Los personajes pertenecen a Hiro Mashima
y a su fantástico manga Fairy Tail.
La historia si es mía y espero que sea de su agrado.
- Seño.. – se escuchó hablar a una pequeña de cinco años, en un amplio salón de la biblioteca, dedicado exclusivamente a la lectura – ¿Puede leernos de nuevo el libro del Faraón Dragón?
- Les gusta mucho esa historia ¿verdad? – Dijo con una gran sonrisa una pequeña mujer de unos veinte años.
- Siii! – Dijeron al unísono el resto de los menores que se encontraban en el lugar, ya sentados con las piernas dobladas, otros acostados y otros sentados en las pequeñas sillas de colores que daban el aspecto de un lugar relajante y acogedor para los pequeños.
- Bueno.. La historia comienza así.. – Empezó a narrar la maestra, bajo la atenta mirada de todos los chicos.
Hace miles de años, un justo faraón llamado Acnologia, gobernaba con sabiduría y bondad todas sus tierras a lo largo de Egipto. El hombre que se decía ser elegido por los mismísimos dioses, encontraba la paz en la mirada de cada uno de sus seguidores. Su pueblo era todo por lo que él luchaba día a día. Se dice que para que mantuviera la paz del lugar, se le había sido enviado siete grandes guerreros que le permitían cuidar de sus territorios y así mantener la tranquilidad y el equilibrio de todo el lugar.
El joven faraón sabía que todo lo que tenía y la paz que se podía apreciar en sus tierras, se debía a ellos. Solía confiarles su vida a este grupo de guerreros que parecían haber sido forjados por las manos de los dioses para acompañarlo en la lucha por la tranquilidad. Su forma más placentera para terminar un gran día, luego de salir y recorrer su pueblo para comprobar que todos estuviesen bien, era ver desde lo alto de su palacio a todos sus guerreros y ver como se escondía el sol en el horizonte. Desde su gigantesca terraza, podía verlos a todos perfectamente y como si fuese un padre para alguno de ellos, se sentía sumamente orgulloso de tenerlos a su lado. En un principio su mirada se dirigió a un joven alto, de larga cabellera color azabache, casi tan oscura como la noche, con su piel bronceada que resaltaba todos sus músculos. Se podía notar que era un hombre hecho para la batalla, sus grandes brazos y ese pecho amplio que se ensanchaba cada vez que se cruzaba de brazos y dejaba ver sus grandes ojos rojos, podía hacer sentir hasta al más hábil guerrero como una insignificante hormiga. Al igual que todos sus guerreros, su vestimenta simplemente consistía en una falda cruzada de hilo, que caía por los costados, dejando ver sus bien tonificadas piernas. Se decía que ese hombre era capaz de manipular los metales. A su lado, se podía ver un hombre no era tan alto como él, con unos cabellos rosas bastantes desprolijos que dejaban ver su mirada color jade y la amplia sonrisa que nunca se borraba de su rostro. Al igual que el manipulador de metales, su cuerpo trabajado, dejaba ver a lo lejos que su fuerza podía superar la de diez mil hombres, además de ser un ser capaz de manipular el fuego como él desee. Era capaz de desprender fuego desde su cuerpo sin sufrir alguna quemadura que pudiese poner en riesgo su vida, es por eso que junto al otro joven, eran los encargados de vigilar la zona norte de sus tierras.
En la zona sur, un par de hermanos, que parecían ser la única familia del otro, vigilaban con bastante sigilo y potencia gracias a que uno era el manipulador de las sombras, permitiéndole pasar desapercibido de cualquier enemigo, dándole la oportunidad de atacar sin siquiera ser detectado. Mientras, su hermano, el manipulador de la luz, con su gran potencia era capaz de derribar a cuantos se le pusiesen de frente. En cuanto a lo físico se podía decir que el portador de la oscuridad, solía lucir bastante tranquilo y calmado, dejando que su cabello negro como la noche, tapara parte de su rostro que mostraba tranquilidad y paciencia. En cambio su hermano, el brillo de sus rubios cabellos podían provocar una ceguera temporal cuando era bañado por la luz solar. Su rostro siempre se lo podía encontrar con una amplia sonrisa que transmitía seguridad y energía, energía que era necesaria para evitar cualquier invasión. Al igual que sus guerreros del norte, su físico hacía pensar dos veces a cualquiera que intentase salirse de la ley.
En la zona este, solo necesitaba un hombre, un hombre incluso más alto y fornido que el pelinegro del norte. El hombre tranquilamente podía ser un pilar de su inmenso palacio y sostener toda la estructura debido a su gran fuerza, bendecido por el poder del rayo, su fuerza era sin igual. La prueba de ello era la inmensa cicatriz que tenía al lado derecho del rostro, rostro que nunca mostraba una pizca de empatía o piedad. Sabía que nadie podría pasar por esas fronteras mientras el fornido hombre estuviese al cuidado. También debía admitir que le tenía suma confianza ya que era el nieto de su Escriba de mayor confianza. Un hombre bastante bajo y anciano pero con la fuerza de cien mil hombres y con la sabiduría de muchos más.
Yendo a la zona oeste, pudo ver al último de sus guerreros hombres que cuidaban todo el lugar. Si se debía mencionar a un hombre reservado del cual no sabía más nada de que le juraba lealtad, ese sería él. Permanecía siempre con los ojos cerrados y hasta cierto punto tuvo la duda si el sujeto era ciego o no. Pero si lo era no le importaba desde el famoso día en que defendiendo sus fronteras, evito que rebeldes de las lejanías, invadieran a su pueblo. El joven se movía con la agilidad de una serpiente y se podía ver que sus sentidos sensoriales estaban en una capacidad totalmente distinta a la de los demás, sin siquiera abrir los ojos se había encargado de derrotar a cientos de hombres en minutos, atacándolos con todas sus fuerza a la vez que de un toque, automáticamente caían al suelo. En la cara de los rebeldes se podía apreciar los ojos blancos y la espuma que salía de sus bocas, ahí es cuando entendió que el joven era un manipulador de veneno, veneno que dejaría en vergüenza a la mordida de una terrible cobra.
