Diario personal de
Bella Swan
Capitulo 1: Máscara
Mi vida, tu vida, su vida, nuestra vida…la misma palabra y tantos significados, algunas veces importa tanto, otras veces la echamos a perder y otras simplemente desde un principio nunca valió nada. Ese es mi caso, mi vida nunca tuvo sentido y ahora más que nunca me doy cuenta de ello. Ahora que para mí todo se ha acabado, ahora que para mí la única salida posible es el purgatorio. ¿Pero qué voy a hacerle? ¿Cómo se lucha contra el destino? Mi destino estaba escrito desde el principio de los tiempos y en él decía que la muerte, era la única solución para mi dolor.
Eran…no sé…pero muy temprano seguro. Estaba muy cansada y acababa de apagar el ruidoso y molesto despertador estrellándolo contra la pared más cercana. Desde hacía un par de meses – bueno, creo que dentro de poco sería un año – me levantaba como un zombi y me comportaba como tal. Mi vida se basaba simplemente en levantarme, vestirme, preparar el desayuno para mi padre, Charlie, y marcharme como un alma en pena hacía el instituto.
- ¡Bella, baja de una vez! ¡Se te hace tarde!
Los gritos de mi padre desde tan temprano me hacían caer en picado de las nubes negras sobre las que me encontraba. Puede que él fuese mi padre pero en estos días, solo era un señor divorciado, flojo y para el que tenía que cocinar, porque el señorito se moría de hambre y no sabía prepararse un huevo frito. Algunos pensareis que soy muy dura con él, que es mi padre y por muy mal que se porte conmigo siempre lo voy a querer y en cierto modo tenéis razón. Pero yo no lo odio por hacer algo contra mí, sino por el simple hecho de no hacer nada. Soy su hija, y me paseo día tras días fingiendo ser la persona más fuerte del mundo y sin embargo, lloro sin consuelo alguno cuando llego a mi casa y me encierro rápidamente en mi habitación. Puede que los adolecentes a esta edad seamos difíciles de comprender pero ¿acaso no se daba cuenta de que me moría por dentro? Y no hablo en el sentido figurado de la palabra, cuando digo que me moría, es que estaba a punto de cometer la locura más grande de mi vida y la verdad, cada vez que miraba mi reflejo en aquel espejo circular del cuarto de baño, tenía mucho más claro que el hueco que él dejó en mi corazón era cada vez más grande y solo había un modo de evitar que siguiese creciendo.
Mi vida no era más que un agujero negro, no veía luz alguna al final del túnel. Pero parecía que nadie se daba cuenta de ello. Mis amigas me trataban como si nada, aunque realmente yo no tenía amigas, sino solo compañeras de clase. Una amiga es aquella que comparte tus pensamientos como si fuesen suyos, que te entiende, con la que puedes hablar de cualquier cosa porque sabes que siempre intentarán decirte lo mejor para ti, por eso, porque yo no podía contar con ellas, no podía decirles lo mal que me sentía, ni podía llorar buscando consuelo entre sus brazos, yo lo único que tenía, eran simples compañeras de clases un poco especiales. Jessica, una de mis compañeras especiales, siempre estaba sonriéndome y cuchicheándome cosas como que tenía que buscarme un novio y olvidarme de él; pero eso era algo imposible… ¿cómo se le pude pedir a una persona que se olvide de aquella que se va y que se lleva consigo su corazón aun palpitante por el amor imposible de los dos? Aun así, Jessica no era la única que día tras día me repetía cansinamente lo mismo. Aunque yo sabía que ninguna de ellas se preocupaban realmente por mí. Solo querían una acompañante más en su caza desesperada por encontrar a ese príncipe azul que todas deseábamos, pero que sabíamos perfectamente que no existía. Creo que de todas ellas, la única que quizás comprendía un poco mi estado de ánimo, en algunas ocasiones, era Ángela, pues su novio estaba en el extranjero por unos meses y estos días la había visto comportarse de un modo muy similar al mío.
