Una Retorcida Historia de Bien y Mal.
París, Francia, 24 de Diciembre de 1980. Víspera de Navidad.
Una mujer de unos 35 años, de cabello negro rizado, ojos color miel, tez pálida, labios inusualmente rojos, bastante delgada y estilizada depositó a una bebé de tan solo un año y un par de meses en una cunita blanca con mantas verde limón, la habitación se hallaba pintada de blanco y poseía una franja en el medio con imágenes infantiles de colores que cambiaban constantemente, colgando del techo, unos móviles con mandrágoras eran rodeados por pequeñas figuritas voladoras de duendecillos de Cornualles. Una suave música clásica inundaba la espaciosa habitación en cada rincón, llenando el ambiente de calma.
—¡Hannah! ¡Hannah, hija, ven aquí! —Un fuerte grito rompió la quietud de la gran mansión.
—¡Ya voy, madre! —En respuesta, unos pequeños pasos se acercaron con rapidez a la habitación de la bebé, donde la pelinegra esperaba.
—¡Qué lindo te luce el vestido, hija! ¿Es el que te trajo papá de Escocia, verdad?
—Sí, madre…— La radiante sonrisa que la quinceañera mostró a su madre fue la confirmación del encanto que le produjo el vestido— ¿A que es precioso?
—Mas hermoso que el vestido eres tú, hija —La mujer mayor sonríe, dejando a la vista su espléndida dentadura.— ¿Podrías sacar el vestido de marinera de tu hermana, por favor? Mientras yo le prepararé el baño.
—Claro, madre…—La mujer ingresó al baño adjunto a la habitación de la pequeña mientras su hija sacaba la ropa de su hermana del armario pintado de perfecto blanco que se encontraba en la esquina contraria a la entrada.
De pronto, se oyó un vaso estrellándose en el suelo y unos aplausos y grititos ansiosos proveniente de la cuna, volteó a ver a su hermana y se acercó a ella, hablándole con dulzura.
—¿De modo que a la pequeña Marie le gustan los vasos rotos? —Y cogiéndola en brazos, caminó con ella hacia la ventana, que la pequeña tocó con sus pequeñas y blancas manitas, que de pronto se rompió en mil pedazos. La hermana le observó sorprendida, inmediatamente, la bebé aplaudió y rió. Observando una gruesa rama de árbol que se adentró en la habitación. El "pequeño" Roble que crecía junto a la ventana, ha crecido de pronto, tomando unas dimensiones que sólo un árbol adulto podría tener, con un follaje de impecable verde, fuerte y muy hermoso. La pequeña se revolvió entre los brazos que la aprisionan, demandando atención. Hannah entonces desvió su mirada hacia la bebé y, dejándose caer al suelo y soltando a la pequeña, gritó:
—¡¡Mamá!! —La aludida salió hecha un bólido del baño y miró a su hija mayor, que se encontraba en shock, y a la pequeña caminando, con una larga melena roja. Al verlo, el saludable sonrojo de sus mejillas desapareció
—¿Q-qué…?
—Marie…ella…controla su magia…sin…sin varita…
—No puede ser. ¡De seguro es magia accidental!
23 de Enero de 1981. Malfoy Manor.
Un hombre con capa negra se haya sentado en una butaca individual de cuero negro, con una copa de vino tinto sujeta en sus manos, y los brazos apoyados en los reposabrazos. El fuego ardiente de una chimenea frente a él brindaba el sitio perfecto para fijar su mirada, de manera que sólo es posible observar su cabeza desde la puerta. Una mujer, respondiendo a la orden de entrar, se arrodilla cerca de la puerta, reverenciando al hombre sentado.
—Jane, Jane, Jane… ¿Qué te trae por aquí sin ser llamada?
—Mi señor, he venido a ofrecerle a mi hija menor, Marie, a su servicio…—La voz profunda del hombre inquiere:
—¿De qué podría servirme una mocosa de un año, mi querida Jane?
—Mi…mi Lord, ella…podría serle útil…
—¿Util? ¿Para qué?
—No sé cómo, alteza, pero ella puede…ella puede hacer magia sin varita…
—¿Estudiaste el caso? puede que sea magia accidental…sabes que no me agrada que me hagan perder el tiempo…
—Lo he estudiado a cabalidad, su señoría, controla las cosas como ella desea…crecimiento de árboles, movimiento de objetos, energía. Y además heredó el don de su padre…
—Interesante…déjame estudiarla…¡¡Tráela de inmediato!!
—Sí…sí, señor —Tras bajar el rostro una vez más, Jane se levanto sin dar la espalda a la butaca y salió tras la puerta.
3 de Octubre de 1997. Hogwarts, pasillo norte de la mazmorra.
