¡Hola! No soy nueva aquí, de hecho ya llevo muchos años leyendo, pero este es el primer fic que publico, al menos de Twilight... Espero que les guste, y si no pues háganmelo saber, con gusto tomaré sus críticas y comentarios para mejorar mi trabajo. Es un fic inspirado en el medioevo, espero que les guste.

El reinado de los Cullen.

El paisaje era de un verde tan intenso que casi calaba a la vista, decidió mejor apartarla y contemplar el bonito vestido que llevaba, era de un carmín muy intenso que con la luz resplandecía en un rojo muy vistoso, estaba adornado con perlas y tenía las mangas largas en pico, traía una "B" de oro en el cuello, adornada igualmente con perlas y su bonito tocado francés, a la moda, como debía esperarse. Esa tarde era soleada, algo muy raro en Londres además hacía bastante calor, y dado que el clima siempre era húmedo, hacía que sudara copiosamente, cosa que le molestaba bastante.

En realidad no entendía que hacía allí, ella sabía que la solicitaban en la corte londinense, pero seguía ignorando el porqué, ¿Para qué querrían a una joven de 15 años? lo único que recordaba era la carta de su madre pidiéndole que acudiera urgentemente al lugar. Como le pidieron guardo todas sus cosas en sus baúles y se despidió dolorosamente de su hermana Alice. Ella era lo único bueno que tenía, la única cosa que realmente adoraba en su vida, y ahora la separaban de ella, eso no era justo, pero aún así la comía por dentro la ansiedad de saber por qué la citaban con tanta urgencia en Londres.

Llevaba ya tres días viajando, y al fin estaba llegando a su destino. Un golpe la sacó de su ensoñación, habían pasado por una roca, la cual rompió la rueda izquierda de la parte trasera. Más molesta aún por la avería bajó del carruaje con majestuosa gracia y se dirigió a Michael Newton, su paje.

-¿Qué ha sucedido, señor Newton?-Preguntó de la manera más cortés, pero dejando entrever su desagrado por la situación.

-Una de las ruedas se ha roto- Respondió con precaución-Pero en unos momentos la arreglaré, se lo aseguro, usted no se preocupe de nada el paje apurándose a arreglar la rueda.

Mientras el paje arreglaba el carruaje Bella decidió dar un paseo por los alrededores, al fin no quedaban mas que 4 horas para llegar al castillo, y ella deseaba conocer los alrededores antes de tener que enfrentarse a las hipocresías de la corte. Ella jamás había gustado de la vida cortesana, pero debido a la posición social de su familia, se veía obligada a vivir como tal. Lo único que deseaba era una vida libre y tranquila en un campo alejado de todo aquello, viviendo como una pueblerina más, y no como una hipócrita enjoyada esperando agradar a todo el mundo, mientras hablaban de ella a sus espaldas. Algún tiempo pensó en escapar de Francia y con su dinero comprar una casa en el campo aledaño, pero al final desechó esa idea, pues su hermana la necesitaba con ella, su hermana…Cuánto la extrañaba, pero sabía que Alice jamás aceptaría vivir con ella alejada de la corte, cuán diferentes eran, mientras ella soñaba vivir libre, Alice prefería estar en la corte, cortejando al mejor postor para subir su estatus social, ¿Cuándo dejaría de pensar así su hermana? Tal vez nunca, le molestaba tanto la forma de pensar de su hermana que siempre terminaban peleadas por ello.

Decidió alejar esos pensamientos, y comenzó a caminar por el prado que se extendía ante ella, había gran variedad de flores silvestres, que ella no conocía, a pesar de haber nacido en Inglaterra y haber pasado allí su infancia, no recordaba nada, excepto Francia.

Siguió caminando durante un tiempo, cuidando de no caer, afortunadamente no había llovido el día anterior, por lo que el prado estaba seco, de no ser así, seguramente su vestido se habría arruinado desde el inicio. Decidió regresar con Newton, para ver si el carruaje ya estaba listo.

Al llegar encontró a Newton dando los últimos toques, y aceptando su mano subió nuevamente al carruaje, y el mismo empezó otra vez su recorrido. Sabiendo que tardarían mucho tiempo en llegar, decidió continuar con su costura mientras daba rienda suelta a sus pensamientos.

