Un destino nunca se elige

Las finas hebras de su cabello resbalaban por en medio de sus dedos. A simple vista era una labor tediosa, pero ella disfrutaba cada segundo e instante de la vida de su hija como el más valioso de sus tesoros. Aplicó sobre su cabellera, el aceite de manzana que hacía brillar aún más su color único.

—¿Falta mucho? —escuchó su tono aburrido.

—Casi nada, Anna—respondió juntándolo en una coleta—Si te movieras menos…

—Así es, si te movieras menos—repitió el castaño—¿Verdad, Matamune?

El gato paseaba entre sus manos con un auténtico placer, sin preocuparse de su arreglo personal, tan contrario a ella. Cada mañana era un deleite acompañar a la rubia en su rutina de belleza. Y se burlaba abiertamente de cada halago que su madre soltaba con su hermana.

—Verás que cuando termine te verás como toda una princesa.

—Sí, princesa—se burló una vez más el pequeño, haciéndola rabiar hasta el límite.

—Princesa serás tú, Hao—respondió jalándose para alcanzarlo.

Sin embargo, corría el riesgo de quedarse calva, dado que Keiko no se movía ni un centímetro más ni adelante ni atrás.

—¡Mamá! —exclamó molesta.

—Anna, para tener ocho años tienes un carácter muy impetuoso. Ya sabes lo que dice la abuela, las buenas mujeres deben callar prudentemente.

—Sí, Anna—se comentó Hao—Bien, es suficiente, ya me aburrieron y yo ya estoy listo.

Suspiró cansada. Siempre era igual, tendría que esperar hasta que Keiko terminara de arreglarla. Y todo por el cumpleaños de Manta Oyamada. Por él estaba usando ese ridículo peinado y tendría que usar aquel bonito, tenía que admitirlo, vestido.

—Como dije, Anna, si no querías jugar con nosotros, nos lo hubieses dicho desde antes. No hubiésemos perdido nuestro tiempo aquí esperándote—dijo señalando al gato—Bien, vámonos Matamune, Yoh es más divertido.

Apretó su puño fuertemente. Tenía unas granas inmensas de estrellarle la muñeca de porcelana en la cabeza antes de que viera el último de sus cabellos abandonar su alcoba. Su insolencia ya la tenía cansada hasta el límite. Y Keiko simplemente tarareaba una extraña melodía, ignorando totalmente lo que pasaba a su alrededor.

—¡Mamá, porque demonios no le dices algo!

—Ya lo conoces, Anna, él siempre es así—respondió con una pequeña sonrisa.

—Sí, Anna, él sólo quiere llamar tu atención—añadió Yoh llevándole el tocado a su madre para finalizar el peinado.

Cada vez que él entraba era diferente, Yoh siempre estaba ahí para protegerla, incluso más de lo que hacía Hao. Sonrió y aquello fue suficiente, no necesitaba otro aditivo para tranquilizar su ímpetu. Aflojó su cuerpo y dejó que Keiko continuara su labor.

—Te lo agradezco, Yoh—dijo su madre con gran calma—Gracias a ti hemos terminado.

—Te ves muy bonita, Anna—presumió con sinceridad su hermano—mucho muy bonita.

Un ligero rubor cubrió sus mejillas gracias a los halagos de Yoh, al menos él apreciaba sinceramente lo que veía.

—Así es—añadió Keiko mirando el reloj—Ahora debo terminar de arreglarme. Ponte el vestido y los zapatos que están ahí, cualquier cosa, me llamas y vengo para ayudarte.

Dos minutos después ya estaba apresurando a Mikihisa al otro lado de la habitación y Anna se pegó en la frente por unos padres tan descuidados.

—Bueno… creo que entonces iré con Hao.

—Espera, siempre tengo problemas con el cierre del vestido—le dijo la niña—Cierra la puerta para que pueda cambiarme.

—¿Y… no te importa que me quede contigo?

No comprendió del todo su pregunta, más cuando se notaba un poco nervioso.

—¿De qué hablas? Papá a veces me viste, no es la gran cosa—aseguró la rubia quitándose la blusa y el pantalón—¿Te incómoda?

—No…—negó mirando con curiosidad su cuerpo femenino—Bueno, te ayudaré.

Introdujo sus pies y subió el vestido, apartando la coleta para que él pudiese abrochar los botones finales y subir por fin el cierre. Realmente no se explicaba por qué de su falta de coordinación si no era nada extraordinario.

—¿Puedes hacerlo?

—Claro… claro…¿Y… te molesta mucho lo que dice Hao?

—Todo el tiempo.

Bufó y apretó la muñeca de tela que estaba a un costado de su cama.

