La enorme mansión, que había estado tranquila y silenciosa hasta hacía unos minutos, estalló en un gran revuelo. Yo me encontraba en la habitación de una de mis compañeras, con la dueña y otra chica más, además de mi pequeña mascota.

Las tres, al escuchar aquel súbito cambio en los pasillos de la casa, nos miramos extrañadas. Raisa, la joven pelirrosa, dueña del cuarto, y yo no hicimos amago de levantarnos de la cama. Akane, la otra chica que estaba con nosotras, por el contrario, abandonó su cómoda postura sobre la silla del cuarto, y se acercó a la puerta. Yo me incorporé lentamente, sosteniendo a Rhyme entre mis manos, que se mantenía dormida, y me apoyé en la pared, sin llegar a levantarme de la cama, mientras seguía a Akane con la mirada. La pequeña bola de pelo que reposaba entre mis brazos se removió molesta y se acercó a Raisa dando pequeños saltitos, ya que la pelirrosa aún no se había levantado de la cama, dándole poca o ninguna importancia al revuelo de la mansión. Akane asomó su rubia cabeza por la puerta, y pasaron varios minutos hasta que la joven volvió al interior del cuarto, con su cara adornada con una sonrisa, y sin cerrar la puerta a su espalda.

-Parece que alguien ha entrado en la mansión. Según dicen, es de Circus, y viene con un mocoso moreno.

-¿Y a qué viene esa sonrisa? –repuso Raisa, un poco molesta, mientras se incorporaba lentamente.

-Esto rompe la rutina de cada día. Nos dejan ir a por ellos y quitarlos de en medio –repuso la joven rubia sin perder la sonrisa.

Raisa soltó un largo suspiro mientras me tendía a Rhyme. La mascota, ligeramente parecida a un gato, se revolvió entre mis brazos, bostezó, y saltó hasta el suelo, enrollándose entre mis piernas.

-Pues supongo que tendremos que ir a por ellos –resoplé mientras me levantaba y me apartaba el pelo azulado de la cara, cubriéndolo parcialmente con la capucha de la sudadera.

Akane salió la primera, seguida por Rhyme. Yo me detuve a medio camino hacia la puerta y esperé a que Raisa se levantara de la cama para seguir los pasos de Akane. Una vez estuvimos las cuatro, incluida Rhyme, fuera del cuarto, Raisa cerró la puerta y se dirigió a nosotras, mientras señalaba a su espalda con el pulgar.

-Adelantaros vosotras. Yo me voy con Karoku, antes de que "doña Erishuka" empiece a dar voces en su puerta –dijo con un suspiro, y marcando la profunda aversión que sentía hacia la niña mimada de la mansión.

Akane y yo asentimos y comenzamos a correr en la dirección contraria a la que había salido Raisa, internándonos en el caos del edificio. No tardamos en alcanzar a algunos de los miembros, vestidos completamente de negro, incluidas las gafas de sol con las que ocultaban sus ojos.

-La seguridad ha caído –dijo uno de ellos.

-Las cámaras no funcionan.

-¡Vosotras! –gritó uno, señalándonos a nosotras-. Id a la sala de control y aseguraos de acabar con ellos.

Ni Akane ni yo nos detuvimos, pero seguimos las instrucciones recibidas, poniendo rumbo rápidamente a la sala que controlaba las cámaras de la mansión.
Cuando nos quedaban apenas un par de metros para alcanzarla, escuchamos el ruido del cristal al romperse, proveniente de aquella misma sala. Entramos, y la descubrimos completamente vacía, con la pantalla del ordenador haciendo chispas, en la que emergían pantallas con mensajes rojos parpadeantes.
Akane corrió hacia el ordenador, y miró la cantidad de botones que tenía, incapaz de hacer nada por arreglar la situación en la que se encontraba, mientras yo me acercaba a la única y enorme ventana de la sala, con el cristal roto, y los restos esparcidos por el suelo del jardín al otro lado.

-Deja eso para los que sepan –dije mientras me acercaba a la ventana-. No vayas a hacerlo explotar.

