Una historia que originalmente era totalmente porno, pero que al final terminó siendo reemplazada por una idea totalmente angst… Si pueden, espero que descarguen el fanmix, porque muchas de las escenas fueron escritas cuando lo escuchaba… o sea, todo está como para cortarse las venas, por decirlo de alguna manera xDDD

"Sanctuary" es el fic en el que he dejado mi alma y corazón, cuídenlo y mimen mucho a los personajes, lo merecen.

Agradecimientos:

No hay palabras suficientes...

Primero, a Cyda (motoko_cydalima), quien me ha hecho una mejor escritora (sí, aunque lo niegues, bonita). Sin ella, nada de esto hubiera sido posible. Muchas gracias por todo el esfuerzo y las horas y horas que me dedicaste, de verdad que jamás podré agradecerte lo suficiente.

A mis maravillosas cheerleaders:Jenny_Anderson, Pami_Li, Poison_d90, Loyle. Algunas de ustedes no llegaron a leer el fic por completo ya que la vida real nos pegó duro a todas, aun así, les agradezco de todo corazón por los ánimos que me dieron. ¡Las adoro!

A mi amigo dayofbehemoth que me ayudó con el diseño de los covers del fanmix. Guapísimo, mil gracias por todo.

No los aburro mas, gente bonita. Espero que disfruten de mi fic.

Recuerden que los comentarios son amor.

Sui


Harry suspiró al ver la pila de correspondencia que había llegado esa mañana. Las protecciones de su casa necesitaban varios ajustes, siempre había algunas lechuzas que alcanzaban a entregar aquellas cartas y paquetes que tanto le desagradaban. Bufó y maldijo interiormente a los entrenadores de esos endemoniados animales, quizás éstos poseían algún tipo de rastreador mágico. Joder, sólo quería una vida tranquila. Conteniendo el impulso de quemar todo aquello, alzó la varita y realizó un rápido chequeo para verificar que alguno de esos sobres no estuviera envenenado con alguna poción. Voldemort estaba muerto, pero muchos de sus seguidores aún no se daban por vencidos. Debía ser cuidadoso.

Colocó los sobres en la pequeña mesita de la sala y los revisó con detenimiento. Invitaciones a fiestas, invitaciones para dar seminarios de Defensa contra las Artes Oscuras, invitaciones del Ministerio para ejercer como jefe del Cuartel General de Aurores. Gimió con frustración y se dejó caer sobre el sofá, por más que intentaba alejarse de todos aquellos que seguían idolatrándolo, no lo lograba. ¿Es que no entendían? Simplemente quería descansar, quería alejarse de todo aquello que le traía tan malos recuerdos.

Un fino sobre color marfil llamó su atención: quien lo firmaba era un completo desconocido.

―¿Jacques Saunière? ―Harry alzó una ceja mientras se acomodaba en el sofá, abrió el sobre con cuidado y sacó una pequeña tarjeta del mismo color que la envoltura.

EXPOSICIÓN ARTISTICA

La galería de arte mágica Hazlitt Holland-Hibbert de Londres, inaugurará mañana, 9 de octubre, una exposición con las pinturas más recientes del maestro francés Jacques Saunière. Algunos de los cuadros son parte de la colección privada del artista en honor a los caídos en la pasada guerra mágica, siendo protagonistas de los mismos, el héroe del mundo mágico, Harry Potter, y el resto de sus valientes compañeros.

El resto de las pinturas expuestas proceden de colecciones privadas, y esta será la primera ocasión en la que podrán ser contempladas en público…

Harry sintió un hueco en el estómago. No era la primera vez que le invitaban a uno de esos eventos ―sobre todo cuando éstos se beneficiaban a sus espaldas, joder―, sin embargo, esta vez había algo diferente. Las fotografías mostraban varios cuadros en los que él o sus amigos aparecían, y aun cuando ya había visto muchos con anterioridad, ninguno había llamado su atención. Estos parecían ser mucho más reales y auténticos que los demás, pero realmente dudaba que fuera así.

Suspiró mientras se ponía de pie. Iría a esa exposición, después de todo, salir de vez en cuando no era tan malo.

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Sanctuary

In you and I there's a new land
Angel's in flight (I need more affection than you know)
My sanctuary, my sanctuary,

Where fears and lies melt away
Music inside (I need more affection than you know)
What's left of me what's left of me now

Sanctuary Utada Hikaru

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Kapitel I

Draco caminó con cuidado sobre la espesa nieve que cubría las calles del Callejón Diagon, esperando que sus desgastadas botas pudieran soportar un poco más antes de que llegara el siguiente pago por su trabajo. Se detuvo frente a una panadería y suspiró antes de animarse a entrar; esperaba tener mejor suerte ahí, pues en la otra tienda no habían querido atenderle y realmente necesitaba abastecerse con algunos víveres, aunque sólo fuera pan.