El carruaje se detuvo y Bella se dio cuenta de que habían llegado, frente a ella se extendía un enorme castillo, de belleza única, concurrido por mercaderes y sirvientes, tal vez no era el más hermoso de los castillos, pero sin duda, era uno de los más bellos que había visto. Pasaron por encima de la puerta y entrando vio a sus padres y a su tío esperándola, los primeros con alegría, y el último con cierto desagrado, decidió que sería conveniente ignorarlo y tratarlo con cortesía.

Bajó del carruaje y fue al encuentro con su madre quien se mostró un tanto fría, su padre la recibió con más cariño y su tío simplemente le dirigió un saludo formal.

-Bienvenida seas Isabella, te esperábamos con ansia-Dijo fríamente su tío.

-Me llamo Bella, espero que no sea necesario recordárselo en un futuro-Respondió de igual modo.

-No importa, por favor, sígueme-Su tío dio una vuelta ágil y caminó rápidamente por uno de los pasillos principales- Quiero que te comportéis, y demuestres que eres una joven educada y que merecéis estar en la corte inglesa, te voy a presentar a la reina, así que por favor dadle una buena impresión y dejad tu torpeza a un lado.

Siguieron el camino en silencio, su tío le había pedido algo realmente difícil, desde que tenía memoria Bella era una persona especialmente descuidada, se tropezaba con sus propios pies, tiraba todo lo que estaba a su paso y siempre sufría de alguna herida gracias a sus descuidos.

De pronto su tío se detuvo. Frente a ella estaban unas inmensas puertas de madera, probablemente caoba, las cuales se abrieron y mostraron un salón bastante amplio con colores claros que ayudaban a hacerlo parecer aún mas grande, frente a ella estaba sentada una hermosa reina, de cabellos castaños, recogidos en un perfecto moño; tenía la piel más blanca que había visto, pero su cara se iluminaba por un sonrojo que la hacía ver juvenil, portaba un vestido color índigo, al estilo español, con una capucha que en el momento estaba abajo. La mujer le sonrió con dulzura y la invito a acercarse.

-Bienvenida seas, Isabella Swan, ardía en deseos de conocerte- Saludó con una sonrisa extrañamente cálida.

-Su majestad, es usted más bella de lo que imaginaba, y su cálida sonrisa hace que sea aún más hermosa-Respondió incándose ante ella y dándole un beso en la mano que le extendía.

-Levántate por favor, me han dicho que vienes de la corte francesa-Dijo la reina.

-Así es su majestad, pero he venido a prestarle mis más nobles servicios- Dijo ruborisándose de pronto.

-Estoy segura que así será. Rosalie harías el favor de mostrar sus aposentos a la señorita Isabella- Ordenó de la manera más cordial.

-Por supueso, majestad. Isabella, acompañáme por favor- Pidió fríamente y con desagrado.

-Si no es molestia, me gustaría que me llamasen Bella, mi nombre de pila no me gusta...-Pidió con sutileza mientras un rubor cubría sus mejillas.

-Por supuesto que así te llamaremos, Bella-Respondió la reina con un cariño que parecía maternal.

-Por aquí-Dijo Rosalie señalando una pequeña puerta de caoba.

-Con permiso, majestad- Dijo Bella, despidiéndose de la reina y todas las damas que la acompañaban.

Siguió a Rosalie y entraron a la puerta, hasta ese momento no se había fijado en la belleza de la muchacha, poseía la gracia propia de una bailarina, pero en mayor proporción. Tenía una figura muy esbelta y unos cabellos rubios rizados que llegaban hasta el final de su espalda, poseía unos ojos azules muy penetrantes, una nariz bastante delgada y larga, y unos labios rosados muy pequeños. Sintió vergüenza por primera vez en su vida, siempre le habían dicho que era bonita, pero ahora, en frente de esa muchacha de belleza descomunal, su autoestima se había desplomado. En realidad ella no se consideraba bonita, simplemente aceptaba con agrado los cumplidos. Su figura era delgada, pero tenía las curvas propias de la mujer, sus cabellos eran de un café profundo que con los rayos del sol tomaba matices rojizos, su nariz era respingada, los labios medianos y rosados, sus ojos eran café oscuro, que en ocasiones llegaban a parecer color miel o verde, según la ropa que llevase. Lo único que le gustaba de su cuerpo eran sus manos, pues le parecía que eran muy bellas. Siguió caminando por un estrecho pasillo detrás de Rosalie, hasta una puerta que se hallaba al final del pasillo. Rosalie la abrió con gran majestuosidad, con su gracia inigualable y la invitó a pasar.

