CAPÍTULO 1: El sueño.

Caracoles hervidos, ¡basta ya!

Una indomable melena castaña se removía de aquí para allá y de allá para aquí en su cama, gruñendo molesta por lo bajo; frustrada por no poder conseguir dormir. Finalmente, quedó boca para arriba mirando hacia el techo, dándose por vencida. Bufó y cerró los ojos por un momento-. "Cálmate, cálmate… Si te relajas lo lograrás, pero cálmate de una buena vez." –se reprendía mentalmente.

Luego, miró a su alrededor. Envidiaba a sus compañeras de habitación. Dormían tan plácidamente y sin preocupaciones. Granger quería eso. No, lo necesitaba. El haberse quedado hasta altas horas en la noche estudiando en la biblioteca dejaba secuelas. Una de ellas, la necesidad de dormir.- "Cuando aprenderás…" –volvió a reprenderse en su mente, esta vez al borde del lloriqueo.

Abrió ligeramente la boca y tomó una buena bocanada de aire, inhalándolo lentamente. Luego, exhaló el aire de la misma manera. Se colocó de costado, relajó sus músculos, y cerró sus ojos.

Éxito.

Luego de tanta auto-lucha, Hermione consiguió dormir. Y soñaba. Soñaba con cierta persona. Cabellos platinados y sedosos; una fragancia varonil y exquisita difícil de olvidar –para ella-, y aquella cautivadora y profunda mirada gris con la cual sus orbes marrones, comunes y corrientes, se chocaban todas las mañanas.

Suspiró en sueños.

Hermione soñaba con un amor imposible. Oh, ¿y a qué chica no le ha ocurrido lo mismo alguna vez? Todos, en algún momento, deseamos algo que no podemos tener. No importa que tan exigente seamos, no importa cuán despiertos y conscientes permanezcamos, ni cuanta moral tengas; simplemente ocurrirá.

Una ligera e inconsciente sonrisa se dibujó en los labios femeninos, y entonces, se dejó llevar.

Sin saber en qué momento ocurrió ni cómo, Hermione se encontraba en el baño de niñas. Y estaba aprisionada. Aprisionada entre una pared y el buen formado cuerpo de Malfoy.

¿Qué haces por aquí tan tarde, Granger? Hoy no te toca vigilar...-susurró con esa voz jodidamente sensual, tan propia de él. Hermione intentó responder, pero no pudo. Sus ojos viraban en diferentes direcciones, pero todas ellas muy cercanas.

Los ojos de Malfoy, su cabello, su camisa a medio desprender, su corbata tirada en el piso, sus labios, y sus ojos nuevamente.

Por Merlín.

La boca de la chica estaba reseca, sus mejillas ligeramente sonrosadas y sus hormonas clamando por la atención de aquel muchacho. Sus piernas tiemblan y todo sentido cuerdo se desvanece.

Suéltame…-espeta la joven bruja, frunciendo su ceño en un intento por demostrar autoridad y enojo. Oh, falso enojo.

Entonces, Malfoy ladeo un poco su rostro. Ese perfecto rostro. Y sonrió ladino, imaginando el sin fin de sensaciones que le haría sentir a esa muchacha en pocos minutos.

No sentía sentimiento puro alguno por ella, y estaba seguro de que ella por él tampoco. Pero no por eso deja de ser un adolescente con elevada testosterona y poco autocontrol. No puede evitar sentir el deseo de hacerla suya. Ahora, en este instante.

Ahora, la mira con notable picardía y tuerce su boca en una sonrisa de lado, lobuna, no sin antes relamerse.- Sabes que no es lo que quieres, Granger… -susurró en su oído.

Mierda. Santísima mierda. –Pasa por la mente de la castaña-. Hazlo ya, Malfoy… déjate de rodeos, joder.

Jadea.

El joven Slytherin se había adelantado, desesperado, mientras la castaña debatía e insultaba en su mente. Pronto se dio cuenta de que su falda, corbata, camisa y corpiño yacían en el piso junto con todas las prendas superiores del chico.

¿Pero qué…? –Comenzaba a hablar la Gryffindor-.

Cállate, sangre sucia. No quiero oír ni una sola palabra salir de tu boca. –ordenó-.

La leona lo miró, desafiante. ¿Quién jodidos se cree? Y de repente, recordó. Oh, claro. Es tu enemigo, y está a punto de tomarte. Aquí. En el baño de niñas. Y lo quieres, Granger; lo quieres tanto como él y lo sabes.