—Ya te dije, Malfoy, no te entrometas — Una muchacha de cabello negro rizado y ojos color miel, pálida y con sensuales labios rojos apoya un índice entre las clavículas de un joven rubio platinado y ojos grises acorralado contra la pared. Tanto el rostro como el tono de la mujer refleja cierto grado de ira y frialdad, amenazante.
—¡Por favor, Marie! ¡Sabes que necesitas mi ayuda! —El tono del joven es algo divertido y la media sonrisa de suficiencia en su rostro se acentúa.
—¿Quién te crees, Malfoy? —Su tono se torna cada vez más rudo.
—Tu prometido, por supuesto, querida —Las manos del joven se apresuran a coger la cintura de la mujer, posesivamente, apegándola a su cuerpo.— El diamante que pende de tu cuello lo demuestra— Observa sin disimulo el escote de la mujer, donde se encuentra, colgando de una fina cinta de platino, un anillo de compromiso del mismo material con un deslumbrante diamante negro coronándolo. La joven se sonroja sin poder evitarlo.
—¡Pues eso no te da el derecho de entrometerte, hurón! —El platinado acerca sus apenas rosados labios a los rojos que le reclaman, aún mostrando su sonrisa habitual.
—¿Ah, no, pequeña ratita…?
—¡Espérame acá, Harry, iré por Hermione, estoy seguro de haberla visto merodeando por aquí! – El fuerte grito interrumpe la conversación del mago y la bruja.
—¡Te espero en la salida, Ron!
-—¡Voy!
—…Parece que no podremos continuar nuestra agradable conversación, querida. Te veo a las 22:00 aquí mismo —Acaricia el contorno del rostro de la pelinegra suavemente con su nariz, llegando su oído, donde susurra con suavidad, antes de soltarte abruptamente.— No faltes —Sin más palabras, se aleja caminando, tan elegantemente como un gato. Dejando a una perpleja Marie sonrojada y agitada.
—¡Hermione!
—¡Ya voy, Ronald! —De la esquina de un pasillo cercano al pelirrojo, aparece una muchacha de cabello castaño y rizo, amables ojos miel, mejillas sonrosadas y labios curvados en una suave sonrisa.
—¿Dónde estabas?
—Yo estaba…hum…caminando —Muestra una inocente sonrisa acompañando sus palabras.
—¿Por las mazmorras? —Ron la observa con una ceja levantada y serio.
—Pu-pues yo…dejé mi libro de Pociones olvidado antes del almuerzo en el aula y pues…estaba buscándolo —Aún con su más gloriosa sonrisa de: "yo no rompo un plato".
—¿Y lo encontraste? —Sin creérselo del todo.
—¡Claro!, ¿Por quién me tomas? —Entrecierra los ojos un segundo, con expresión molesta, y luego toca el bolsillo de su capa.
—¿Y dónde lo tienes? No llevas bolso, ni nada en tus manos —Menos convencido aún.
—¡¿En serio eres mago?!— Rueda los ojos y luego saca del bolsillo que había tocado un pequeño paralelepípedo y su varita, que usa para golpear tres veces el pequeño objeto, que de inmediato se agranda hasta tomar el porte y aspecto del mencionado libro.
—¿Cómo hiciste eso?—Observa el pelirrojo sorprendido.
—¿Qué nunca lees nada?
—Aún no entiendo como sabes tanto…¿Estás segura que tus padres son muggles? —Inquiere el joven, recibiendo de respuesta un golpecito en el brazo, cortesía de una sonrojada Hermione.
—Tonto…— Por toda respuesta, Ron la abraza suavemente con un brazo, mientras caminan al encuentro del moreno.
"¿21:30 ya?...¿Qué hago aquí, en las mazmorras, esperándolo? Sabe que al Lord no le gusta esperar… Claro que a mí no podría torturarme y lo sabe…pero a él…¿Y a mí qué me importa Malfoy? ¡Que lo mate, si quiere!" De pronto, siente unos labios atrapando el lóbulo de su oreja izquierda y unos brazos rodeando su cintura de forma algo ruda, como buscando dejarle una marca. La muchacha pone los ojos en blanco.
—Hola, Malfoy, vamos tarde… ¡¡MUEVETE!! —Se suelta de los brazos del rubio y se pone a su diestra. El joven la observa intensamente.
—Luces tan sexy cuando usas te enojas — La toma de la mano.— Llévame, linda…
—Eres un… —Marie chasquea los dedos y desaparecen. En un pestañeo, la pareja se encuentra en una amplia habitación circular con una chimenea, de espaldas a ellos, un hombre con capa y capucha que ensombrece su rostro, hizo un brusco ademán con su mano, indicando a la pelinegra que se acerque a él, a lo cual obedeció. Mientras, Draco retrocedía hasta unirse al círculo de mortífagos de la estancia.
