Los personajes no me pertenecen.

Tú solo debes brillar.

Capítulo 1.

La vida como una madre soltera nunca había significado un obstáculo para ella. Había conseguido terminar la preparatoria y titularse de la universidad prácticamente cargando a su bebé en un costado, trabajaba y estudiaba mientras le relataba cuentos a la niña para que se quedara dormida y así tener un poco de paz. Había logrado todo eso sola, desde que falleció su abuela. Y en ningún instante se detuvo a titubear sobre sus decisiones, ¿entonces por qué justamente ahora Airis sacudía su mundo casi perfecto cuestionándole sobre su padre?

Una niña de doce años revolucionando su mundo, ¡maravilloso!

—¿Por qué simplemente no lo denuncias? Hoy en día te resultaría muy fácil demostrar su paternidad.

Ella miró a su amiga a través del espejo, horrorizada.

—¿Demandarlo? ¿No crees que es un poco excesivo? —interrogó.

Tomoyo levantó una ceja y dejó de cepillar el cabello de su amiga un instante.

—¡¿Excesivo?! ¿Hablas en serio? —gritó, llamando la atención de las demás clientas en el salón. Sonrió un poco disculpándose y continuó con su discreta regañiza—. Excesivo es lo que él te hizo, ¡abandonarte en esas condiciones y siendo tú tan joven! Pude haberlo matado por eso, ¿sabes? Pero como no estuviste de acuerdo...

—¡Tomoyo!

—¡Oh, vamos! Un miserable menos en este mundo, nadie lo extrañaría —dijo haciendo un gesto con la mano, restándole interés al asunto.

—Sabes que eso no es cierto —protestó Sakura, retirándose el cobertor de los hombros. Se levantó de la silla y miró a su amiga—. Syaoran Li es muy famoso ahora y todo el pueblo aún recuerda el día que pisó Tomoeda por primera vez.

Incluso se sentía un poco insultada cuando entraba en su restaurante favorito, el dueño todavía conservaba la fotografía autografiada que aquel miserable le había obsequiado siendo apenas una estrella juvenil.

—Pues forzarlo a venir es la única manera que encuentro para que Airis conozca a su padre —replicó Tomoyo—. Aunque incluso si lo hicieras, creo que lo más cerca que llegaría la niña de él es a través de sus abogados.

—¿Tú crees? Jamas he oído que Syaoran se enfrente a una demanda por paternidad, aunque todavía se le considera joven para ese tipo de escándalos.

Sakura siguió a Tomoyo hacia la caja registradora e intentó pagar con su tarjeta de crédito pero su amiga la rechazó.

—Considéralo parte de tu regalo de cumpleaños —dijo, agregando un simpático guiño—. Sin embargo continuando con el tema, tienes razón, Syaoran lleva una vida muy discreta.

Los únicos escándalos en los que se veía involucrado eran siempre culpa de su eterna prometida Susy Choi. Debía amarla demasiado ya que él invertía mucho dinero en retenerla a pesar de sus supuestas infidelidades.

Sakura suspiró.

—Creo que tendré que inventar un padre falso para Airis, ¿imaginas lo traumático que sería para la niña decirle que su actor favorito es en realidad un sinvergüenza que abandonó a su madre? No puedo hacerle eso —negó con la cabeza—. Me desagrada mucho su admiración por él, pero tampoco quiero envenenar su corazón siendo tan joven...

Tomoyo sostuvo la mano de su amiga en un gesto casi maternal.

—Siempre me he sentido un poco culpable por esto, si mi madre no hubiera insistido en irnos de vacaciones, ese tipo nunca habría abusado de ti de esa manera. Conmigo a tu lado todo habría sido diferente —susurró, cabizbaja.

—Incluso contigo custodiándome las veinticuatro horas del día, yo habría buscado la manera de escabullirme con él —se sonrojó—. Estaba muy enamorada y no pensaba en las consecuencias. Él también era mi ídolo de joven.

—Aun eres joven —Tomoyo frunció el ceño—. Deberías darte otras oportunidades...

—Soy simplemente la madre de Airis y la subdirectora de la preparatoria Tomoeda. Solo puedo ser eso —repuso con dureza.

