Hola y Bienvenidos, Espero disfruten la lectura y que tengan un maravilloso día, los personajes le pertenecen a Rumiko Takahashi.
La historia le pertenece a la autora.

"Delirio de un amor prohibido"

Prologo.

"Odio lo que tu significas en mi vida"


A los trece años su vida dio un giro que jamás pensó. Luego de haber pensado que su vida era perfecta despertó de aquella plástica mentira, y hubiera deseado no ver la realidad en ese instante, no con ella a su lado. Dolía de una forma tan desgarradora, que si no fuera por la presencia de la mujer a su lado habría caído de rodillas.

"¿Desde cuando era tan vulnerable?"

—Ranma sal de aquí —la voz de Nodoka sonaba quebrada, casi al borde del llanto.

El adolecente miro con repugnancia a su padre entre el pequeño espacio entre la puerta y el marco de esta, mientras se sostenía con fuerza al brazo de su madre. Pudiendo sentir como ella temblaba y, al ver sus ojos llenos de dolor dudo por unos instantes antes de acatar sus órdenes. No había querido dejarla sola, pero nunca desobedecía a su madre. No era digno de un Saotome ser indómito ante su progenitora.

Apretó sus puños con fuerza cuando vio como una mujer salía a medio vestir de la habitación, la misma en la que dormía el matrimonio Saotome. Nunca había sentido ganas de golpear a su padre hasta ese momento, hasta ese día, maldiciendo la debilidad del hombre junto a su traición. Lo odiaba por arruinar el honor de su mamá, por hacerle daño y por decepcionarlo. Porque lo admiraba, admiraba tanto a su padre que aquella traición lo hizo sentir nauseabundo, asqueado, y lo detestaba y se odiaba a sí mismo por haber querido ser alguna vez cómo él.

¿Cómo había podido hacerles eso? Por qué buscaba otra mujer teniendo a su madre. Nodoka era una mujer devota de su familia, amorosa, comprensiva y cálida. Una mujer honorable criada bajo el seno de una de las mejores familias de Japón, siempre preocupada de las necesidades de su padre y las de él. La familia Saotome era respetable gracias a ella, y Genma Saotome era lo que era gracias a su esposa. Representando claramente aquella frase popular "Detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer", pero ahora Genma estaba lejos de ser aquel hombre respetable.

No supo cómo con el tiempo su madre lo había podido perdonar, porque él era incapaz de hacerlo.

Con el pasar del tiempo noto que aquello no era más que una farsa. El matrimonio de sus padres estaba deteriorado y por sostener las apariencias vivían en una absurda mentira. Y desde entonces su vida perfecta se había terminado. Su madre había perdido su luz, sus sonrisas eran tan falsas como las mentiras que soltaba para encubrir las aventuras de su padre.

"Está de viaje de negocios" Le escucho decir, cuando la madre de su nueva vecina le pregunto por su progenitor. Había deseado reír al oír la misma excusa nuevamente, pero se contuvo.

Unos curiosos ojos verdes lo hicieron sentir intimidado mientras leía un libro de economía, se encontraba sentado al borde del pasillo de su casa. Este daba vista a un impecable estanque, en dónde algunos pequeños peces nadaban absortos del mundo.

—¿Por qué estas enojado? —pregunto Akari.

—¿De qué hablas 'niña'? —replicó haciendo énfasis en la última palabra, y entonces ella le apunto con su dedo el entrecejo.

No se había dado cuenta que estaba frunciendo el ceño hasta que Akari se lo indico, notando que aún le afectaba lo sucedido hacían años.

—No me llamo niña —contesto enojada la chica—. ¿Por qué estas enojado tonto-Ranma?

—No comprendo lo de mi libro —mintió.

Akari rodo los ojos y se cruzo de brazos, sabía que estaba mintiendo. Puesto que el muchacho era bastante bueno en la mayor parte de las cosas, a excepción de lenguaje y caligrafía. En eso debía aceptar que apestaba, porque hasta los niños de primaría escribian mejores garabatos que él.