―Buenas tardes, bienvenido… ―dijo con una sonrisa la joven que atendía el lugarcuando lo vio entrar; por supuesto, en cuanto lo reconoció, frunció el ceño y su mirada amable cambió inmediatamente a una de completo desprecio―.¿Qué desea? ―escupió con recelo mientras lo veía de arriba a abajo.

Draco se aferró con fuerza a su viejo abrigo mientras se mordía el labio inferior y señaló hacia una de las vitrinas en las que descansaban algunas piezas de pan. La chica lo miró con escepticismo por unos momentos y después asintió, un par de segundos más tarde, una fría bandeja apareció en sus manos. El rubio escogió rápidamente algunos panes simples, rogando por que la chica no cambiara de opinión en cualquier momento y terminara echándolo del local; después de todo, no sería la primerani la última vez que algo así le sucedía.

Una vez fuera de la panadería, se permitió soltar un suspiro de alivio y vio con melancolía la bolsa de papel que tenía en las manos. Sólo había podido comprar siete piezas, esperaba que fuera suficiente. En ese momento no podía darse el lujo de aspirar a algo más que eso,pues el resto del dinero estaba destinado para sus materiales y herramientas.

Caminó nuevamente por las calles, sintiendo cómo la nieve comenzaba a hacer contacto con su piel. ¡Mierda, las botas no habían resistido! Apresuró el paso, ignorando las miradas envenenadas que se dirigirán hacia él. Cuando finalmente llegó hacia la zona libre para la desaparición, sacó el pequeño dije en forma de cruz que tenía en el cuello y activó el mecanismo de traslado.

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Harry caminó por los pasillos de la galería, tratando de ignorar las miradas de adoración de los presentes; en especial, quería alejarse del molesto hombre que había estado siguiéndolo desde que había puesto un pie dentro de la galería esa noche, fastidiándolo con su insulsa conversación. Jacques Saunière era un hombre que rozaba los treinta años, de piel pálida y era bastante obeso; al parecer era sumamente famoso por sus cuadros.

Y sí, Harry tenía que admitirlo, nunca antes había visto pinturas con esa mezcla de colores y acabados. Los cuadros parecían fotografías, era como si el artista buscara la manera de plasmar el pasado, como si se tratara de un recuerdo. Frunció el ceño, la verdad es que esas pinturas no tenían nada que ver con el hombre que tanto le seguía y adulaba hasta la manera como respiraba. Bufó, seguramente era una de esas tantas excentricidades de los artistas.

Se detuvo abruptamente al escuchar unas risas que le resultaban abrumadoramente familiares. Se acercó a uno de los retratos, abriéndose paso entre las personas que estaban observándolo en ese momento. Ahogó un jadeo al encontrarse a Hermione y Ron sonriendo desde la pintura, con la misma expresión que tenían en sus años de adolescencia; él compartía el espacio, sonriendo al lado de sus amigos mientras en su mano descansaba una pequeña snitch. Todos vestían el uniforme de Hogwarts.

―Oh mira, creo que ese eres tú, Harry ―dijo Hermione desde el cuadro, claramente asombrada.

―Vaya, parece que soy un hombre apuesto ―comentó su versión joven mientras sonreía divertido al lado de Ron, quien se había acercado al marco para saludarlo con la mano.

―Eso aclara nuestra duda, compañero ―sonrió el pelirrojo―. Significa que al final lograste vencer al loco ese.

Los tres amigos comenzaron a platicar entre ellos, ignorando a Harry y al resto de los presentes, quienes seguían mirándolos con admiración. Harry retrocedió un par de pasos y se recargó en uno de los pilares de la sala, dejando que por un momento la melancolía fuera sustituida por un agradable calorcito interno, aunqueclaro, fue una alegría efímera, pues la realidad le golpeó en la cara sin piedad.

Hacía casi seis años que lo había perdido todo.

Sí, Voldemort fue derrotado, pero la pelea había tenido graves pérdidas para ambos bandos. Sus mejores amigos, Ron y Hermione, habían fallecido durante el enfrentamiento, y él no había podido salvar a ninguno de ellos. Tragó profundo, llevándose consigo el nudo que se había formado en su garganta; alzó la mirada sólo para encontrarse a Jacques Saunière sonriéndole, como sonreiría la persona que se ha sacado el premio mayor.

