CAPÍTULO 1 — LAS ZARPAS DEL DESTINO

Era una mañana tranquila en Goldenrod City. Saito Minakami, un chico de diecisiete años, uno setenta de estatura y cabello grisáceo, se encontraba durmiendo a pierna suelta en su pose de usual, de mano detrás de la nuca y otra en la entrepierna.

Parecía soñar algo agradable, una pequeña sonrisa estaba dibujada en su rostro, pero cuando su despertador Spearow empezó a sonar ese gesto se borró de su cara. Se sentó tranquilamente en su cama limpiándose las legañas con una mano, y dando un pequeño bostezo apagó el despertador. Tres segundos después de eso se volvió a recostar como si nada.
Unos minutos más tarde una chica de unos veinticuatro años de cabello largo y rubio y un gran busto abrió la puerta de un buen golpe, era la hermana de Saito: Reiko.
— ¡¿Hasta cuándo vas a seguir apolillando?!— gritó a Saito, éste ni se inmutó, sino que le dio la espalda y siguió roncando.
— ¿Así qué no te levantas pendejo? —dijo con una vena en la frente.
Alzó una pierna a la altura de su cabeza y con un rápido movimiento le propinó a Saito una patada descendente en el estómago, éste rápidamente se sentó en la cama y agarró su vientre con sus manos.

Las patadas de su hermana eran más dolorosas que las de los matones con los que siempre peleaba, la razón era simple:

Reiko era cinturón negro en casi cualquier disciplina marcial conocida por el hombre o los Pokémon, en el secundario, fue presidente de todos los clubes de lucha de su escuela y hasta se rumoreaba en el barrio que era la alumna secreta de Hitmon Norris, pero nadie estaba seguro.

—Siempre lo mismo con vos, hermanito— dijo arrastrando las palabras — bajá, el desayuno está listo— expresó con un suspiro mientras caminaba a la puerta de la habitación.
A Saito le hubiese gustado replicar, pero la falta de aire y el hecho de que recién se levantaba de un bueno sueño le impedían articular una palabra.

Tomó la navaja de su mesa de noche, la abrió y con un rápido movimiento se la arrojó a su hermana sin pensarlo dos veces. Inmediatamente, Reiko se dio vuelta y la atrapó en el aire con solo dos dedos. centímetros antes de que impactara.
—Sa-i-to— murmuró Reiko apretando los dientes — ¿Cómo le vas a tirar un cuchillo a tu preciosa hermana?— comentó con una sonrisa macabra.
—Vos preciosa… ¡las pelotas! , ¿Qué tiene de lindo una machona de veinticuatro años que patea a cualquier chico que se le acerca?, todos los pibes te tienen miedo ¿sabés? – continúo el adolescente.
—Así que machona eh…— Los ojos de Reiko se habían convertido en dos pequeñas llamas por la ira, se acercó a Saito lentamente y le propinó un puñetazo tras otro.
— ¡Pará un cacho era joda! – exclamó Saito como pudo, Reiko ignorándolo no se detuvo hasta dejarlo semi-inconsciente.
—Límpiate y bajá que se te enfría el té — dijo satisfecha mientras se limpiaba la sangre de su hermano con un trapo.

Después de unas cuantas curitas y algodones con cinta en la cara, Saito empezó a vestirse. Se puso el uniforme de la escuela:

Una camisa de mangas largas, la corbata color negro, un saco verde y unos jeans. Como los zapatos nunca se los ponía porque no le resultaban cómodos, zapatillas blancas siempre tomaban su lugar. Hecho esto bajó a desayunar.
Su hermana como de costumbre estaba acostada en el sillón de la sala en solo ropa interior, mirando el noticiero matutino. Como se le hacia tarde, Saito agarró una tostada, se la puso en la boca y emprendió el viaje no sin antes escuchar parte de lo que decía el locutor:
—Un hombre a estado hurtando a personas en la zona sur de la ciudad— dijo el reportero de mediana edad.
—Lo más extraño es que solo roba comestibles — continuo su asistente.
Comestibles... eso me hace acordar pensó Saito.
—Che Reiko me hiciste el Bento?— preguntó algo enojado todavía por la paliza.
—Ya estas "crecidito" para que yo te tenga que hacer el almuerzo, igual esta en la mesada de la cocina— respondió haciendo un gesto con la mano, pero sin dejar de mirar TV.
Saito abrió la puerta para salir al exterior, el sol le dio de lleno a sus ojos provocando que este se tapara con el brazo en un gesto involuntario.
—No la olvides— le llamó la atención Reiko antes de arrojarle la navaja que antes le había atrapado.

El chico la agarró en el aire y miro a su hermana intrigado.