Por último, sabía que tenía un último guerrero pero que con la sabiduría de los dioses, no era alguien que pudiese defender sus fronteras sino de cuidar de los que cuidaban sus fronteras. Al principio la confundió con una sacerdotisa pero su poder curativo estaba en un nivel muy superior a la de cualquiera. Lo único que lamentaba es que fuera una pequeña niña, una niña de largos cabellos azules con una mirada llena de esperanza y amor. Decidió dejarla dentro de su palacio ya que verla le provocaba la ternura de una hermana que por más enviada que fuera, no dejaría que saliese herida por batallas que sus hombres tranquilamente podían lidiar.
Luego de realizar su habitual pantallazo de su pueblo, volvía a entrar a sus aposentos con el único deseo que en el mañana, su pueblo brillase con el amor y la sabiduría que él se encargaría de brindarles con todas sus fuerzas.
- Seño pase a la parte de los guardias enamorados.. – Dijo una niña interrumpiendo el relato de su maestra, mientras se llevabas ambas manos a su pecho para enfatizar que amaba esa parte de la historia.
- Esa parte es la más aburrida de todas.. – Se quejó un niño mientras hacía puchero para demostrar lo fastidioso de las partes románticas.
La maestra no podía evitar reírse de la situación en la que se encontraba. Sabia que todos sus alumnitos eran de distintas personalidades y era divertido ver como se llevaban entre ellos.
- De acuerdo.. Pasemos a esa parte.. – Dijo la joven maestra mientras acariciaba los cabellos del pequeñito para que no se molestara.
.. Una hermosa noche de luna llena, los grandes guerreros de la zona norte, hacían sus respectivas guardias, entre ellos podían hablar de diversas cosas pero por una extraña razón siempre terminaban compitiendo por todo. A lo largo de sus cortas vidas sabían que los riesgos a los cuales siempre se enfrentaban, eran altos. Más de una vez decían y pedían a los dioses ser personas normales pero luego recordaban a su bondadoso faraón y sabían que por algo tenían ese don, el don que les permitía defender las tierras que tanto les habían dado.
- ¿qué crees que haga la gente normal? – Pregunto con aire despreocupado el joven de cabellos rosas, mientras llevaba sus brazos por detrás de la nuca.
- Por la hora.. – Dijo el pelinegro mientras miraba la luna – Supongo que dormir..
- Sabes que no me refería a eso.. – Dijo con una mueca de fastidio, el pelirosa.
- ¿Y qué pretendes que te diga si no somos normales como para saberlo? – Respondió cruzándose de brazos a la altura del pecho el pelinegro.
Soltando ambos un fastidioso suspiro, siguieron su camino, pasando por casas, puestos de mercado cerrados y templos. Sin prestar demasiada atención a su camino. El pelinegro choco con una joven haciéndola caer sentada sobre la fría arena del desierto.
- Lo.. Lo siento demasiado.. – Dijo la joven mientras hacia una mueca de dolor por el golpe.
- Discúlpame tu.. No vi por donde iba.. – Dijo el pelinegro mientras le extendía la mano para ayudarla a parar.
La joven, algo avergonzada por lo sucedido, levanto de a poco la mirada cuando el joven le ofreció la mano para ayudarla. Lo cierto es que debido a que era bastante pequeña en tamaño, la capa que tenía para resguardarse del frio, le era más grande de lo que esperaba, no solo la arrastraba sino que la capucha de la misma le tapaba por completo el rostro y es por eso que no vio por donde iba caminando. Cuando levanto la mirada por completo, se echó para atrás su gran capucha que la cubría y fue en un instante que se sintió completamente pequeña, el hombre que tenía ofreciéndole su mano era dos veces más grande que ella, podía notarlo. La luz de la luna dejaba ver sus hermosos ojos rojos que parecían que en cualquier momento la atravesarían sin piedad, aun así podía sentir una hermosa calidez que desprendía todo su ser. Sujetándole la mano decidió ponerse de pie pero sosteniéndole la mirada, había algo ahí que no le permitía dejar de verlo. Por su parte, el joven cuando vio que ella se sacaba la capucha, quedo completamente hechizado por la belleza que desprendía el ser que estaba tendido en la arena. Sus azulados cabellos que llegaban a la altura de los hombros, enmarcaban su perfecto rosto, resaltando sus hermosos ojos avellana y sus pequeños labios rosados que provocaban perderse en ellos. Para su suerte la joven tomo su mano y en ese instante sintió una descarga que nunca antes había sentido, que hizo que no pudiese dejar de mirarla. La gran capa que tenía no dejaba ver mucho más pero sabía que por sus delicadas manos, su cuerpo debía ser igual de bello y delicado. Simplemente tuvo que dejar que su imaginación siguiera su curso en ese momento ya que no podría ver más.
El joven estaba a punto de decir algo cuando el grito de una joven, los hizo volver a la realidad.
- Levy! – Dijo una joven de largos cabellos rubios que al igual que la chica, llevaba una gran capa que no dejaba ver mucho más que su delicado rostro y sus ojos color chocolate que parecían brillar con la luz de la luna.
- Lu.. – Dijo casi en un susurro la peliazul mientras no podía dejar de sujetar la mano del joven – Lu.. Lucy! – Dijo fuerte y claro mientras por fin se separaba del muchacho y comenzaba a sonrojarse furiosamente por lo sucedido.
- ¿Dónde estabas?.. En el templo van a matarnos si nos encuentran aquí.. – Dijo la rubia mientras se tranquilizaba, sin prestar aun atención a los dos hombres que se encontraban al frente de ella, alado de la peliazul.
- Solo.. Emmm.. yo estaba.. – Empezó a ponerse nerviosa Levy.
- Te dije que no puedes escabullirte a buscar libros que leer.. Sabes que solo podemos estar por la zona del templo y nada más.. – Respondió Lucy.