-Vaya confianza tienes en mí… -dijo con pesadez mientras se acercaba a mí.

-Nunca se te han dado bien esos cacharros.

Me encaramé a la ventana, esquivando los restos de cristal aún en el marco, y salté al jardín, haciendo crujir los fragmentos a mis pies.

-Han huido por aquí –le dije a Akane sin siquiera girarme hacia ella.

Mi compañera saltó detrás de mí, junto con Rhyme, y todas comenzamos a correr a través del jardín. Escuchamos explosiones y golpes a nuestro alrededor. Alguna voz, alertando de la llegada de más miembros de Circus, pero no hicimos caso. Seguimos corriendo. Por fortuna para nosotras, ninguno de los recién llegados apareció para detenernos, por lo que nos concentramos en correr a través del pequeño bosque que rodeaba la mansión, cubriéndola de miradas indiscretas. Rhyme no se había separado de mis pies en ningún momento, y corría a gran velocidad, hasta que comenzó a adelantarse a nosotras. Sin dudarlo un momento, cambié mi rumbo para seguirla, al igual que Akane.
Llegamos a un claro del bosque, en el que Rhyme se detuvo, y comenzó a olisquear a su alrededor. Yo alcé la mirada al cielo y, al descubrir lo que pasaba volando por encima de nosotras, me reí expulsando el aire por la nariz. Akane, al escucharme, me miró e imitó mi gesto, alzando la mirada al cielo.

-Parece que les hemos encontrado –dijo la rubia mostrando una sonrisa de medio lado.

Comencé a correr, sin apartar la mirada de la figura que volaba por el cielo, siguiendo su recorrido, intentando no perderla de vista entre las ramas de los árboles. Aquella sombra comenzó a descender lentamente hacia el suelo, escondiéndose entre los árboles que poblaban el bosque en miniatura. Ralenticé el ritmo, intentando reducir el ruido que causaban mis pasos sobre las ramas caídas en el suelo, y detuve a Akane, cogiéndola de la muñeca cuando pasaba por mi lado. Tiré de ella hacia un árbol, y nos escondimos tras su tronco, observando a la figura que había llegado volando.
Pero no era una sola persona, sino dos. Uno, el más mayor y rubio, era el que había estado volando, mientras cargaba con el otro chico moreno, aparentemente más joven. El moreno se separó de su compañero, y miró a su alrededor mientras sacaba la pistola que llevaba. El rubio se acercó a su espalda, vigilando la retaguardia del joven.

-El rubio es mío –repuso Akane.

Yo suspiré y me encogí de hombros. Akane sonrió y se frotó las manos, complacida, pero paciente, esperando el mejor momento para aparecer. Rhyme se agazapó entre mis pies, esperando mi señal para comenzar a correr.
Esperé a que el moreno, que parecía el más avispado de los dos, se colocara de espaldas a nosotras, y que el rubio desviara la mirada del lugar en el que nos encontrábamos escondidas. Hice un rápido movimiento con la mano, ante el que Akane saltó hacia el claro del bosque, y Rhyme la siguió rápidamente, seguida de cerca por mí.
Los dos chicos, al escuchar el crujir de la hierba detrás de ellos, se giraron, el rubio con los brazos desplegados delante de su compañero, intentando protegerle, y el moreno con la pistola en alto, apuntándonos a nosotras.

-¿Os habéis perdido? –repuso Akane con voz cantarina.

Pero ante aquel comentario, el rubio retrocedió unos pasos, empujando a su compañero hacia atrás, movimiento que provocó en él una mueca de molestia.

-¿Sois los de Circus? –continué ante su silencio.

Entonces el rubio se tensó, y el moreno alzó la voz, aupándose por encima del hombro de su compañero.

-¿Formáis parte de Kafka?

-Puede… -contestó Akane en un susurro, utilizando una voz provocativa.

