Notas del capítulo._

Y una vez más Suika llega con una rara historia. Ahora que lo pienso... todas mis ideas siempre terminan en situaciones extrañas con momentos aún más extraños y acciones que no tienen ni pies ni cabezas.

En fin, otra vez estoy aquí pidiendo paciencia y su tiempo para leer otra de mis ocurrencias que esta vez nació cuando hacía berrinche para no leer un libro que sé que lo tengo que leer pero que no quiero por que soy floja, muy floja.

Este berrinche, dijo fic XD, es una de mis más grandes frustraciones. Está dedicado a la memoria de mi buen oso de peluche "Bleach" que, en un intento de suicidio, se rompió la patita.

Y una vez más, me extendí -.-

Aclaraciones del capítulo._

Kyou kara maou no me pertenece, sino a su autor. Los personajes son exclusividad de ella y yo solo los uso fiel al deseo Yuuram-ista y para llenar esta sección y ganarle a los franceses que nos llevan apenas pocas páginas!

Bueno... a leer!

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Título ·:"Sólo para mí!":·

Género "Drama"

Advertencias "Capítulo Introductorio" (Por ahora nada)

Capítulo Piloto._ "La venida de los reyes"

Estaba incómodo, no, más que eso, estaba cansado de siempre terminar en lo mismo.

Últimamente los días eran bastante monótonos, y eso era debido a que las disputas entre los diferentes territorios del gran reino de Shin Makoku habían cesado. Sin embargo, y aún a pesar de toda la paz que se respiraba en el castillo Pacto de Sangre, una cosa no cambiaba, la misma situación que recordaba desde siempre vigente y ahora con cada vez más vigor. El mismo ambiente embarazoso que comenzaba a aborrecer con el correr del tiempo.

Con un codo apoyado en el tablero de su escritorio, y con la cabeza reposando sobre su mano derecha, cerró los ojos tras suspirar profundamente, ladeando el rostro hacia el ventanal que tenía tras de sí, perdiendo su vista en el azul del cielo además de su sentido del oído que poco quería utilizar en ese momento.

– ¡Yuuri! – lo llamó cierto rubio apoyando con fuerza ambas manos sobre la fría madera, provocando un sonoro estruendo que sacó al moreno de sus cavilaciones – ¡Préstame un poco de atención cuando te hablo! –

Dando un salto casi imperceptible, el rey de los demonios volvió a suspirar cansado para luego apoyarse sobre el otro brazo y continuar en la misma posición en la que yacía, tratando de ignorar los reclamos de su prometido ¿Por qué no podían simplemente llevarse bien? La respuesta era simple, Wolfram era una persona muy desconfiada y siempre buscaba más de un pretexto para reñir.

Era aún de día.

Y ya estaba realmente agotado.

Continuó unos cuantos minutos así, en la misma posición, cerrando nuevamente los ojos, cuando una vez más se dejó arrastrar por la hermosura de la mañana "Era cálida y acogedora, uno de esos buenos días en los que se podía salir a caminar". Pero, ni bien sus ojos se posaron en el ventanal y la brisa comenzó a soplar con más fuerza, otro disonante golpe se escuchó. Sonido que lo volvió a traer a su dura realidad.

– ¡Yuuri! – lo volvió a llamar con enojo – Maldito enclenque... actúas como si no te importara nada de lo que te estoy diciendo... – se quejó cruzándose de brazos.

– ¿Por qué no le restamos importancia al asunto por primera vez? – sugirió el moreno tratando de enderezarse en su sitio.

– ¡¿Y permitirte serme infiel cuando se te plazca?! ¡Estás loco! –

Bien, la discusión se alargaría un poco más.

Recorrió con la mirada los rincones de la oficina en la que se encontraba. No había nada nuevo, estaban los libros de la estantería, su escritorio, la silla en la que Günther normalmente reposaba cuando le impartía clases de cultura, el mapa del territorio mazoku y las sinfines de cartas que se apilaban a un lado de la ventana.