Se conocían desde hacía un año, cuando se había mudado con su madre a Nerima y él vivía en la casa junto a la de ella. Sus madres habían sido compañeras en la escuela primaria y solían juntarse cada fin de semana a tomar el té juntas. Ella intentaba sociabilizar con Ranma pese a su muy mal genio, aunque tenía que aceptar que no siempre era así, porque frente a Nodoka Saotome se comportaba totalmente diferente. Era amoroso, dulce y respetuoso con su madre, a diferencia del resto de las personas.

Ranma era tan misterioso para ella, era como si hubieran dos personas completamente distintas en su interior. Uno era el chico encantador con su madre, y el otro era aquel orgulloso y cascarrabias. Sabía que algo debió haber provocado que fuera así, pero no deseaba incomodarlo más de lo que había hecho antes.

En una ocasión le pregunto directamente porque era así, y su respuesta fue tan inquietante que nunca más quiso preguntarle referente al asunto. Después de todo, el tiempo tarde o temprano le daría una respuesta, pues nada se podía ocultar para siempre ¿no?

—Ranma, ¿Por qué estudiar Administracion de negocios y empresas? —Akari pregunto, y el chico de la trenza le observo extrañado por la pregunta—. Digo, pensé que te parecían aburridos los números y solías decir que no estudiarías lo mismo que tu padre.

La mención de su progenitor lo fastidio inevitablemente, y supo de inmediato que debió expresarse en su cara por la sorpresa en el rostro de su vecina.

—Lo siento —Akari se disculpo, lamentando haber hecho aquella pregunta quizás incomoda para el azabache.

—No discúlpame tú —Ranma suspiro, cerrando el libro en sus manos y dándole un suave golpecito en la cabeza con el mismo a la Unryu. Estaba siendo un idiota por desquitar su molestia con ella—. En efecto es aburrido, pero mamá insistió en que hiciera algo de mi vida y estudiara esto. Lamento mi mal carácter, no he tenido un buen día.

Akari comprendió al instante que el muchacho hacía eso solamente por Nodoka, él era incapaz de decirle que no a su madre. Al menos ella nunca lo había visto decirle que no. —No te preocupes, entiendo —le dijo amablemente.

Por alguna razón cada vez que se hablaba de su padre, Ranma se molestaba. Y hasta ese día no se había percatado de ello.

—¿Qué harás tu el próximo año? —el Saotome quiso cambiar el tema.

—Supongo que estudiar lo mismo que tu —expreso aburrida—. Tengo que dirigir los negocios de mi padre tarde o temprano, mamá no estará ahí para siempre.

—Deberías estudiar algo que te guste —sugirió Ranma.

—Me lo dice aquel que estudia lo que su mamá le pide.

—La voluntad de ella es la mía.

—¿Alguna vez piensas en ti mismo? —Akari pregunto levantando una ceja.

—Claro que pienso en mí.

—Pues no se nota —refunfuño, y en respuesta el azabache chasqueo la lengua—. ¿Qué harás cuando te cases? ¿o le pedirás a tu mamá que también escoja a tu mujer?

—No me casaré nunca —su voz sonó sería y profunda.

—Ranma, no escupas al cielo porque en la cara te cae —expreso viendo lo tenso que estaba el muchacho.

—¿Recuerdas ese día en que me preguntaste el porqué soy distinto con mi madre? —pregunto poniéndose de pie.

—Claro que lo recuerdo, te molestaste tanto que golpeaste el muro y le hiciste un agujero —menciono Akari, haciendo recuerdos de aquel día.

—Existen tres tipos de mujeres... —Ranma empezó a hablar—. Las que te divierten por un buen rato, las que te succionan el alma hasta dejarte seco, y las que hacen que tu maldita vida valga la pena. Este último tipo de mujer...

—Con ese último tipo, supongo que te casas ¿no? —interrumpió.

—No.

—¿Por qué no? —Akari cuestiono sin entender.

—Porque esas mujeres se rompen con facilidad... —Ranma le miro de reojo antes de marcharse, pero no sin antes decir otras palabras que dejaron helada a la muchacha.

Inmóvil en el lugar Akari lo vio desaparecer por los pasillos de la residencia Saotome, empezando a procesar lo que había dicho su amigo ahora, junto a la vez que habían hablado en el pasado. Intentando unir las piezas del rompecabezas y recabar algo que explicara su forma de ser tan erratica, la causa de su radical cambio de personalidad.

