Es cierto eso de que cuando vas a morir, ves tu vida pasar ante ti como una película.
Daniel vio toda su existencia en flashes antes de cerrar los ojos para siempre.
Veía todos los rostros de los asesinos que había matado. Todos y cada uno de ellos. A algunos incluso los conocía de su época con la Hermandad. Hombres, mujeres e incluso niños. Todos ellos asesinados por la causa de los templarios, masacrados por un grupo de gente liderado por él mismo.
Luego, sólo había silencio.
Al fin.
Al fin se habían callado las malditas voces. Al fin estaba solo en su conciencia. Sólo con sus crímenes.
Y había uno que resaltaba sobre los demás. Uno que recordaba todos los días.
El asesinato de Hannah.
Había tratado de excusarse de mil formas, que ese no era él, que no era dueño de sus actos, que nunca le haría daño…
Pero al final del día, fue él el que apretó el gatillo de la pistola que le quitó la vida a la única persona que le había querido sinceramente alguna vez.
Y se encontró de pie en el famosísimo túnel. Se sentía bien, no habían voces que le perturbaran y ya nadie podría hacerle daño de nuevo, estaba muerto al fin.
- No vayas hacia la luz, Daniel.- se dijo a sí mismo, burlón, mientras caminaba hacia allí.
Lo que nunca esperó es que hubiera alguien esperándole.
Pero allí estaba, exactamente igual que en sus recuerdos.
Su cabello rojo pasado sobre uno de sus hombros, con su clásica sudadera blanca de asesina.
Era Hannah, no había duda de ello. Y al verla, se sintió inseguro. No quería mirarla, pero a la vez no podía despegar sus ojos de ella. ¿Había venido a atormentarle? Porque se lo merecía, eso seguro.
- T-tú… Yo… - no le salían las palabras, se sentía miserable, porque pese a todo lo que había pasado, se alegraba de poder verla por última vez aunque fuera.
La asesina le sonrió con suavidad antes de acercarse un poco a él.
- Calla, anda… Nunca has sabido tratar con la gente, Daniel.
- Yo… Lo siento, Hannah… Nunca quise hacerte eso… No ha pasado día en el que no me sintiera culpable.- el templario no podía dejar de mirarla, pero no se atrevía a tocarla.
¿Y si lo hacía y desaparecía? No… No quería eso, cruzaría hacia la luz, pero sería mirándola a ella. A lo único bueno que tuvo en su vida, y que finalmente, acabó por perder.
- ¿Crees que no lo sé? He estado contigo desde que pasó. Cada día te he visto atormentarte por eso. Pero sé que no fuiste tú. Fue Abstergo. Fue el sujeto 4. Ya es hora de que lo dejes y seas solo Daniel Cross.
Finalmente, la pelirroja tendió su mano hacia él en un gesto dulce.
- Vámonos… Ya es hora de que tengas un poco de paz.
El templario estiró un poco su mano, lentamente, aún inseguro.
- Yo… Cuando crucemos… ¿Vas a irte?- aún no había cogido la mano de la asesina, que aún la tenía extendida hacia él.
- No… No voy a irme, voy a quedarme contigo. No llevo dos años esperándote para ahora dejarte aquí tirado, tonto.- le dijo ella con una sonrisa ligeramente burlona pintada en sus labios.
- Deja de llamarme así, anda…
Finalmente, Daniel tomó la mano de Hannah, cálida en comparación con la suya, y esa fue la última sensación que tuvo antes de desaparecer en la luz.