- Lo siento mucho Lucy.. – Dijo arrepentida mientras avanzaba a la rubia, Levy.
- ¿U.. Ustedes quiénes son? – Pregunto el pelirosa que se había quedado perdido en la mirada de la rubia que recién llegaba.
- ¿Ah? – Dijo Lucy sin notar a los otros dos hombres que estaban con su amiga – ¿Quién quiere saberlo? – Respondió seria mientras cubría a Levy como si se tratara de una hermanita a la que tiene que cuidar.
- Yo me llamo Natsu.. – Respondió el pelirosa mientras se rascaba la nuca, algo nerviosos – Tranquilas.. Somos los guerreros de la zona norte – Dijo mientras ensanchaba una gran sonrisa, orgullosos de su trabajo.
- Oh.. – Dijo Lucy más tranquila – Bueno en ese caso.. Mi nombre es Lucy y ella es mi amiga Levy.. – Dijo mientras dejaba que su amiga se pusiese a su lado – Ambas somos sacerdotisas del templo de Beset y Tueris..
- Levy.. – Dijo por lo bajo el pelinegro, aun aturdido por la belleza de la chica.
La joven volvía a clavar sus ojos avellana en los profundos ojos rojizos que no dejaba de verla pero que a la vez no quería que la dejaran de ver. Por su parte Natsu al ver que su amigo no decía nada más, decidió presentarlo por él.
- Este grandulón de acá es Gajeel.. – Dijo Natsu mientras lo golpeaba apenas en el hombro – Es medio bruto pero no es malo..
Como volviendo de un hermoso sueño, Gajeel frunció el ceño al recibir el golpe de su amigo pero más que nada por sus palabras.
- No me digas bruto.. Idiota.. – Dijo Gajeel – Pero sí.. Me llamo Gajeel y de verdad lamento haberte hecho caer..
- No hay problema.. Gracias por haberme ayudado a levantarme.. – Dijo ligeramente ruborizada Levy.
Lucy se quedó sorprendida por el rubor en las mejillas de su amiga, pero lo que más le sorprendía era como se estaba comportando con ese alto guerrero. Podía ver en los ojos de ambos algo más que solo una pequeña vergüenza por el choque que tuvieron, podía ver en sus ojos algo que los hacia brillar y que podría jurar que esos ojos nunca más volverían a mirar a otra persona. Aun así sabía que no podían perder más tiempo ya que ambas se habían escapado del templo sin el permiso de las sacerdotisas mayores, una claro está que se escapó para buscar algún libro y la otra obviamente para encontrarla antes de que la castiguen.
- Lo sentimos mucho pero tenemos que irnos.. Sino la sacerdotisa mayor nos matara por estar afuera tan tarde.. – Dijo Lucy mientras tomaba de la mano a su amiga.
- Ohh.. Claro.. Si quieren podemos acompañarlas para que no tengan ningún problema por el camino.. – Propuso Natsu mientras miraba a Lucy a los ojos.
La rubia estaba por declinar su amabilidad pero por unos segundos sus miradas se encontraron. Se vieron como si fueran dos almas perdidas que vagaron por toda la eternidad para poder encontrarse en ese preciso instante bajo la brillante luz de la luna.
- Yo.. Digo.. Nosotras no creo que.. – Lucy comenzó a ponerse nerviosa por la profunda mirada del joven y no sabía cómo continuar con su idea.
- Qui.. Quizás es mejor que no lo hiciesen.. – Respondió Levy viendo que su amiga no podía armar su frase – Ustedes tienen que vigilar la ciudad así que no sería bueno que se alejaran..
- Su templo se encuentra en nuestro recorrido.. – Dijo Gajeel, tratando de que al igual que su compañero, acompañar a las jóvenes que acababan de conocer.
- Exacto! – Asintió feliz Natsu – Además.. Ustedes son parte importante del pueblo así que estaríamos haciendo nuestro trabajo si las acompañamos.. ¿Verdad grandote? – Pregunto mientras codeaba a su compañero.
El joven solo asintió ante las palabras de su amigo pero sin poder desviar la mirada de la joven que con solo tocar su mano, lo había hechizado de por vida. Lo único que agradecía es que por sus mejillas sonrojadas, era más que claro que ella estaba en una situación similar a la de él, estaba seguro que no podían ser imaginaciones suyas, podía sentir que entre ellos había algo más que solo los dioses y la oscura noche habían planeado para los dos.
- En ese caso.. No podemos negarnos a su ayuda.. – Respondió Lucy volviendo en sí.
Y fue así como cada joven se ubicó a un costado de cada chica. El alto moreno camino a escasos centímetros de la pequeña peliazul que permanecía con la cabeza agacha pero sin la capucha de la gigantesca capa que llevaba. Por momentos, mientras caminaban, solían tener pequeños roses de sus brazos, él con los brazos desnudos podía sentir una ligera descarga a través de la tela gruesa de la capa. Suponía que se debía porque el rose no era directo pero a pesar de ser una sutil descarga, igual era potente para saber que no quería volver a alejarse de ella.
- Así que.. ¿Saliste para buscar libros? – Pregunto para romper el silencio entre ellos.
- Si.. – Respondió como en un susurro la peliazul – Me gusta mucho leer y la verdad que todos los libros del tempo ya los leí..
- ¿Leíste todos? – Pregunto algo sorprendido el moreno.
La pequeña peliazul sintió algo de vergüenza y pensó que se burlaría de ella por leer tanto, empezaba a sentirse más incómoda de lo que alguna vez se había sentido, al igual que bastante torpe por lo que pudiese pensar el muchacho, que acababa de conocer, de ella. Se encontraba lista y preparada para recibir las burlas pertinentes pero se sorprendió cuando no llegaron, en cambio, escucho salir otras palabras del joven.