Suspiró, rendida.

Ni una sola… -el muchacho retomó el habla con tono misterioso, dejando inconclusa esa primera cláusula de su oración-. A excepción de mi nombre en jadeos tuyos, sucia. ¿Comprendes?

Asintió.

Buena chica. –habiendo dicho eso, dejó, apropósito, un beso en la frente ajena y continuó con lo suyo-.

La tomó en brazos y se asomó hacia los lavatorios, apoyando a su presa allí. Si lo haría, necesitaría comodidad. Una mano se posó sobre la pantorrilla de la chica, y luego, él tomó posesión de boca de una manera suave. Él sabía que el hecho de que se presentara como un matón, no implicaba que no fuera caballeroso al momento de estar con una chica. Después de todo, es un Malfoy. No le hará daño. Al menos, no de manera severa.

Sintió la inexperiencia de la muchacha al notar cómo, tan torpemente, le correspondía y realizaba movimientos que el rubio desconocía, y que sabían que estaba mal, para esconder ese sentimiento de vergonzoso de que el primer beso de la joven fuese de esta manera.

Apretó el agarre de la pantorrilla en regaño y ella dio un respingo, quedándose quieta. Malfoy sonrió en su boca y continuó, guiando a la Gryffindor por ese sendero fogoso y que desatara de una buena vez a su leona interna. Mordió su labio inferior, provocando que ella abriera ligeramente la boca, momento que el Slytherin aprovechó para introducir su lengua.

La castaña jadeó nuevamente.

Hermione dejó su lengua quieta ante la incomodidad de no saber qué hacer. Pero eso no sería un problema para la serpiente. Entrelazó su experimentada y rápida lengua con la de ella, formando una danza extremadamente pasional. Y funcionaba, todo el momento comenzaba a dar sus frutos.

Granger elevó ambas manos y posó una en el hombro derecho de Malfoy, y la otra en su nuca, jugando con algunos mechones de cabello y presionando en ese punto, queriendo más. Necesitaba más. A él.

Malfoy notó eso, y entonces, rompió el beso, dejando a una desconcertada Hermione, con su ceño fruncido en clara molestia-. El que manda aquí soy yo, ¿entendido? –dijo, autoritario y decidido.

La mano masculina en la pantorrilla ajena comenzó a subir, suavemente, trazando un camino lento, ocasionando que la castaña sintiera un calor que nacía en su pecho, y bajaba y siguió bajando hacia su vientre, concentrándose allí. Ese muchacho le ocasionaba ese cosquilleo que la volvía loca, y sabía que estaba siendo lento con ella para, de alguna forma, molestarla.

Oh, Malfoy…

Pantorrilla, rodilla, muslo, un poco más. Y llegó. La cara interna del muslo de la muchacha. El joven tragó en seco. Lo mismo hizo con la otra pierna, y luego, se agachó.

Retiró la braga de la de orbes marrones, con cuidado. Sin querer que se rasgara, para más tarde, tal vez, tener algún recuerdo de ella.

Un beso, otro, y uno más.

¡Carajo!

Hermione gimió, echando su cabeza hacia atrás, reposándola en la pared. Su garganta estaba seca, pero no le importaba. Encorvó su espalda mientras ese cosquilleo parecía ser permanente y no querer desaparecer. Aunque ella tampoco lo deseaba. Y se sentía tan bien.

Malfoy besaba su zona más sensible, y con descaro, dirigiendo de a ratos sus ojos grises hacia arriba y disfrutando de esa escena tan candente a su vista. Jugaba con su botón rosa y cierra sus ojos para concentrarse más en la tarea de otorgarle placer a quien en ese momento, es su compañera.

Draco siempre afirmó odiarla y sentir asco con su sola presencia. Se muestra siempre rudo frente a ella y a sus otros amigos, que no vienen al caso recordar para él. Pero la realidad no es siempre lo que uno puede observar a simple vista. Lo cierto es que le envidiaba. Oh sí, Draco Malfoy le envidiaba a Hermione Granger. En todo, de hecho. Sus calificaciones, sus amistades, incluso hasta esa inocencia extremadamente deseable a su parecer. Por lo primero, no es que él no se esforzara, sí que estudiaba, pero esa muchacha tiene algo en ella que el aún no descubre qué es. Y luego solo llega y le arrebata el primer lugar de todo, dejándolo en la sombra del segundo. Y eso lo molestaba de sobremanera. Pero la deseaba tanto, ¡demasiado!