– Estoy cansado... discutamos el problema más tarde –

– ¡¿Entonces admitirás tu culpa?! ¡Mira enclenque... tú...! –

– ¡¡¡Basta!!! –

El silencio se impuso de pronto en la habitación. Eran muy pocas las veces en las que realmente se enojaba pero esta vez tenía fuertes motivos. Las quejas incesantes de Wolfram, las órdenes severas de Gwendal, las duras clases de Gunther, y las obligaciones para con su pueblo.

Había llegado a su límite.

Y se las desquitaría con el primero que encuentre.

– Sabes que no te soy infiel, sin embargo, te ensimismas en acusarme – dijo Yuuri con el ceño fruncido, hablando con total seriedad.

– ¡Pero tú...! – intentó defenderse Wolfram cuando fue interrumpido.

– No estoy para juegos Wolf, tengo otras cosas más importantes que hacer –

– ¡¿Entonces admites que nuestro compromiso no te interesa en lo más mínimo?! –

– No es el caso pero te diré que hay "prioridades que debo atender antes" –

Un segundo e incómodo silencio invadió la habitación, ocasionado por un molesto rubio que no hacía más que apretar los puños con tal fuerza que sus nudillos comenzaban a ponerse blancos. Estaba molesto, y hasta mordía su labio inferior tratando de acallar sus sentimientos que no demostraría por orgullo y terquedad.

Este era el Wolfram que quería.

El que toleraba.

El que comenzaba a cansarle.

– Sabía desde el principio que esto no significaba nada para ti – pronunció casi en un susurro mientras bajaba la cabeza y ocultaba sus ojos bajo su largo flequillo. A pesar de la cortesía que mostraba el moreno, aquella última frase había dolido – No significa... nada... – repitió haciendo sonar cada palabra tan dolorosa como puñaladas en el corazón.

Sin más, se giró tan pronto como pudo y, chocando con quien entraba por la antes cerrada puerta, salió dando grandes zanjadas, empujando a su hermano mayor de quien ni se disculpó por su grosero acto.

Un portado seguido de un suspiro.

Era la quinta vez en menos de tres días.

– ¿Sucedió otra vez su majestad? – preguntó un castaño soldado dando un par de pasos en dirección a su ahijado.

– Ya sabes, otra vez dice que le soy infiel –

Conrad rió por lo bajo por las aniñadas acciones y se acercó a la ventana, no tardó mucho en ver caminar por los jardines a su enervado hermano menor rumbo al establo. Más tarde se le pasaría el enojo, estaba casi seguro.

– Ya se dará cuenta de que no lo engaña – comentó con total tranquilidad – Es que... teme perderlo –

– Espero que se le pase pronto, no quiero verlo en la cena con la cara larga y dirigiéndome más de una mirada asesina – agregó divertido el moreno.

Ambos se dedicaron sonrisas cómplices y disfrutaron del buen clima, pronto terminaría la primavera pero aún la brisa era fresca y el día cálido.

– ¡¡Heika!! – se escuchó gritar a alguien desde afuera, en los pasillos. La voz se intensificaba conforme la persona avanzaba, hasta finalmente entrar por la puerta totalmente cansado y con la respiración alterada.

– ¿Qué sucede Günther? – se limitó a preguntar Yuuri ante el estado de su conserje y maestro, aunque era bastante normal ver al de cabellos largos aturdido por nada.

El de cabellos lavandas se apoyó sobre sus rodillas para recuperarse por la corrida. Tenía que informarle lo que había sucedido, debía saberlo.

– Heika, una carta ha llegado al castillo – dijo luego de tomar un gran bocado de aire, ya más calmado.

– ¿Carta? – repitió Yuuri alzando una ceja – ¿Es de alguno de nuestros invitados? –

– Pues... – dudó un poco en continuar, mirando incesantemente a Conrad quien asentía con expresión serie, indicándole que continuara – No lo sabemos, la carta... está en blanco... y no tiene remitente... sólo está dirigida a su majestad –

El moreno sonrió y Conrad frunció con más fuerza el ceño.

– ¿Qué no tiene remitente? – volvió a preguntar el castaño, acercándose un poco al recién llegado que permanecía sin moverse de la entrada.

– Ni remitente, ni mensaje, sólo es un sobre vacío con el nombre de su majestad Yuuri – aclaró una vez más.

