Scorpius adoraba los libros, sentarse en la enorme biblioteca de Malfoy Manor rodeado de ellos hasta el cuello y estar ahí leyendo hasta que su madre lo encontraba y se lo llevaba al baño de las orejas.
Su padre siempre le decía que ser un ratón de biblioteca no era digno de un futuro Slytherin, pero a un así cuando él se sentaba en sus rodillas y le pedía el último libro de Adalbert Waffing, él suspiraba con resignación, lo ponía en el suelo y se levantaba. En ese momento Scorpius sabía que había llegado la hora de salir corriendo a ponerse el abrigo y plantarse en la puerta. Porque si le hacia esperar, luego se pasaba todo el día con cara de mal humor y no había manera de convencerle para que le comprara un helado en Florean Fortescue.
Por eso cuando los excursiones por las mañanas a Flourish y Blotts se habían acabado convirtiendo en una costumbre, el joven Malfoy tenía incluso un cojín reservado en una esquina en la sección de Historia de la Magia para cuando su padre se cansaba de esperarle y se iba a dar una vuelta mientras terminaba.
Por eso aquel día, en él que ya le habían avisado de que se iban a comprar túnicas de gala para la próxima fiesta de los Smith y de que tardarían, Scorpius no esperaba que alguien estropeara su ideal de tarde perfecta. No obstante cuando llegó a su cojín se encontró con que ya había alguien sentado en él. Era una niña, aunque llevara ropa muggle como solía decir su padre mientras arrugaba la nariz, estaba leyendo un libro enorme y su pelo, de un color castaño rojizo, le tapaba la cara.
-Disculpa –dijo Scorpius, poniendo la voz de exigencia que le había enseñado a usar su abuela. La niña levantó la cabeza y le miró con sus enormes ojos azules brillantes, tenía la cara llena de pecas y los dientes delanteros más grandes de lo habitual.
-¿Si? –Preguntó la usurpadora de cojines con voz molesta -¿Querías algo?
-Estás en mi sitio –le indicó Scorpius como si estuviera señalando una obviedad.
-No veo que tenga nombre –sentenció ella y volvió a bajar la cabeza para seguir leyendo.
-En realidad si que lo tiene, lleva mis iniciales –la niña le miró, está vez evidentemente molesta y luego bajó la mirada hasta el cojín en el que podían verse en plateado las letras S. H. M.
-¿S. H. M.? –preguntó ella arrugando la nariz.
-Scorpius Hyperion Malfoy –dijo él con voz solemne.
-Yo me llamo Rose Weasley, si quieres te dejo un hueco –le sugirió ella echándose a un lado. Scorpius pensó en negarse, pero algo en la mirada de la pelirroja le sugería que eso sería una mala idea, así que se encogió de hombros y ocupó el espacio que le ofrecía, después echo un vistazo a lo que leía su ahora compañera de cojín.
-¿Teoría de defensa mágica? Ya me lo he leído –dijo él, ella le miró extrañada, como si tener el pelo de color blanco nuclear sugiriera necesariamente tener menos cerebro que un escreguto de cola explosiva, solía pensar Scorpius cuando alguien le miraba así.
-Yo también, pero es la versión ampliada con un apartado extra sobre la importancia de la fuerza del golpe final en la ejecución de hechizos defensivos –le explicó Rose mientras le señalaba el apartado, Scorpius se inclinó hacia el libro para leer la pagina, podía notar sus ojos clavados en él.
-¿Cuándo entras en Hogwarts?-le preguntó para intentar evadir esa mirada que sospechaba que al final le abriría un agujero en la nuca.
-El año que viene –le respondió ella –Espero ir a Gryffindor como mis padres, aunque tampoco me importaría ir a Ravenclaw como mi tía Audrey.
-Yo también entro el año que viene –el niño intentó encontrar algo del odio que se suponía que debía sentir ante alguien que, según su padre, era tan insignificante que solo aspiraba a entrar a Gryffindor (la casa de los traidores a la sangre) o a Ravenclaw (la casa de los sabihondos repelentes), pero no lo consiguió –Yo casi seguro que entraré en Slytherin como toda mi familia.
-¡Tu no eres un Slytherin! –exclamó Rose, al decirlo levantó mucho las cejas –Un Slytherin me habría tirado de una patada y me habría aporreado con el libro.
-¡Eso no es cierto! –Le replicó él indignado –Mi padre lo es y dice que a las señoritas hay que tratarlas con respeto, excepto si son sangre sucia.
-Mis abuelos por parte de madre son muggles –dijo la niña mientras levantaba mucho la barbilla como si estuviera orgullosa. Scorpius la miró como si le acabara de decir que tenía tres piernas ¡No podía ser! Los muggles comían carne cruda, y su amigo Elvendork le había contado que incluso se sentaban todos delante de una caja cuadrada que ellos llamaban teblevisión.
-Ah –le dijo Scorpius, aunque a duras penas pudo articularlo –Pues encantado de conocerte, nunca había hablado con ningún mestizo.-El comenzó a escrutarle la cara en busca de algo que le indicara sus orígenes muggle, pero los ojos de Rose le devolvían la mirada –No se te nota nada.
Si le preguntas a Scorpius, probablemente te dirá que sabe cuando va a cambiar el tiempo, porque la patada que Rose le metió en la espinilla después de decir aquella fatídica frase, es como una vieja herida de guerra y el jura y perjura que tiene incluso la huella de la bota. Tras dejarlo, en palabras del aludido, herido de por vida, ella se levantó ofendida y se marchó dejándolo tirado en el suelo.
El año siguiente, cuando los dos acabaron montando en la misma barca él le guiño un ojo, y ella le tiró del bote. Tres meses después en clase de pociones Rose fue a por los ingredientes a la mesa del profesor y cuando volvió Malfoy, como ella le llamaba, estaba sentado en el sitio de Al saludándole con la mano mientras que su primo estaba en el suelo. Más tarde cuando la llevaron al despacho del profesor Longbottom, Rose diría que una furia asesina la había invadido por sorpresa y que no había podido evitar vaciar el caldero sobre su compañero de casa.
Bueno aqui el primero de mi serie de drabbles sobre la tercera generación, espero que os guste y que me dejeis reviews, porque si no tendré que ir afilando el cuchillo...
