Miraculous Ladybug pertenece a Thomas Astruc, la imagen de portada la encontré en google pero no tengo idea del autor, si alguien sabe favor de aclarármelo para agregar sus créditos.
Esta es una adaptación PARCIAL del libro Foreplay (Juego Previo) de la autora Sophie Jordan, por lo que es la misma trama del libro, y hay escenas que estarán calcadas tal cual y muchas otras escenas que serán escritas completamente por mi autoría para hacerla acorde a los personajes de la serie y la trama original que lleva, pueden descargar el libro traducido al español muy fácilmente y es totalmente recomendado.
Si alguien desea adaptar esta historia, utilicen el libro original tal cual vienen las escenas y no hay ningún problema. Pero en este fic, hay muchas escenas y diálogos de mi autoría por lo que no autorizo que la utilicen en ningún otro fandom o página. Prohibido el PLAGIO.
Errores de escritura favor de decírmelo para modificarlo.
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Juego Previo.
Summary
Entre sus estudios, ser Ladybug y su obvio y eterno amor por Adrien Agreste, Marinette Dupain-Cheng es, a sus poco más de 18 años, completamente inexperta. Motivada por la repentina oportunidad de conquistar a su gran amor, decide que debería conocer acerca de cómo besar, tocar y seducir a un chico. Y la única persona que se le ocurre que podría ayudarla a aprender, es su mejor amigo Chat Noir. ¿El problema? Desea al súper héroe demasiado para ser solo su maestro en el arte del juego sexual previo.
Capitulo 1
El humo se elevaba desde debajo del capó de mi auto en grandes columnas, una niebla gris en la noche oscura. Golpeando el volante, estacioné a un lado de la carretera. Una rápida mirada confirmó que el indicador de temperatura estaba muy rojo.
—No puede ser posible —mascullé, golpeando mi cabeza contra el volante. El sonido del claxon estruendosamente alto me hizo apretar los dientes con frustración. Lo que me faltaba, también me quedaría sorda.
El complemento perfecto para este día tan largo y cansado; mi auto arruinado. No basta con estar atiborrada de exámenes y proyectos en la universidad, hacer de niñera con Manon, salvar a Paris cuando había problemas; también tenía que lidiar con un auto averiado.
Supongo que es en parte mi culpa, no debí haberlo elegido en primer lugar. ¡Pero es que era tan lindo! Con la pintura roja y los bordes negros, simplemente no pude decir no cuando lo mire, a pesar de ser casi de la misma edad que yo y tener más kilometraje que cualquier auto que haya conocido. Era el primero que tendría, un regalo de mis padres por mis excelentes notas y la rápida y creciente fama que estaba tomando en la ciudad como diseñadora pese a solo ser una estudiante apenas comenzando su segundo año de universidad. Papá me advirtió que tendría muchos problemas con él, pero luego el Beetle me había prácticamente guiñado el ojo y simplemente elegí ese ente todos los demás en el puesto de autos usados.
Revolucioné el motor con movimientos rápidos y furiosos, esperando que la fuerza evitara milagrosamente que el vehículo se sobre calentara aún más. Agarrando mi teléfono del porta vasos, salí a la fría noche de otoño y me paré muy lejos del auto. No sabía nada sobre motores, pero he visto un montón de películas en donde el auto explotó justo después de que comenzara a humear. No quería correr ningún riesgo.
Miré la hora en mi teléfono. Once treinta y cinco. No era demasiado tarde, podría transformarme en Ladybug para volver en un santiamén… Pero mi auto todavía se quedaría solo aquí en esta horrible parte de la ciudad y eso significaría que podría no estar aquí al día siguiente que viniera a buscarlo, y para mi desgracia no tenía seguro contra robo. Además del hecho de cómo explicarle a mis padres que regresé a casa perfectamente sin la ayuda de un vehículo. La excusa de un taxi era ridícula considerando la lejanía hasta mi casa y lo que costaría el traslado a casa.
Eché un vistazo a la tranquila noche a mí alrededor. Los grillos cantaban en voz baja y el viento susurraba entre las ramas. Todo iba muy bien ese día, estaba manejando de vuelta a casa luego de haber trabajado toda la tarde en casa de mi compañera de equipo para el proyecto de la pasarela de otoño, cuando recordé repentinamente que había quedado con Chat Noir de hacer un poco de patrullaje nocturno. La policía nos había pedido como favor especial que estuviéramos alertas acerca de una banda de delincuentes peligrosa que estaba atemorizando los barrios bajos, y simplemente no pudimos negarnos ante el llamado de la autoridad.
No había tenido más remedio que detener el auto, esconderme en un callejón y transformarme para ir a patrullar, perfectamente consciente de donde me había estacionado para volver después y poder irme a casa.
Habíamos acabado con Hawk Moth hace poco más de dos meses, y ahora solo nos dedicábamos a proteger esporádicamente la ciudad de delincuentes especialmente difíciles de ser capturados por la policía, lo cual era un gran alivio si me lo preguntaban. Simplemente no habría podido soportar tener que lidiar con Akumas mientras pensaba en la montaña de exámenes y proyectos escolares que me esperaban en casa.
En fin, no se me habría hecho tan tarde si no hubiera estado patrullando. Cuando quite la transformación en el callejón más cercano y quise encender el auto de nuevo para por fin ir a casa a descansar, fue que se le ocurrió morir y dejarme aquí varada.