Recordando todo eso, hundió su lengua en el ser de la castaña, quien abrió de golpe sus ojos y gimió tan alto que hasta los fantasmas de la torre de Gryffindor podrían oírla. Entonces fue así como Hermione sintió su primer orgasmo. Sensacionalmente exquisito.

Malfoy no le hizo asco a su esencia, y disfrutó de ella, saliendo de entre sus piernas luego-. Quién lo diría, Granger… ¿Sabes? No eres ninguna santa. –Le cacheteó con sus palabras con una mirada sumamente ácida, tan él, tan Draco-. Me gusta. –sentenció-.

En un movimiento rápido se deshizo de sus pantalones y de sus bóxers, dejando libre su imponente erección. Hermione tragó en seco.

Ajá. –pronunció de manera seca, como adivinando los pensamientos de la joven bruja-.

No se hizo de esperar y se acercó a ella, tomándola por las caderas y juntando ambas frentes-. Jamás olvidarás esto…-susurró frío y, de una sola embestida, se adentró en ella-.

¡Malfoy! –gritó con dolor la castaña mientras se aferraba a él de manera desesperada y arañaba su espalda dejando notables marcas rojas en esa piel tan tersa y blanca. Marcas regadas por todos lados. Y a él le dolían, pero más le dolía no haberse tomado el tiempo necesario en pesar que tal vez, solo tal vez, la muchacha pudiese haber sido virgen. Y ciertamente, lo era.

Un sentimiento de culpa lo invadió, y entonces apoyó su frente en el hombro derecho de ella, acariciando su espalda como pidiendo disculpas. Sabía que eso no era suficiente, pero no podía hacer mucho más. Solo esperar a que ella se acostumbrara a la intromisión, de modo que pudiera continuar con lo que inició. Solo que, ahora, y cambiando su mentalidad, sería para el disfrute de ambos y no tan egoísta que sea para él y solamente él. Sería diferente; sin sentimientos, pero gentil.

Lo siento. –Dijo en su oído y depositó un suave beso-.

Y entonces, de un momento a otro, la leona movió sus caderas en clara señal de querer que su compañero continuara. El dolor se lo hizo pasar fatal, pero superado eso, necesitó más.

Malfoy la miró fijamente y posó sus labios sobre los de ella, besándola de manera suave y lenta, otorgándole seguridad y confianza. Se abrazó a ella con cuidado de no ejercer demasiada fuerza y comenzó a mover sus caderas en un lento vaivén.

Adentro, fuera, y de afuera hacia adentro. Movimientos repetitivos, una y otra vez. La castaña se asomó al oído del Slytherin y entonces habló, mandando al diablo la orden anterior de no hacerlo bajo ninguna circunstancia-. Más rápido… -susurró.

Y ese pedido fue todo lo que Malfoy necesitó. Tomó una de las piernas de la chica para estirarla un poco más y poder calar más profundo, y así fue. Entonces, jadeó ronco y Hermione gimió quedo-. Allí. Por Merlín, allí. –indicó y repitió con excitación.

Malfoy se aferró al borde del lavatorio con su mano libre y volvió a adentrarse. Y golpeteó una, dos, tres veces y más. ¡Y más! Estaba al borde. La Gryffindor estaba por volver a tocar el cielo con sus manos. Qué momento tan fascinante estaba viviendo. Debieron haber pasado horas desde que se encontró allí dentro, en el baño. Pero tan poco le importaba en realidad. Sus paredes se contraían y volvió a sentir ese delicioso cosquilleo. Y entonces, cuando estaba a punto de estallar, sintió como una mano la zamarreaba de un lado a otro y gritaba su nombre.

"Hermione, Hermione; ¡despierta ya!"

De golpe abrió los ojos y, agitada y sonrojada se sentó en su cama. Miró escandalizada hacia todos lados encontrándose con sus compañeras de habitación. No entendía nada. ¿Por qué? Si había sido tan real.

Vamos a llegar tarde si no te apresuras. –le regañó Ginny y se dio media vuelta mientras la otra chica detrás de ella puso los ojos en blanco y salía por la puerta de la habitación.

Sí… sí, enseguida voy. –contestó, con un deje de decepción.

Porque todas aquellas deliciosas sensaciones, no habían sido más que un invento de su propia mente. No había sido más que un sueño.

Mierda.

Dejó caer su cuerpo sobre la cama nuevamente. Se tomaría la mañana. Tenía muchas cosas en las qué pensar.