– Debe de ser una broma – dijo de pronto el rey sonriendo como siempre lo hacía. No podía creer que hasta en Shin Makoku pasaran esas cosas – Simplemente olvídenlo, debe de ser un descuido... alguien olvidó poner el contenido –

– Pues... yo creo que... –

– Günther, hay muchas otras cosas que atender antes que "cartas sin mensajes" ¿Están ya listos los acuerdos para firmar con los reyes del territorio norte? –

– Gwendal se está encargando de todo con Sir Serge Von Even, quien nos está informando de los acuerdos pactados anteriormente entre ellos, su majestad – recordó Conrad sin dejar de fruncir el ceño.

– Claro, sir... de todas formas, aún existe gente descuidada que olvida meter el mensaje al sobre. Debemos prepararnos para esta tarde, no olviden lo importante que es esta alianza para terminar de unificar las tierras norteñas. Luego pasaremos a negociar con el oeste y sur –

– Oh heika, usted es simplemente admirable – comentaba Günther abalanzándose sobre el japonés.

– No es... para tanto – replicó con modestia Yuuri rascándose la nuca con una mano.

– Iré a preguntar a mi hermano como va todo, con permiso – se despidió Conrad con un tono preocupado que pocas veces mostraba.

– Conrad – lo llamó el moreno al verlo tan ensimismado en sus pensamientos, girando para verlo mejor – Sólo olvidémoslo ¿Sí? – sugirió con una de sus cálidas sonrisas que normalmente solía dedicarle.

El castaño sonrió de lado y, suspirando quedamente, salió de la habitación, asintiendo en total silencio.

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Había llegado el momento, las personas residentes en el castillo no hacían nada más que ir de un lugar a otro llevando las diferentes cosas que faltaban y eran importantes en esa atareada tarde.

Las sirvientas corrían por los pasillos arreglando los últimos detalles inconclusos de los salones y se agrupaban todas en la gran entrada, vistiendo sus vestidos de agraciados colores bajo unos blancos mandiles.

Los soldados, que lucían con orgullo sus uniformes según el escuadrón al que pertenecían, yacían juntos, uno al lado del otro, en una fila india paralela al de las señoritas que acababan de llegar, tan ordenados como correctos.

La familia real también estaba presente. En la entrada al castillo, parado con su siempre uniforme escolar negro, Yuuri Shibuya, rey de los demonios, maou de ese gran reino, se balanceaba en su sitio para poder ver a su prometido que, con mala cara, ladeaba su rostro con gesto molesto en dirección contraria a la del moreno. Günther tosió, Gwendal arrugó la frente, Chery se peinó con los dedos y Conrad y Greta, agarrados de las manos, se dirigieron sonrisas cómplices.

Los casquetes de los caballos comenzaron a oírse a lo lejos y el pronto chirriar de las ruedas de la carroza provocó que todos se irguieran. De pronto, los jamelgos se detuvieron relinchando con disgusto y el sonar de la puerta al abrirse hizo que ambos bandos se agacharan en una reverencia.

Un pie fue lo primero en salir, seguido de una esbelta figura que con movimientos galantes de deslizaba hasta tocar piso firme. Era un joven, de cortos cabellos rubios claros y hermosos ojos celestes jalados, tapados apenas por un flequillo ensortijado en las puntas. Una vez fuera, extendió la mano con elegancia a la dama que lo acompañaba. Era una señora que, a diferencia de él, era mayor pero aún conservaba su belleza intacta como en antaño.

Ambos caminaron en dirección a los dueños, seguido por su séquito privado de soldados que vestían de un rojo carmesí.

– Es todo un gusto, su majestad – dijo la dama, tapando su sonrisa coqueta con un abanico.

– El gusto es mío – respondió el moreno sonrojándose por la mirada penetrante que le dirigía la mujer. Wolfram enfureció por su silencioso juego y, en un rápido e imperceptible movimiento, tomó la mano de su prometido, apretándola con fuerza.