La calle estaba prácticamente desierta, el alumbrado público escueto y viejo titilaba en las calles con sinuosa rapidez, dándole a las paredes unas formas escalofriantemente parecidas a personas listas para atacarte en cualquier segundo.
Me froté los brazos a través de mis delgadas mangas largas, deseando haber agarrado mi sudadera antes de salir esta noche. Me quedé mirando tristemente mi auto humeante. Iba a necesitar un camión de remolque. Suspirando, empecé a desplazarse a través de mi teléfono, buscando camiones de remolque en la zona. Un sonido sordo de algo golpeando en la calle y las sombras de una silueta larga y ancha destellaron en la distancia y me congelé, debatiendo qué hacer. La repentina idea de ocultarme se apoderó de mí, lista para convertirme en Ladybug si resultaban ser los temidos delincuentes que habíamos estado intentando atrapar por más de un mes.
Me moví, situándome detrás de mi auto. No exactamente escondida, pero al menos no estaba de pie a la intemperie, un blanco obvio. Sin levantar la cabeza, cada parte de mí se sentía en sintonía con los ruidos de pisadas acercándose cada vez más.
—Se que estas ahí atrás, ¿estás bien? —la profunda voz pertenecía a un hombre. Gran parte de su rostro estaba en sombras, pero no necesitaba verlo para identificar de inmediato su voz.
—¡Chat Noir! —grité efusiva, y esta vez no estaba fingiendo como cuando decía ser su mayor fan. Prácticamente salte fuera del auto, yendo hacia él con renovadas esperanzas. De toda la ciudad, debía ser la mejor opción que podría haber tenido para encontrarme a solas en una calle oscura y sola.
Porque si, era un gato mañoso coqueto y con tendencias a no respetar el espacio personal, pero jamás le haría daño a un indefenso. Y removería cielo y tierra para ayudarme.
Su rostro se iluminó con conocimiento cuando comprobó quién era, y se acercó aun más.
—Vaya, vaya, princess ¿Pero qué haces en este lugar tan noche? ¿Esperando por mí para rescatarte? —bromeó, sus increíbles ojos de pupila rasgada prácticamente brillando. Nunca lo dije abiertamente, pero me encantaba su vivido color esmeralda.
Estaba tan de buen humor por el hecho de que estuviera aquí que ni siquiera me molestaron sus coqueteos. Tenía años tratando con Chat, tanto como Ladybug como Marinette, y ya era casi inmune a sus filtreos.
Casi, porque a veces a mi corazón se le ocurría saltar desbocado cuando él se acercaba demasiado, pero eso era algo que jamás admitiría, y menos a él.
—Oh, no te hagas tantas ilusiones, gatito, no estaba esperándote —dije rápidamente—. Mi auto se averió cuando venía a casa de estar con una amiga de la universidad. Lo que si es que ahora podrás lucirte como mi caballero de brillante armadura.
—Puur supuesto, princess, estaría encantado de echarte una pata —contuve el bufido ante sus habituales juegos de palabras, y vi como su cuerpo se inclinaba hacia el capó, palpando el seguro para abrir la cubierta y mirar el motor.
Debía ser el peor momento para notarlo, pero sus músculos se veían tan anchos y torneados mientras levantaba el capó, flexionando su cuerpo hacia adelante y dándome una vista panorámica de lo bien entrenado que estaba.
¡Concéntrate, Marinette! Sacudí la cabeza y me aleje un poco para no estorbarle. En los últimos años nos habíamos convertido en algo así como mejores amigos, y realmente había aprendido a apreciarlo. No como Ladybug, sino como Marinette.
—¿Así que crees que puedes arreglarlo? —bajé la mirada hacia el motor como si supiera lo que veía. Mis dedos jugaban nerviosamente con los bordes de mis mangas—. Porque eso sería increíble —y no podía permitirme exactamente un coche nuevo.
Estaba muy concentrado moviendo y tocando un montón de cosas diferentes dentro del capó. Dios sabe qué. Mi conocimiento sobre mecánica automotriz estaba a la altura de mis habilidades para el origami. Volví a estudiar sus rasgos. Algo destelló. Entrecerré los ojos ante el cascabel dorado de su traje, y los dedos me hormiguearon por comprobar si era un cierre o sólo un ornamento.
Porque sí, aun tenía un enamoramiento enorme por Adrien Agreste, pero no estaba ciega. Y tanto convivir con Chat Noir en mis dos identidades debió haberme pegado algo de sus mañas. Aceptaba que me atraía físicamente, como alguien que inspira un montón de cosas en tu interior y deseas que cumpla algunas de tus fantasías, pero que jamás debías confiarle tu corazón. Y el mío ya tenía dueño desde hace años.
La cruel iluminación podría haber resaltado o recogido sus defectos, pero no. Si algo debía aceptar es que Chat no tenía defectos físicos. Era guapo. Simple y llanamente. Mandíbula afilada. Cabello rubio alborotado. Más de un metro ochenta.
Alya lo llama en su blog el eterno casanova. Yo, un gato mañoso.
Él inclinó la cabeza para mirarme.
—Parece una fuga de la manguera del radiador, ¿Traes alguna botella con agua?
Asentí, apresurándome dentro del auto para tomar lo que quedaba del recipiente con agua que siempre cargaba conmigo. Debía ser poco menos de medio litro, pero esperaba que funcionara.
—¿Eso es malo?
Desenroscando el tapón del agua, la vertió dentro de mi motor.