-Esta será tu habitación, la que está en frente me pertenece, por si necesitas algo, no dudes ni un segundo en acudir a mí- Rosalie pronunció de un modo tan cortante esas palabras que Bella pensó sería mejor no ir con ella en ningún momento.

-Muchas gracias por tu hospitalidad ¿Podrías concederme un momento a solas?- Preguntó con mucha vergüenza.

-Por supuesto. Dentro de una hora será la comida, llega lo más temprano posible, a la reina no le gusta la impuntualidad.-Dijo con cierta molestia.

-Así lo haré- Respondió Bella.

Seguido de esto Rosalie salió y cerró la puerta tras de sí. Bella paseó por la habitación y la encontró muy bonita, estaba tapizada de un rojo oscuro con detalles en dorado, su cama igualmente tenía un edredón carmín y las cortinas hacían juego. Tenía un bonito tocador con su espejo y todos sus baúles ya estaban allí. Decidió recostarse un momento en la cama, al fin su viaje había sido muy pesado.

Comenzó a sentir que alguien le daba suaves palmadas en la mejilla, entreabrió los ojos y notó que los rayos de sol eran muy fuertes, se levantó lentamente y terminó de despabilarse.

-Al fin despiertas Bella, ya es muy tarde y la comida está por empezar, la reina se molestará si no asistimos pronto- Dijo una bella muchacha que a pesar de su tocado, su cabello sobresalía en abundantes rizos.

-¡Oh! Muchas gracias, en un momento estaré lista, bastará con que acomode mi tocado- Respondió con prisas.-Por cierto, ¿Quién eres?- Preguntó con creciente curiosidad.

-Mi nombre es Ángela, y sirvo a la reina Esme- Terminó su frase y seguido de eso se apresuró a su encuentro.

-Déjame ayudarte con eso, parece que batallas con el tocado-Soltó una risa suave y discreta y comenzó a ayudarle.

Ángela terminó de ponerle el tocado e inmediatamente salieron por el pasillo que anteriormente había recorrido. Pasaron por la sala donde había estado la reina y llegaron al pasillo principal, dieron vuelta a la derecha y enseguida apareció una gran puerta de madera. Lo primero que vieron fue un salón lleno de gente, que platicaban animadamente esperando a que les sirviesen.

-Hemos llegado a tiempo, aún no han comenzado, fue lo mejor, no sabrías qué nos esperaba si hubiésemos llegado tare- Aliviada Ángela comenzó a caminar hacia el círculo de las damas.

-¿Qué hubiese pasado?- Preguntó Bella.

-Pues la reina se hubiera molestado, odia la impuntualidad y más si proviene de sus damas, o sea, nosotras, además no creo que hubieras deseado quedar mal frente a Edward.

-¿Edward?- Bella pensó quién era Edward, hasta ahora no sabía nada de la familia real de Inglaterra, excepto que se apellidaban Cullen, y por supuesto a la reina Esme, con quien había tratado.

-Edward es el príncipe, hijo de Esme y Carlisle, es muy guapo y todas las damas de la corte añoran estar con él, deberías saberlo, ¿Cómo es que sirves a la reina y no conoces la familia real?- Inquirió indignada Ángela.

-Es que acabo de llegar de Francia, y generalmente allá no les gusta hablar de los Cullen...- Respondió Bella.

En ese momento sonó el bastón del paje, quien anunciaba la llegada de la familia real. A la cabeza iba Carlisle Cullen, el rey, era bastante apuesto y parecía muy joven, a pesar de contar con más de cuarenta años, vestía calzas y jubón de un azul oscuro, y una capa a juego con su habitual corona. Seguido de él caminaba con gracia la reina, Esme; quien traía puesto su vestido color índigo y una corona con perlas, y finalmente, tras de ellos caminaba Edward. Era un ser que no parecía humano, podría pasar como cualquier cosa, menos humano, tenía el cabello de un castaño cobrizo, extrañamente desordenado, unos orbes verdes, casi del color de las esmeraldas, vestía jubón y calzas verde oscuro, realzando el color de sus ojos, al igual que sus padres, su tez era muy blanca, caminaba con la gracia de un felino, y su mirada era penetrante. De pronto Edward posó sus ojos sobre Bella, quien sintió cómo un escalofrío recorría toda su espina dorsal, y sus mejillas se ruborizaban furiosamente. El contacto no duró más de un segundo, pero Bella creyó que fueron minutos.

