Fue una derrota completa, ese niño con cuerpo adulto lo había atrapado en su propia trampa, no… ya no era aquel niño dulce y fácil de engañar, los años hicieron crecer su cuerpo y dejó muy atrás toda inocencia que alguna vez hubo. Ya no era aquel niño que tanto añoraba encontrar, sino un alma que volvió como si del ave Fénix se tratase.
-mierda… -suspira suavemente y sin fuerzas-
Hace meses que se encuentra atrapado, en una pequeña celda, sin conexión con el exterior. Las imágenes vuelven una y otra vez, en un bucle sin fin. ¿Podría haber cambiado algo? ¿Por qué no lo maté cuando tuve la posibilidad? Miles y miles de situaciones mezcladas con angustia rondan en su cabeza, como oleadas que azotan continuamente.
Las humillaciones ya habían pasado, las pesadillas también, pero el dolor continuaba acompañado por una pregunta… ¿Estará pensando en mí? Para bien o para mal, necesitaba saber eso, saber que en algún rincón de su corazón, seguía el recuerdo amargo de aquellos años. Esperó paciente, moldeó su propia obsesión por Satoru, no sentía justo que ahora él tuviera una vida normal después de tanto "esfuerzo" que puso en hacerlo desaparecer.
En realidad, Saturo nunca se fue, siempre estuvo con ellos y su presencia resplandecía, tanto que Yashiro se sentía como un mugroso insecto que camina atontado hacía la luz.
-Pero hoy se termina todo esto… -la tristeza seguía en su rostro pero lentamente esboza una sonrisa.
Yashiro se encontraba sentado frente a una computadora, le habían hablado de una página que funcionaba solo durante la media noche, una chica… ella podría solucionarlo todo.
Siendo las 12 en punto, teclea el nombre en aquella misteriosa página "Fujinuma Satoru", decidió jugársela, no tenía muchas esperanzas, sus ojeras remarcadas, sus labios rajados por la deshidratación, uñas mordisqueadas, está en su límite, vendería su alma si fuera necesario.
Y así lo hizo…
-¿Me has llamado? –Una joven de cabellera negra y ojos rojos, aparece por detrás, vestía un uniforme de secundaria, Yashiro amplía su sonrisa al verla. Había planeado escaparse hacía la biblioteca donde tenía una computadora con conexión a internet, pero era como dar manotazos al aire, nada seguro.
Ahora al verla, sentía un alivio y una felicidad inmensurables. Toda volvería a encaminarse, ya no habrían días oscuros, solo una pequeña cuenta regresiva...
-Sí, hay una persona… que me gustaría que me acompañe en mis días por el infierno.
Un poco de dolor se evapora de su pecho, la eternidad no sería tan amarga como habría pensado.