Tras un muy largo día en el instituto – en el cual pensé que me iba a estallar la cabeza con tanta materia seguida – Jessica y Ángela me acompañaron hasta mi casa. Caminábamos despacio y yo sabía que ambas deseaban entablar una conversación diferente a la que llevábamos. Por lo menos Ángela, ya que Jessica solo hablaba de lo cansino que podía ser Mike – un listillo y engreído chaval que se creía el centro del mundo y del que todas sabíamos que estaba totalmente enamorada -. Mientras Jessica hablaba tan cansinamente sobre sus asuntos, Ángela, estaba más pensativa que de costumbre y yo, como siempre, ocultaba mi rostro entre mi cabello agitado por el viento y asentía a Sara con una sonrisa totalmente vacía en mi rostro. Realmente ese detalle, de que no fuesen capaces de ver la falsedad de mis expresiones, era el que hacía que me diese cuenta de que estaba sola, muy sola y esa soledad me asustaba demasiado. Quería que ellas fuesen capaces de ver que detrás de cada sonrisa, detrás de cada palabra y detrás de cada gesto, se escondía lágrimas desgarradas por el dolor; pero después de todo, no conseguía nada, no conseguía que ellas fuesen capaces de ver tras mi máscara. Al igual que tampoco conseguía que la persona que más me importaba en este mundo y que tanto amaba, volviese a mi lado.
- ¡Bueno chicas nos vemos mañana he quedado con…bueno nada…adiós! – Jessica frenó frente a un callejón que conducía al parque, seguramente tendría una cita con algún chico, algo muy normal en ella. Y se fue agitando la mano enérgicamente con una enorme sonrisa de oreja a oreja.
Ángela seguía como si nada y el silencio se hizo presente. Realmente lo agradecía, me gustaba ese silencio, aunque tenía sus desventajas y es que me dejaba demasiado tiempo para pensar.
- Esto…Bella… - titubeó de manera ausente mientras nos deteníamos enfrente de la puerta de mi casa.
- ¿Qué ocurre Ángela? – Pregunté intentando parecer lo más preocupada posible por sus asunto. Aunque una no puede preocuparse mucho por los demás, ni mucho menos ayudarlos, si piensas que tu vida no tiene sentido.
- Gracias…
- ¿Y eso? ¿Qué he hecho?
- La verdad es que te envidio – Sonrió – pero es una envidia sana ¿sabes? Llevo tiempo queriéndote decir esto y creo que ahora que estamos solas es el momento…
- Creo que no te sigo – reconocí con una nerviosa y fingida sonrisa.
- Eres muy fuerte Bella, sé que no te debería hablar de él pero…ahora que Eric se ha ido por una temporada, me doy cuenta de lo que tú has tenido que sufrir y el verte día a día, luchar, seguir a delante…me das fuerzas a mi también – Volvió a sonreír – ¡mil gracias! – Me dio un fugaz beso en la mejilla en señal de gratitud y salió corriendo agitando su mano y gritando un lejano adiós como despedida.
¿Fuerte? ¡Ja! Cuanto me gustaría ser esa fuerte chica que todas veían en mí ¿Tan falsa soy que parezco segura de mis miedos? ¿Tan grande es esa máscara blanquecina tras la que me escondo que nadie ve nada? Entré en mi casa aun pensando en las palabras de Ángela. Mi casa es bastante pequeña, dos habitaciones en la planta baja y tres en la de arriba, contando con el cuarto de baño. Todos los suelos de madera y las paredes pintadas de un color crudo bastante común. Dejé las cosas en el perchero de detrás de la puerta y me dirigí al salón recorriéndolo con mi mirada. Este, no es nada del otro mundo, pequeño, con un sofá para tres personas cerca de la puerta, una pequeña y baja mesa delante del sofá con un jarrón con flores sobre ella, el televisor de un tamaño normal y una vitrina donde mi padre guardaba muchos CD de música y películas. No me llevó ni dos segundos ver que mi padre yacía tirado en el sofá, roncando a pierna suelta y con latas de cerveza esparcidas a su alrededor.
