Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Sir Arthur Conan Doley y a la BBC, los utilizo simplemente con fin de entretenimiento y sin ánimo de lucro. Es puro entretenimiento.
N/A: ¡Este fic es un regalo de cumpleaños para mí queridísima Nessa! Basado en una adaptación de su prompt ENE50 del topic de cumpleaños de enero del foro "I am sherlocked". Un abrazo enorme querida.
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Para Nessa, con cariño...
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"Deseo, deseo…"
Capitulo 1
Son muchas las ocasiones en la vida, en las que te planteas cuestiones acerca de los caminos que has escogido, de las decisiones que has tomado, y en si volvieras a empezar, si tomarías o no exactamente las mismas… Eso exactamente es lo que hacía John con la mirada fija en la infinidad del cielo, mientras su mente se perdía en el pasado…
—Sabes, mi abuelita me contaba una uhm…leyenda— la voz de John rompió el silencio de la noche. Sherlock había permanecido tumbado a su lado sin hacer el más mínimo sonido, tanto que por momentos John pensó que ante semejante aburrimiento se había refugiado en su palacio mental, pero en cuanto habló notó como se giró hacia él y comenzó a observarle sin decir nada. John mantenía su mirada fija en el cielo y tenía ese brillo especial en los ojos, ese que hizo a Sherlock esperar a que continuara — que más allá de Dioses y Olimpo, existían historias… que aunque sucedían entre mortales, dejaban a aquellos que las escuchaban con la boca abierta y el corazón inquieto…— John miró a Sherlock de reojo, tal vez esperando un bufido en respuesta, al no hallarlo continuó— historias que hablan de deseos, de magia y de esperanza, pruebas todas ellas de que los humanos viven entre dos dimensiones, la terrenal y la estelar…— ahora sí se oyó un ligero bufido, pero pese a ello John continuó — Me decía, que si tenía algún deseo, algo importante, algo por lo que incluso mereciera la pena desajustar mi vida, lo pidiera a una estrella fugaz en los segundos que duraran sus trayectorias… en esos segundos en los que más brilla… en los que la magia hace su presencia.
—Sabrás que en realidad no son estrellas, ¿no?— Sherlock incapaz de mantener silencio ni un segundo más hizo lo que mejor sabía, aportar los datos que había buscado tras aceptar, aún no sabía porque, subir a la azotea con John a observar una lluvia de estrellas— No son más que rocas y polvo que atrae la gravedad de la Tierra hacia la atmósfera a gran velocidad, y lo que observamos no es más que la combustión de estos. Algo físico, contrastable, no hay nada mágico en lo que estamos mirando John.
John sonrió, y continuó disfrutando del espectáculo que cada año en verano ofrecían las Perseidas. Mientras su mente continuaba divagando entre recuerdos de la infancia, cuando hacía aquello mismo en la casa de campo de su abuela paterna, junto a Harry. Aquella lluvia de estrellas cada año había sido un acontecimiento en casa de los Watson, todos tirados en una manta en el jardín, mientras la abuelita Grace les contaba aquellas historias llenas de hechos increíbles, de grandes hazañas y de grandes errores, pues a veces no debemos obtener aquello que deseamos... Si John cerraba los ojos podía percibir el olor a césped y a tierra mojada, olores que allí en el tejado de la calle Baker era imposible que llegaran, sin duda una pequeña muestra de un deseo cumplido.
—Por momentos desearía volver a ser un niño…— susurró y una estrella cruzo el cielo en ese preciso instante ante los ojos de nuestros amigos.
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Horas después, la conmoción era evidente en el 221B de Baker Street.
Un par de policías hacían guardia en la puerta de entrada, mientras su vehículo había sido estacionado con las prisas propias de las emergencias apenas a unos metros de ellos, invadiendo parte de la acera. Toda la atención de los agentes se centró en la llegada de una imponente limusina negra que paraba ante sus ojos, y de la que descendió Mycroft Holmes con aire realmente preocupado; en la última hora había recibido más de veinte mensajes, la mayoría del inspector de policía Lestrade. Al parecer su hermano estaba realmente alterado.
—Caballeros— dijo al acercarse a ellos esperando que lo dejaran pasar, pero a la vista de que no reaccionaban con la prontitud que él esperaba tuvo que continuar— creo que me esperan.
—Sí señor, lo lamento señor…—el policía titubeó, parecía que quería contarle algo, o más bien advertirle de algo, cuando la puerta de entrada se abrió de repente.