La joven comenzó a correr hacia los chicos, y el rubio, al ver el peligro, empujó a su compañero, que cayó de espaldas al suelo. El chico corrió en dirección contraria a la que se acercaba Akane, internándose en la oscuridad del bosque y dejándonos al moreno y a mí, además de Rhyme, solos en el claro. Ambos nos quedamos mirando el lugar por el que nuestros compañeros habían desaparecido, hasta que el moreno soltó un suave ruido de molestia, y comenzó a ponerse en pie lentamente, sin prestarme la más mínima atención.

-¿Es así como actúas delante de un enemigo? –repuse colocando las manos en la cadera-. Tienes demasiadas aperturas. ¿Quieres que acabe contigo?

-¿Tú? –dijo él, alzando por fin la mirada, y clavando en mí aquellos brillantes ojos grises azulados-. ¿Y qué va a hacerme una mujer desarmada?

-No te dejes llevar por las apariencias, mocoso.

El chico pareció molestarse, porque cargó el arma con ambas manos, apuntándome a la cabeza con ella, mientras me dirigía una marcada sonrisa de medio lado.

-Los niños no deberían jugar con armas de fuego, son peligrosas, ¿sabes? –añadí sin moverme un centímetro.

-Tsk, maldita… -repuso, con visible enfado.

Rhyme caminó con lentitud por delante de mí, sin perder de vista al chico.

-¿A qué habéis venido? –añadí alzando la voz.

-¿Vas a tirarte hablando todo el rato?

-¿Tienes algún problema?

-Puedes preguntar todo lo que quieras, pero no obtendrás ninguna respuesta –respondió con sequedad.

-En ese caso… solo queda una manera de solucionar esto…

Extendí la mano por delante de mí, y Rhyme saltó hacia ella. Pero antes de alcanzarla, se transformó en pleno vuelo en una katana, larga y afilada, que cayó con suavidad sobre mi mano. Empuñé el arma con ambas manos, y sonreí al joven, que había cambiado su gesto, a uno de disgusto.

-Así que eres un Varuga…

-Premio para el mocoso.

-Deja de llamarme así –dijo con suavidad, a pesar de reflejar con su gesto un enorme cabreo.

-No tengo ninguna otra manera de llamarte, a no ser que me digas tu nombre…

-Te quedarás con las ganas de saberlo –dijo antes de sonreír y comenzar a correr hacia la derecha, manteniendo la distancia entre los dos, y el arma apuntándome.

