She's gone
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.
Xxx
No entendía que había salido mal, trataba de buscar algo, solo una pequeña cosa que le dijera porque.
Pero nunca llegó.
Katniss y él eran felices, no todo el tiempo, pero lo eran. Era su final feliz, el que habían estado esperando por mucho tiempo.
Paz.
Entonces ella lo dejó.
Y siquiera tuvo la oportunidad de decirle que la amaba. Claro, Katniss lo sabía, se lo demostraba cada día desde que su relación fue más íntima.
Pero había una gran diferencia entre saber y decir. Esa línea que los separaba era el arrepentimiento, la frustración de que ella nunca lo escuchara de sus labios.
Era una mañana normal, el sonido de los cubiertos resonaba en la habitación. Katniss se veía feliz, con esa sonrisa que solo era para él. Ella se veía bien... aunque no lo estaba, y ninguno de los dos lo sabía.
—¿Qué harás hoy? — preguntó ella, tomando un sorbo de su jugo.
—Hornear, lo de siempre — tomó un panque del cesto que estaba centrado en la mesa. Lo partió exactamente a la mitad, le dio una a Katniss y se quedó con la otra. Era algo que habían tomado con el tiempo: cortar un pan, de cualquier tipo solo que fuera hecho por él y mojar la punta en la leche.
Le encantaban esos momentos del día porque era algo suyo.
Comenzó a hornear magdalenas con chocolate más que cualquier día; Katniss había mencionado que tenía antojo de varias.
Pasaron las horas, y en cuanto el reloj dio las tres en punto, sonó la campanilla que hacía un tintineo cada vez que alguien entraba.
Era Haymitch, trató de que su rostro no reflejara sorpresa.
—Hey, ¿qué te trae por aquí? — saludó Peeta.
—¿No puedo venir a hacer una visita? — contestó él. Usaba ese tono Haymitch, pero había algo más. Algo que siquiera él podía dejar de notar.
—Es extraño que comiences a hacerlo ahora.
Y estaba esa mirada. Era la misma combinación de lastima y tristeza que le daban algunos habitantes en cuanto llegó al Distrito, luego de darle el pésame por si familia.
—¿Qué pasa? — se acercó, solo unos pasos, unos pocos, el tipo de cercanía que tienes con alguien cuando algo pasa. El tipo de cercanía que tienen las personas cuando no son buenas noticias.
—Quería hablar contigo, antes de que lo supieras por alguien más.
—¿Qué pasa? — su cuerpo se tensó.
—Es Katniss. Ella estaba en el puesto de Sae.
—¿Y? Siempre le lleva la carne que caza.
—Lo sé. Esperaba a que Sae se despidiera cuando se desmayó...
—Está bien, ¿verdad? — interrumpió, debería ver mejor sus comidas.
—La llevaron al hospital, es cuando se dieron cuenta que no era un simple desmayo. Katniss tuvo un infarto. Trataron de revivirla, hicieron todo lo que estaba en sus manos pero no fue suficiente. Lo siento, chico.
No recordaba estar sosteniendo un saco de harina hasta que sintió como caía en sus pies.
A lo largo de su vida había escuchado a las personas decir que cuando alguien cercano muere todos los recuerdos que tenías con ella, regresan. Éste no era el caso. Su mente parecía bloquear cada momento, incluso el de esta mañana.
No sabía cuánto había pasado, en cuanto volvió a tener conciencia del tiempo ya estaban en el hospital. Haymitch preguntó a la recepcionista por el cuarto de Katniss Everdeen.
Caminaron y caminaron, mientras él hacía llamadas. Reconocía algunos nombres, otros siquiera le sonaban familiares.
Quería limpiar sus lágrimas, pero no tenía ninguna.
Se sentía ligero, como si el aire le pudiera llevar a donde quisiera. No es hasta que la vio en la cama que dejó que la realidad volviera a él; primero lento y luego de golpe.
Sae seguía ahí, murmuraba lamentaciones... y su nombre, cientos de veces, como si eso la regresara.
El día pasó con todas esas personas dándole la misma mirada que Haymitch. Cuantos abrazos no recibió y no recordaba ninguno.
Todo era sobre ella.
Sobre Katniss.
En la mañana le preguntaron si había dormido, aunque sea un poco. También le gustaría saberlo, no recordaba nada más que su cuerpo pálido, mechones de cabello que salían de su trenza como una cortina.
A pesar de que Haymitch era mejor tomado como su tutor, Peeta tuvo que hacer todos los trámites funerarios.
Le dolía el simple movimiento de escribir su nombre en aquella acta.
Se tomó su tiempo para decidir qué harían con ella. Haymitch insistía en la cremación, para que pudiera tenerla más cerca. Él se negó, el fuego se había convertido en uno de los peores temores de Katniss pero tenerla en una caja de madera hasta la eternidad le hacía recordar las noches en las que ella le contaba cuanto miedo tenía de los espacios cerrados.
Por un momento se sentía ridículo pensar en todo ello. Ella estaba muerta ahora, ya no sentía absolutamente nada.
Pero el sentía todo. Una especie de envidia comenzó a surgir en él.
Es extraño. Imaginó a todos deshechos, llorando, casi pidiendo que fueron ellos, tomar su lugar.
Pero no es nada comparado.
Nadie llora, como si nada hubiera pasado, como si no lo entendieran.
Se pregunta si no tienen lágrimas o esperan a estar solos para poder dejar salir todo.
Los primeros días no podía entrar o ver su habitación, hacia todo más real.
Era increíble la infinidad de veces que contaba que pasó cuando le preguntaban qué había sucedido y aun así no terminar de creerlo.
Se alegra de tener varias fotografías de ella, sabe que es solo cuestión de tiempo antes de olvidar su voz.
En sus desayunos cortaba una magdalena, y sonriendo la paso al otro lado de la mesa.
Era extraño hacer eso cuando ya no había quien la recibiera.
Ese lado de la cocina siempre iba a estar vacío, porque Katniss se había ido.