La familia tomó su lugar en la mesa, y seguido de esto todos los presentes se sentaron, Bella no sabía en dónde iba, hasta que Ángela le indicó un lugar junto a ella y otra joven, que hasta el momento le resultaba desconocida. Mientras comía, Bella sentía una insistente mirada, decidió voltear para saber quién era y se sorprendió de ver al príncipe de Inglaterra viéndola fijamente, pero no la veía del modo que ella deseaba, la veía de una manera extraña, casi con odio, ella no entendía el porqué, aún no los habían presentado, tan sólo le había dedicado una furtiva mirada, cómo es posible que sin conocerla en absoluto él la odiase tanto.

Terminó la comida, y un paje anunció a Bella que su tío la quería ver. Bella siguió al paje y la llevó a una sala privada, donde su tío la esperaba.

-Me mandó llamar señor- Preguntó Bella, aunque con tono de afirmación.

-Sí, no te hemos llamado aquí por una simple razón, quiero que te cases, y no que te cases con un cualquiera, quiero que te cases con el príncipe- Dijo su tío exigencia.

Bella sintió que su mente se bloqueaba, tal vez había escuchado mal, ella no podía casarse con el príncipe, definitivamente no.

-Pero…Señor, ¿Cómo me voy a casar con el príncipe?, eso no es posible, yo no podría, él no…

-Claro que puedes y lo harás- La interrumpió su tío- El rey está muy enfermo, tal vez muera, es cuestión de un mes o menos, la reina está muy cansada y no podrá con el país, por lo que Edward será rey y por lo tanto necesita alguien que le apoye, y ese alguien serás tú-Sentenció de manera fría.

-Pero yo no puedo hacer eso, él jamás se enamoraría de mí, yo no soy quién para casarme con él, yo no quiero hacerlo…-Murmuró Bella.

-Lo vas a hacer quieras o no, esto no es por amor, deberías saberlo. No seas estúpida y quítate esas ideas de la cabeza. Vas a hacer que se enamore de ti, o por lo menos hacerle creer que te ama, y te casarás con él. Si no eres capaz de hacerlo mandaré llamar a tu hermana, estoy seguro de que ella sí está dispuesta a servirle al país- Dijo con tono de sorna su tío.

Bella meditó lentamente esas palabras, no le agradaba el tono que usaba su tío, ella no quería exponer a su hermana, pero mucho menos quería exponerse así misma.

-¿Pero por qué yo? ¿Por qué no elegiste a Alice?- Preguntó exasperadamente.

-Sencillamente, Alice es muy caprichosa, y además ambiciosa, el príncipe espera una mujer sencilla, encantadora y que corresponda a sus gustos, tú te apegas más que Alice, ¿De qué otra forma crees que te hubiera elegido?-Contestó burlonamente-Quiero que mañana encuentres un pretexto y comiences a amistarte con el príncipe, y es una orden, ahora retírate.

Sin decir una palabra más su tío se puso a leer unos papeles, sabiendo que Bella no tenía más que hacer allí se retiró. ¿Cómo iba a enamorar al príncipe? Eso no lo sabía, su hermana era muchísimo más bella, carismática, no sería un trabajo difícil, pero ella no era así, su torpeza le quitaba gracia, además de ser tan distraída que llegaba a pasar por tonta. Eso era imposible, jamás lograría enamorar al príncipe.

Seguía pensando en ello cuando de pronto, se tropezó su propio vestido, bajo ella había una escalinata, iba a caerse, era seguro, sintió como su cuerpo por fuerza de la gravedad iba bajando y cerró los ojos, seguro el golpe le iba a dejar más de una contusión, pero nunca llegó…

-Debería tener más cuidado, milady-Dijo una voz sedosa, pero firme y con un tono tan grave que jamás había escuchado en un hombre.

-Gracias-Bella alzó la cabeza y se encontró con quien menos esperaba, Edward Cullen…