Disclaimer: Kagerou Project y sus personajes no me pertenecen, créditos a su respectivo dueño. La imagen tampoco es mía.
—¡No seas soso, Shintaro-kun! ¡Sonríe!
A pesar de que le repitiera esas palabras una y otra vez, el chico en cuestión la ignoraba. Ayano hinchó sus mofletes de una forma adorable, intentando llamarle la atención.
—No tengo motivos para...
Ni siquiera pudo terminar la oración, Ayano puso sus manos sobre sus mofletes, tirándolos hacia arriba para formar una sonrisa falsa.
—La vida sólo se vive una vez, ¡hay que disfrutarla al máximo!
Puso su rostro muy cerca del de su acompañante, hacía falta un leve empujón para que sus labios se unieran. Teniendo en cuenta la pervertida mente de Shintaro el querer besarla era tentador porque Ayano precisamente no era un orco, todo lo contrario, parecía una muñeca de porcelana que puede romperse en cualquier momento.
Si de por sí la cercanía lo ponía nervioso, aquel pensamiento lo ponía todavía más hasta el punto de que sus mejillas se colorearan de un ligero tono rojizo.
Apartó a la muchacha suavemente para que no viera ese molesto sonrojo que ella había provocado, porque conociéndola se reiría levemente, lo tomaría de la mano y le diría cosas sobre la felicidad y de más idioteces según él.
—Hazme el favor de dejar de decir tonterías —pidió frustrado mientras se masajeaba la sien.
Detestaba que las cosas se salieran de control, estaba acostumbrado a un orden que ella solía mandar a tomar viento en segundos.
Ahora que lo sopesaba, ambos eran como polos opuestos. Ella era linda, tierna, inocente, alegre... espera, ¿¡por qué estaba pensando así de ella!?
—Shintaro-kun, ¿estás enfermo?
Sí, definitivamente el que fuera tan inocente le frustraba, es decir, ¿¡cómo alguien podría ponerse enfermo de repente!? Le sacaba de quicio todo esto, a parte de haberse sonrojado Ayano no se daba cuenta... espera, ¿por qué quería que Ayano lo supiera? ¿Acaso se estaba volviendo estúpido o qué?
—Shintaro-kun, tienes algo en la nariz —le señaló su compañera.
Ella no esperó si quiera a que le contestara, acercó todavía más su rostro al de él y cuando vio que estaba desprevenido le plantó un beso en los labios. Fue corto, a penas y pudieron rozarse unos segundos, como si nunca hubiese pasado nada. La calidez de los labios aún era muy notable, de hecho dudaban en que se fuera rápido de sus bocas.
—Ya tienes un motivo para sonreír —dijo Ayano mientras se iba por la puerta tranquilamente en dirección a casa.
El muchacho le tomó varios segundos en reaccionar, su rostro era una vergüenza, sonrojarse por algo tan insignificante como eso.
Lo más gracioso de todo este asunto es que sintió como su boca formaba una mueca extraña, mas pudo comprobar en los cristales de la ventana que no era ni sonrisa ni nada, pero no estaba satisfecho con eso, el hecho de haberle cambiado mínimamente su expresión lo hacía sentir patético, es como si Ayano ejerciera poder sobre él.
—Me estoy preocupando por cosas sin relevancia, definitivamente no estoy como siempre.
Podía auto-convencerse de que eso fue por causa de sueño, pero jamás pudo ocultar el leve tono rojo que se formó en sus mejillas.