- Eso es increíble.. No me imagino a alguien que pudiese leer tanto.. – Dijo el pelinegro mientras sonreía de lado – Seguro que eres alguien increíble enana.. – Dijo mientras llevaba una mano a sus cabellos para despeinarlos con delicadeza.
Levy levanto la vista y al ver su sonrisa, su corazón comenzó a latir desenfrenadamente y cuando el llevo su mano a su cabeza, estaba segura de que se desmallaría. Por suerte, pudo controlarse lo mejor que pudo para así regalarle una amplia sonrisa como agradecimiento por sus palabras.
- Mira.. – Dijo mientras se agachaba apenas para que los otros no escucharan – Para evitarte problemas con esto de escaparte del templo.. Yo puedo traerte uno que otro libro.. Digo si es que tú quieres..
- Yo.. Yo estaría encantada de eso.. – Respondió Levy mientras sonreía feliz de saber que no solo leería otro libro sino que también tenía una excusa para volver a ver al joven de ojos rojos.
- Prometo volver todos los días para entregarte un libro nuevo.. – Dijo Gajeel mientras se volvía a erguir para seguir con el camino.
Mientras y ajenos a toda esta situación el pelirosa también caminaba bastante cerca de la joven rubia y cada tanto la miraba de reojo. No podía evitarlo. Le gustaba verla y quería que ese corto camino hasta el templo durara más de lo que sabía que duraría.
- Así que sacerdotisa ¿no?.. – Dijo para romper el silencio Natsu.
- Si.. Y tú eres uno de los guardianes.. – Respondió Lucy.
- Soy el famoso guerrero de fuego Jijiji.. – Dijo mientras sonreía ampliamente.
- Es un don maravilloso el que se te fue otorgado Natsu.. – Respondió con alegremente la rubia.
Natsu al escuchar eso se sintió sumamente feliz de sus palabras. Quería impresionarla un poco así que juntando un poco de valor, volvió a llamarla para que la rubia lo mirara.
- Mira.. – Dijo el joven llamando su atención.
En ese preciso momento el joven estiro su mano con la palma dando arriba para luego formar una hermosa rosa hecha de fuego.
- Increíble.. – Dijo Lucy completamente embelesada por la destreza del guerrero – Es hermoso..
- Yo pienso que hay cosas más hermosas que esta.. – Dijo Natsu mientras la miraba.
Lucy automáticamente levanto la vista de la rosa y dejo que sus achocolatados ojos se perdieran en el jade de sus ojos. Sentía que el tiempo se estaba deteniendo solo para ellos dos y que nada más importaba en el mundo.
- ¿Puedo venir a visitarte de vez en cuando? – Pregunto sin más Natsu, sin apartarle la vista.
- Se supone que no podemos recibir visitas.. – Respondió Lucy.
- También se supone que no pueden escapar de noche y aquí estamos Jijijiji.. – Dijo el pelirosa mientras sonreía con algo de burla.
- Cuando.. Cuando la sacerdotisa mayor duerma.. Yo.. Yo podría salir a verte cuando pases por tu recorrido de vigilancia.. – Respondió tontamente Lucy mientras apartaba por fin la mirada, algo sonrojada.
- Eso me gustaría demasiado.. – Respondió Natsu mientras despeinaba sus rubios cabellos.
El resto del camino fue bastante tranquilo y silencioso para el pequeño grupo, pero por primera vez sentían que no se encontraban en uno incomodo sino en uno que les transmitía paz a sus corazones y que a la vez los hacían sentir completos por una vez en su vida.
Cuando llegaron por fin al templo, las jóvenes se despidieron con una rápida reverencia y se dispusieron a entrar antes de que alguien notara que no se encontraba allí. Los jóvenes solo las vieron alejarse pero sabían que la despedida no sería para siempre, porque cada uno había prometido volver a verla al otro día. Sentían que por primera vez, el recorrido de vigilancia tenía algo bueno y que los dioses los habían iluminado para que sus caminos se cruzaran con las hermosas sacerdotisas que verían por los siguientes días..
- Seño.. Mejor pasemos a la parte de acción.. – Dijo un joven mientras interrumpía el relato de la maestra con una típica pose de lucha.
- A ustedes solo les gustan partes importantes del relato ¿verdad? – Dijo la maestra mientras sonreía por sus pequeños alumnitos.
- Siiii! – Respondieron todos al unísono.
- Entonces sin más.. Pasemos al final.. – Respondió la maestra para seguir con el relato.
.. Se suele decir que los dioses mandan señales cuando algo trágico esta por suceder o cuando los cambios para mal, son los que se harán presentes. Por lo menos eso es lo que el pueblo pensaba y nunca imagino lo que dentro del palacio del faraón se estaba formando.
Hace días que el joven faraón no comía ni dormía. Algo había pasado que estaba perturbando su pasiva mente. Dejo de comer al momento que cada bocado que hacía, sentía que estuviese comiendo algo podrido y putrefacto que le provocaba vomitar en ese preciso instante. Dejo de dormir cada vez que al hacerlo, aparecía a la mitad de su pueblo pero en vez de arena, se encontraba sobre un inmenso charco de sangre y a su alrededor se encontraban su gente completamente muerta. Solía buscar con la mirada a los responsables pero solo lograba ver las fornidas espaldas de sus guerreros. ¿Acaso lo habían traicionado?
Con esa duda presente, solía despertarse con la respiración agitada como si hubiese corrido por todos lados, temblando como si fuese un niño en la oscuridad y sudando como si estuviese a la mitad del desierto sin una sola gota de agua.
Comenzó a sentir que todos a su alrededor querían matarlo, querían acabar con él para quedarse con su puesto, cuando él daba la vida por todos. Pero.. ¿Qué podría hacer un simple faraón con los poderosos dones que le habían sido otorgados a sus guerreros?.. Él aun siendo elegido por los dioses, no poseía ningún poder extraordinario que lo protegiese de posibles rebeliones de su misma gente.
- Invoca.. Úsame.. – Eran las palabras que solían aparecer luego de sus repetitivas pesadillas.