La mujer rió por lo celoso que podía llegar a ser el rubio soldado, no lo recordaba así. Y, entrecerrando los ojos por su descubrimiento, se giró para ver llegar a su hijo, invitándolo con un leve movimiento de cabeza a presentarse.

– Sebastian Von Even – anunció el chico, escuchando como su madre cerraba el objeto que tenía en manos – Todo un gusto – continuó colocando una mano en su pecho y dejando la otra estirada, retrocediendo en un paso con el pie izquierdo en una elegante reverencia.

Yuuri rió por los modales excéntricos a los que poco estaba acostumbrado. Movió su cabeza varias veces para entrar así en seriedad.

– Mucho gusto Sebastian – dijo estirando una mano para saludarlo, gesto que los invitados miraron de manera extraña mientras que Conrad reía por lo bajo, Gwendal maldecía y Wolfram se quejaba por lo "enclenque y tonto" que era su prometido – Ustedes deben de ser la esposa e hijos de Serge – preguntó notando el gran parecido del muchacho con su progenitor –Él nos informó que llegarían pronto así que decidimos salir a recibirlos como agradecimiento por el apoyo brindado estos últimos días – finalizó sonriendo tan sinceramente como siempre.

La dama volvió a abrir su abanico y, colocándolo frente a su cara, lo movió tratando de formar una pequeña brisa. El vigésimo séptimo rey era bastante interesante...

Más casquillos de caballo comenzaron a sonar y, de pronto, más carruajes comenzaban a agruparse en la entrada del castillo. Los reyes de los diferentes territorios estaban llegando poco a poco, acompañados de sus familiares cercanos y demás soldados. Cómo maou, sabía que la reunión tenía solo un objetivo: Obtener alianzas de paz a cualquier precio para evitar conflictos futuros entre los pueblos. Por ello, debía de ser un buen anfitrión, bastante amable y sonar convincente con sus ideas, además que tenía a Gwendal como su mano derecha quien lo ayudaría en su ardua labor. Después de todo, el mazoku era de fiar.

– Será mejor que entremos – dijo Yuuri señalando la puerta con una mano, invitando a la dama a pasar primero. Ésta aceptó gustosamente bajo la atenta mirada de su menor hijo que mantenía una expresión amable mientras se acercaba a cierto rubio soldado.

– Sir Wolfram Von Bielefeld... cuanto tiempo – saludó con un ligero movimiento de cabeza.

– Has... crecido mucho Sebastian – comentó el mazoku de fuego sonriendo de lado.

Gwendal se acercó a su castaño hermano que aún permanecía con Greta cogida de la mano y, poniéndose en cuclillas, le dijo a la pequeña en el oído que fuera con la sirvienta que yacía en la puerta esperándola. La niña no dudó ni un segundo en desobedecer a su mayor y, despidiéndose con la mano en alto, corrió en la dirección señalada y entró en el castillo.

El mayor de los hermanos mazoku tosió para aclararse la garganta y pidió con un ligero movimiento que lo acompañara. El castaño frunció el ceño y lo siguió, separándose de su rey y de sus invitados.

– Había visto a tu padre venir continuamente al castillo – informó Wolfram mirando como otra carroza se detenía en la entrada – Parece no traer tan buenas noticias como esperábamos –

– Así es, no todos están de acuerdo con la política del nuevo maou y si han venido es por intereses propios. No creo que nada bueno salga de todo esto –

– De todas formas, Yuuri aún no sabe nada. Mi hermano mayor prefiere mantenerlo un tiempo más en secreto, no sé hasta cuando –

El moreno volteó por última vez hacia atrás antes de entrar al castillo y empezar con la reunión, notando con desagrado la facilidad de trato que tenía su prometido con el recién llegado joven. Se detuvo en mitad de la escalera y sintió como algo oprimía fuertemente su pecho ¿Por qué dolía verlo conversar tan amenamente con otro? El soldado era duro de tratar pero muy cordial y educado al final de cuentas, ese era el comportamiento que desde niño le inculcaron su madre y hermanos, así que no tenía que preocuparse.

– ¿Sucede algo su majestad? – preguntó la mujer abanicándose el rostro al ver que el japonés no retomaba el paso.

