Yuri hizo todo eso. Volvió todo eso posible.
Transformó una oscuridad que lo estaba abordando, en una luz bañada de lentejuelas que abordó cada fajo de oscuridad que lo estaba deshaciendo. Le había devuelto una parte de sí mismo que no sabía que tenía y que había perdido en fragmentos con el paso irrisorio del tiempo.
Esa temporada junto a Yuri le mostró el segundo enfoque de su mundo de cuna, cómo se veía desde las gradas y los sentimientos que fluían a través de él como unas irregulares venas proveniente de la más oculta felicidad. Victor podría entusiasmarse con facilidad pero eran pocas las cosas que le llamaban la atención. Porque todo lo que veía, y lo que estudiaba con la sonrisa de su rostro, lo transformaba en arte.
Victor convertía los sentimientos en música, en delirantes notas con las que él podía danzar y ver un lado distinto de su propio ser. Por muchas temporadas se perdió en cruces de distintos destinos, navegaba sobre obras que enviaban el trágico mensaje de la pérdida, encontraba emociones amorosas con la que podría armonizar y rendir pleitesía hacia los pasos que cantaban por sí solo. El público lo ovacionaba. Lo alzaban en el podio por el poderío de arrancar las almas de las gradas y sumirlos en la historia que él decidió contar como buen orador.
Sin embargo, esa inspiración empezó a escaparse de la magia de sus dedos, y su cuerpo dejó de sentir creando como consecuencia que las partituras se perdieran.
Las melodías de sus poros, finalmente quedó muda.
Su vida ha sido una existencia de ausencias, sin más nombre ni presencia que la de un caniche que había nombrado Maccachin. Incluso Yakov lo sabía, era el primer conocedor que Victor tenía todo, fama, dinero, cualquier placer en el tras cámara, pero ya había dejado ir los sentimientos reales. La actuación empezó a ser eterna y olvidó su propio corazón. Su felicidad ya era genuina, la sonrisa parte de su rostro, una que podía formar con facilidad aunque no la sintiera; convirtiéndose en un futuro en su propia máscara.
Al estar en fraternidad con la soledad, terminó convirtiéndose en aquel fantasma que todos deseaban ver. Ser patinador desde su uso intelecto de razón, siempre había sido esa gota de placer que humedeció un pequeño espacio de su vida. Una que empezó a ser insuficiente para saciar su sed.
Con el paso de los años las victorias llenaron su historial y las medallas a reservarse en una pared vacía del alojamiento que era su apartamento. Ahora que lo pensaba con minucioso detalle, bajo la sombra del sol que empezaba a asomarle en la bahía, Victor sabía que antes de conocer a Yuri, su vida personal era demasiado sosegada. Confinada a un lustre silencio que le estaba dejando sordo.
Buscó refugio en el hielo creando y desafiándose a sí mismo en caminos espinosos que inspiraran al público. Tejiendo cada idea como desconocidos retos que le ocuparon la mente para no dejar espacio a la soledad que ya le salpicaba los pasos.
Maccachin se volvió su compañero, una segunda parte que ocupó el vacío que le estaba abriendo lentamente el pecho, amenazando con abrirlo en dos. Sentía la grieta latente, susurrando los surcos por su cuerpo en su última temporada.
Abriéndose en el Grand Prix Final, hasta que finalmente, tras su última copa mundial; se quebró.
Victor aún podía recordar ese día en que se quedó perplejo cuando Yuri le había dado la espalda, la primera vez que estuvo frente a frente a su presencia. En aquel momento, no dio definición al concepto que le tiró en cara, ¿un desprecio? ¿Un reto?
Una vena de un recóndito fisgoneo le había latido en la sien, oyendo el eco de la pregunta al aire del periodista Mooroka y el llamado del que parecía ser su entrenador.
Su nombre despertó en él una curiosidad repentina, y podía reírse en como se había repetido aquel pensamiento. Cuando eres el foco de atención, olvidas lo que se puede ocultar en la sombra…
¿Yuri, eh?
Visitar aquel día, siempre le torcía los labios en la más grande y brillante sonrisa. Sí, todo empezó con esa pregunta.
¿Quién era?
N/Finales: Publiqué esto para hacer denotar que mi existencia todavía se pasea por estos lares, sólo que con ciertas cadenas en madera física, personales y, en parte de inspiración que, quizás sea obvio, denote mi falta de actualización. Disturbio social no está abandonado, pronto regresará con capítulo nuevo que ya se está cocinando.
Hablando de este fic, como se darán cuenta en uno basado en el perfil de Victor que tengo en la cabeza y el cual he asomado en los que he hecho para este fandom. Pienso contar en tres capítulos (tal vez) sus impresiones de Yuri y demás. Estará relatado en presente y pasado, para no entrar en temas superfluos que cada fanficker ha contado a su manera.
Por otro lado, como incentivo por un cumpleaños anterior, nació la idea de este fic y una conversación con mi fiel amiga Mili. Lady, no tienes idea de cómo te adoro, esto va de todo corazón y espero que te saque una sonrisa. Gracias por nuestras develas hablando sobre las infinitas teorías que abundan en el fandom e interminables temas que nunca agotan su caudal. Por ti lo conocí, y ahora para ti, va esto. Espero que te guste, niña linda, gracias por soportarme y estar para mí en esta situación difícil que ahora estoy. Sólo me queda decir con letras y un buen yaoi: Gracias.
Gracias por leer también a quienes se paseen por acá :)