Un día, la pesadilla cambio completamente. Ya no eran solo ver los cuerpos de su pueble sin vida, ahora podía ver el momento exacto que sus guerreros, sus fieles guerreros acababan con toda su gente. Luego se giraban a verlo y riéndose de él le decían todos juntos.
- Nosotros gobernaremos.. Un faraón sin don no puede proteger a su gente.. Jajajaj – Podía escuchar la risa de todos.
- NO! – Grito agitado el faraón, mientras despertaba de la pesadilla.
Rápidamente guerreros encargados de su seguridad entraron armados a su cuarto pensando que había peligro pero solo lograron ver al faraón temblando y sudando por lo que podía ser una pesadilla.
- LARGUENSEN DE AQUÍ EN ESTE PRECISO INSTANTE! – Grito con todas sus fuerzas mientras les tiraba adornos de cristal que tenía a un borde de su cama.
Los guerreros salieron lo más rápido que pudieron del lugar, cerrando la puerta para así no molestarlo. El joven faraón al verse solo se levantó de su cama, mientras el sol aparecía por el horizonte, camino al cuarto del baño para mojarse el rostro, estuvo agachado un rato sin querer levantar la vista.
- Úsame.. Invócame.. No podrás ganarle sin un don.. – Dijo la voz como siempre.
De pronto levanto la vista, asustado ya que sabía que se encontraba solo.
- Úsame! – Grito esta vez la voz.
Alarmado por su posible locura, se miró al espejo y fue ahí donde lo vio. No estaba él en el reflejo sino que se encontraba el mismísimo Dios de la muerte. Anubis era y fue el que lo estuvo llamando todo este tiempo, él y solo él, estaba tratando de otorgarle un don que podría superar el de todos sus guerreros. Dejaría de ser un simple mortal elegido por los dioses, para ser el poderoso faraón con el más grande don, otorgado por el propio Dios de la muerte.
Mirando a los ojos de aquel reflejo, mirando lo negro de sus ojos, viéndolo ahí parado, mitad humano mitad dragón. Le sonrió como un maniático para hablarle.
- Dime.. DIME QUE TENGO QUE HACER! – dijo gritando para que quedara claro que él haría lo que fuera, por su gente y por él mismo. Defendería a todos de esos guerreros que querían destruirlo.
Las horas pasaron pero una pequeña guardiana se encontraba bastante preocupada por su dulce faraón. Aquel hombre que la había acobijado como una hermanita, ahora se encontraba perdido cada vez más y más en una inmensa oscuridad de la cual no sabía cómo sacarlo de ahí. Esa mañana lo vio entrar al cuarto de papiros y libros sagrados con una cara que podía mostrar su demencia y locura total.
Sin saber que más hacer salió del gigantesco palacio para encontrarse con dos guerreros que siempre fueron sus más grandes amigos y que al igual que el faraón, la cuidaban como una hermana pequeña.
- Natsu! Gajeel! – Grito la joven mientras corría para su encuentro.
- Wendy! – Respondieron al mismo tiempo mientras veían correr a la joven para estar con ellos – ¿Paso algo?
- Pues.. Yo estoy bastante preocupada.. – Dijo la pequeña agachando la mirada.
- ¿Con qué? – Pregunto Gajeel mientras se ponía de cuclillas para estar a la altura de la pequeña.
- Es el faraón.. Él ha estado actuando bastante raro últimamente.. – Dijo Wendy mientras juntaba sus manos y las llevaba al pecho mostrando la angustia que había ahí.
Ambos jóvenes se miraron ya que también estaban preocupados por él. Últimamente parecía hundirse en una tremenda oscuridad y a la vez sentían que los miraban con odio a todos los guerreros. Gajeel se paró para colocar su mano sobre su cabeza para así poderla consolar, por lo menos en un pequeño gesto.
- No creo que sea para tanto.. – Dijo Natsu sonriéndole como siempre.
- Pe.. Peroo.. – Quiso hablar Wendy.
- Capas que no se levantó de buen humor nada más.. – Respondió Gajeel mientras la despeinaba.
- Eso espero.. Quiero que vuelva a ser el joven faraón bondadoso de siempre.. No quiero que caiga en la oscu.. Kyyyyya! – Grito Wendy al ser sujetada por Gajeel y volar lejos del lugar, luego de una explosión.
Confundida por todo abrió los ojos y lo único que pudo ver era el palacio derrumbándose frente a ellos. Tanto Natsu como Gajeel que la sostenía no sabían que hacer, se encontraban inmóviles.
- FARAON! – Grito con todas sus fuerzas Wendy viendo el terrible derrumbe.
Todos los guardianes llegaron al instante a ubicarse al costado de Natsu y Gajeel que seguía sujetando a Wendy que quería correr al derrumbe pero aún era peligroso estar cerca de ahí.
De pronto, bajo los escombros, empezó a asomarse la figura del faraón, se lo podía ver sin un rasguño cuando salió de ahí, sus largos cabellos azules oscuro no dejaban ver su rostro pero algo no podía estar bien. Era imposible salir de ese derrumbe sin una pizca de daño, por más mínimo que sea no se podía ver sangre sobre él pero si un aura lo bastante oscura que lo envolvía.
- Faraón.. – Lo llamo Wendy con mucho cuidado y cautela mientras se quedaba quieta para que Gajeel la soltara.
En ese instante vieron al faraón comenzarse a reír desesperadamente, como un psicópata, un loco que estaba poseído por la oscuridad. Levanto la vista para ver a todos los guerreros que estaban sorprendidos al ver la locura en sus ojos y lo que más les llamo la atención a todos es el hecho de que su brazo izquierdo no estaba, pero no había sangre por el desprendimiento del mismo, era como si hubiese desaparecido sin más.
Toda la gente del pueblo salió de sus casas, del mercado y de los templos para ver lo que sucedía. Todos miraron con horror lo que estaba sucediendo hasta que por fin el faraón decidió hablar.
