Ser bibliotecario tenía sus desventajas como no tener ventanas abiertas, un uniforme feo y algo monótono y sobre todo aburrido. También tenía sus ventajas clarísimas como un sueldo considerable, hacer amistades que amaran los libros tanto como él y poder leer de gorra. El wifi gratis le permitía conocer todos los juegos del Facebook. Además, el descuento por empleada de la cafetería apartada le daba puerta a una gama de sabores a mejor precio que en cualquier otro trabajo.

Si, Antonio amaba su trabajo de bibliotecario.

Como bibliotecario, no solo había descubierto diferentes secciones de libros, desde el cinéfilo, las novelas en varios idiomas, y los manuales para cualquier problema, también la gente extraña que iba a su biblioteca. Desde padres, madres y abuelos con niños, estudiantes estresados, adultos peculiares y ancianos que no sabían poner en silencio el dichoso teléfono. Se había encontrado de todo: desde cargadores de teléfono, carteras, compresas sin usar, hasta ropa interior. Eran cosas que no sabía explicar como habían llegado pero que su dueño tardaba en ir a recogerlas ya fuera por vergüenza, tiempo o los dos después de leer esa hoja donde escribía lo último que había encontrado el día anterior.

Siempre a la misma hora, las ocho y media, la gente iba dejando vacía la biblioteca. A menos cuarto ya empezaba a ordenar porque estaba completamente solo y a menos cinco echaba un rápido solitario antes de marcharse. Porque, normalmente, estaba solo.

Pero ese día se había quedado un chico. Estaba en la última mesa, bastante apartado. Le dio un poco igual y siguió con su rutina. Le sonaba de haberlo visto otras veces, pero era la primera vez que lo veía así, atento a un libro, sin notar que estaba pasando cerca con el carrito de los libros. Intentó darle un vistazo rápido a lo que leía, encontrándose con una sorpresa. Ese libro no era parte de la biblioteca por la sencilla razón de que ese tipo no había. El lector cerró el libro y se fijo en el bibliotecario, que no sabía como disimular ante aquella pillada. Intentó seguir su camino pero este se levanto y lo empujo a dentro de las grandes estanterías.

- No deberías ver lo que leen los demás- le reprendió antes de empezar a besarlo inexplicablemente

Antonio no le siguió el juego y mordió su labio para que parara. Bastante sonrojado intentó marcharse, pero el agarre del otro no le dejaba que siguiera con su trabajo y atacó su cuello. Le gritó que parara pero lo mando callar porque estaban en la biblioteca. Antonio solo pudo pensar que era un desvergonzado. No podía negar que aquello le gustaba, y más con el morbo de estar en su biblioteca, pero con un desconocido que estaba leyendo ese tipo de cosas en su biblioteca le cortaba bastante.

- Si quieres más, solo búscame

Lo dejó a medias. El chico cogió su chaqueta y simplemente se marchó. Sin decir su nombre o algo. Dejo totalmente cuadrado al bibliotecario, que intentó recomponerse después de ese momento inexplicable. Intento terminar su trabajo.

Por lo menos se había dejado el libro.


Iepale!

Esto seguro que tendrá una segunda parte, no se, ya veré. Dedicado a Julieta.

Hasta la próxima~