Nota de autor: Naruto no me pertenece.

Odio.

Hinata Hyuuga envidiaba a Neji Hyuuga, su semblante inquebrantable, su paso dolorosamente elegante, hasta el desprecio que despedía cada mirada suya, sin embargo nunca lo miró directamente. Nunca se atrevió a tal insolencia.

La noche parecía más negra, más densa, pero se mantuvo firme en el umbral de la puerta. Los guardias la miraban como si su cuerpo se pudiera romper, cual figurilla de porcelana, fría, bella, lejana, esos pensamientos se asemejaban más a otra persona; todavía no le decían nada. Suspiró. La misión que se le asignó tardaría unas semanas; habían pasado meses. Suspiró otra vez. Y una vez más. Entonces una silueta se deslizaba entre la débil niebla. Era él.

Sonrió. Como una visión, él se acercaba igual que el amanecer.

"Hinata-sama." dijo en un susurro apenas perceptible, y aún así era un susurro autoritario. Tembló. "Debería ir a descansar, Hinata-sama." volvió a hablar, entrecerrando los ojos, había notado el temblor, ella llevaba su uniforme chunnin, parecía cansada, y…

Fue un movimiento de rapidez desmedida, Neji lo esquivó, sus miradas se cruzaron un instante, Hinata lo miró por primera vez. No se trataba de determinación, sino de una amargura impulsada por alguna clase de euforia inesperada. Oh, amargura… Neji entendía de eso.

Permanecieron silenciosos unos minutos, un guardia dio un paso, la heredera alzó su mano. "Retírense" su voz sonaba ronca, como raspando el aire, sus ojos estaban posados sobre el pasto. Los dos guardias salieron indiferentes.

"He comprendido finalmente, Neji nii-san. Eres mi rival, eres mi otra mitad, como nuestros padres." Continuaba mirando el pasto, mientras sus palabras penetraban en la ya casi inexistente niebla. El amanecer palpitaba. "No más rencores, nii-san."

"No más rencores." repitió al viento. Había esperado este momento desde que recibió el sello que lo hacía su guardián y sirviente. Ahora la tenía frente a sí, dispuesta. La serpiente por fin ha mordido su cola. Ambos se coloraron en posición de ataque, activando sus líneas sucesorias, ahora mirándose directamente, dos caras del mismo universo, porque…

"Porque es el odio lo que nos hace a todos iguales, sólo a un rival eres capaz de mirar fijamente" estas palabras no podría el viento llevárselas, jamás.

Gracias por leer.