"¡Ese bastardo rompió a mi madre!"

Recordó las palabras llenas de furia y dolor de Ranma, aquella vez en que ella le había cuestionado su forma de ser. Ahora con lo que le había dicho recién, todo parecía cobrar algo de sentido en su mente.

"Sólo he visto cómo romper a una mujer de ese tipo y no sé cómo tratar con ellas, me niego a ser yo quién rompa a una, jamás seré cómo él. Por eso, sólo busco dar y recibir diversión o placer... sin traición de por medio"

Sus ojos verdes se dirigieron hasta el exterior de la vivienda, a unos metros de distancia y bajo una pequeña terraza. Dos mujeres conversaban y reían de asuntos triviales, mientras que su atención caía en la amiga de su madre. Analizando lo distinta de las sonrisas de las dos madres, descubriendo que en efecto la señora Saotome lucía diferente cada vez que se hablaba de su esposo. Notando la diferencia entre ambas.

Su madre parecía ser feliz al recordar a su difunto padre, pese a la tristeza de su perdida, se podía notar a leguas cómo los ojos de la viuda se iluminaban con el recuerdo de su esposo. Su único y gran amor; Por el contrario, Nodoka esbozaba falsas sonrisas cada vez que se le preguntaba por su marido.

¿Cómo es que no lo había notado antes? La señora Saotome sonreía diferente cuando lo hacía sinceramente, cuando sonreía al hablar de su hijo.

La respuesta siempre había estado ahí, frente a su nariz. El padre de Ranma era la causa de que él fuera de esa forma tan erratica, de qué quisiera agradar siempre a su madre para suplir su ausencia, de que saliera con montones de chicas distintas cada fin de semana sin sentir nada. Su forma de ser tan contradictoria se debía a Genma Saotome. Ese miedo a abrirse con los demás lo había causado el hombre que, se suponía debía haberlo protegido. La misma persona que le debió enseñar a amar a las mujeres, le había mostrado la parte más asquerosa y ruin del ser humano.

Deseo llorar al imaginar una situación similar, comprendiendo con impotencia el dolor que podía causar el sufrimiento de un ser querido.

—Ranma... ese hombre también te rompió a ti —murmuro para sí misma, en el mismo lugar en que él la había dejado sola segundos atrás.


Una pequeña de siete años esperaba sentada en el suelo de un enorme pasillo, las camillas pasaban cada cierto tiempo junto a enfermeras, a veces pasaban personas a visitar a sus parientes. El sonido de algunos artefactos médicos inundaban los pasillos, y cada cierto tiempo ella temblaba asustada al escuchar los pitidos de estos cuando eran constantes.

Tenía miedo, miedo de quedar sola en el mundo.

Abrazaba sus piernas en el lugar, cuando un hombre alto de cabello largo y tan negro como el ébano se le aproximo.

—¿Akane? —pregunto el hombre con una sonrisa.

El miedo podía verse a través de sus brillantes ojos avellana. Temerosa levanto la mirada para observar al hombre frente a ella, este en respuesta le dio una enorme sonrisa. Una calidez inundo su pecho, no sabía porque pero cuando vio a los ojos de ese extraño le pareció ver los suyos, cómo si se tratará de un espejo. —¿Cómo sabe mi nombre señor? —pregunto con voz firme.

—Un pajarito me lo dijo —hablo él.

—Señor, los pajaritos no hablan —sus palabras hicieron reír al hombre.

—Digamos que lo sé —sonrió fugazmente para luego ponerse serio. Akane tuvo miedo de aquella expresión—. Los doctores dicen que podrás ver a tu mamá.

—¡¿Enserio?! —la emoción inundo los ojos de la pequeña.

—Claro...

Una joven y hermosa mujer de cabello azulado se encontraba en una camilla hospitalaria, su piel lucía similar a un papel de lo pálida que estaba, contrastando mucho con la mujer enérgica que solía ser hasta hacían unos pocos años; No obstante, cuando la pequeña peliazul entro al lugar su rostro recobro el color y la vitalidad que había perdido momentáneamente.

—Akane... —susurro viendo a su pequeña.

—Mamá, ¿Ya te sientes mejor? —pregunto Akane preocupada.