―¿Qué le pareció, señor Potter? ―preguntó el hombre mientras se acercaba a él, ampliando cada vez más su sonrisa, si es que eso era posible―. Esa pintura no está a la venta, pero al tratarse de usted, puedo hacer una excepción.

―¿Cuánto? ―preguntó Harry con frialdad. Admitía que las obras de Saunière eran maravillosas, pero eso no significaba que aquel hombre terminara de agradarle. Todo lo contrario, le desagradaba más y más con cada segundo que pasaba.

El pintor se relamió los labios por unos segundos antes de responder, seguramente pensando en la cantidad que podía sacarle en ese momento. Harry suspiró fastidiado y dirigió una rápida mirada hacia el resto de las pinturas, la mayoría ya habían sido vendidas, aunque la maldita invitación decía que pertenecían a colecciones privadas y que no estaban a la venta.

―Setecientos mil galeones ―dijo Saunière finalmente―. Créame que es una ganga, le aseguro que no podrá encontrar calidad como esta en ninguna otra parte.

Harry rodó los ojos, fastidiado. En eso tenía que darle la razón, de todos los cuadros que había visto durante esos años, ninguno había plasmado de esa manera la relación de hermandad y complicidad que había compartido con sus amigos. Quería ese cuadro.

―Bien ―escupió Harry con desprecio mientras avanzaba hacia la puerta―. Regresaré con el cheque antes de que termine la exposición.

Sin decir más, salió de la galería, ignorando a las personas que comenzaban a arremolinarse a su alrededor.

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Draco, Draco… ―dijo su madre con voz suave mientras extendía una mano hacía él.

Draco mordió su labio inferior, intentando calmar el acelerado latido de su corazón. No quería. No quería perderla; ya todos se habían ido, no quería estar solo. Se acercó a la cama con pasos lentos, intentando contener las lágrimas que luchaban por salir de sus ojos. Alzó la mirada y se perdió en la profundidad de los ojos azules de su madre, quien le sonreía tiernamente.

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Harry entró nuevamente a la galería, dando grandes y apresuradas zancadas. Estaba molesto. Furioso.

No entendía cómo alguien como el imbécil de Saunière ―quien aparentemente tenía el cerebro del tamaño de una nuez― era capaz de plasmar de esa manera las sonrisas de Ron y Hermione, incluso la suya. No lo entendía, simplemente no era capaz de hacerlo. ¿Cómo es que un tipo como ése era capaz de llegar a tocar fibras tan sensibles de su ser? Ni bien había cerrado la puerta de su casa cuando colapsó en el suelo, presa de un ataque de nervios y desesperación. La culpa que sentía aún era muy grande y ver a sus amigos sonreírle otra vez, de la misma manera en la que él lo recordaba, era algo que su corazón apenas había podido soportar.

Suspiró, afortunadamente ya quedaba poca gente dentro de ese lugar, lo cual haría mucho más fácil su búsqueda. Preguntó a uno de los empleados de la galería y éste amablemente le indicó el camino hacia la oficina de Saunière. Quizá Harry no fuera la persona más astuta del mundo, pero podía percatarse rápidamente cuando alguien lo esperaba: los nerviosos y apresurados movimientos del joven le dieron a entender que éste tenía órdenes precisas de llevarlo sin contratiempos ante el pintor.

No pudo evitar soltar un bufido cuando se encontró de pie frente a la oficina del hombre, realmente no podía creer que estuviera a punto de comprar una de esas pinturas. Alzó la mano para llamar, pero los apresurados y nerviosos susurros de Saunière llamaron su atención. Se quedó quieto, sin hacer ruido, esperando poder saciar su curiosidad.

―Ya márchate, te dije claramente que no podías venir aquí ―masculló el hombre, molesto, aparentemente tenía una visita non grata―. ¿Por qué me miras así? Eres una rata mal agradecida, la cantidad que te estoy dando es bastante alta, tú jamás podrías aspirar a ganar tanto ―Harry frunció el ceño y se acercó aún más a la puerta, cegado por la curiosidad―. Te lo he dicho muchas veces, nadie jamás debe verte por aquí, es muy peligroso. Ya te he dado el pago, ahora lárgate, espero una visita muy importante ―sí, podía oírlo relamerse con esa última frase, de la misma manera en que lo había hecho cuando le ofreció el cuadro de Ron y Hermione―. ¿A qué viene tanta dignidad de pronto? Sin mí, tus cuadros jamás podrían venderse. No debes olvidar que tan sólo eres un mortífago de mierda.

―¿Mortífago? ―jadeó Harry con sorpresa.

