Capítulo 1: Los inicios nunca son fáciles.

-1-

Sirius abrió los ojos un momento. Los volvió a cerrar con rapidez cuando el dolor de cabeza le dio de lleno segundos después. Gimoteó, intentando darse la vuelta para quedar boca arriba y entonces se dio cuenta de que había alguien encima de él. Alguien que se estaba moviendo. Alguien que intentaba irse de allí sin hacer ruido. Abrió los ojos intentando no gruñir, pensando que Snape otra vez pensaba irse de la cama y escaquearse por el resto del día, y se encontró con unos ojos verdes. Oh, Merlín. Miró un poco más y vio la cicatriz en forma de rayo. Oh, Merlin santo.

Harry gritó como si se tratase de una veela en celo, le saltó con agilidad, cogió su ropa y se fue del cuarto corriendo. Sirius se quedó un momento con las manos en los oídos y los ojos cerrados, hasta que escuchó el portazo en ese mismo pasillo. Harry se habría encerrado en el baño seguramente. Intentó levantarse con la sien palpitando y entonces alguien gruñó a su derecha. Miró asustado, esperando ver a Snape como debía ser, y ¡Sí! Ahí estaba, con los ojos cerrados, la cara enterrada en la almohada e intentando atraparle con un brazo vago. Le cogió de la cintura y murmuró algo contra la almohada, antes de arrastrarle hasta allí.

— ¡Snivellus! Despierta, maldita sea. — el grito le llevó de vuelta a la realidad. Snape abrió un ojo y gruñó cuando Sirius continuó hablando. — Harry… Estaba en nuestra cama. Desnudo.

— ¿Me importa? No. — se preguntó y se respondió a sí mismo. Volvió a cerrar el ojo y quitó su mano de la cintura de Sirius mientras éste se levantaba, también desnudo.

— ¿Recuerdas algo de lo que pasó ayer?

— No. — respondió sinceramente Snape, dándose la vuelta para seguir durmiendo. Sirius se agarró la cabeza con una mano mientras con la otra se ponía el pantalón y susurró, quedándose parado un momento:

— Oh, Merlín. ¿Y si Harry, tú y yo…? — dejó la pregunta inconclusa mientras se ponía a toda prisa la camiseta y corría hacia la puerta, gritando. — ¡Harry! ¡Harry, lo siento!

— Cierra cuando te vayas. — murmuró Snape. La puerta se quedó abierta pero no pareció importarle mucho. Se tapó con la manta hasta las orejas y susurró antes de ponerse a dormir. — Luego me sentiré culpable.

-2-

Sirius entró en el cuarto en el que Snape seguía durmiendo con una expresión enfadada en la cama. Acababa de conseguir sacar a Harry del baño y le había prometido que se quedaría en el salón mientras él iba a buscar a Severus. Y éste sólo seguía durmiendo, como si no le importara un comino la conclusión a la que Sirius había llegado hacía media hora. Frunció un poco más el ceño y retiró la sábana con fiereza, gritando:

— Despierta, Snivellus.

— ¡¿Qué? ¡Déjame dormir en paz, chucho inútil! — Sirius se agarró la cabeza, resacoso, y Snape volvió a enterrarla en la cama, gimiendo de dolor. También estaba resacoso. Y desnudo.

— Maldita sea, nos hemos acostado con Harry, Snivellus, con Harry Potter, mi ahijado, el hijo de James, el pequeño Cornamenta, el niño que vivió. — comenzó a enumerar los muchísimos apodos que le habían puesto y Snape por fin despegó la cara de las sábanas. Se sentó en la cama mientras Sirius le lanzaba su ropa apresuradamente y antes de que pudiera protestar Sirius ladró. — En cinco minutos te quiero en el salón, vamos a hablar con Harry ahora mismo.

Sirius se fue cerrando la puerta detrás de él con fuerza y pensando cómo habían llegado a esa situación: Snape y él se habían hecho hacía un tiempo algo así como amigos con derecho a roce. Sólo que no eran amigos porque se pasaban el día discutiendo e insultándose, pero la otra parte sí la cumplían. Y luego Harry había venido a pasar una temporada a Grimmauld Place y las cosas habían acabado de una manera que Sirius no podía recordar por más que quería. Se frotó la frente intentando mitigar el dolor y entró en el salón. Harry le estaba esperando sentado en el sofá y restregándose las palmas de las manos en los muslos, sin atreverse a mirarle a los ojos.

— Ahora baja Snape. — anunció en voz baja. Harry asintió, poniéndose bien las gafas, y Sirius agregó. — ¿Podrías… Podrías decirme lo que pasó ayer?

— Yo… Me fui con Ron y Hermione de fiesta y cuando volví Snape y tú estabais borrachos en la cocina y tú estabas llorando en su hombro. Y cuando te fui a subir, Snape se vino con nosotros y acabamos… Ya sabes, haciéndolo. — Harry se frotó la cara con las manos, apretando sus ojos por debajo de las gafas. — Yo te… A ti, Sirius. Y Snape me… A mí. Yo era virgen, Sirius, y vosotros me lo quitasteis. — acabó, lagrimeando.