- Nunca.. – Dijo despacio el faraón – NUNCA MAS VOLVERE A PERDER! – Grito de una manera que todo quedo en silencio a su alrededor – YO! EL FARAON DE ESTA TIERRA NO PERMITIRE QUE USTEDES ME VENZA! NADIE ME VA A SACAR MI REINO! TIEMBLEN ANTE MI INSIGNIFICANTES GUERREROS.. PORQUE AHORA YO EL FARAON ACNOLOGIA POSEE EL DON DEL MISMISIMO DIOS DE LA MUERTE! ANUBIS!
Luego de gritar todo eso, la arena comenzó a temblar bajo los pies de todos, pequeños dragones negros con lo que parecían ser tatuajes celestes, que se paraban en dos patas, empezaron a emerger. Se pararon alrededor del faraón como esperando que se les diese la orden para atacar a todos.
- ACABEN CON TODOS ELLOS! – grito el faraón y de pronto todos los dragoncitos rugieron mientras sacaban sus garras para atacar a todo el que se cruzase.
- Defiendan al pueblo! – Grito el guerrero del rayo.
Automáticamente todos los guerreros comenzaron a pelearse con los dragones que salían corriendo para atacar a cualquiera. La gente salía corriendo despavorida y asustada por todo lo que estaba pasando, algunos caían siendo desgarrados por los dragones, otros eran mordidos con sus grandes y afilados colmillos. El caos comenzó a reinar frente a toda la situación pero todos los guerreros, haciendo uso de sus dones, defendían como podían y a los que podían. Parecía que no acaban los dragones que emergían de la arena. Era como si se hubiese abierto un portal del inframundo para darle lugar a todas esas criaturas. Y mientras tanto el faraón sonreía de una manera psicópata ante tal espectáculo.
- Destruye.. – Dijo la voz en la cabeza del faraón.
Dando un gran salto, voló por encima de unos cuantos negocios del mercado y cayendo en picada, los destruyó por completo sin importarle que hubiese o no gente dentro.
Los guerreros miraron sorprendidos por la fuerza, velocidad y agilidad que estaba mostrando el faraón pero a su vez comenzaron a notar que la piel de su único brazo y de las piernas se transformaban en partes de un dragón. El color negro con tribales celestes se empezó a asomar para luego transformarse en extremidades de dragón.
- Destruye.. – Volvió a repetir la voz en su cabeza.
Esta vez tomando impulso, voló sobre las casas y, al igual que antes, cayendo en picada las destruyo sin importarle nada. Ahora, medio rostro comenzó a cambiarse. La sonrisa se le ensancho más, dejando ver violentos colmillos sedientos de sangre, al igual que sus ojos empezaban a alargarse, y al igual que con su brazo y piernas, el color cambio a uno oscuro con líneas celestes. Por último, en su espalda apareció un ala al lado derecho, con los mismos colores, mostrando la inevitable transformación.
- DESTRUYE! – Grito con todas sus fuerzas la voz.
Ahora se dirigió de un salto a un templo en el cual podía ver a dos jóvenes sacerdotisas, una de cabellos rubios y otra de cabellos celestes, que sacaban con rapidez a todas las mujeres de ahí. Estaba por caer en picada para destruirlo cuando dos figuras volaron hacia él evitando el impacto. Cayó en la terrible arena luego del impacto sin saber que evito que se impactara con uno de esos molestos templos.
- Natsu! – Grito Lucy al ver al pelirosa que se paraba con dificultad luego de evitar de que el templo fuera destruido.
- Gajeel! – Grito Levy de la misma forma que su amiga cuando vio como con dificultad Gajeel se ponía de pie.
Ambos muchachos se incorporaron lo más rápido que pudieron a pesar de estar malheridos por las batallas y por evitar que las chicas salieran dañadas. Incorporándose como pudieron, corrieron para estar con las jóvenes y poder llevarlas a un lugar seguro.
- ¿No queda nadie más? – Pregunto Natsu mientras tomaba de la mano a Lucy para sacarla de ahí.
La rubia negó con la cabeza mientras era arrastrada por el pelirosa, sin saber bien que era lo que sucedía.
- Enana.. Tienes que esconder.. – Dijo Gajeel mientras sujetaba a Levy de la mano para sacarla lejos de la furia del faraón.
- Tu también tienes que esconderte Lucy.. – Dijo Natsu mientras la alejaba del lugar.
- ¿Qué es lo que sucedió? – Pregunto Levy, algo atontada por lo sucedido.
Ninguno pudo seguir moviéndose por el terrible rugido que sintieron.
- USTEDES! – Grito en faraón para luego correr a tal velocidad que alcanzó al momento a los jóvenes guerreros y los arrastro con él para que chocaran contra las paredes de las casas.
Los jóvenes, al momento de ser embestidos por el faraón, soltaron las manos de las chicas para así evitar que fueran arrastradas con ellos, aun así, antes de impactar pudieron ver como de la fuerza y la velocidad, ambas caían al suelo de manera muy brusca.
- Lucy.. – Dijo Natsu por lo bajo.
- Levy.. – Susurro Gajeel.
Ambos muchachos estaban convencidos de que no saldrían ilesos de esta batalla. La fuerza del nuevo faraón era descomunal y estaba en un nivel completamente distinto al de ellos. Cuando fueron conscientes de ello, sus cuerpos se enterraron en las paredes de las viviendas.
- Corran.. – Susurraron ambos antes de caer inconscientes.
Las sacerdotisas se levantaron como pudieron para buscar entre todo ese caos de sangre y dolor a los muchachos que las habían salvado. Y fue entonces que lo vieron. Vieron como el faraón los golpeaba cuando ya estaban completamente inconscientes y no podían moverse ni defenderse. Ambas soltaron lágrimas de sus ojos al contemplar todo lo que estaba pasando. Sabían que si la cosa seguía así ellos morirían en cualquier momento y no podían permitirlo.
- Tienen que sellarlo.. – Escucharon dos voces dentro de sus cabezas – Aún queda un templo de pie para que lo hagan..