—No tan grave como se ve. Esto va a enfriarlo ¿Supongo que vas a tu casa?
—Sí.
—Llegará. No vayas más lejos que eso o se recalentará de nuevo. Llévalo a un mecánico a primera hora de mañana para que pueda reemplazar la manguera.
Respiré con más facilidad.
—Eso no suena tan mal —no debería costar más que un par de cientos. Hice una mueca. Eso sería casi acabar con mi cuenta. Tendría que ver cómo trabajar unos pocos turnos extras como niñera, o en el peor de los casos pedirles dinero a mis padres. Cerró el capó en su lugar. Metí las manos en mis bolsillos—. Me salvaste de llamar a un camión de remolque, muchas gracias.
—Siempre estoy para ayudar chicas hermosas como tú —dijo galante, aproximándose hacia mí con una sonrisa ladina—. ¿Supongo que ahora recibiré mi recompensa? —preguntó, con su rostro prácticamente a dos milímetros del mío.
—En tus sueños, gatito —balbuceé rápidamente sonrojada, dando un paso hacia atrás e intentando soñar lo menos afectada posible. Chat soltó una risa socarrona.
—Lo anotaré a la lista, entonces.
Ah, la lista. Ese pequeño juego que teníamos desde hace años. Cuando me salvo del evillustrador, después de liberar a Nathaniel del control del Akuma, Chat me había pedido una recompensa por haberme protegido, aunque lo cierto es que yo lo había salvado a él. Cuando lo había visto inclinar su rostro hacia mí me había quedado claro qué quería. Lo aleje de inmediato, recriminándole que un caballero jamás le pedía algo a una dama, y el sólo se había reído y dicho que lo anotaría en su lista.
La situación se repitió después de salvarme del gamer, cuando me puso a salvo en un edificio. Después de purificar el akuma le había dicho a Ladybug que iría a buscar a Marinette, quien era yo misma, que había dejado en un techo y le preocupaba no lograra bajarme. Fue realmente difícil llegar antes que él al lugar, pero lo conseguí con unos buenos segundos antes que apareciera. Y de nueva cuenta, me pidió su recompensa por salvarme, obteniendo la misma respuesta, e iniciando algo así como una extraña amistad entre los dos, donde Chat parecía empecinado en pedirme recompensas por cualquier minúsculo favor, que iban desde ayudarme a mover de sitio la cama de mi habitación cuando él estaba ahí y yo quería redecorar, o servirme de modelo para un diseño en el que estuviera trabajando en ese momento.
Después de tantos años, esa lista ya debía ser interminable.
El silencio se cernió entre nosotros por un momento.
—Bueno, gracias Chat. Nos vemos otro día —dije, sabiendo perfectamente que vendría a mi habitación a molestarme más temprano que tarde. Suele hacerlo al menos una vez a la semana, y siempre se queda algunas horas platicando conmigo.
Otra de las cosas que nunca admitiré, es que me agradan esos momentos.
Ofreciendo un pequeño saludo y un asentimiento de su parte, me metí dentro de mi auto. Me observó girar la llave. Afortunadamente, no salió humo del capo. Al alejarme, me negué a arriesgarme a echar una mirada hacia atrás por el espejo retrovisor, aunque falle en el intento. El seguía parado en el mismo lugar, y podía jurar que veía su sonrisa felina desde la distancia.
Mantuve la puerta abierta mientras el botones entraba a la habitación, con el carrito lleno de aperitivos y bebidas como para alimentar a un pequeño ejército, y sólo estábamos tres en la habitación. Negué con la cabeza, resignada a las excentricidades de Chloé, le agradecí al chico dándole propina por su trabajo y caminé hacia la habitación adjunta dejándome en el enorme y lujoso sofá de tres piezas frente a la cama, junto con Alya que parecía muy enfrascada cepillando su cabello frente al tocador, intentando darle una forma desenfadada y salvaje. Como siempre, Chloé se hallaba rodeada de ropa.
Rihanna resonaba en el aire, la firma musical de Chloé para alistarse para salir. Siempre que la escuchaba sabía que la preparación había comenzado. Dejando mi bebida en la mesa más cercana, llevé un puñado de palomitas a mi boca y la miré mientras se deslizaba dentro de una minifalda. La loca impresión en zigzag en blanco y negro se veía bien en su más que voluptuosa figura de metro setenta y siete. Sonreí, imaginándome usando eso. No era una imagen bonita. Yo medía un metro sesenta y cinco y pesaba sesenta kilos. Parecería una niña usando las ropas de su madre.
A veces me parecía tan inverosímil el hecho de que fuera amiga de Chloé que pensaría que despertaría en mi cama en cualquier momento, en un nuevo día de secundaria donde tendría que aguantar los maltratos y desplantes de la rubia mas mimada de París. Pero dado que eso no había pasado, supongo que me había hecho ya a la idea de que esto realmente había sucedido.
No podría especificar en qué momento sucedió nuestra amistad, son ese tipo de cosas que se van dando tan lentamente que no sabes cuándo es que hubo un cambio. Chloé fue insoportable los primeros años, y luego un día hubo una gran fiesta en su hotel, tanto que incluso la policía estuvo implicada por el ruido y la cantidad de gente que estaba allí. Al día siguiente Chloé no se había presentado a la escuela, ni durante una semana. Y después cuando regresó, lo hizo tan callada y retraída que todos pensamos que los ovnis la habían raptado y ahora sólo veíamos una cascara vacía.