Empuñé con más fuerza a Rhyme, y corrí hacia delante, para encontrarme con él, a pesar de saber que el chico no dudaría un segundo a la hora de dispararme. Y así fue. Pero pude esquivar la bala con facilidad cambiando la dirección en la que corría. Aproveché el cambio para alzar la katana y descargarla sobre el chico, pero él se lanzó al suelo, dando una voltereta y escapando de mi alcance. Se levantó y yo le seguí. Volví a alzar la katana, y él sonrió, mientras daba un salto hacia atrás, salvando el largo de la katana. Pero yo también sonreí. Cambié la trayectoria de la katana, bandeándola de derecha a izquierda, y antes de pasar por delante de él, transformé el arma en una guadaña, mucho más larga que la katana, por lo que fui capaz de atrapar al chico, y volver a acercarle un poco hacia mí. Pero él se tensó y alzó la pistola.
Escuché un estallido, y un dolor agudo atravesó mi hombro derecho. Las fuerzas me fallaron, y Rhyme cayó al suelo, recuperando su forma normal. La sangre comenzó a gotear, cayendo sobre el césped del claro, formando pequeñas y redondeadas manchas rojas. Me llevé la mano izquierda rápidamente a la herida, para tratar de detener la hemorragia, momento que el joven aprovechó para alejarse unos metros de mí.
Pero aquello no le serviría de nada. Me mordí el labio con fiereza, y alcé como pude la mano, con los dedos estirados, y la palma apuntando hacia él.
Entonces, con solo pensarlo, una enorme masa de agua se formó en torno al joven moreno, y se reunió furiosa sobre él, dejándole atrapado en la esfera de agua. El chico se revolvió, intentando contener la respiración, y perder la mínima cantidad posible de aire. Le vi agitarse nervioso en el interior, llevándose ambas manos a la garganta, y soltando el arma, que descendió hasta la zona inferior de la burbuja, quedándose suspendida, sin llegar a salir de ella. El chico cerró los ojos con fuerza, y su boca se abrió en una mueca de dolor, en la que varias burbujitas de aire se escaparon. Se encogió sobre sí mismo, desplazando las manos hacia su boca, y subiendo las rodillas hacia su pecho. Entonces, medio recogido, en postura fetal, abrió levemente los ojos, y los cuadró a los míos. Ambos nos quedamos mirándonos durante un par de segundos. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y, derrotada, bajé la mano, liberando al joven de su prisión de agua.
El moreno cayó sobre el césped, tosiendo y completamente empapado, y el agua se extendió por el suelo, oscureciendo la hierba e internándose en el interior de la tierra. Yo me mantuve en mi sitio, aún con la mano izquierda sobre la herida, mientras mantenía la mirada perdida en el joven, pero los ojos desenfocados, sin llegar a observarle con claridad. Él, después de estar un rato intentando recuperar el aliento, se giró hacia mí, aún en el suelo, y volvió a clavar sus ojos sobre los míos.
Así nos quedamos durante varios minutos, ambos sin ser capaces de movernos, y sin intención de atacar al contrario. La pistola permaneció tirada a los pies del joven, y Rhyme se mantuvo a unos pasos de mí, dirigiendo sus rojos ojos hacia el joven y hacia mí, sin entender nuestro comportamiento.
Comencé a escuchar unos pasos a mi espalda lo suficientemente suaves como para no sacarme de mis pensamientos. Los fui notando cada vez más cerca, hasta que se detuvieron a mi lado, y algo se posó sobre mi hombro sano, meneándome con suavidad, y haciéndome volver a la realidad.

-¿Juvia, qué ha pasado? –dijo Raisa a mi lado.

Pero al ver que no respondía, se alejó de mi lado, acercándose al chico moreno, que aún se mantenían tumbado en el suelo, apoyando el peso de su cuerpo sobre uno de sus codos.

-¿Es uno de los intrusos?

La pelirrosa se agachó junto al chico y tiró de él, obligándole a levantarse. Fue a la vuelta cuando Raisa vio la cantidad de sangre que asomaba por mi hombro, y se acercó corriendo a mí, sin soltar al chico, haciéndole casi caer al suelo por el brusco cambio de velocidad.

-¡Juvia, estás herida! Será mejor que te lleve con Uro.

-No… -repuse con suavidad-. Con Uro no… -añadí con la mirada desenfocada, perdida en el suelo.

-Pero Juvia, estás sangrando… Y Uro se enfadará si…

-Me da igual –la corté, hablando con lentitud.

Raisa suspiró mientras me miraba preocupada, y tiró del brazo del chico, haciéndole sentarse a mi lado.

-Será mejor que no intentes nada –dijo dirigiéndole una fiera mirada.

Entonces la chica abrió una mano, colocando la palma hacia arriba, haciendo aparecer varias vendas, que utilizó para cubrir la herida del hombro, apartando primero la sudadera, y colocándola suavemente en su sitio tras terminar.

-¿Y qué hacemos con él? ¿Se lo llevamos a Uro?

-¡No! –me apresuré en contestar, saliendo súbitamente de mi ensimismamiento-. Con Uro no… -añadí, regulando mi tono.

Raisa se sorprendió, pero luego miró al chico, que nos observaba a ambas sin comprender, pero atento a la conversación, por sin descubría algo de información útil para Circus. Mi compañera pelirrosa se acercó a mí y pasó mi brazo bueno por encima de sus hombros.

-Tú –dijo mirando al moreno-, ven si no quieres ganarte algún problema innecesario.

Raisa comenzó a caminar hacia los árboles que delimitaban el claro del bosque, seguida del joven, y me ayudó a sentarme, apoyándome en el tronco de uno de ellos. Le lanzó una fiera mirada al moreno y le señaló acusadoramente con un dedo.

