Después de un tiempo me animé a subir esta historia. Los personajes pertenecen a Cressida Cowell y a DreamWorks. Lo único que yo he hecho ha sido "cambiar" la historia original para poder hacer una pequeña historia con moraleja. Así, se me ocurrió recontar la película con una nueva historia. Este fic consta de diez capítulos (once con prólogo) que iré subiendo poco a poco. Espero que les guste :)
PRÓLOGO
La quietud de la noche se vio interrumpida por una incesante y escandalosa alarma de emergencia que se oía por cada rincón de aquella isla alejada de la mano de Dios; junto a ella, varios focos de luz iluminaban cada rincón del cielo oscuro de rojo, haciendo desaparecer de la vista humana las estrellas que adornaban aquel cielo despejado. El edificio blanco — que era la gran parte de aquella pequeña isla — estaba lleno de movimiento en su interior. Más de dos docenas de hombres corrían por toda la construcción con fusiles en sus manos, preparados para disparar ante cualquier ruido o movimiento sospechoso a su alrededor. La alarma les causaba a todos un dolor de cabeza inexplicable, pero eso no logró que perdieran su concentración; el miedo que sentían ante aquel que había causado todo esto era mayor que cualquier molestia que pudieran sentir. A pesar de la rigidez de sus músculos a causa del pánico, ellos seguían trotando por los pasillos y sujetando con fuerza y decisión las armas.
De pronto, la alarma se calló y con ella, las luces desaparecieron, devolviendo a ese desamparado lugar el silencio con el que se había presentado la noche. Un grupo de cinco hombres ignoraron este hecho (aunque agradecían que ese insufrible sonido parara de una vez) y siguieron andando. Sólo uno de ellos parecía no temer a nada y eso les causaba a los otros cuatro más respeto que la bestia que deambulaba a sus anchas por ese edificio. El "líder" de aquel cuarteto pegó a la pared en cuanto terminaron de recorrer ese pasillo y con un gesto indicó a los demás que lo imitaran, ellos obedecieron enseguida y él, esta vez, hizo un gesto para que se mantuvieran callados. Hincó la rodilla derecha en el suelo y empezó a apuntar hacia al frente, susurrando palabras como: "Ven aquí" o "Ya está". Los otros nada más estaban preparados para disparar, pero sólo si él se lo mandaba a hacer.
Entonces, se escuchó un ruido. Una respiración profunda que, alguna que otra vez, estaba acompañada de un gruñido, junto a ella también se oía pasos tan pesados que parecía que el suelo temblaba como si hubiera un terremoto. Los cuatro hombres bajaron un poco las armas, armándose de valor y pensando elogios para restablecer sus fuerzas. Sin embargo, el hombre que mandaba en ellos no se movió, se mantuvo quieto, esperando... Esperó, esperó, esperó... Y, finalmente, llegó. Una gigantesca figura negra, que se confundía con el ambiente por la oscuridad de la noche, se dejó ver ante los cinco presentes, aunque poco pudieron disfrutar de su vista, porque el hombre disparó antes de que al animal le diera tiempo a reaccionar.
La bestia, aún así, pudo evitar que el disparo le diera en el hocico, con un ágil salto de lado, pero resultó herido en su pata derecha, la cual empezó a sangrar inmediatamente. El dolor que sintió hizo que rugiera con todas sus fuerzas a los cinco hombres, haciéndolos caer por el impacto. Algunos soltaron las armas y se cubrieron la cabeza con las manos, otros temblaban viendo los dientes puntiagudos del monstruo, pero el líder no hizo nada de eso. No, él miró a ese animal a los ojos, esos ojos verdes que ahora sólo dejaban ver odio e ira. Sin esperar a otro ataque más, la gran figura salió de ahí corriendo (cojeando). El líder gruñó al ver cómo se escapaba y cómo sus hombres seguían en el suelo, temblando como cobardes. De uno de sus bolsillos sacó un walkie-talkie, y con su voz dura y autoritaria, habló:
—¡Señor, la bestia se escapa!
Segundos después, más centenares de hombres salieron de la nada y rodearon el lugar, por dentro y por fuera esta vez, apuntando en todas la direcciones que estaban a su alcance. La bestia se dio cuenta de esto y gruñó al ver cómo sus posibilidades de escapar se empezaban a reducir a nada. Aún así, siguió corriendo, aguantando el dolor de su pata. Llegó hasta una de las muchas compuertas que ahora se estaban cerrando con rejas metálicas, al igual que las ventanas. Paró en seco al ver a más de veinte hombres delante de una puerta que aún estaba a medio cerrar. Todos los apuntaban con armas, las cuales oyó cargar al unísono. Uno de los hombres empezó a gritarle:
—¡Vamos, quédate quieto, monstruo! ¡No muevas ni un músculo más!