A partir de ahí algo en ella comenzó a descongelarse. Dejo de insultar a la gente, de agredir a los alumnos y de jactarse de ser la hija del alcalde de Paris. Ni siquiera Sabrina o Adrien conseguían hacer que la rubia reaccionara.
"Hey", la llamé uno de esos días, decidida a que la situación no podía seguir así y prefería a la Chloé molesta a este fantasma mudo y de ojos perdidos, "Alya y yo vamos a ir de compras hoy, ¿Quieres venir?"
Jamás olvidare la expresión de su rostro cuando le pregunte. Fue como si deseara aferrarse a esa tabla de salvación, como si no pudiera creerse que aun después de tantos roces entre nosotros yo la consideraría para ir a algún lado. Su boca se había abierto para responder y sin embargo no hablaba, a mi me pareció un momento que quería disculparse por todo lo que me había hecho durante tantos años, pero luego sonrió levemente y asintió.
"Nada tonta, Marinette, ¿Quién mejor que yo para decirte lo que debes usar y lo que no para verte glamorosa?"
No pude evitar reírme de su respuesta, la primera en días que había sido ligeramente mordaz. Y aun así, no me había sentido ofendida. Había algo en su tono que en vez de sentir el insulto, parecía una broma sarcástica.
Alya dice que la razón de su cambio es que comenzaba a madurar y comprender que la vida no era como su padre se lo había hecho ver. Yo creo que algo grave debió haberle pasado para que recibiera ese baldazo de agua fría.
El qué, ella nunca lo ha dicho. Tampoco había preguntado. Nos entendíamos bien, ambas amábamos la moda, fue como una revelación.
—¿A dónde vas esta noche? —pregunté.
—Chaton's.
Alya levantó la mirada hacia Chloé, escéptica.
—No es tu lugar de siempre.
—Blue Pegasus se ha llenado de idiotas —bufó.
—Pensé que eso era lo tuyo —repitió Alya, sonriendo con burla mal disimulada. No pude evitar reírme.
—El año pasado tal vez. Terminé con eso. Este año me interesa más… —movió la cabeza, examinándose en el espejo—… hombres. No más niños ricos de papi para mí —me lanzó una sonrisa vanidosa de nuevo, y yo me mordí la lengua de decir que ella era la personificación perfecta de niña de papi—. ¿Vienes?
Negué con la cabeza.
—Tengo clase mañana.
—Dah, aburrida, Marinette. Empieza a las nueve y media —agitó la cabeza con disgusto, su largo cabello rubio moviéndose al compás y casi brillando bajo las luces de la habitación—. Vamos. Mi clase es a las ocho.
—A la que probablemente faltarás.
Sonrió petulante.
—El profesor nunca pasa lista y me pasarán las notas.
Posiblemente un desafortunado estudiante que se quedaba con la lengua trabada cuando la gran hija del alcalde se acercaba. Seguramente le ofrecería su riñón si lo pidiera.
—¿Segura que no te nos unes? —preguntó Alya ahora mirándome.
Mi mano se congeló en la bolsa de palomitas.
—¿Tú también vas?
Eso sería raro. Alya pasaba la mayoría de las noches con Nino. Asintió. No fue hasta ese momento que noté el vestido de lentejuelas que traía puesto, y el maquillaje discreto de sus ojos y labios.
—Nino está estudiando para un gran examen que tiene mañana, así que ¿por qué no?
Chloé me lanzó una mirada de te-lo-dije.
—Les dejaré la noche salvaje a ustedes dos.
—Oh por favor, estas a nada de convertirte en una solterona —apoyó Chloé—. Vive un poco. Diviértete.
—Está bien —Agité la cabeza—. Tendré mi emoción indirecta a través de ustedes dos.
—Oh, sé honesta. Es por Adrien —dijo Alya acusadoramente mientras aplicaba algún producto a su cabello. Agarró y estiró las hebras hasta que estuvieron en diferentes ángulos, creando un sensual look alrededor de su cara. Lucía como algún tipo de sirena conquistadora.
Me encogí de hombros. No era un secreto que mi corazón pertenecía a Adrien. Había estado enamorada de él desde la secundaria. Habíamos permanecido en la misma clase por años hasta que cada quien tomo su propio rumbo en la universidad, y ese último año no lo había visto más que una sola vez, cuando acompañe a Alya y a Nino al cine y él también había ido, aunque a los quince minutos se había marchado totalmente apenado alegando que le surgió un imprevisto con los negocios familiares.
"No es su culpa" comentó Nino esa vez, mirando hacia ningún punto en especifico casi con nostalgia, "Cuando no son las dos las portadas de las revistas, los viajes de negocios, las reuniones con clientes, la escuela de negocios, el régimen de su entrenador personal… mantener el legado de su padre hace que no le dé tiempo ni para respirar."
Luego de eso no lo había vuelto a ver. Y hablar acerca de cómo su padre fue Hawk Moth y está en arresto domiciliario luego de ser descubierto, está totalmente fuera de cuestión. Es un tema tabú. Adrien no volvió a ser el mismo desde ese momento, siempre recluido en sus actividades y una expresión permanentemente vacía en sus hermosos ojos. Por mi parte, lo único que pude hacer es intentar darle mi apoyo y comprensión, aunque él jamás la pidió de ninguno de sus amigos. Aun así, estaríamos para él cuando estuviera listo para hablar de ello.
