Un día cualquiera en la vida de Antonio

Era muy simple y sencillo. La vida de Antonio Fernández Carriedo se resumía en estos sencillos pasos:

Se levantaba temprano por la mañana, a eso de las 11:30 después de haber ignorado olímpicamente su despertador y haber caído en las garras de Morfeo nuevamente. Lovino le grita por teléfono por qué no fue a la puta reunión todavía mientras toma su leche con tostadas, les da unos tomates a su docena de tortugas y riega el jardín (sí, las llamadas telefónicas de Lovino para echarle la bronca siempre duran mucho).

Como ya llega tarde a la reunión decide no ir, vagando por la casa, a veces limpiando un poco, a veces tocando la guitarra y cantando a pleno pulmón cuando llega a su parte favorita. Se prepara a la hora de comer una tortilla de patata con ensalada de tomate y acto seguida hace la siesta delante de la tele.

Al despertar, sobre las 5 de la tarde, decide hacerse un café instantáneo. Se lo hace y... ahí comienza el verdadero día.

Sale.

Va a casa de Arthur y le jode.

Va a casa de Alfred y le golpea las rodillas.

Va a casa de Gilbert a gorronear un poco de cena.

Va a casa de Francis y mientras vuelve a gorronear comida es manoseado (y violado) sin que se dé cuenta.

Va a casa de Lovino y le hace el amor.

Llega a su casa pasadas las 3 de la mañana, con un ojo amoratado y el labio partido debido a los golpes que le propinó su querido sur de Italia.

Hora de dormir... y vuelta a empezar.

FIN


Que me maten...