El mencionado sólo gruñó por el trato que estaba recibiendo por su parte y avanzó un paso, plantándole cara a todos.
—¡He dicho que no te muevas! ¡Como te muevas, disparamos!
El animal miró a todos los hombres que estaban delante de él, apuntándole sin un ápice de sentimiento en sus ojos. Así lo había mirado siempre, como una bestia, como un monstruo. Gruñó sacando los dientes y mostrándoselos a todos los presentes, que ante esta imagen retrocedieron un par de pasos, para proteger su vida. Él era demasiado orgulloso como para dejarse mandar por ellos, así que volvió a dar un paso, esta vez ensañando los dientes.
—¡Te dije que quieto, monstruo! — Le gritó el hombre, enfurecido por el comportamiento del animal. Le apuntó con su arma y se preparó para dispararle.
Si aquí hay un monstruo...
El hombre terminó de apuntar al hocico del animal para luego poner el dedo en el gatillo y empezar a apretarlo. Mientras, la bestia respiró hondo.
...son ustedes.
—Señor director, ¿está seguro de esto? — Preguntó algo nervioso el joven de cabello castaño y ojos azules, mientras sostenía un arma, aunque por su apariencia parecía una de esas cámaras que los directores de Estados Unidos utilizaban para sus películas.
—Por supuesto. Ese monstruo es muy listo, nosotros que somos humanos no podemos ser menos.
—Pero han muerto ya muchos de nuestros hombres por culpa de eso, ¿por qué sigue mandando más?
—Porque siempre, para cada plan, debe haber una presa. — El director sonrió al novato con sus dientes, más afilados que los de la propia bestia.
Al joven se le heló la sangre con esa respuesta. Todos sus compañeros le habían advertido que el director era una persona frívola, sin sentimientos y egoísta, pero nunca pensó que llegaría a derramar sangre por su propio beneficio. Un estallido lo sacó de sus pensamientos.
—¿¡Qué fue eso!? — Gritó el joven mirando hacia la puerta. Ésta se abrió dejando ver a un hombre, malherido.
—Ha... Ha escapado... — Dijo sin aliento, desplomándose en el suelo sin fuerzas.
—¿¡Se encuentra bien!? — Gritó el novato, intentando correr hacia él, pero el Director le cogió por el brazo para pararlo.
—¡Quieto, olvídate de él! — Le dedicó una mirada de enfado al hombre que estaba en el suelo. —Panda de inútiles... ¡Tú, Insúa, colócate en tu sitio!
Insúa ordenó las órdenes del Director, aunque estuviese en contra de ellas. Se colocó cerca del arma y empezó a mirar a través la mira telescópica. De pronto, una sombra negra pasó ante sus ojos.
—¡Ahí está! — Gritó enfurecido el Director. —¡Dispárale a un ala, así no podrá volar más!
Insúa no necesitó que se lo repitieran. Rápidamente, preparó el arma para disparar. Esa criatura, para sorpresa de él, no se alejaba de la isla, es más, parecía querer volver a entrar. El muchacho no quería volver a oír al Director gritándole o insultándole, así que se decidió por disparar en cuanto el animal se quedó quieto en el cielo, mirando en todas las direcciones.
—Ya te tengo... — Susurró el joven, apuntando a una de las alas gigantescas que salían del ala del animal, pero éste se dio cuenta de la presencia de esos dos a través del cristal y volvió a sacar los dientes. Se alejó rápidamente de ahí, dando una vuelta en el aire, e Insúa disparó pues sabía que habían sido descubiertos y que no había más oportunidades.
Sin embargo, las cosas no salieron planeadas y, en vez de darle a una de las alas grandes, disparó a la cola de la bestia, la cual rugió de dolor y se fue volando rápidamente de ahí, fundiendo el negro de su piel con el del cielo nocturno. El Director vio cómo uno de sus animales se escapaba... Y el más importante de todos, por si fuera poco... El Director gritó enfadado, lanzando mil maldiciones al aire e insultos contra sus empleados. El animal los oyó, pero los ignoró, siguió volando lo mejor que podía, balanceándose en el aire por el dolor.
Finalmente, no pudo más y se dejó caer, afortunadamente, en tierra firme. Jadeaba sin parar por el sobreesfuerzo que había estado realizando y gateó lentamente adentro del bosque que se encontraba cerca de esa playa en donde había aterrizado. Mientras avanzaba, agudizó sus sentidos. No más humanos... Se decía mentalmente, antes de desplomarse en el suelo, haciendo que rugiera de dolor. El animal intentó levantarse, pero fue en vano; estaba cansado y malherido. Al menos, ya estaba lejos de aquel horrible lugar, pero el que sólo él hubiera escapado no había sido suficiente para él. El cansancio se apoderó de su cuerpo y su vista empezaba a volverse borrosa. No pudo más, así que se dejó llevar y la oscuridad lo invadió todo para él.