Un sonido familiar vino de la habitación. Voltee hacia el teléfono de Alya, que parecía rebotar de lo fuerte que vibraba sobre el mueble. Su rostro prácticamente destelló cuando vislumbró el nombre de quien llamaba antes de responder.
—¡Nino!
Sonreí ante el sonido de la voz de una de mis mejores amigas. Era tan evidente cuanto amaba a su novio, y él la amaba a ella, que a veces sentía un poco de envidia. Ellos eran tan naturales consigo mismos, todo fluía tan bien como si estuvieran diseñados para compenetrarse a la perfección. Yo siempre desee eso.
—¿¡En serio!? —gritó Alya, prácticamente saltando de la silla y corriendo hacia mí, rebotando en el sillón con emoción. Arquee una ceja mientras ella me miraba como si yo me hubiera ganado la lotería—. ¡No puedo creerlo, es genial! Ya era hora que se pusiera los pantalones e hiciera algo por él mismo.
El giro de la conversación me alertó, mi corazón retumbando dentro de mi pecho. ¿Será posible?
—¿Qué está pasando? —la sujeté de los hombros completamente nerviosa, su sonrisa pidiéndome que esperara y guardara silencio para no perderse ningún detalle. Un par de comentarios y exclamaciones más y ella finalmente termino la llamada. No había ni siquiera bajado el teléfono de su oreja cuando ya la estaba asaltando a preguntas—. ¡Alya por favor responde! ¿De quién hablaban?
—¡Pues de Adrien, amiga! —contesto jubilosa—. ¡Chloé escucha esto!
—¿Qué? —respondió vagamente, demasiado concentrada en lograr que sus ojos tuvieran un delineado perfecto.
—¡Alya solo dilo! —insistí.
Mi amiga se rió, entretenida a mi costa.
—Adrien le ha dicho a Nino que planea tomarse unas vacaciones, porque ya no soporta todo el estrés al que está sometido —ahogue una exclamación de sorpresa y Alya continuo hablando totalmente emocionada. Incluso Chloé se sorprendió tanto que su delineado se corrió prácticamente hasta su cuero cabelludo, mientras le preguntaba incrédula si aquello iba en serio. Ni siquiera parecía importarle el desastre de negro de su rostro—. ¿Y lo que es mejor? Nos ha invitado a las tres y a Nino a su casa en Versalles.
La emoción me recorrió y chillé de la emoción, saltando en el sillón mientras gritaba mi buena suerte.
—Bueno. Ahora es tu oportunidad, lentilla —se burló Chloé. Otra de las cosas que me sorprendieron de su cambio fue el hecho de que dejó de atosigar a Adrien y fingir que era suyo. Ahora su amistad era tal cual en la infancia, y realmente me alegraba por ambos. Incluso Chloé genuinamente me animaba a acercarme a Adrien—. ¿Cuál es el plan?
Su pregunta fue como una muerte repentina para mí, que me hizo caer de sopetón en el sofá. Luego llegó el pánico. Había esperado por este momento, pero no me encontraba lista. ¿Cómo podría hacer que me notara? Parpadeé.
—No lo tengo —El Plan era que se enamorara de mí. Ese era el sueño. Eso es lo que pasa en las novelas de romance. De alguna forma. De cualquier manera. Se suponía que pasaría eso. Nunca supe cómo sucedería. Solo que lo haría—. ¿Qué debería hacer? —las miré, indefensa—. ¿Conducir hasta su casa, tocar a la puerta y declararme?
Alya inclinó la cabeza hacia un lado.
—Um, voy a ir con un no. Demasiado psyco.
Chloé asintió y me miró como si estuviera loca por haber hecho la sugerencia.
—No hay el suficiente misterio. A los hombres les gusta un poco de persecución —Alya enarcó la ceja y Chloé fingió inocencia—. ¿Qué? Sé cómo jugar el juego. Cuando quiero que me persigan, lo hacen.
Eso era todo. No sabía cómo jugar el juego. Ni qué hacer para atraer a un chico. No coqueteaba. No salía. No iba con chicos al azar como otras chicas. Metí la cabeza entre mis manos. ¿Por qué no lo había pensado antes? Un poco de experiencia bajo mi cinturón para ayudarme con Adren, porque estaba muy segura de que era una mala besadora. Solo había besado a alguien una vez, como realmente besar. Las otras veces que tuve un choque de labios con alguien fue con Chat Noir y obviamente por una razón poderosa, como cuando logre que saliera del hechizo de Cupido Negro, y ni siquiera me parece que debe contar porque él no me respondió, no hubo movimiento labial y apenas duro unos segundos ¿Qué tan patético era eso?
—No sé cómo jugar el juego —confesé—. ¿Cómo voy a atraer a Adrien? Ni siquiera he besado desde hace años —Levanté dos dedos y miré a mis dos amigas desesperadamente—. Y solo a dos chicos.
Chloé agitó la cabeza como si yo acabara de citar algún tipo de estadística mundial del hambre. Chasqueó los dedos, sonriendo brillantemente.
—¡Pero nada que no podamos arreglar! Todo lo que necesitas es un poco de experiencia.
Mis ojos se abrieron. Chloé había dicho eso de forma tan simple, y supongo que para ella lo era. No carecía de confianza ni de admiradores.
—Vas a salir con nosotras esta noche —anunció Alya, poniendo sus ojos en Chloé. Asintieron a la otra como llegando a un acuerdo sin palabras.