—Papá se va a deprimir sino te la llevas, además la zona sur es acá nomás no quiero que vallas por ahí sin protección— le dijo seriamente.
—No es necesario que me cuides ya no soy un pendejo ¿sabes?, hoy termino el secundario por si no te diste cuenta— respondió arrogante.
—Si muy lindo pero… ¿que vas a hacer después?, ¿Estudiar o trabajar? yo no te voy a mantener toda tu vida – contestó.
— ¿Cómo no voy a saber? por supuesto que se, que te pensás— exclamó tratando de ocultar la evidente mentira.
—Aja y ¿que es exactamente? – preguntó con cara de "deja de mentir".
— ¡Y a vos que te importa! — Respondió rápido Saito —No me rompas las bolas que se me hace tarde.

Saito cruzó el umbral de la puerta y se despidió de la foto de sus padres.

Los viejos de Saito habían fallecido. Su padre era militar y había muerto en una misión hace mas de 10 años en un país lejano, fue el quien le obsequio y enseñó a usar la navaja que siempre llevaba encima.

Su madre se deprimió profundamente después de esto y enfermó gravemente. Murió en una tarde de otoño, una tarde que jamás iba a olvidar.
Esa cuchilla era uno de los pocos recuerdos que Saito conservaba de su viejo, ya que nunca estaba en casa debido a su trabajo, y a pesar de eso lo respetaba por que entendía que lo hacia por el bien de su familia.
Aunque fue duro crecer sin ellos, él y su hermana lograron arréglaselas gracias a la pensión de su viejo y al pequeño dojo que abrió Reiko.

El colegio de Saito estaba solo a unas cuadras de su casa, a pesar de esto ya fuese por una pelea o por vangacia, siempre llegaba tarde, y hoy no iba a ser la excepción. Por eso corría lo más rápido que podía por las abarrotadas calles del centro, empujando a quien se cruzara en su camino sin detenerse a disculparse.
Al llegar, el portón del edificio estaba cerrado así que tubo que saltar el paredón, no era la primera vez que lo hacia, así que no le costó mucho.
La ceremonia de graduación fue lo mismo que veía todos los años:

Te entregaban el diploma y según que tan popular eras te aplaudían mucho o poco y por ende cuando Saito subió a recibir el rollito solo lo acompañaron los aplausos de compromiso.

Después de la ceremonia Saito estaba algo deprimido. Aunque no tenía muchos amigos iba a extrañar esa rutina de levantarse todos los días para las cagadas a pedo de los profesores, las peleas con los boludos de la escuela rival y los muchos unos de los exámenes. Apenas podía creer que se había graduado con su promedio de 7.

Luego de unas cuantas despedidas Saito se dirigía a su casa, ya que no tenía ánimos para ir a buscar algún pleito por la ciudad como acostumbraba.

Mientras cruzaba por un callejón que le acortaba el viaje escuchó un ruido extraño detrás de el, inmediatamente se dio vuelta, pero no vio nada.

Camino unos pasos y se detuvo en seco, tratando de oír pisadas, murmullos o al menos algo que delatara a su perseguidor. Cada paso que daba sonaba dos veces y cuando se detenía los sonidos de los pasos "extra" también.
Sintió que algo se movía a sus espaldas. Volvió a voltear para esta vez divisar una pequeña figura algo difusa que corría rápidamente hacia donde éste se encontraba.

No podía distinguir de que se trataba, pero fuera lo que fuera era rápido, muy rápido. En un segundo corto la mochila que llevaba y robo el Bento que estaba dentro, Saito no pudo reaccionar debido a la velocidad de la criatura.

Está con la bolsa en mano se alejo unos metros y empezó a comer sobre un tacho de basura revelando su verdadera identidad:

Se trataba de una especie de gato extraño, ya que a diferencia de los animales comunes este caminaba en dos patas, poseía dos grandes garras afiladas en lugar de manos y unas pequeñas plumas en su cabeza.

— ¡Hey gato, devolveme eso! — gritó Saito, el felino lo ignoró, estaba absorto devorando un bola de arroz.
— ¡Gato de mierda! no te hagas el boludo— este último grito había logrado llamar la atención del pokémon que lo miraba fijamente con ojos asesinos.
—Sí, a vos te estoy hablando, devolveme eso— dijo señalando lo que quedaba de su almuerzo.
—Siempre me pasan estas cosas, un dia que no me quiero cagar a piñas con nadie me pasa esto…
El felino se incorporo e impulsándose con la pared que tenia detrás salio despedido como una bala hacia Saito. Cuando paso por su lado extendió su garra, parecía querer cortarle el brazo, pero rápidamente el chico saltó hacia un costado tratando de esquivarlo. Aunque no logró hacerlo a tiempo y recibió un gran corte en el antebrazo.
Una vez que el gato toco el suelo Saito pudo ver como de la garra que lo había cortado goteaba un poco de sangre, el felino se lamió la cuchilla sin dejar de mirarlo con una sonrisa desafiante, agitó su zarpa hacia el piso limpiándola del liquido, machando el piso de una pequeña línea roja.

