*Antes que nada soy una nueva usuario y espero que les guste este pequeño one-shot además de mis próximas publicaciones. Los personajes que verán a continuación no son míos y le pertenecen a Akira Toriyama.

Una noche de insomnio:

Esa noche como otras tantas, aquella mujer se quedaba observando las estrellas en el balcón de su habitación esperando ver cómo regresaba aquel hombre que le robó la paz desde el momento que lo conoció. Era impresionante como había sufrido desde su partida y, por más que su bebé fuera una distracción y ocupara casi todo su tiempo, ella no podía dejar de pensar en el padre de su hijo. Recordar eso último que le dijo antes de su retirada y mucho menos de sufrir por aquella declaración.

A pesar de ser once meses ya de su viaje, ella seguía guardando aquellas últimas palabras que le quitaron el aliento:¨-Me he dado cuenta que estos últimos meses no he logrado avanzar en mi objetivo y la única manera de conseguirlo es deshaciéndome de algunos obstáculos que tengo aquí en la maldita Tierra, y marcharme en cuanto sea posible.¨-ella no podía evitar el traer a la memoria eso que con tanto dolor le rompió el corazón.

Ella ya sabía que él no era de esas personas sentimentales o que le gustara hacer demostraciones públicas, pero el hecho de haberla llamado un obstáculo y que le diera a entender que se sentía asfixiado por su compañía, la hacía sentir realmente tonta. Ella nunca pasaba desapercibida para los hombres, creía que conseguir un acompañante era como salir de compras y elegir el zapato más bonito, incluso duró más de 10 años con su última pareja pero, una vez que se aburría o veía que la relación no tenía un fin, prefería terminar por completo con esa persona y eso fue lo que paso con su relación. Ella nunca experimentó el ser rechazada o considerada un pasatiempo, en el juego de la seducción ella volvía locos a los hombres y eso le gustaba, aunque al final terminaba por fastidiarle el exceso de atención que le ponían.

Ella sin duda era una mujer de hermosa tez blanca, tenía unos ojos celestes como el larimar y su pelo terso de un tono turquesa que caía sobre sus ligeros hombros. Pero a pesar de que todos reconocían sus encantos, él nunca demostró asombro en su figura y mucho menos se lo hizo saber. El era un hombre vigoroso, de piel aperlada, su cabello en forma de punta y media exactamente lo mismo que Bulma, lo cual eso a ella le resultaba muy divertido. Cuando lo invitó a su casa a pesar de ser un cruel Saiyajin, nunca se imaginó que terminaría enamorándose de él, aunque tampoco daba mucho que pensar la forma tan impulsiva de aceptarlo a pesar de haber asesinado a sus amigos. Bulma siempre se repetía que si había acordado de esa forma el tener de huésped a Vegeta era por la emoción de aquel momento cuando su vida y la de los demás estaba fuera de peligro y ya no se encontraban en ese horrible planeta al que habían viajado.

Mientras su mente no paraba de recordar sobre los últimos dos años de su vida, un pequeño príncipe dormía tranquilamente en su cuna sin saber que dentro de 9 años el aprender artes marciales gracias a su padre, que su padre llegaría a sacrificarse por él y por Bulma y que vería a su madre feliz a lado de su progenitor sin sospechar que antes de que tuviera uso de razón, ella sufrió por su indiferencia.