-Más te vale que no hagas nada si no quieres arrepentirte después.

Yo miré a Raisa desde abajo, intentando leer lo que escondía bajo su gesto serio y ligeramente cabreado.

-¿Ha pasado algo? –pregunté por lo bajo.

-Tengo que irme. ¿Estarás bien sola con él?

Yo asentí con suavidad, y ella se irguió, mientras hacía aparecer unas alas de plumas negras a su espalda, y alzaba el vuelo, por encima de las copas de los árboles.
El joven moreno observó a Raisa volar sin rastro de sorpresa en sus ojos.

-¿Estás familiarizado con los Varuga? –dije de pronto, haciendo que el joven diera un respingo.

Él bajó la mirada hacia mí, soltó un suspiro, y se dejó deslizar por el tronco de un árbol cercano a donde yo me encontraba, hasta quedar sentado en el suelo.

-Ya me he encontrado con alguno antes. Pero eran distintos. Eran como bestias…

Rhyme, que se había mantenido alerta, sentada en medio del claro, comenzó a caminar hacia nosotros, quedándose a unos pocos pasos, y sin perder de vista al chico.

-Con que Juvia, ¿eh? –repuso, mientras me miraba con una sonrisa.

-Lo justo sería que me dijeras ahora tú tu nombre.

-Como ya he dicho, te quedarás con las ganas de saberlo.

Ambos cruzamos una sonrisa, la suya de medio lado, y la mía pequeña y disimulada.

-¡GAREKIIIIIIIIIIIIIIII!

El grito llegó por encima de nuestras cabezas. El chico rubio apareció volando por el cielo que se veía a través de las copas de los árboles, y comenzó a descender rápidamente hacia su compañero cuando le localizó entre los árboles.
Yo sonreí con suavidad, y miré al chico moreno un momento, apartando la mirada del rubio que bajaba a gran velocidad.

-Con que Gareki, ¿eh? –repuse con suavidad y una ligera sonrisa.

-Tsk.

Gareki no había apartado la mirada en ningún momento de su compañero, y yo, al ver su reacción al quedar su nombre al descubierto, volví a alzar la mirada hacia el compañero del moreno.
Pero antes de que el chico llegara al suelo, Akane apareció por el lado contrario al que estábamos sentados, corriendo entre los árboles del bosque.

-¡Yogi! –gritó la joven mientras corría hacia su presa.

El chico rubio llegó al suelo, y se colocó delante de nosotros, dándonos la espalda, y encarándose a Akane, mientras hacía aparecer en sus manos un par de espadas rodeadas de zarzas y espinas. Ella no dejó de correr hasta quedarse en mitad del claro. Solo tenía ojos para su contrincante. Seguramente no se habría dado cuenta de que estaba allí.
Akane alzó ambas manos, con los dedos estirados y las palmas apuntando al joven rubio. Por detrás de ella, quebrando el suelo, aparecieron numerosas ramas, que se entrelazaron formando dos grandes, que se dirigieron rápidamente hacia dónde nos encontrábamos.

"No, no ha debido de verme" pensé mientras veía las ramas aproximarse a nosotros a gran velocidad.

Me encogí, preparada para recibir el impacto, y pensando en la bronca que le echaría si conseguía salir de allí, pero el golpe no llegó. Comencé a abrir los ojos lentamente, descubriendo que la luz del sol había desaparecido, dejándonos completamente a oscuras. Poco a poco, la cúpula que nos había protegido comenzó a deshacerse, en muchas ramitas finas, que dejaron pasar de nuevo los rayos del sol. Aquellas ramas nos habían cubierto a Yogi, Gareki, Rhyme y a mí, protegiéndonos del ataque de Akane, por lo que no podrían ser suyas, a no ser que ella se hubiera dado cuenta de que estaba allí. Seguí el recorrido de las ramas y vi que tenían su origen en las espadas del rubio, que se giró hacia nosotros, mientras nos miraba preocupado.

-¿Estáis bien?

"Definitivamente no se ha dado cuenta. La voy a matar".