—Sí, lo harás. Y vas a besar a alguien —Chloé se levantó y me miró, sus manos se apoyaron en sus curvilíneas caderas—. Algún tipo guapo que sepa lo que hace.
—¿Qué? —parpadeé rápidamente—. No creo que besar a alguien al azar…
—Oh, no a cualquiera. Necesitas a un chico con una reputación bien ganada. Un buen besador. Alguien que, ya sabes… te enseñe el juego previo.
La miré inquieta.
—¿Quién?
—Bueno. Me han hablado mucho de él y pensaba buscarlo hoy, pero me apartaré por una buena causa. Puedes tenerlo.
—¿Tener a quién?
—El chico del bar de Chaton's. Dicen que es caliente a nivel moja-tus-pantalones.
Alya asintió, sus ojos llenos de concordancia.
—También he escuchado a algunas chicas de mi clase de periodismo hablar de él. Dicen que es guapísimo aunque algo tímido. Pero las que han logrado salir con él afirman lo bueno que es en la cama.
—Entonces, ¿qué? Se supone que solo entre y me acerque a algún prostituto que atiende el bar y diga: "Oye, ¿te besarías conmigo, por favor?"
—No, tonta. Solo ponte disponible. Es un chico. El corresponderá —Chloé curvó las cejas.
—Alto —le lancé una almohada, riendo miserablemente—. No puedo hacer eso.
—¿Por qué no simplemente sales con nosotras? —me engatusó Alya, siempre siendo la voz de la razón—. No tienes que hacer nada que no quieras. No hay presión.
—Pero —insistió Chloé, y levantó uno solo de sus delgados dedos—, si sacamos a este chico del bar y te gusta lo que ves, puedes decir hola. No hay nada malo en eso, ¿cierto?
Me encogí de hombros, desinteresada.
—Sí. Supongo —mirando a mis dos amigas, me sentí caer en su persuasión—. Bien. Iré. Pero no prometo salir con nadie.
Alya se levantó y aplaudió.
—¡Genial! Y solo promete mantener la mente abierta.
Asentí en acuerdo. No había estragos con eso. Al menos podría observar la forma en que todos interactuaban. Los bares son un gran mercado de carne. Tal vez podría aprender qué hacer y qué no. Observar las cosas a las que responden los chicos. Podrían no ser solo faldas cortas y enormes pechos. Esta noche solo necesitaba pretender que Chaton's era una gran cápsula de petri. Como los científicos antes de mí, observaría y aprendería. Y a lo mejor tener algo de diversión en el proceso. Después de todo, ¿quién dice que aprender tiene que ser aburrido?
Nos abríamos camino a través de la gran cantidad de grava. Chaton's era un local que atendía a lugareños y estudiantes universitarios por igual. Había dos entradas. Al ingresar por la parte trasera, pasamos junto a las personas en la cola de la barra de alimentos. El aroma a comida frita llenó mi nariz. Enlazando su brazo con el mío, Alya me condujo hasta una rampa de madera que daba a la sala principal. Una larga barra se extendía contra la pared izquierda. El lugar se hallaba lleno. No había suficientes mesas alrededor, por lo que al menos un centenar de personas se distribuían por la habitación, con sus bebidas en las manos, sus voces provocando un ruido ensordecedor que rivalizaba con la música que se reproducía a todo volumen por los altavoces.
Nos desplazamos en fila, tomadas de las manos, al tiempo que nos exprimíamos avanzando entre las personas. Terminé en el medio, debido a un deliberado movimiento realizado por Alya y Chloé, puedo decir. Algunos chicos intentaron hablarnos, cuando nos abríamos paso entre la multitud.
—¿Por qué no nos traes una jarra y vas escaneando a ya sabes quién? —animó Alya señalando a la barra—. Conseguiremos una mesa.
Estiré la cabeza para mirar alrededor.
—¿Cómo lograrán encontrar una mesa en este zoológico?
Chloé me dedicó una mirada insultada.
—Toma —Alya me metió un poco de dinero en la mano—. La primera jarra va por mí.
—Y la única. No necesitamos comprar nuestras bebidas —Chloé sacudió la cabeza como si las dos tuviéramos mucho que aprender y me hizo un gesto para que me dirigiera a la barra—. Adelante.
Vi como desaparecían en medio de la multitud, convencida ahora de que todo el punto de enviarme a la barra era que entrara en el radar del importante camarero que veníamos a buscar. Caminé entre la multitud, avanzando dificultosamente entre las personas hasta colocarme en la cola, detrás de un par de chicas risueñas.
—¿Es él? —le preguntó una rubia decolorada a su amiga—. Janice dijo que era ardiente, pero Dios mío… eso es quedarse corto.
Su amiga se abanicó.
—Si él perdió el tiempo con Janice, va a pensar que se ganó la lotería con nosotras.
¿Quién habla de sí misma de esa manera? No pude evitarlo. Se me escapó una risa. Me tapé la boca con una mano. La chica de cabello azulado con reflejos blancos me miró por encima de su hombro. Rápidamente dejé caer mi mano y traté de parecer inocente, inclinando el cuello como si estuviera impaciente por pedir mis bebidas y no las escuchara. La rubia le pegó en el brazo.
—Eres tan mala, Mandy.
Mandy volvió la atención a su amiga.
—Bueno, espero llegar a ser mala con él esta noche. Aquí hay dinero —agitó un billete, claramente tratando de ganarse la atención del camarero.