—Es un odioso.

—Sí, pero yo sé porque es un odioso

—¿Por qué? —cuestionó con rapidez.

—Porque… él cree que soy tu favorito—aseguró deslizando lentamente la cremallera hacia arriba—Listo.

—Gracias—respondió Anna mirándolo de reojo—Bueno… en ese caso puede que tenga razón.

—¿La tiene?

—Sí, porque eres mi hermano favorito—añadió tomando su mano.

No se movió hasta que la rubia giró su rostro. Ellos eran buenos hermanos, tal vez no infinitamente cercanos, pero no se llevaban mal. Por eso, a pesar de todo, se veían con curiosidad, como si algo extraño hubiese permanecido en el ambiente. Yoh sonrió y fue el primero en apartarse.

—Bien, niños, vámonos—dijo Mikihisa abriendo de golpe la puerta—Los quiero en el auto, ya.

—Anna—llamó a su hermana antes de que corriera fuera de habitación—Eres mi chica favorita también.

Una delicada y hermosa sonrisa adornó su rostro el resto del recorrido a la mansión Oyamada. Recogió su bolso y subió a la camioneta. Hao bromeaba de lo torpe que era su padre para manejar al saltarse los altos, mientras Yoh secundaba su acción con una tenue risa. Y es que su madre aludía que nunca había que llegar tarde a un evento, menos si aquella familia era la de más alcurnia por la zona.

—¿Cómo estás, Keiko? —preguntó su homónima.

—Excelente, creo que jamás me he sentido más feliz en mi vida—confesó sin poder evitarlo, aunque con algo de pena al ver la conducta tan fuerte de su hija.

Destilaba elegancia y una posición muy bien acomodada. Pero a pesar de eso, Keiko Oyamada era una persona sumamente tranquila y amable en su trato. En sus brazos reposaba la más pequeña de sus hijos, Mannoko, que dormía sin reparo.

—Eres un enano—oyó en la lejanía la voz de Anna dirigirse a Manta.

—No, Anna, por favor…—rogó el pequeño.

No era necesario que lo dijese, traslucía a simple vista con la manera en que se conducía su familia. Keiko simplemente deseaba una niña y ahora la tenía y la había criado desde sus primeros meses de nacida, así que era suya en todo el sentido estricto de la palabra.

—Parece que fue buena idea lo de la adopción—indicó al ver a la pequeña mandar a sus hermanos—Se nota que a tus hijos les cayó muy bien su hermana.

—Así es. Hao y Anna a pesar de que pelean mucho, son muy unidos e Yoh es el neutral, ya sabes, por ser el de en medio.

Se notaba en la conducta de los tres. Eran bastante complementarios.

—¿Y… algún día les dirás? —cuestionó arrullando a su bebé—No he podido localizar a sus padres, nada, es como si la tierra se los hubiese tragado.

No cabía en su cabeza esa respuesta. Mikihisa adoraba a Anna como a su propia hija y no dudaba del cariño que sus hijos le profesaban, para ella, no había diferencia, en lo absoluto.

—Bien, niños, dejen de maltratar a Manta—señaló Mikihisa—Así es, no más golpes, Anna.

Negó con la cabeza reiteradas veces. Sentía temor por el futuro.

—No. No veo necesidad de hacerlo, Keiko. Y te lo imploro, no le digas a nadie que ella es adoptada. No quiero que se sienta excluida, que comience a buscar a dos personas que la abandonaron como si fuera un simple gato callejero.

—Pero…

—No hay nada más que discutir, Keiko. Anna es una más de los Asakura. Y siempre lo será.

Años después

Estrechó la mano de aquel hombre y se jactó con alevosía del grandioso trato que estaba logrando para el bufete de abogados. Su firma, sin duda, le otorgaría un ascenso y un bono por el logro obtenido. No en balde era el mejor en su generación, el más poderoso, atractivo, sobresaliente y también el más próximo a casarse de sus hermanos. Tres meses más y estaría viviendo con otra persona.

—Me alegra cerrar negocios con usted, señor Hao.

—Placer el mío, Luchist—reconoció orgulloso el castaño—Mis inversiones son pequeñas, pero estoy seguro que nos beneficia a ambos. Yo entregó buenas cuentas a la empresa y usted gana dinero rápidamente.

—Por eso usted es un gran estratega.

—No sólo sirvo para separar parejas, créeme—respondió con orgullo—Ahora… dame un minuto, acabo de perder a la niña de mis ojos.

Sonrió levemente enternecido de la forma en la que se dirigía a su prometida, quien conversaba animada con dos mujeres más una rubia y otra mucho más alta que ella. Y claro, era natural que él la buscara si estaban en la celebración de su compromiso oficial, por supuesto que la querría todo el tiempo a su lado.