—Sí —mintió, fijando sus ojos en el hombre que estaba tras su hija.

Casi al instante Akane noto la mirada de su madre en el extraño hombre, y entonces imito su actuar para intentar descubrir algo.

—Akane, este señor va cuidarte mientras duermo en el hospital —la mujer levemente envolvió la mano de su hija con la suya—. El es Soun, Soun Tendo tu padre.

Algo en el interior de ella se agito, descubriendo que era su corazón latiendo con rapidez. Ese hombre era ¿su padre? ¿estaba de vuelta por ellas? ¿Por qué ahora? Un mal presentimiento invadió a la pequeña, descubriendo a su corta edad lo que estaba ocurriendo.

—Dejaras que te cuides, ¿sí? —su madre continuo, y ante esa pregunta ella afirmo con la cabeza.

Pocos días después su madre le dijo que dormiría, cómo siempre solía hacerlo. Pero esta vez, ella no despertó cómo antes... y a sus siete años su vida cambio radicalmente. Experimentando en carne propia lo cruel que podía ser la realidad, pues la vida era más dura de lo que había imaginado en su infantil inocencia.

Solía pensar en su madre cada vez que miraba por las ventanas de aquel elegante internado, al cual había sido confinada a los pocos meses de perder a su madre. Ese lugar similar a una prisión la hacía sentir cómo un pequeño canario, uno que anhelaba algún día poder escapar para volar libremente de su jaula.

Tenía trece años cuando las cosas fueron más claras para ella, después de haber escuchado a algunas de sus compañeras hablando de su padre. Soun Tendo, era un hombre casado hacían más de quince años, tenía dos hermosas hijas: Kasumi y Nabiki, las había podido apreciar en una importante revista que le fue lanzada por una de sus muchas crueles compañeras.

Su padre era dueño de un holding muy prestigioso en Shibuya, y se decía que había tenido un amorío con una de sus jóvenes secretarias. Al parecer ella era el fruto de aquella relación fuera del matrimonio, ella, la hija de un amante y fruto de una simple aventura. Luego de la muerte de su madre, Soun Tendo la había reconocido como su hija. Pero a pesar de eso, nada fue diferente en su vida. La furiosa esposa del hombre de negocios se había negado rotundamente a recibirla dentro de la mansión Tendo, así que a su padre no le había quedado más opción que enviarla a un elegante internado.

Una hermosa y sofisticada cárcel para ella y, unas cuantas chicas más que sus padres no deseaban educar por falta de tiempo. Porque para los ricos, el tiempo es dinero y preferían invertirlo en sus empresas, antes que educar a sus hijas para después simplemente casarlas.

—¡Oye! —la voz de un muchacho la sorprendió.

—¿Qué hace aquí dentro? —pregunto Akane, mirando severamente al muchacho—. No se permiten hombres en este internado, usted se meterá en un problema.

—¿Usted? —el chico acomodo su bandana y observo los jardines del lugar—. Soy Ryoga, no usted —corrigió—. ¿Y por qué estás sola aquí?

—No tengo amigas, pero me gusta estar sola —respondió con una sonrisa llena de amargura, antes de mirar preocupada al extraño adolecente—. ¿Qué hace aquí?

—Me perdí, mamá se fue a gritarle a unas chicas y luego desapareció —contesto de forma tan rápida que Akane no supo cómo le entendió—. ¿Por qué no tienes amigas?

—Porque nadie quiere estar con la hija de una amante, temen que les quite a sus novios en el futuro.

—¡Qué bobas! —Ryoga frunció el ceño y luego se rió—. Yo creo que ellas no te merecen.

—¿Por qué lo dice?

—Porque eres amable, estabas preocupada de que yo no me metiese en un lio —Akane se sonrojo por el cumplido—. ¡Ves! Eres buena.

—¿Cómo es tu mamá? —pregunto Akane queriendo ayudar al muchacho.

—Es parecida a mí, usa un cintillo como el estampado de mi bandana —describió Ryoga.

—¿Es la directora Hibiki? —dedujo un tanto sorprendida, porque la mujer era la dueña de ese enorme internado.

—¡Sí! —afirmo feliz, y luego de recibir indicaciones de parte de la Tendo se retiro corriendo.