Pero el chico no esperó a nuestra respuesta. Se giró hacia Akane y utilizó todas aquellas ramas para el siguiente ataque, lazándoselas todas a la joven. Las ramas la apresaron de manos y pies, y ella se revolvió furiosa, intentando soltarse.
Yo fui a levantarme para ayudarla, pero Gareki me detuvo, tirando de mi brazo hacia abajo, obligándome a permanecer sentada.

-No voy a dejar que ataques a mi compañero por la espalda.

-Tsk…

Akane utilizó sus propias ramas para poder liberarse, rompiendo las de Yogi. La joven cayó al suelo de rodillas, y miró a Yogi con un gesto demente. Poco a poco sus ojos comenzaron a tornarse rojos, tan rojos como la sangre, y brillantes, acentuando su aspecto demente.

-Mierda… -repuse por lo bajo.

"Tengo que pararla antes de que sea tarde…"

Pero antes de que me diera tiempo a ponerme de pie, Akane corrió hacia Yogi, tan rápido, que fui incapaz de seguirla con la vista. De repente apareció sobre el joven, tirándole al suelo de espaldas, y quedándose ella sentada sobre su pecho, atrapándole los brazos con las piernas. Pero el golpe que el muchacho recibió, hizo que la tirita blanca que llevaba bajo el ojo izquierdo se desprendiera y cayera al suelo.
Akane rió e hizo aparecer en torno a ambos varias ramas, pero antes de que las lanzara sobre el chico, Yogi consiguió soltarse y lanzar a su captora lejos de su alcance. Akane cayó con gran estrépito en el extremo contrario del claro, y Yogi comenzó a levantarse lentamente, con la cabeza agachada, y el rostro oculto por el pelo, que poco a poco comenzó a teñirse de blanco, brillante y plateado. El chico estalló en una aguda carcajada mientras se elevaba en el aire y se acercaba a la joven rubia, que aún estaba en el suelo, inmóvil.

-Mierda… ¡Yogi! –gritó Gareki antes de salir corriendo detrás de él.

Yo me levanté ayudándome del árbol que tenía a mi espalda y corrí detrás del moreno. Por fortuna para Akane, Yogi se quedó flotando por encima de ella, observándola, mientras pensaba la manera de terminar con ella. Aquello le dio el tiempo necesario a Gareki para alcanzarle, agarrarle de una pierna y tirar de él hacia atrás. Pero el rubio se giró hacia su compañero, y le miró con gesto molesto, antes de descargar una patada sobre él, apartándole de su lado y lanzándole sobre mí. Al recibir el impacto, caí al suelo de espaldas, con Gareki sobre mí, que no tardó en apartarse y girarse hacia su compañero, aún de rodillas en el suelo. Yo me incorporé tan rápido como pude, mientras Rhyme se acercaba a mí, preocupada, y me daba suaves cabezazos en el brazo.
Yogi sonrió ampliamente, y alzó una mano por encima de su cabeza, haciendo aparecer una de sus espadas de zarzas. Pero antes de que le diera tiempo a bajarla, una última figura descendió desde el cielo, cayendo sobre Yogi, y dejándolo tumbado bocabajo en el suelo. Raisa se bajó de la espalda de Yogi, haciendo desaparecer sus alas, y miró el lamentable estado en el que nos encontrábamos.

-¿Es que no os puedo dejar solas?

Se acercó a Akane y se la echó sobre el hombro de un rápido movimiento. Luego caminó hasta mí, y me cogió por el hombro del brazo bueno, ayudándome a levantarme. Entonces, sin soltarme, comenzó a caminar, alejándose del claro, y dejando a Yogi, tendido en el suelo, aparentemente inconsciente, y a Gareki, que pasaba la mirada por todas y cada una de nosotras, con un gesto serio, que me fue imposible descifrar. Raisa tiraba de mí, mientras yo caminaba ligeramente girada hacia atrás, y mis ojos se cruzaron con los del chico moreno antes de perderle de vista entre los numerosos árboles.