Capítulo 1: Focus
A veces llegamos a pensar que la vida no puede ser perfecta, pero si puede llegar a ser, por lo menos, algo cómoda. Se puede vivir cómodamente, sólo es cuestión de enfocarse. A decir verdad, todo es cuestión de enfocarse, puesto que desde el punto de vista que veas uno u otro acontecimiento de tu vida, podrás evaluarlo, sacarle un provecho, o simplemente descartarlo. Descartarte. Algo así es lo que decidió hacer en su momento Regina Mills. O Regina Hood, como se la conocía por su apellido de casada.
Habían pasado ya cinco años desde que se había casado con Robin Hood, el reconocido corredor de Nascar. No lo amaba, y sabía que tampoco él a ella, pero ambos se eran útiles. Tenían una buena relación, ya que prácticamente no se hablaban, salvo cuando debían concurrir juntos a algún evento; cuando debía "cumplir" con él, o cuando había que presenciar alguna carrera. En el último caso, no era su obligación como mujer, sino su pasión por los Fierros como los solía llamar su padre, lo que la movía a asistir a cada prueba y a cada práctica de su marido. En cada engranaje estaba siempre presente el vivo recuerdo de Henry, viejo corredor de TC2000 y mecánico de oficio. Su papá había fallecido en las pistas, sí, pero no por las pistas. Ella lo sabía, pero no todos podían comprenderlo. Es que las pasiones no se entienden, no se explican, simplemente se sienten.
Esa mañana Regina se levantó incómoda. Calzó sus sandalias Arche nuevas y se dirigió al jardín interior de la mansión. Pongo, su fiel dálmata, la esperaba ansioso para babosearla y traerle un nuevo ejemplar de Bracket Racing el cual aprovecharía a ojear mientras su marido dormía. Fue en aquel momento cuando encontró el listado de los próximos competidores del Race of Champions, la carrera más importante de la temporada y con la que Robin buscaría consagrarse por 7° año consecutivo como campeón. Nada fuera de lo habitual, salvo por dos competidores hindúes nuevos y una chica. Algo sorprendida, copió su nombre y se dispuso a buscarla en Google cuando una mano la rozó por debajo de su hombro.
Robin: Debo admitir que no tienes mal ojo para detectar problemas en puerta –deja de rozarla para colocar su mano sobre la de Regina en el mouse- …pero me temo que buscándola como Emma Nolan no vas a encontrar nada. Si bien es su nombre de pila, en la jerga automovilística es más conocida como Emma Swan. –Coloca el cursor en el buscador y tipea el nombre- Ahí la tienes. Miss Swan. Mis problemas. Buenos días, Gina.
Regina –Arquea una ceja- ¿Quién es ella?-señala a una rubia joven vestida de azul luciendo el título de la 500 Indianápolis- Se la ve algo joven para competir en la liga de campeones. –La mucama les tiende una bandeja con dos tazas y toma una- ¿Buen descanso, Rob?
Robin: No del todo. –Se rasca la nuca- todavía no se me va la alergia al poliéster del casco que compró el imbécil de Drumpy. Es increíble, tengo un posgrado en rodearme de inútiles. Sobre la chica… -Señala la pc y clickea otra foto, esta vez más de cerca de la joven rubia con una gorra y una trouppe de mecánicas alrededor- Sí, es joven. Va, tiene unos 28 años. Algo feminista, por cierto. Y un peligro en las pistas. Nunca jugó una competencia como la que se viene, pero me han dicho que debo estar atento. – Se suena el cuello- Nunca se debe subestimar al enemigo.
Regina: No creo que sea un problema para ti –suspira- No recuerdo que alguien antes lo haya sido –Estira sus brazos, aunque se detiene al momento de bostezar.
Robin: Por un momento creí que te ibas a dar el lujo de bostezar frente a mí.
Regina: -Hace una mueca que no llega a ser una sonrisa, y se rasca la cicatriz de su labio superior- Quizás algún día me descuide. Aunque no lo creo realmente probable. Sería fracasar en mi protocolo de dama de honor –sonríe, irónica- y no creo que para un rey de los Stock Cars eso resulte positivo.
Robin: Siempre hay una primera vez para todo, incluso para fracasar. –Toma de un sorbo el café que está tendido en la bandeja, y se limpia la boca con el brazo- Discúlpame Gin, pero debo irme. Hoy tengo que estar más temprano.
Regina: ¿Vas a un entrenamiento? – Mira alrededor, buscando su cartera- Te acompaño, espera sólo un seg…
Robin: -La interrumpe- No, no vamos a correr –mira el reloj- me junto con mis mecánicos para determinar algunos retoques que le voy a hacer al Toyota. Nuestros auspiciantes están inquietos y debo preparar el auto para mostrarles la nueva joyita que van a mantener.
Regina: Ah… está bien. Quizás vaya un rato a la pista. Creo que…
Robin: -Vuelve a interrumpirla- me parece una fantástica idea, está bueno que vayas, hacer sociales hará que más entrevistadores se interesen en reportarme -sonríe, cínico-.
Regina: S… sí, claro –baja la vista- supongo.
Robin: Luego iré a probar el auto, así que te veo allá -Le besa la cabeza y se va, rápido-.
Una vez sola, Gina volvió a enfocar su atención en la joven ojos de cielo que se hallaba en la pantalla de su computadora. Algo la inquietaba de ella. No sabía bien si era su juventud, los rasgos de su rostro, la particularidad de su rol o la desfachatez con la que miraba a cámara, mostrándole al mundo que estaba dispuesta a llevarse todo por delante. La misma desfachatez con la que la miraría a ella, frente a frente, pocas horas después.