"Ryoga Hibiki..." No olvidaría nunca su nombre, el nombre de la única persona que no la vio con desprecio dentro de ese recinto. Además de la bondadosa y dulce directora Hibiki.

Ahora con dieciocho años, se había graduado con honores del internado. Y había sacado el mejor puntaje de admisión para la carrera que había escogido. Su padre llego orgulloso a elogiarla, regalándole un pequeño y cómodo apartamento en Nerima.

—¿Estás segura que no quieres vivir en la mansión? —pregunto Soun, con la esperanza de que su hija cediera a su deseo de estar en casa con él y sus hermanas.

—No creo que sea apropiado papá —rechazo—. Además ya hiciste demasiado con darme un apartamento, yo iba a rentar uno por mis propios medios.

—Es lo menos que podía hacer, además no podía permitir que mi hija trabaje y...

—Padre —interrumpió con voz grave—. No soy ni la primera, ni la última persona que trabaja y estudia.

—Pero eres mi hija, eres una Tendo.

—Papá, tu y yo sabemos que aunque lleve el apellido jamás seré digna de él —sonrió con amargura, mirando el rostro preocupado de su padre—. Estoy bien aquí, enserio —agrego viendo el rostro del hombre un poco más alegre.

—Llámame si necesitas algo —dijo Soun poniendo una caja en sus manos.

—¿Otro regalo? —Akane arqueo su ceja mirando la caja, suponiendo que aquello era un celular.

—Mi numero está ahí, úsalo —le advirtió el hombre con voz severa antes de marcharse.

—Okay —respondió para luego cerrar la puerta del apartamento.

El tiempo paso más rápido de lo que espero, y sin darse cuenta. Se encontraba sentada en el pasto de la enorme universidad Furinkan, ubicada a una media hora caminando desde su apartamento. Respiro profundo disfrutando de la libertad que sentía en ese lugar, creyendo que por fin había encontrado un lugar en el mundo. Porque después de muchos años volvía a sentirse viva, la última vez que se había sentido así fue cuando hablo con su madre por última vez.

Y desde aquel momento se había sentido perdida en el mundo, pero ahora tenía que encontrar un camino. Algo que la hiciera feliz, pues esa había sido la última voluntad de su madre.

Fue ahí, en medio de sus pensamiento y mirando la entrada del campus cuando lo vio.

Sus ojos marrones destilando vida, tan brillantes como los recordaba. La misma bandana y el mismo cabello, sólo sus facciones habían cambiado. Ahora era un hombre, y no aquel adolecente perdido buscando a su mamá en el internado.

Se dedico a observarlo a lo lejos en los días siguientes a esa primera semana de clases.

Ryoga solía juntarse con el chico más popular entre las chicas, por lo que era fácil para ella saber donde estaba. No se atrevía a hablarle directamente, puesto que temía que no la recordará. Después de todo... solo habían hablado una sola vez, pero eso le había bastado a Akane para sentir afecto hacía él.

Al terminar la semana se decidió a escribirle una carta, y esperando el momento adecuado para entregársela lo siguió. Sin embargo para su mala suerte, aquel gigoló de Saotome con el que solía pasearse por los alrededores del campus, siempre andaba con él como si fueran dos imanes opuestos. Porque para ella eran claramente eso... dos opuestos.

Saotome tenía fama de solo buscar diversión con las chicas, mientras que el Hibiki era conocido por ser tranquilo y juntarse con el primero. Trato de imaginarse cómo sería su amistad, porque a lo lejos se veía que el alegre muchacho de bandana hablaba bastante y por el contrario, el chico de la trenza solo parecía comunicarse con él con monosílabos. Cosa que le parecía muy desagradable de este último.

Había llegado el Viernes, y decidida espero a que el Hibiki llegará para entregarle la carta. Pero para su disgusto, nuevamente el chico Saotome andaba junto a él. Los observo a unos cuantos metros de distancia cuando se detuvieron en medio del camino rumbo al edificio principal del campus, ambos parecían estar hablando de algún tema que preocupaba al Hibiki. Porque en su rostro reflejaba pesar.