Tomoyo se dio por vencida ante la insistencia de su amiga cerrándose al amor. Acomodó por última vez un bucle rojizo que se empeñaba en caer sobre la frente de Sakura y sonrió.

—Te veré esta noche —aclaró emocionada—. No olvides pasar por la tienda departamental a recoger tu vestido, es un regalo de mi madre. También hay uno para Airis.

Sakura se sonrojó en agradecimiento. La madre de su mejor amiga era la dueña de las tiendas más prestigiosas en toda la región norte. Sin embargo Tomoyo eludía su responsabilidad del negocio familiar e inició su propia red de estéticas y spa, con los cuales no podía quejarse, seguía llevando una fantástica vida de lujos.

Recogió la ropa del almacén e hizo una estación en la panadería, donde Naoko le entregó una caja enorme que contenía su pastel de cumpleaños. Airis había insistido durante meses en celebrar el cumpleaños de su madre, por lo que a Sakura no le quedó otra opción más que acceder.

Pasearse por las calles de Tomoeda nunca había sido del todo grato. La familia Kinomoto no siempre había contado con tan buena reputación, algunas veces Sakura creía que estaba pagando los errores que su madre dejó caer sobre sus espaldas al momento en que nació. Su trabajo como profesora le había ayudado a reponerse en los últimos años, incluso las personas que la habían mirado con desprecio un día, ahora la saludaban como si nada.

Y eso era bueno. La vida era buena con ella y su pequeña hija.


Airis esperaba ansiosa la llegada de su madre sentada en el balcón de la ventana frontal de su casa, definitivamente no era una de las más lujosas del pueblo pero sí la que poseía el más hermoso de los paisajes. La bisabula había heredado a ella y su madre una propiedad en las orillas del lago, anteriormente había sido uno de los más llamativos centros recreativos del pueblo pero con los años y la precaria situación económica por la que pasó su familia, el negocio se había desmoronado. La única cabaña que no se había convertido en ruinas era la que habitaban ella y su madre.

—¡Airis, he atrapado otra rana!

Airis lanzó una mirada despectiva a Yui y negó con la cabeza.

—Solo te pedí que removieras las hojas del césped, no que cazaras esas alimañas —regañó.

—Son anfibios, no alimañas —repuso Yui.

Airis salió al patio y observó los manteles blancos sobre las mesas ondeándose con el viento. Las mesas estaban decoradas con listones color esmeralda, haciendo alusión de los hermosos ojos verdes de su madre. Algunas veces se preguntaba porqué motivo ella no había heredado esos rasgos finos y relucientes y la única respuesta que encontraba estaba en el padre que no conocía.

Había pasado la mayor parte del día ayudando a colocar las cosas que su tía Tomoyo envió para la fiesta. Decidieron que sería mejor realizarla en el jardín posterior de la casa, para aprovechar la belleza que aportaban los reflejos del lago. La mayoría de los arboles esperaban la caída de la noche con sus atavíos centelleantes cayendo de sus ramas y los meseros arreglaban los últimos detalles para comenzar con el asado.

Se despegó del torso la camisa empapada de sudor y se paró junto a Yui, su mejor amigo desde el jardín de niños.

—¡Wow! Debieron gastar mucho dinero en esto —exclamó el niño.

Airis bufó.

—En realidad nosotras no pagamos casi nada, la tía Tomoyo asumió el coste del banquete y todo lo demás es cortesía de los amigos de mamá —bufó, apenada. La verdad es que ella había movido muchas cuerdas para realizar esa fiesta y a juzgar por el resultado, fue un éxito.

—Tu mamá es muy popular, la mayoría de la gente la aprecia.

—¿y cómo no? —alardeó Airis. Su madre era reconocida en el pueblo desde que comenzó a trabajar como maestra en la secundaria. Y con su belleza y simpatía conquistaba fácilmente los corazones de todos.

—Deberíamos entrar a asearnos —sugirió el niño, removiendo un poco de lodo de su mejilla—. Tu madre nos matará si nos encuentra así. Y yo seré asesinado dos veces si se lo comenta a la mía.