Tanto Lucy como Levy se miraron para saber si habían escuchado lo mismo las dos o estaban comenzado a enloquecer por el caos que vivían. Aun así decidieron seguir las voces y mirando a su templo que permanecía de pie, se tomaron de las manos y corrieron en dirección a él. No sabían que hacer pero algo era seguro, sea lo que sea ellas lo harían para evitar que esas personas y en particular los guerreros que le robaron el corazón, no muriesen.
Evitando a los dragones que seguían emergiendo, corrieron sin soltarse hasta llegar a la sala del gran templo. Cayeron de rodillas en medio del salón frente a las estatuas de las diosas Beset y Tueris pero seguían sin saber qué hacer.
- Tienen que sellarlo.. – Volvieron a repetir las voces en sus cabezas.
- ¿Como..? ¿Cómo lo hacemos? – Pregunto Lucy con lágrimas en los ojos, sabían que el tiempo se les estaba acabando.
En ese preciso momento dos dagas doradas aparecieron frente a ellas. Sin pensárselo ambas tomaron una cada una.
- Lamentamos esto.. Pero no somos las diosas más fuerte de todos los templos.. Para que nuestro poder surja efecto y así poder sellarlo, necesitamos de sus vidas.. – Se explicaron con angustia las diosas mientras se materializaban frente a ellas.
Ambas amigas se miraron con tristeza pero a la vez con esperanza. Solo tenían que dar sus vidas y todos se salvarían. Ellos se salvarían y eso era lo único en lo que podían pensar. Se regalaron una última sonrisa y cada una levanto en alto la daga que tenían.
En otra parte, Gajeel y Natsu reaccionaron no saben si por ser su último impulso de adrenalina antes de morir o si el dolor era tanto que los hizo volver a la vida. Ahí pudieron ver como el faraón no paraba de pegarles en la boca del estómago, esperando que escupieran hasta la última gota de sangre que les quedara.
- Déjalos! – Le grito la voz de Anubis en su cabeza – Tienes que destruir todos los templos antes de que sea tarde..
- Luego.. – Respondió Acnologia – Primero los quiero destruir a ellos..
- Idiota! Si no lo destruyes jamás tendrás el poder completo! – Grito con enojo Anubis, en su cabeza.
Al decirle eso, Acnologia dejo de golpearlos, sabía que quería poder, el poder infinito para que ninguno pudiese hacerle frente nunca más. Nadie se rebelaría ante él, él gobernaría por el resto de los tiempos. Los dejo caer a esos cuerpos que no podían ponerse de pie y se giró a destruir el templo que faltaba.
- DESTRUYELO AHORA! – Grito Anubis.
Dentro del templo solo se oyó dos frases de dos personas decididas a darlo todo por el bien de todos y de ellos.
- Te amo Natsu – Dijo Lucy con lágrimas en los ojos.
- Te amo Gajeel – Dijo Levy con lágrimas en los ojos.
Luego de eso, ambas sacerdotisas bajaron los brazos a gran velocidad para luego incrustarse las dagas en el corazón y así poder sacrificarse.
Una onda expansiva salió del gran salón. Acnologia a pasos de llegar al templo, quedo completamente quieto sin moverse. Su ejército comenzó a desaparecer y volverse uno con la arena del mismísimo desierto.
- I.. IDIO.. IDIOTA..! – Le grito Anubis mientras todo se volvía oscuro.
Wendy que se encargaba de curar a todos los que podía, corrió hasta sus amigos para tratar de salvarlos con lo que pudiese. Sabía que no le quedaba mucho de su poder por el agotamiento pero aun así haría lo que pudiese para salvarles la vida a sus amigos. Cuando lograron incorporarse los tres, vieron como el faraón se volvía de arcilla. Había quedado sellado por algún tipo de poder y junto a él se llevó su maldito ejército.
- ¿Que paso? – Pregunto Wendy confundida por todo.
- Los dioses.. – Respondió Natsu.
- Pero no quedo templo de pie.. – Respondió Wendy.
- Uno sí.. – Dijo Gajeel.
Luego de decir eso tanto él como Natsu corrieron al único templo de pie. Se sentían completamente agotados pero aun así tenían que ir ahí. Tenían un profundo dolor en el pecho pero podían jurar que no se debía a los golpes recibidos.
Al entrar al templo, corrieron por los salones rogando que lo que pensaban no fuera cierto, que el presentimiento que tenían no fuera cierto pero para su desgracia, los dioses no les sonrieron a ellos.
- Lucy! – Grito Natsu mientras corría a verla.
- Levy! – Grito Gajeel corriendo hacia ella.
Al llegar vieron a dos jóvenes con dagas clavadas en sus corazones, desde donde estaban clavadas, podían ver que tatuajes celestes y negros, se extendían por todo sus cuerpos pero ellas no reaccionaban. La respuesta era tan obvia como dolorosa, ellas estaban muertas pero no podían aceptarlo.
- Lucy reacciona por favor! – Grito Natsu mientras se arrodillaba a su lado y la abrazaba.
- ¡¿Qué hiciste Levy?!.. – Grito Gajeel mientras se arrodillaba y la acunaba pegada a su pecho – No me dejes..
Nunca en sus vidas habían llorado antes pero en ese instante no sabían que más hacer, los cuerpos fríos de las mujeres que más amaban estaban en sus brazos y cuando se supone que ellos debían ser quienes las protegieran, habían sido ellas las que los salvaron, no solo a ellos sino a todos.
- Te amo Lucy.. – Dijo Natsu para luego depositar un suave beso en sus fríos labios.
- Te amo Levy.. – Dijo Gajeel mientras besaba tiernamente sus pálidos labios.
Luego de eso, los cuerpos de las chicas desaparecieron frente a ellos, dejándoles solo las dagas con las cuales habían dado sus vidas. Ahora no solo no iban a poder estar juntos, sino que los dioses se las habían llevado para que ni siquiera pudieran darle un funeral y un entierro donde poderlas llorar y agradecerles.