Se escuchó un golpe, al parecer de un cristal rompiéndose, tal vez un florero. El hombre chilló, obviamente intimidado. La perilla de la puerta giró a los pocos segundos, haciendo que Harry retrocediera un paso de manera inconsciente.

―¿Estás seguro de esto? Sin mí no tendrías ni para comer, además no debes olvidar que yo sé tú secreto, mi querido pintor ―Harry esperaba algún sonido, grito o discusión, en cambio, Saunière comenzó a reír otra vez, burlándose de la otra persona―. Deberías saber que tus cuadros… perdón, mis cuadros son muy bien recibidos, eso debería ser suficiente para ti. Además, soy muy generoso con lo que te doy.

Otra vez silencio, ningún ruido. La puerta finalmente se abrió, dejando salir a un joven muy apresurado. Sus cuerpos chocaron de manera inevitable, pues Harry estaba demasiado cerca y el chico no se había percatado de su presencia. El joven dejó caer un papel al suelo, y Harry lo recogió por instinto. Era un cheque, un cheque por cien mil galeones. Un cheque a nombre de Draco Malfoy.

Harry alzó la vista, impresionado, sólo para encontrarse con la profunda mirada de su antiguo némesis escolar.

―¿Malfoy? ―susurró Harry, sorprendido.

El rubio no dijo nada, simplemente le arrebató el cheque y salió corriendo del lugar. Harry se quedó ahí, de pie, viendo cómo huía. Escuchó un jadeo junto a él y se encontró con el regordete de Saunière, quien lucía aterrorizado.

―S-Señor Potter, desde cuá… ―estaba realmente nervioso, de eso no había duda.

Harry lo observó en silencio por unos momentos, limitándose a analizar la elegante oficina del pintor. No necesitaba ver la actitud nerviosa del hombre para entender la situación: era evidente, la conversación que había escuchado le resultaba increíblemente reveladora y productiva.

―Así que tú no eres el verdadero pintor, ¿verdad? ― sonrió, petulante. Lo que había escuchado le era de mucha utilidad―. Me pregunto qué sucedería si le dijera esto al Ministro o a la prensa.

―N-No estoy cometiendo ningún delito, señor Potter, simplemente ayudó a ese pobre chico. Nadie ha querido aceptar sus obras.

―Por supuesto, eso lo entiendo ―asintió Harry con una sonrisa encantadora―. Aunque ello no explica por qué haces pasar esas obras como tuyas.

El hombre cayó al suelo, hecho un manojo de desesperación y Harry no pudo evitar sonreír ante su derrota. Momentos después, el moreno salía de la galería, con el cuadro de sus amigos en las manos y el cheque de setecientos mil galeones muy bien guardado dentro de la bolsa de su abrigo. Sonrió con desprecio, Saunière se lo había regalado a cambio de que no lo delatara; cosa que pensaba hacer: no le debía nada a ese farsante hijo de puta.

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¡Tienes que huir, Draco! ―gritó Blaise mientras lo lanzaba dentro de una de las chimeneas de la Mansión Zabini.

¿Estás loco? ¡Ven conmigo! ―gritó el rubio con desesperación, intentando jalar la mano de su amigo para llevarlo con él.

¡No seas estúpido! ¡Si nos movemos en grupo sería mucho más peligroso! ―Blaise lanzó una pequeña bolsa con polvos flu y le dedicó una sonrisa nerviosa―. No te preocupes por nosotros, estaremos bien. Pansy ya se ha marchado con Theo. No lo olvides, Draco, Sicilia.

Esas fueron las últimas palabras que escuchó de Blaise, pues un segundo después cayó muerto frente a sus ojos, fulminado por un avada kedavra lanzado de las mismísimas manos de Lord Voldemort.

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Harry bajó los escalones con lentitud, girando el rostro de un lado a otro de la calle, esperando poder encontrar algún rastro de Malfoy. No obtuvo resultados. Se acercó a una joven pareja y preguntó por él, esta vez sí tuvo suerte: la mujer había visto a un chico delgado que corría hacia la zona de aparición que estaba una calle abajo.

Suspiró, realmente no tenía idea de qué es lo que iba a ganar encontrando al rubio. No es que tuviera algo en su contra, después de todo, éste era la victima de los chantajes y amenazas del bastardo de Saunière. Sin embargo, sentía una enorme curiosidad. Verlo después de tanto tiempo había removido demasiadas emociones en él; estaba muy delgado y pálido. Pero lo que más había llamado su atención era su mirada, la misma que tenía Owen cuando se habían conocido.

Levantó la mirada hacia el cielo, notando losfinos y delicados copos de nieve quecomenzaban a caer en ese momento. Hacía demasiado frio.