Airis rió ante el temblor del niño, aunque la madre de Yui era realmente aterradora. Se llenó de escalofríos ante el recuerdo y mientras corría hacia la casa escucharon el espantoso ruido del escape del viejo automóvil de Sakura. No entendía la insistencia de su madre en seguir conduciendo esa chatarra, estaba segura que haciendo un par de ajustes en su presupuesto podrían tener uno mejor.

Los niños se frenaron ante la imagen de la joven maestra, ni siquiera parecía una mamá de verdad con su belleza. La tía Tomoyo había hecho un buen trabajo rizando su cabello castaño que acariciaban la suavidad etérea de su rostro. Lucía hermosa. Siempre lo hacía.

—¡Mami! –gritó Airis, extendiendo los brazos para lanzarse a su madre.

—¡Oh, por Dios! ¡Airis! —gritó Sakura. El cabello de su pequeña parecía un nido de pájaros, sus gafas estaban todas salpicadas por lodo y su ropa totalmente empapada. Echó un vistazo al niño que acompañaba a su hija y prefirió no opinar sobre sus condiciones—. Tenemos que darles un baño urgente.

Los niños bufaron decepcionados y corrieron a la casa antes que Sakura pudiese darles indicaciones. Sakura sonrió. No podía imaginar su vida sin Airis.


El murmullo tintineante de los cubiertos llenaba el silencio en la mesa. Su querida amiga pensaría que después de un par de años sin reunirse la confianza se habría perdido entre ellos, pero no era así. Syaoran le confiaría su vida a esa mujer, la cual era como una madre para él.

En un principio los medios intentaron tergiversar su relación haciéndole creer al público que él intentaba seducir a una mujer mayor, sin embargo su historia con Qiang iba más allá de un simple romance.

Él tomó un sorbo de vino y miró los inquisitivos ojos de la mujer. Eran hermosos, de un verde muy particular. Se perdió un instante en sus memorias y sacudió su cabeza para prestar atención a la plática.

—¿Qué sucede contigo? –inquirió Qiang—. Las últimas veces que vi tu rostro por videollamada pensé que solo se trataba de un poco de estrés laboral, pero viéndote en persona pienso que es peor que eso.

Syaoran se había esforzado mucho en los últimos meses grabando las escenas de su próxima película, la cual lo absorbió por completo durante el año. Un drama histórico que había requerido un sinfín de ensayos y lecciones de artes marciales.

—Creo que es una crisis de la edad —repuso Syaoran.

—Estás loco, a penas llegaste a tus treinta —exclamó Qiang. Apartó su lacio cabello negro del hombro con un movimiento de su cabeza—. ¿Qué sucede en realidad, es Susy dando problemas de nuevo?

—Quizá tenga que ver un poco con Susy —Syaoran se encorvó en su silla—. Creo que ha llegado el momento de formar mi propia familia, me siento un tanto solo en estos días.

Siempre se había sentido así, Suzi era una de las imposiciones de su vida que no podía eludir y durante un tiempo se resignó en convertirla en su familia, pero esa mujer era imposible.

—Creo que Susy hace lo correcto en no aceptar matrimonio en estos momentos. Preocúpate por tu carrera, que es lo único que estará contigo hasta el final de los días.

Syaoran sonrió divertido.

—Me lo dice alguien que se ha casado tres veces —frunció el ceño—, aunque es un poco raro que no tuvieras hijos.

La mujer le tomó la mano por encima de la mesa.

—Nunca los sentí necesarios. En ti puedo decantar mis sentimientos maternales y eso es suficiente.

Qiang era una actriz de teatro retirada. Ella fue quien inspiró e impulsó a Syaoran en su carrera. Ambos llenaban sus vacíos mutuamente.

—¿Has pensado en terminar tu compromiso y buscarte otra mujer?

Syaoran no respondió.

Por supuesto que lo había hecho, lamentablemente ninguna mujer era merecedora de su afecto. Ya una vez había confiado como un tonto en una chiquilla y era un error que no estaba dispuesto a repetir.


Hola amigos! Hace mucho tiempo que no escribía nada ni pasaba por el fandom, pero fue aquí donde desarrolle mi pasión por la lectura, espero que les guste este pequeño tributo a mis personajes favoritos.