—Mattilda es una mujer sumamente afortunada.

—¿Mattilda? Vamos, en serio no crees que hablaba de mi novia—se burló el castaño tomando una copa de la charola—Es mi prometida, cierto, pero la niña de mis ojos es ésa engreída.

Era temible, pero muy hermosa. Para nada se veía intimidada con el círculo de políticos con los que intercambiaba tarjetas de presentación. Anna Asakura era, después de todo, una de las mejores estrategas en comunicación política. Y aunque era joven, avanzaba a pasos agigantados gracias a sus dotes dominantes.

—Le he dicho mil veces que deje de intercambiar papelitos con perdedores que sólo se la quieren llevar a la cama—expresó molesto mientras sorbía el resto del vino—¿Tienes hermanas, Luchist?

—Emmm… no, señor.

—Pues no las tengas—describió molesto—Y ése otro perdedor…tampoco tengas hermanos.

Hao tan sólo provocó la risa de Luchist en especial cuando comprobó que Yoh simplemente estaba coqueteando con una bonita rubia en la fuente de chocolate.

—Es el colmo con los dos. Yoh debería cuidarla mientras yo cierro negocios.

—¿Y su hermano qué es?

—Es violinista—reveló algo incómodo—Así que tiene bastante tiempo libre, imagino que has oído hablar de él, es conocido aquí en Japón.

—¿En serio? No puedo creer que él sea Yoh Asakura.

Señaló la relación de apellidos y claro, era bastante obvio, pero al verlo a distancia, realmente no era nada increíble a como sonaba su música.

—Es soberbio.

—Sí, Anna lo forzaba a sostener el violín por horas—describió con nostalgia—Buenos tiempos, mis hermanos son sobresalientes, se parecen a mí. Lo heredaron todo de mí.

Probablemente si sus padres no estuviesen intercambiando chismes con los Oyamada o los Tao, probablemente apelarían a la cuestión, pero no había nadie que contradijera la sangre majestuosa que ese para había heredado de él. Era la misma historia de siempre. Realmente se sentía orgulloso de su familia. Palmeó la espalda de Luchist antes de percibir el delicado aroma a manzana. Estando ella ahí, tenía una preocupación menos en su vida.

—¿Y bien? ¿Fue interesante? —cuestionó en mal modo al verla guardar en su bolso algunos papeles—Te dije que no quería trabajo en mi fiesta.

—Qué cortesía la tuya, Hao—añadió resignada a la posesividad del castaño—Anna Asakura.

—Un placer, Luchist Lassi—se presentó el hombre—Soy el nuevo socio y cliente de su hermano.

Miró de reojo su vestimenta y le pareció un hombre adinerado, pero sobre todo confiable.

—Me alegro, pronto se casará y no tiene fondos para solventar la boda.

—¡Anna! —exclamó apenado el castaño—Para tus altanerías.

—Lo siento—se disculpó con fingida inocencia—Sólo aseguro tu futuro.

Tonterías, la haría sufrir por aquel desacató y no le importaba que Luchist presenciara lo mucho que la quería, era un hombre de su entera confianza. Así que la abrazó y posó sus manos rodeando celosamente su cintura. Para algunos, era un gesto sobreprotector, para él, era la única forma de sentirla cerca.

—Perdona a mi hermana, Luchist, ya te dije que soy su adoración.

—Oh… pensé que su adoración era yo—añadió Yoh sorpresivamente.

Sonrió al ver a los tres hermanos discutir un nombramiento cariñoso. El menor se presentó y quedó fascinado de la unión de aquellas tres personas, el clan de los Asakura. Ninguno cedía, todos tenían importancia uno en el otro y eso era fácilmente detectable, de principio a fin.

—¡Eres un torpe, Yoh, te dije que tenías que cuidarla!

—No soy una niña—objetó de inmediato Anna.

—A mí eso no me importa, yo le ordené a este tipo que te cuidara a sol y sombra. Es lo único que tiene que hacer y no lo hace.

Yoh rió cuando Hao terminó el regaño. A partir de ese instante, fue la sombra de Anna en todo momento. Su hermano los miraba con ojos de pistola a todos los atrevidos que osasen invitarla a bailar.

—Arg, tu hermano está loco—dijo molesta al escuchar la música ambiental en el jardín—Hao está loco.

—Lo sé—respondió invitándole una fresa con chocolate del palillo—Es muy protector contigo.

—Ni siquiera lo es con su novia, que no sea ridículo.