Negué con la cabeza, lamentando cada una de las veces que juzgué a Chloé por su falta de inhibición. En comparación con estas dos, ella era una niña exploradora. Era evidente que discutían sobre el camarero. Me recordé a mí misma que no me enrollaría con nadie esta noche… especialmente no con un camarero con asediado por un montón de chicas hambrientas de atención.
Gracias, pero no. Tenía estándares. No existía ninguna manera de que pudiera contemplar conectar un poco con alguien así. Incluso si me permitiera obtener algo de la experiencia que necesitaba para ganarme a Adrien… Y entonces lo vi. El aire se congeló en mis pulmones. Dio un paso delante de las dos chicas, apoyando los brazos sobre la barra. Oí su voz, grave y profunda, sobre el zumbido constante del bar.
—¿Qué quieren?
Me quedé boquiabierta, incapaz de parpadear. Tenía una vista sin obstáculos de él entre las chicas. La sangre se agolpó en mis oídos. Ese cabello pelirrojo, ahora corto pero alborotado. El cuerpo alto y musculoso, los ojos increíblemente azules y la piel tan pálida como la recordaba.
Nathaniel. A quien no veía desde la graduación del colegio Dupont. Estaba tan cambiado que me pareció increíble el cómo había embarnecido. Debía admitir que se veía bien.
—¿Qué tienes de bueno? —Mandy apoyó los codos en la barra, sin dudar en mostrarle algo de su escote. Él recitó las diversas cervezas de barril, como probablemente tuvo que hacer cientos de veces antes. Su mirada se deslizó a lo largo de la barra al hablar, evaluando a la multitud—. Hmm. ¿Cuál es tu favorita?
Sacudiendo la cabeza con hastío, volvió a mirarla.
—Volveré cuando te hayas decido —sus ojos viajaron de ellas a mí—. ¿Qué quieres tomar? —mi boca se abrió, sorprendida de que se dirigiera a mí, y de que las rechazara con tanta facilidad. Sólo así. Y nada menos que cuando coqueteaban con él. Sus ojos se abrieron con reconocimiento y sonrió, de una manera tan abierta que me sorprendí—. ¿Marinette? —asentí conmocionada, y su rostro pareció iluminarse aun mas de sorpresa—. ¡Pero qué grata coincidencia! Qué bueno verte.
Antes de que pudiera responder, Nathaniel se inclinó hacia mí y me abrazó enormemente, los músculos de sus brazos parecieron prensas alrededor de mi cuerpo. ¿Tanto había cambiado en sólo un año, o es que ya era así desde antes y jamás lo había mirado detenidamente? Estaba claro que el corte de pelo era muy favorecedor.
Mandy me lanzó una mirada fulminante y luego lo enfrentó. Le agitó su dinero en el rostro.
—Disculpa. Nosotras llegamos primero.
Mi amigo se tensó. Suspirando, volvió a mirarlas, su expresión era una mezcla de fastidio y aburrimiento.
—Entonces ordena ya.
Ella se echó su cabello oscuro por encima del hombro.
—Olvídalo. El servicio aquí apesta. Iremos a otro lugar.
Girándose, me empujaron al pasar. Ni siquiera las observó partir. Con su mirada fija en mí, se encogió de hombros y me dedicó una media sonrisa. Me acerqué a la barra, tratando de parecer confiada. Como si fuera a bares todo el tiempo. Apoyó las manos en el borde de esta, inclinándose un poco hacia delante.
—Ahora, ¿En qué puedo ayudarte, Marinette?
Su tono era decididamente más amistoso que el que usó al hablar con las otras chicas, y el calor invadió mi cara. Seguramente era sólo porque nos conocíamos, pero de inmediato las alarmas se encendieron en mi cabeza. Yo sabía que Nathaniel había estado enamorado de mí durante años, y ahora parecía tan evidente el cómo le atraía por la manera en la que me miraba, como si yo fuera la única persona en el lugar.
La realización de eso me hizo echar un paso atrás.
—Umm. Una jarra de Sam Adams.
—¿Identificación?
—Oh —busqué la identificación falsa que Chloé me dio el año pasado, en la única ocasión en que me arrastró a Blue Pegasus. Me detuve sin embargo a mitad del camino, consciente de que él sabía cuántos años tenía y sólo me estaba tomando el pelo.
—Lo siento —me disculpe—, supongo que sabes que sólo tengo dieciocho.
Nathaniel se rió y asintió. Sin dejar de sonreír, se apartó, y luego de un par de movimientos detrás de la barra dejó la jarra llena y una pila de vasos delante de mí.
—Gracias, si tienes un momento libre acércate a nuestra mesa, o llámame, aun tengo mi viejo numero —le entregué el dinero.
—Seguro, por ahora estoy atiborrado de trabajo pero en cuanto pueda iré —se movió a la caja registradora.
En el momento en que se fue, tome una decisión: no podría coquetear con él, jamás. Mi garganta se cerró, presa del pánico ante la perspectiva. Era un gran amigo, y no podría darle ilusiones cuando lo único que deseaba era experiencia antes de ir a por Adrien.
—De acuerdo—murmuré de nuevo cuando me entregó el cambio, dejando caer dinero en el bote de propinas.
Colocándome los vasos debajo de un brazo, sostuve la jarra con dos manos y me zambullí de nuevo en la multitud. Solo que no di dos pasos antes de que alguien tropezara conmigo. La jarra voló de mis manos, dando vueltas en medio de los cuerpos, derramando cerveza por todos lados. Las personas se quejaron, secando inútilmente sus atuendos empapados.