- Devuélvanme su cuerpo.. Déjenme llorarla.. – Dijo Natsu mientras golpeaba el suelo del templo.
- Devuélvanme a mi Levy! – Grito desesperado Gajeel.
- Seño.. ¿Qué paso con las sacerdotisas? – Pregunto una niña del grupo.
- Bueno.. – Dijo la maestra mientras cerraba el libro – Se dice que sus cuerpos fueron llevado por los dioses gracias al sacrificio que hicieron al dar la vida por tanta gente..
- ¿Y los guerreros? – Pregunto un pequeño.
- La leyenda dice que los guerreros se dispersaron por el mundo entero.. El faraón fue sepultado para que nadie pudiese revivirlo.. – se explicó la maestra.
- Ósea que el sello de las sacerdotisas no funciono.. – Dijo triste una pequeña.
- El sello funciono pero existe la posibilidad de que algún día despierte, solo un ser que viva continuamente en la oscuridad puede despertarlo.. – Dijo la maestra mientras se paraba de su lugar – Se dice que cuando eso este por suceder.. Los siete guerreros se juntaran para derrotarlo de una vez por todas.. Solo tienen que evitar que se termine de transformar en el temible dragón de Anubis..
- Seño.. ¿Sabe que usted se llama igual que la sacerdotisa?.. – Cuestiono la pequeña.
- Mis padres eran historiadores de Egipto y supongo que les pareció interesante el nombre jeje.. – Rio la joven maestra por la comparación con la sacerdotisa.
- Mmmm.. Creo que además son parecidas.. – Dijo un pequeño mientras miraba de cerca a la maestra con cara de pensarlo bien.
- Bueno.. Les aseguro que no tengo miles de años sino que solo veinte jeje.. – Volvió a reír la maestra – Ahora es hora de que salgan que sus papas ya los esperan afuera.
Luego de eso todos los niños se despidieron de la maestra y salieron, con cuidado y sin hacer ruido, de la biblioteca para verse con sus padres. Una vez sola, la maestra se acercó a un gran ventanal y miro el cielo anaranjado que marcaba que pronto oscurecería. Sin notarlo una joven alta, cuerpo escultural y larga cabellera rubia recogida en una coleta alta, se acercó con mucho cuidado.
- Es increíble que aún les guste esa historia.. – Hablo la rubia – ¿No te cansas de leerles la misma historia siempre Levy?..
Levy se giró hacia su amiga, sus azulados cabellos parecieron flotar con aquel movimiento y regalándole una sonrisa como solo ella podía darle le contesto.
- Supongo que es mi favorita.. – Y volviendo la vista al ventanal siguió hablando Levy – Además.. Tú fuiste la que la escribió Lucy..
- Lo sé.. Esto de tener padres historiadores es contagioso.. Que complicado que es todo.. – Dijo Lucy mientras se cruzaba de brazos dándole la espalda al ventanal – Sabes que tiene razón en que te pareces y te llamas igual que ella ¿no?
- Y tú eres igual a la Lucy de la historia.. – Respondió Levy – ¿Sera coincidencia?
- Eso espero.. – Suspiro Lucy – Detestaría que el amor de mi vida tuviera miles de años mayor que yo.. ¿Eso sería legal? – Pregunto juguetonamente.
- Jejeje.. – Rio Levy – Honestamente no lo sé..
De pronto todo empezó a oscurecer, ambas amigas, sorprendidas por ese hecho, se dirigieron al balcón más cercano ya que la oscuridad que tenían no era normal cuando hace minutos recién se empezaba a esconder el sol. Al salir al balcón notaron algo que nunca se imaginaron ver en ese momento.
- Las noticias no dijeron nada de esto.. – Dijo Lucy mirando al cielo.
- Según los egipcios, esto sucedió cuando Seth le quito un ojo a Horus.. Luego de una pelea se lo habría quitado.. Esto solo pronosticaba el caos en la civilización.. – Dijo levy recordando la historia que le contaron sus padres.
- Vamos Levy.. Hace años dejamos de creer en las leyendas y cuentos.. Es un fenómeno natural.. Nada más.. – Dijo Lucy mientras volvía a la biblioteca.
- Lo sé.. Pero no sabía que hoy habría un eclipse solar.. Hubiese esperado un poco más y se los enseñaba con cuidado a mis alumnitos.. – Dijo Levy mientras entraba con su amiga.
En otra parte de la ciudad, en lo alto de un edificio jurídico, donde se encontraba el grupo de abogados más eficientes de toda la ciudad, un hombre mayor y bastante bajo pero con un aire de sabiduría y bondad miraba por su gran ventanal el eclipse que estaba sucediendo.
- Esto es un mal augurio.. – Dijo el hombre mayor mientras negaba con la cabeza.
/-/
Hola a todos! Aquí estoy con una nueva historia XD ni idea de cuantos cap tendrá pero de una cosa si estoy segura ii es que los datos sobre este Egipto antiguo son algo para leer ii disfrutar nada más.. Nada de esto tiene algo cierto.. Es más creo que los nombres de los dioses son ii a la vez no son ciertos.. Pero no sé bien.. ii en este caso Anubis no es mitad chacal o perro sino que es mitad dragón.. Porque será? ii es que pega más así con Fairy Tail o no? XD bueno solo disfrútenla ii nada mas jejej si quieren datos de verdad sobre Egipto, busquen en otro lado que en los fanfic se puede crear cualquier cosas XD
Espero que me dejen sus comentarios si es que le ven buena pinta a esta historia o no.. Subiré el próximo cap dentro de dos semanas, eso es porque la semana que viene vuelve si o si "Vida en la academia Fairy Tail" por si alguien la extrañaba ii si no, es para completarla ii no dejarla a medias XD
Por cierto esta historia la invente pero si es parecida a otra, juro que lo desconozco. Besazos a todos los que me lean!
_¡Mumumuak!_