Suspiro irritada por la situación, mientras apretaba con fuerza la carta entre sus manos. ¿Por qué no solo le hablaba directamente?, ¿A qué le tenía miedo?. Bajo la sombra de un árbol y perdida en sus pensamientos, no pudo sentir cuando una persona se acerco hasta quedar frente a ella.

—¿Puedo saber por qué me estas siguiendo? —la voz varonil y profunda, la pilló completamente desprevenida.

Fue ahí que despertó de sus pensamientos y un tanto extrañada, enfoco su atención en el desconocido frente a ella. Su sorpresa fue enorme al encontrarse con una intensa mirada azulada, recorriéndola de pies a cabeza de una forma tan descarada que la abrumo. Haciéndola sentir más intimidada que nunca, preguntándose a sí misma si es que llevaba la suficiente ropa encima, pues parecía desnudarla con aquellos misteriosos ojos azules.

El dueño de aquella intensa mirada ladeo su cabeza para tener una mejor perspectiva de la chica frente a él, ya que debido a su diferencia de estatura se le dificultaba verle desde tan cerca. Ella utilizaba un vestido azul marino bastante holgado para su gusto, que a pesar de ser un par de talles más grande de lo usual se le ajustaba en las caderas y le daba una suave caída a la tela. La piel de la menuda muchacha era tan blanca que lucía similar a la porcelana, su oscuro cabello azulado le daba un aspecto más llamativo a sus mejillas pálidas, pero levemente más rosadas, y sus grandes ojos de color avellana contrastaban con todo el fino aspecto de la muchacha que, por algún motivo le hacía recordar a la más hermosa y elegante muñeca de la colección de su madre.

"¿Cómo es que no he visto a esta chica antes?" Ranma se pregunto sin quitar sus ojos de la fascinante mujer, mientras una sonrisa llena de satisfacción se curvaba en sus labios.

El nerviosismo empezó a fluir en su interior cuando vio al hombre esbozar una sonrisa, entonces recién en ese instante se percato de quién era el muchacho. Era Saotome, el chico que desataba una locura entre las delirantes jóvenes del campus, haciéndolas parecer unas adolecentes con severos problemas hormonales.

La imponente y varonil presencia del moreno la aturdió por un segundo, mientras se debatía entre huir o esperar a que se fuera. Pensó estar loca al sentirse intimidada por el Saotome que, con una seguridad que no había percibido jamás en otro hombre le analizaba en silencio, casi como si estuviera valorando su aspecto. Y aquella actitud pedante la hizo sentir extrañamente enfadada y hasta ofendida, ayudando a su cuerpo por impulso a mover sus pies para salir del lugar.

Apoyado contra el árbol levanto una ceja interesado al verla fruncir el entrecejo, pues algo en esa chica le pareció absolutamente diferente. Lo supo en cuanto vislumbro una chispa en esos grandes y brillantes ojos avellana. Descubrió que ella tenía miedo porque su cuerpo temblaba; sin embargo, su mirada era fuego puro, desafiante y destilando algo similar al desprecio. Una sonrisa ladina se curvo en sus labios al descubrir que morbosamente, lo que estaba observando en ella le gustaba.

Y sin saberlo, ella significaba todo lo que él odiaba y despreciaba: La traición.

Y para ella, él significaba recordar todo lo que deseaba olvidar: Su existencia.


Nota de la autora:

Hola, miles y miles de días decidiendo nombre para este fic... prometo no matar a nadie con este. -aún :v, nah mentira xd- Haré de este un romance, drama, con mucho dolor, consuelo, amor y zukulencia. Espero hacerlos llorar :x, y sí, amo los Universos Alternos. Le hice prologo, porque me daba lata explicar el pasado de los personajes en Flashbacks ¡Odio escribir flashbacks porque se ven super poco esteticos, aunque los pusiera en letra cursiva xd ! Y eso. Este fic lo estaré públicando cada dos semanas~ por cosas de tiempo, trabajo, vida e hijo. -además que estoy escribiendo otro fic, para otro fandom (la traicion se acerca xD)- i need more time my bros. No iba adelantar nada de este fic hasta Septiembre, pero como mi querido Johnny quería su spoiler de lo que estoy escribiendo, se lo regalamos completo. ~

Me cuentan que les parecio el prologo :D ~

Muchas gracias por leer =)!
Hasta el proximo Capitulo :D!