—Marie, Marie…¿Por qué han tardado tanto?
—Lo siento, Mi Señor, dos sabandijas no querían dejarme ir…debí dormirlos… Malfoy estuvo esperándome media hora… ya sabe usted…él no puede desaparecerse como yo…—Observó al mencionado mortífago con expresión de superioridad.
—Por supuesto, querida, sé lo única que eres… —Le toma de la barbilla con una pálida y huesuda mano de largos dedos y la mira a los ojos, adentrándose en su mente. Al pasar unos minutos, el hombre, aún sosteniendo el rostro de Marie, unió sus pálidos labios a los rojos de ella, sin delicadeza de forma fría, y tomó luego su cintura posesivamente con la mano que retiró de su barbilla, luego observa al círculo de mortíos.
—Severus, ¿Qué planea el viejo chocho? —El mencionado, dio un paso al frente y se arrodilló frente al hombre, mirando los pies de su señor.
—Señor, Dumbledore envió al semigigante a dialogar con los gigantes, sugiero enviar a alguien a ofrecerles un mejor trato… —La risa cruel del cabecilla de grupo retumbó en las paredes.
—¿He pedido, acaso, tu sugerencia, Severus?
—Señor yo…—Antes de terminar la frase, un fuerte crucio alcanzó al profesor de Pociones, quién, aguantando estoicamente el dolor, mantuvo una expresión serie, apretando los puños como único desahogo, en clara señal de no humillarse.
—Drake, tú hazte cargo… —Al ver que su servidor no saciaría su sed de tortura, cesó en su ataque, permitiendo al hombre ponerse en pie nuevamente. Un joven de cabello rubio oscuro junto a Draco le hizo una reverencia al amo de las sombras.
—Mañana mismo partiré, señor…
—Marie, querida, ¿Has seguido entrenando?
—Sí, mi señor, ya puedo romper las barreras mentales sin problemas…
—Bien, pequeña, ahora trabaja en la Oclumancia…Severus, ayúdala.
—Sería un honor, Mi Lord…—Al oír la respuesta de su tutor, la joven se deshizo del brazo del mago oscuro y se arrodilló frente a él, besándole la mano con suavidad.
—Gracias, mi Lord por ponerme tan buen maestro.
—Sabes bien, princesa, que no tienes que arrodillarte ante mí…ni ante nadie —Tomándole la mano, la levanta.
—Gracias, señor.
—¡Malfoy! —La voz asustada del rubio retumbó en la habitación.
—¿Sí, mi Lord?
—¿Cómo siguen los planes de tu misión?
—Sigo buscando un flanco débil, señor…
—Marie, querida, ayúdale. Ya veo que es tan inútil como su padre. —Dirige su mirada a la mencionada mujer.
—Como usted ordene, señor.
—No quiero fallas…
—No las habrá, mi Lord…
—Eso espero, pequeña, eso espero… —Vuelve a recorrer el círculo con la mirada— Es todo por hoy, márchense todos, excepto Bella, Dolohov y McAllister —Obedeciendo al mago, los mortíos se retiraron ordenadamente en fila, reverenciando a su señor antes de salir, menos Marie, quién depositó un suave beso en los labios.
Al salir de la habitación, Marie toma la muñeca de Draco y aparecen en la mazmorra, en la habitación del rubio, al llegar, le suelta.
—Nos vemos, rubito…
—¡Espera! —La toma de la muñeca— Gra-gra-gra-gracias…supongo…
por cubrirme…—Sus pálidas mejillas se tiñen de un fuerte carmín.
—No te acostumbres, no me interesa hacer mañana sola la ronda…
—Claro, claro. Linda, sabes que lo hiciste porque me quieres…
—¿Quererte? —La mujer le observa en una falsa cara de concentración —Tienes razón. Te quiero. Pero te quiero muerto. Por cierto…pensándolo bien, ésta noche me quedo. Voy por mi ropa, ya regreso —Y así sin más, se esfumó. Al regresar, cinco minutos después, observó a Malfoy, de espaldas a ella, con bóxer y sin camisa. Se sonrojo levemente, al verlo, arrugó un poco el entrecejo para volver a su palidez habitual. Él volteó y le sonrío, sin vergüenza alguna, sonriéndole de lado.
—¿Dormirás conmigo?
—No, hurón —Sonrió con superioridad y expresión sombría— ¿Quién dijo que dormiríamos?— El mencionado la observa con curiosidad y su habitual sonrisa de lado, apresando a la mujer firmemente por la cintura.