Aunque ella no quisiera comprenderlo, él veía de forma sensata las acciones de Hao, a pesar de verse bastante posesivo. Lo había seguido desde niño en casi todas sus acciones. Se recargó en el barandal de madera y miró abajo a todas las personas que limpiaban el desastre de la fiesta.

La casa en el árbol parecía ser resistente y poco ortodoxa para dos adultos de talla grande como ellos. Anna se estiró y entró al cuarto de madera. Realmente no había cambiado mucho, únicamente tenían cojines para dormir, así que se recostó e Yoh imitó sus acciones con una tremenda calma.

—Dime algo que no sepa de ti—se atrevió a decirle Anna.

—¿Algo que no sepas de mí? —repitió pensativo mientras su cabeza descansaba ahora en las piernas de su hermana—Convénceme un poco.

Lentamente sus manos se perdieron en su cabello castaño, imitando un suave masaje que terminó por perderlo en una inmensa paz.

—¿Cómo haces eso?

—¿Qué cosa? —preguntó la rubia.

—Calmarme así… se siente muy bien—dijo en voz baja—Eres la única mujer que me hace sentir en el cielo.

Y oyó un grave carraspeó. No necesitó abrir los ojos para saber que era su hermano mayor con una botella en mano.

—¿Se puede saber qué demonios hacen aquí sin mí?

—¿Qué no te quedarás con Matti esta noche? —respondió ella.

—No tengo ganas.

—¿No tienes ganas? Acabas de anunciar tu compromiso hace unas horas—respondió Anna con dureza.

—Y qué. Quiero tiempo con mis hermanos, ¿eso tiene algo de malo?

—No, no lo tiene—respondió Yoh incorporándose lentamente.

Nadie objetó nada. Los tres prendieron una lámpara mientras comían en silencio el restante de los bocadillos. Si era extraño, sí lo era. Había un aire de melancolía en el ambiente imposible de deshacer.

—Bueno, sigamos tomando—sugirió Hao.

—Eres un borracho.

—Sí, pero no me he emborrachado en años y sabes bien porqué.

Anna miró confundida a Yoh, que inmediatamente le devolvió una sonrisa nerviosa.

—Es que si no se le escapaban los hombres que a mí se me pasaban por alto.

—¿Y lo dices con ese cinismo?

—Tú preguntaste—añadió Hao—¿Qué tal un juego?

Sus hermanos lo miraron con un ápice de desconfianza.

—No vamos a dar dinero, sólo vamos a sincerarnos un poco.

—Está bien—aceptó Yoh—¿Qué hacemos?

—Todos toman una ronda y el último tiene que responder una pregunta hecha por el que sostenga la botella en ese momento.

—¿Y si él mismo sostiene la botella? —ironizó Anna.

Era el punto que no tenía del todo calculado.

—Pues evita la pregunta.

—De acuerdo.

Locuras habían hecho muchas antes, ésta no sería la más irracional e ilógica. El primer turno correspondió al mismo Hao, que prácticamente se había ahogado con el primer sorbo de whiskey.

—Y bien…

—¿Realmente te quieres casar con Matti, Hao? —cuestionó Yoh.

Calló un momento al ver los ojos de Anna centrarse en él.

—Sí quiero, pero también siento muchas otras cosas más—se limitó a responder.

—Bien…

Siguió tomando y la segunda ronda, el licor retumbó en su cabeza como una ligera jaqueca.

—Tu turno, Anna—le dijo Yoh al ver que era Hao quien sostenía la botella.

—¿Alguna vez te has enamorado? —cuestionó con dureza su hermano.

Un gran silencio dominó por breves segundos hasta que el sopor del alcohol la abandonó por completo.

—No… no me he enamorado.

—¿Cómo lo sabes? Que tal…

—Una pregunta a la vez, Hao—objetó la rubia—¿Quieres la tercera ronda?

Los tres bebieron e igualaron su tiempo, si un claro ganador. Tal parecía que el calor del líquido ya había curtido lo suficientemente bien sus gargantas, así pasaron tres rondas hasta que Yoh perdió ya un poco mareado.

—Dime, Yoh, ¿alguna vez has amado a alguien prohibido para ti? —preguntó Hao—¿alguien a quien no puedas amar?

Sonrió y contempló a Anna dormitar unos segundos.

—¿Alguien prohibido? No. Jamás.

Continuará…


N/A: Esta es una petición especial de una persona que me pidió subiera el fic que le había escrito para ella. Obviamente, antes de que me avienten piedras, les diré que no hay porqué preocuparse, estoy trabajando en mis otras historias. Contigo Siempre y Sunshine son las dos historias seleccionadas para actualizar a partir de la siguiente semana en forma continua hasta no verles el fin. Pero mientras, les dejo este pequeño fic de breves capítulos.