Tsuna fue lanzado hacia el suelo, haciendo un gran cráter en la superficie terrestre y de paso revolviéndole los sesos un poco a las personas de Namimori.

Sus guardianes y tutor mostraron unas nuevas de preocupación mientras veían desde un costado todo el desastre.

-¡No se preocupen, Vongola Primo está aquí!.

Todas las miradas, incluso el castaño en el suelo logró alzar la cabeza un poco para mirar, se dirigieron a la cima de la montaña empinada cercana a ellos.

Un rubio se encontraba parado como el Rey León sobre la cima de ésta, con ambas manos a los costados de su cintura y la capa revoloteando al compás del viento.

A su lado se encontraba un pelirrojo, que lo miraba con una gotita en la cabeza que compartió con el resto de los espectadores.

Tsuna aprovechó la distracción de su oponente para impulsarse silenciosamente con sus llamas en el aire y alcanzar un punto débil de su enemigo el cual había sido indicado por su intuición.

El hombre cayó inconsciente sobre el gran cráter, creando uno de mayor tamaño que el anterior. Tsunayoshi bajó de la altura y apagó sus llamas, sus amigos se le acercaron corriendo.

-Giotto, en serio necesitas un psiquiatra.

-Para nada, Cozart. Yo soy un héroe -miró con una sonrisa a su amigo por unos segundos, y luego volvió a su posición "heroíca".

-C-Como tu digas...

Simon Primo saltó de la gran altura y se paró junto a los Vongola con una inexpresión normal en él que pronto cambió a una sonrisa burlona.

-Miren esto.

Después de murmurar al oído de los espectadores, todos vieron a Giotto fijamente para no perderse ningún detalle.

De pronto, el viento aumentó su fuerza, y los pies del rubio fueron levantándose de la tierra sin que se diera cuenta.

Para cuando se percató de ello ya se encontraba a bastante altura de la tierra firme.

-¡Ayuda! ¡Ayuda! -lloriqueaba dramáticamente, mientras pronto desaparecía de la vista de los demás.

Cozart comenzó a reír tanto que se agarró el estómago, desplomándose en el suelo por tanta carcajada.

Los descendientes de ambos antepasados simplemente miraron a lo lejos al rubio volarse pidiendo por ayuda y al oji-carmín reír como desquiciado en el piso con una gotita en la cien.

Los demás se unieron a las risas y al escándalo que las carcajadas contagiosas del mayor.