Naruto no me pertenece, y no estoy recibiendo ningún tipo de ganancia con mis historias tan malas (triste).

Aviso: Crack Fic.

La casa está a oscuras cuando cruza el umbral y arroja la mochila con los libros al suelo. No se molesta en encender la luz al avanzar hasta el sofá y hundir la cara en uno de los mullidos cojines de plumas, la mano se va hacia sus pantalones y comienza a bombear rápidamente, arriba – abajo – arriba – abajo, y la imagen de quien lo atormenta empieza a formarse rápidamente en su mente con una claridad ensayada.

Alto, y corpulento. Manos elegantes, grandes de dedos largos y hábiles, boca rosada, labios delgados y con esa expresión tan severa que sólo se torna en algo más cuando está mirando formas femeninas.

Cree que le gusta.

Gruñe, y los rasgos se hacen aún más detallados. Mandíbula cuadrada, con una ligerísima capa de vello a pesar de que sabe se afeita todos los días. Se imagina rodeándole el torso con las piernas y apreta los dientes con fuerza, la mano va más rápido. Se lo imagina diciendo su nombre entre embestidas, Sasuke, Sasuke, Sasuke.

No.

Tiene la frente perlada de sudor por el esfuerzo y los ojos fuertemente cerrados en concentración mientras el Jiraiya de su mente le sonríe como él sabe sólo lo hace para las chicas bonitas, y se corre en una sucesión de gemidos. Casi puede sentir el cabello largo y blanco rozándole la mejilla. Casi.

Está seguro que le gusta.

Pretende creer que lo único que le atrae es su cuerpo, y que no hay nada más allá de eso, y trata de disimular todas las veces que Naruto lo invita a su casa y él está allí. Trabajando en alguno de sus ridículos proyectos literarios con la cara iluminada por el brillo del ordenador, y usando esos pantalones de pijama que tienen la liga de la cinturilla vencida y la gravedad atenta con hacer caer. Y – Dios no lo quiera – hacerle perder el control de una vez por todas.

Que alguien por favor se apiade de su alma.