– Nada grave. Continuemos por favor –

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Los pasillos estaban todos ocupados, invadidos por los sirvientes que continuaban con sus labores para servir a los invitados. Caminó un poco más, mirando a todos lados antes de dar un paso en falso.

Ni modo, tendrían que usar una salida de emergencia.

Volteó en la esquina próxima y, volviendo a mirar a ambos lados, abrió una puerta para entrar en la habitación. Una vez dentro, llamó a su menor hermano a entrar y cerró con cuidado la puerta.

– Qué sucede hermano – preguntó con intriga el castaño.

– Ya sabrás para qué te llamé – respondió tan frío como siempre Gwendal – Es a causa de los reyes y de esta reunión – informó.

– No comprendo, si... –

– Von Even ya me lo había dicho días antes. Por largos años en la parte norteña, a pesar de los reyes poseer legalmente todos los territorios; ha existido una gran área invadida por tribus independientes de rebeldes que negaban todo vínculo con el estado y, por consiguiente, con maou. Muchas batallas se han dado desde entonces, todas en vano, nunca se los pudo derrotar ya que usaban magia que nadie puede explicar hasta el día de hoy. Son estas tribus antiguas las que edificaron las ciudades del extremo norte del reino y, hasta casi treinta siglos atrás, se han ido expandiendo desde las zonas montañosas hasta los territorios próximos a nuestras tierras. Con el reparto que hizo el treceavo maou, se delimitaron los territorios y se subordinó a los habitantes bajo las órdenes de 10 familias aristócratas, para evitar conflictos y llegar a la paz con mutuos acuerdos de beneficio recíproco. Varias de las ideas que tenían sus fundadores han ido cambiando, sin embargo, mucho resentimiento queda entre su gente quienes esparcen rumores para poder protegerse –

– A dónde quieres llegar con todo esto, hermano –

– Ten cuidado, cabe la posibilidad de que hubiese gente con ideas contrarias a la nuestra... que no dudarán en ir en contra del maou –

– Sería imprudente atacarlo sabiendo que este es su territorio, no lo creo posible –

– No estoy asegurándote nada, solo pido prudencia, atención y paciencia ante cualquier situación extraña que percibas –

El castaño lo meditó unos segundos ¿Acaso realmente se opondrían al gran maou? Si era así, el propósito de la venida era solo una: Una astuto plan de pantalla haciéndose pasar por amigos para luego apuñalarlos por la espalda.

– Gwendal, es sumamente peligroso oponerse al maou, eso todos lo saben. No creo que alguien llegaría tan irresponsablemente hasta sin un fuerte motivo. Y si... buscaran otra cosa –

– Dije que no es seguro. Aunque, ¿Qué más podrían pedir si no es "Venganza hacia su pueblo"? Estos son problemas sociales – políticos que siempre se dan entre pueblos, la mayoría de las contrariedades tienen esta misma causa –

Conrad suspiró pesadamente, cogiéndose la cabeza en el acto, masajeando su sien con los dedos. Todos conocían la historia de Shin Makoku, y sabían que muchos de los antiguos pensamiento quedaban en la gente, pero existían también otros que si seguían al maou, gente dispuesta a ayudarlos, como Serge Von Even.

– Seguiré tus órdenes –

Ambos levantaron la cara y, luego de dirigirse unas cuantas miradas más, asintieron al mismo tiempo para salir.

Su rey se encontraba solo ahora...

Tendrían que... vigilar más de cerca...

Notas finales del capítulo._

Se acabó el capítulo introductorio, sé que es algo aburrido pero tenía que ponerlo en aluna parte o no se entendería. Tengo entendido que no les gusta el drama (si estoy equivocada, háganmelo saber) pero, ya que he ido de tema en tema, desde perversiones, AU, romance, comedia, y hasta mis ideas acerca de lo que piensa Yuuri... tenía que aventurarme en esto.

Espero que les haya gustado! Sólo pido paciencia (como arriba) y más fics de Kyou kara maou! Larga vida al Yuuram y a sus seguidoras! Esperaré sus comentarios!

No creo que la información proporcionada aquí sea del todo cierta, no he visto de esta serie.

Suika-chan