— ¡Oh, Mycroft! Gracias a los cielos que ya llegó. Me había parecido escucharle…— la señora Hudson lo tomó de la mano y la apretaba cariñosamente, un gesto que jamás había ocurrido con anterioridad. — Están arriba… él le necesita.
En el interior se sentía la tensión propia de un despliegue policial, agentes entraban y salían de los apartamentos, mientras otros tomaban huellas de casi cualquier superficie. Mycroft dirigió su mirada al final de la escalera que comunicaba hasta el apartamento de su hermano del que salía demasiado ruido, incluso le pareció escuchar un llanto, ¿acaso era eso posible?, ¿qué era lo que estaba ocurriendo allí?
La visión del apartamento no ayudo en que se calmara para nada, Sherlock había revuelto todos sus libros, y caminaba sin descanso de una parte a otra del salón, bajo la atenta mirada de varios agentes. Parecía repasar mentalmente algunos datos y de sus labios salían palabras como "inviable", "inverosímil"… "¡nah!"
Lestrade se encontraba sentado en un rincón del salón, mirándolo con preocupación…
— ¡Mycroft!— Sherlock gritó su nombre con alegría… ¿Sherlock se alegraba de verlo?… algo no estaba nada bien… — Ven conmigo, corre.
Sherlock salió corriendo escaleras arriba, hacia la habitación de John, si le había ocurrido algo a John, aquello sin duda destrozaría a su hermano. Lo siguió arriba lo más rápido que pudo, aunque según su hermano no lo suficiente, pues no paraba de hostigarlo.
—Por favor, mira dentro... y dime que es imposible, que "eso" no ha ocurrido.
Mycroft suspiro, aquello iba a ser un duro golpe, era obvio que en algún momento un loco homicida pagaría con el Doctor Watson su furia, únicamente para destrozar a su hermano, si aquel momento había llegado…necesitaría de más ayuda de la que él le podría ofrecer.
La habitación del doctor Watson muy al contrario de lo que esperaba se encontraba iluminada con una luz tan leve, que tuvo que esperar a que sus ojos se adaptaran para poder ver algo, y al hacerlo sus ojos vieron con sorpresa como Molly Hooper le hacía signo de no hacer ruido, recordaba haber recibido un mensaje también de ella, uno que ni siquiera leyó. Con una pequeña mirada observó que no había indicios de violencia, ni sangre, ni absolutamente nada que justificara aquel despliegue de medios.
Molly le dedicó una sonrisa tímida y le señaló hacia la cama. Mycroft se acercó muy lentamente, y al llegar a ella quedó completamente petrificado. En el centro de la misma se encontraba un bebé de apenas un año dormido, con los brazos y las piernas extendidos, parecía realmente exhausto. Su cuerpecito estaba apenas cubierto por una sábana pues no llevaba ninguna ropa. Mycroft lo observó bastante tiempo en silencio absoluto, el pelo, las facciones, incluso aquella marca en el hombro… ¡evidenciaban lo imposible! No podía verle el color de los ojos, pero eso no cambiaba nada, sin ninguna duda aquellos serían azules.
Se giró hacia la puerta desde donde su hermano esperaba confirmación de lo absurdo, de lo que él mismo había descubierto de un solo vistazo, y de lo que nadie, absolutamente nadie en la sala creía posible.
¡Aquel bebé era sin duda el Doctor Watson!
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N/A: Hola a todo el mundo, hace bastante que no publicaba y pues que mejor motivo para regresar que felicitar su cumpleaños a una persona que adoro, que siempre ha estado a mi lado apoyándome desde el inicio en todas mis historias... (*.*)
¡Muchísimas felicidades mí querida Nessa! Mis mejores deseos para ti.
Espero disfrutéis la historia, en breve la continuaré…
Besos Lord.
"La lluvia de las perseidas es una lluvia de meteoros que sucede todos los años hacia el 12 de agosto, y se pueden observar durante dos o tres noches. Cada año por estas fechas nuestro planeta cruza la órbita del cometa Swift-Tuttle, que tiene un período de 130 años y que pasó cerca del Sol por última vez en 1992. Esta órbita está llena de partículas pequeñas, como granos de arena o menos, que han sido liberadas por el cometa en sus pasos anteriores. Cuando una de estas partículas, que formaron en su día la cola del cometa, entra en la atmósfera terrestre, la fricción la calienta hasta vaporizarla a gran altura (unos 100 km). Durante unos segundos, la partícula brilla como si fuera una estrella, y por eso este fenómeno recibe el nombre popular de estrella fugaz. No se trata por tanto de una estrella sino de una partícula de polvo incandescente".