Saito con una mano en la herida se dio cuenta de que no era un corte muy profundo y aunque dolía bastante, sacó su navaja del bolsillo.
—Yo te voy a enseñar cuantos pares son tres botas, veni, haber si sos tan macho— lo reto.
Inmediatamente el felino corrió hasta él a una velocidad endiablada con una garra alzada, saltó y lanzó un zarpaso al pecho de Saito, éste con un rápido movimiento golpeo con su cuchillo la garra de la pequeña bestia repeliendo el ataque, el animal volvió a arremeter, pero con el mismo desenlace.
—¿Eso es todo lo que tenés? ahora me toca a mi— dijo Saito, preparándose para atacar.

Lanzó varios cortes en diferentes direcciones, pero al pokémon no le costó demasiado bloquearlos. Viendo esto, el chico empezó a aumentar la velocidad del ataque, un sonido metálico sonaba cada vez que las cuchillas chocaban. Segundos después notando que se le cansaban los brazos y era inútil seguir con la misma estrategia Saito dio un pequeño salto hacia atrás y ceso el ataque.
Advirtiendo esto el gato vio su oportunidad y miro fijamente al muchacho de una manera diferente a como venia haciendo, sin darse cuenta Saito bajo sus brazos lentamente.
—¿Que MIERDA PASA? NO ME PUEDO MOVER— pensó desesperado – que verga me hizo este bicho, movete cuerpo, vamos ¡MOVETE!— gritó a su interior, pero su cuerpo no escuchaba sus suplicas. El Sneasel ataco al indefenso humano causándole una gran herida en el pecho.
Gracias al dolor de la herida Saito pudo volver a moverse, sabia que sino terminaba la pelea rápido no iba a tener chancees de ganar. Las siluetas de los objetos empezaban a perder su forma, estaba perdiendo mucha sangre.
Sin pensarlo Saito flexionó sus piernas y cambió la manera de agarrar su arma de manera que el cuchillo quedara al contrario de la forma tradicional de sostenerlo (con el metal apuntado hacia el suelo). El gato corrió a rematarlo y en el momento en que estuvo al alcance del chico este estiró sus piernas y levantando la navaja con un movimiento ascendente realizo su técnica.
—GREAT UPER CUT!— gritó el joven.

El Sneasel trato de defenderse colocando con sus garras en forma de cruz, pero la fuerza del movimiento fue demasiado grande, rompiendo su defensa y causándole un gran tajo en su pequeño cuerpo.
—Todo término— dijo satisfecho Saito.

Pero para su sorpresa el felino volvió a incorporarse con un gesto de dolor en su rostro. Su sangre escurría por la herida y manchaba con pequeñas gotas el suelo.
—Sos duro de pelar— acotó —entonces decidamos el ganador con el siguiente movimiento— dijo Saito sabiendo que su cuerpo y el del Pokémon no podrían mantenerse erguidos por mucho mas tiempo.
Ambos corrieron el uno hacia el otro y con las pocas fuerzas que les restaban, lanzaron su último ataque.
Tanto las garras de Sneasel como la navaja de Saito se habían detenido milímetros antes de los cuellos de ambos.

Se miraron fijamente por unos segundos y bajaron sus armas al darse cuenta que no valía la pena seguir. Habían dado lo mejor de si mismos y con eso era suficiente.

—Peleaste bien gato— le dijo Saito mientras se sentaba.
—Snee— dijo el felino en un intento de responder.
—Mi nombre es Saito, un gusto— dijo dándole la mano, acción que el Pokemon retribuyo dándole la garra
—Veo que andas con hambre, mi casa no queda muy lejos algo te puedo dar si querés— trato de convencerlo Saito —Además no te puedo dejar así con esas heridas, tengo kilos de vendas en casa gracias a que mi hermana que me caga a palos todos los días, deci que no te encontró ella vaya a saber que te hubiera pasado— río el joven.
El Pokemon asintió de malagana, comida gratis ¿Quién rehúsa una comida gratis?

Así Ambos emprendieron el viaje hacia la casa, pero lo que Saito no sabia era que este incidente iba a marcar un futuro diferente para el y su nuevo amigo….

Mientras la luna pintaba de blanco el paisaje urbano de Goldenrod City, dos Hombres se camuflaban en la oscuridad de la noche. Parecía que estaban juntos ya que llevaban el mismo uniforme.

Sin aviso una melodía empezó a sonar lo cual causo un pequeño terror en uno de ellos. La otra persona metió la mano es su bolsillo y saco un pequeño aparato, lo abrió y comenzó a hablar.

-….

-Si, aquí el agente cuarenta y cuatro- confirmo con tono formal.

-…..

–Negativo, no hemos encontrado señales del objetivo- respondió - pero los ciudadanos han confirmado nuestras sospechas, se encuentra en esta ciudad.

-…..

-Enterado, continuaremos con la búsqueda, cuarenta y cuatro fuera- dijo cerrando el aparato.

CONTINUARA….