— Tranquilo, Harry, tranquilo. ¿Estás seguro de que yo estaba… Abajo? — Harry asintió mientras se dejaba reconfortar por Sirius, que susurró. — ¿Cómo puede ser? — desde la puerta del salón escucharon la voz gruñona de Snape:

— Es que eres una maricona, Black. — arrastraba las palabras y parecía malditamente enfadado. Y seguramente lo estaría, pensó Sirius observando sus terribles ojeras y la cara de mala leche que llevaba. En sus manos había sendos botes de cristal con una poción que Snape agitó para llamar su atención antes de dársela. Sirius se la bebió de golpe y al instante empezó sentirse mejor, menos resacoso.

— ¿Por qué no te callas, Snape, y hablamos de lo que pasó?

— ¿De eso que no recuerdas, Black? — Sirius le miró asesinamente. — Me parece bien. — se bebió de un sorbo su poción y se sentó en el sillón más grande, dándoles su beneplácito para continuar. Sirius se fijó por primera vez en Harry desde que Snape había entrado: estaba pálido, mirándole como si fuera un sociópata a punto de matarle. O como si hubiera tenido sexo esa misma noche con él.

— Empezaré por el principio, Harry. — dijo Sirius. — Harry, Snape y yo…

— ¿Qué? Pensé que se lo habías contado, Black. — le interrumpió Snape. Sirius le miró fatalmente pero si Snape se enteró no quiso parar. — Quedamos en que se lo contaríamos a nuestros más allegados para que no nos molestaran.

— ¿Tú se lo has contado a alguien, Snivellus?

— No, por supuesto que no. No se lo voy a contar a Dumbledore. — dijo como si fuera lo más obvio.

— Mira, Harry, Snape y yo tenemos una especie de relación abierta. Quiero decir, nos acostamos y hacemos el amor. — intentó suavizar Sirius. Harry asintió, todavía pálido:

— Eso ya lo sé, Sirius. Lo que quiero yo saber es qué vamos a hacer con lo que pasó anoche, porque estabas tú debajo y no me importó, pero Snape estaba encima de mí y eso no me gustó. Fue horrible. — terminó en un susurro, como si no quisiera que el aludido se enterara.

— Oh, vamos, Potter, sé que te gustó. Lo recuerdo perfectamente. — mintió. Harry se sonrojó, intentó negarlo con la cabeza y de repente, Sirius dijo:

— ¿Pero no se supone que tú no recordabas? — Snape sonrió maléficamente y se levantó.

— Mira que sois ilusos los dos. Cuando tengáis una solución al problema me llamáis, mientras tanto iré al sótano. — y Snape se fue. Si las miradas mataran, Sirius estaría echando tierra en la tumba de Snivellus. Pero no era así y ahora estaba él frente al chico que vivió, intentando animarle y consolarle por algo de lo que no se acordaba para nada. Quiso morir pero Harry de repente tuvo la mejor idea posible:

— ¿Y si hacemos como que no pasó nada? — a Sirius le pareció la mejor idea del mundo. Pero Sirius no tenía ningún tacto ni sensibilidad y cualquiera que tuviera un poco más de sentido común que él se habría dado cuenta de que no debió haber aceptado:

— Bien. Será lo mejor. Sí, bien, bien. — volvió a repetir tontamente.

Harry se secó las lágrimas y se fue del salón con los ojos húmedos. Sirius no entendió qué había pasado y dejó el asunto en paz mientras bajaba al laboratorio. Escuchó la puerta del cuarto de Harry cerrarse con demasiada fuerza y se mordió el labio inferior, intentando no pensar que aquello había estado mal. No parecía una mala idea en su cabeza, así que no debía serla. Entró en el laboratorio de Snape, analizando fríamente la situación: ¿Cuándo habían empezado a vivir juntos? ¿Cuándo tenía Snivellus un laboratorio en su casa?

— Snape. — le llamó. Tal y como pensaba, el sótano era pequeño pero en ese momento parecía malditamente claustrofóbico: las paredes estaban forradas de estanterías llenas de tarros asquerosos con cosas asquerosas dentro. Aunque Sirius tenía la carrera de auror, no supo descifrar que había en los botes. — Harry y yo hemos llegado al acuerdo de que vamos a hacer un gran paréntesis. Todo lo que pasó anoche, fuera. Bórralo de tu cabeza, Snivellus porque no se va a volver a tocar el tema.

— ¿Y tu querido ahijado ya ha aceptado que le gustó que le diera por culo?— susurró Snape. Estaba preparando un mejunje de espaldas a él.

— Oh, cierra la boca. Ni que fueras tan bueno.

— Si no fuera tan bueno no estaría aquí, Black. — contraatacó rápidamente. Incluso sin haberse girado, Sirius podía ver su estúpida sonrisa de suficiencia. Odiaba cuando Snape se ponía en plan arrogante y egocéntrico y narcisista y se alababa a sí mismo y hacía que Sirius mentalmente afirmara su opinión sobre lo bueno que era el sexo con Snape. Y… ¡Oh, mierda! Lo estaba haciendo de nuevo.

— Bueno, ya, cállate. Tú haz como si no hubiera pasado nada. — Sirius cerró de un portazo. Aún así pudo escuchar la risa satisfecha de Snape desde dentro cuando no negó su comentario. ¡Maldito Snivellus!