—¡Lo siento! —me disculpé, ante sus rostros ardientes, agradecida de que al menos me las arreglé de algún modo para permanecer seca. Inclinándome, recuperé la jarra de plástico del piso de madera, justo cuando mi teléfono empezaba a vibrar múltiples veces en una rápida sucesión. Lo saqué de mi bolsillo y leí el mensaje.
Alya: Encontré una mesa. ¿Todavía en la barra? ¿Lo viste?
Rodando los ojos, fijé la jarra vacía debajo de mi brazo y le contesté a Alya.
Yo: Sí… y sí. No vas a creer quién es.
Suspirando, me apretujé de nuevo hasta la parte delantera de la barra y dejé la jarra encima. Mi mirada lo buscó. Ahora les servía a los clientes un poco más al fondo de la barra, inclinando su cuerpo sobre el mostrador para escuchar mejor los pedidos. Esperé hasta que atrapó mi mirada. Me envío un asentimiento de reconocimiento y me hizo una seña de que esperara un momento. Asentí de regreso. Mi teléfono vibró en mi mano otra vez. Bajé la mirada.
Alya: Estás tardando mucho. Será mejor que estés ligando con él para que te tome tanto tiempo.
Resoplé y me encontraba en el proceso de contestarle cuando una risa ronca y conocida me llegó a los oídos. Sorprendida, me gire hacia la izquierda y casi se me cae el teléfono cuando vi quién estaba a mi lado.
—Eso fue rápido, princess.
Chat Noir. Chat Noir con una sudadera cubriendo su cabello y su traje, con unos pantalones deportivos anchos. Chat Noir parado al lado de mí, bebiendo un más que enorme tarro de cerveza, totalmente tranquilo.
—¿Qué haces aquí, porque no estás de civil? —casi chillé, sorprendida de verlo en un lugar público y así. Sería ridículo pensar que su yo normal no visitaba bares, discotecas y fiestas, pero verlo transformado en un lugar público y aun así ocultando su identidad, era como algo sumamente gracioso. Un bucle infinito de ocultar la identidad mientras ocultas tu identidad. No pude evitar reírme ante ello.
Como respuesta, Chat hizo un vago movimiento de hombros mientras se empinaba el resto de su bebida. El cómo podía soportar tanto alcohol y no parecer zombie borracho era otra de las muchas incógnitas respecto a él, dado que no podía hablar mucho de su vida personal conmigo para evitar que descubra quién es.
A veces realmente deseaba saber quién era.
—Voy a contarte un secreto princess, y tienes que jurar que nunca lo dirás —dijo enigmático, inclinándose hacia mi oído. Bueno, viéndolo ahora, si parecía ligeramente ebrio—. Mi vida es tan patética que si visito un simple bar como civil, tendré a la prensa encima de mí en un instante, asegurándose de no manchar mi perfecta imagen visitando algún lugar de mala muerte. Ser Chat Noir es tener la libertad de ir a donde quiera, pero ya sabes, aun así también soy famoso así que debo resguardar mi identidad de todos modos.
Vaya, aquello sí que era una revelación. Eso quería decir que Chat Noir en la realidad era una persona importante, quizá algún hijo de un empresario muy reconocido o un millonario de abolengo. Las posibilidades eran muy grandes, y la perspectiva de sus palabras de cierto modo me entristeció.
Tener que recurrir a una máscara para poder hacer algo que quieres. Algo así como lo que yo pretendía hacer, fingir que era una experimentada chica para ganar a Adrien.
—Eso es horrible, Chat —admití, y en un intento de reconfortarlo le apreté el hombro. Ignore a propósito la electricidad al contacto y la firmeza de sus músculos, y sonreí lánguidamente—. Pero al menos no tienes que estar aquí sólo bebiendo, acompáñame: vine con Alya y Chloé.
Soltó una risilla que dejaba a todas luces que estaba pensando algo claramente diferente a mi ofrecimiento, y apoyó las manos sobre la barra.
—¿Me estas proponiendo un cuarteto, princess? —dijo jocoso.
Mis mejillas casi explotaron del rubor.
—¡Por supuesto que no!
Chat rió nuevamente, y su cuerpo se inclino en la barra, recargando el mentón en su brazo de manera ausente.
—Claro, eso sería imposible —dijo vagamente, y aun así lo escuche perfectamente—. Desde verte aquí ya es una sorpresa después de todo. Las chicas buenas e inocentes como tú son comidas vivas en sitios como estos.
Lo miré por un momento, asimilado sus palabras. Me humedecí los labios, alcanzando el fondo de mi interior, en donde residía alguna reserva de instintos femeninos. No sé cómo lograba siempre sacar todas mis facetas de temperamento.
—Tal vez no soy tan buena —aseguré.
Entonces se rió de nuevo esta vez más fuerte que antes, un profundo sonido que envió las ondas de un torbellino a través de mí, insegura de si su risa era algo bueno o malo.
—Tienes "niña buena" escrito completamente sobre ti. ¿Por qué crees que eres my princess?
Fruncí el ceño y sentí enrojecer de furia.
—Podrías sorprenderte —fingí.
—Sí —Asintió, su mirada vagando sobre mí, y repentinamente deseé haber vestido algo además de un suéter sin forma—. Podría.
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