- Será… - refunfuñé mientras apretaba con fuerza una de mis manos.
Tras esa escenita, suspiré y cogí aire antes de entrar para limpiar en aquella sala que olía como mi clase tras la hora de educación física. Fui hacia la ventana, corrí las amarillentas cortinas y la abrí buscando un poco de aire sano para mis pulmones. Miré por unos segundos las nubes negras que cubrían el encapotado cielo y suspiré al suponer que iba a caer una buena. Volví a mi tarea segundos después. Recogí todas las latas esparcidas por el pequeño salón y zarandeé a mi padre en un inútil intento de que despertase de su estado de bello durmiente. Tras varios intentos, sin obtener resultado alguno, decidí dejarlo dormir en el incómodo sofá.
Subí a mi habitación acarreando a mi espalda la pesada maleta. Cuando llegué, la deposité sobre el escritorio y me dejé caer cansadamente sobre la mullida cama. Me quedé durante unos segundos muy largos mirando el techo. Quería pensar, barajar las diferentes opciones que tenía ante la maldita situación que vivía. Poco a poco cerré los ojos intentando concentrarme o simplemente porque me moría de sueño, la verdad no lo sé, pero poco me importó cuando al hacerlo, vi en mi mente sus brillantes ojos verdes. Mi mente se negaba a olvidar aquello que intenté expulsar a la fuerza de mi alma. Aquel momento en que él – mi amigo de la infancia, la persona de la que estaba totalmente enamorada – se subió a aquel maldito tren para irse a visitar a su familia del extranjero y como me prometió miles de veces que volvería pronto, pero…hay gente que no cumple sus promesas. Recuerdo que al principio me llamaba constantemente casi todos los fines de semana y esto me hacía más pasajera su marcha. Recuerdo cada vez que me decía que volvería muy pronto. Y sobre todo recuerdo cómo hace once mese me dijo que volvería para el lunes siguientes y nunca regresó, nunca me llamó, nunca me envió ninguna carta… ¡Nunca nada! Con impotencia, agarré el cojín sobre el que apoyaba mi cabeza y lo tiré estampándolo fuertemente contra la pared, mientras hundía mi cabeza en la almohada empapándola de frías lágrimas que parecían desgarrar mi rostro.
¿Fuerte? ¿Fuerte? ¿¡Fuerte quién? Clavé mis uñas en la almohada con el fin de no clavarlas en mi cuerpo para intentar sustituir un dolor interno por uno físico. Por mi mente no paraban de circular imágenes de él, de sus ojos posados fijamente sobre los míos, su pelo alborotado color bronce desprendiendo ese aroma tan dulce que me transportaba y su figura esperándome en la puerta de mi casa para ir juntos al instituto, con el sol mostrándolo como un ángel ante mí. Ya no aguantaba más, tanto dolor era demasiado para mi frágil cuerpo. Con las rodillas que temblándome – haciendo me precipitase para el suelo más de un par de veces – conseguí llegar hasta el cuarto de baño. Me situé frente al espejo horrorizada por mi propio reflejo. Esa no era yo, estaba pálida con restos de agua salada y cristalina en mis mejillas, mis ojos enrojecidos, haciendo brillar su tonalidad achocolatada con la producción masiva de lágrimas y una sonrisa vacía, de miedo, de soledad, de inseguridad, de todos los sentimientos negativos del mundo curvaba mis labios.
- ¿Quién eres?
Acerqué mi mano y la posé sobre el espejo situándola sobre mi mejilla. No sabía cómo la gente no podía apreciar eso ¡¿Acaso no tenían ojos en la cara? ¡¿No veían en lo que me estaba convirtiendo? ¡¿Tan sola estaba? ¡¿Tan sola estaba que no le importaba a nadie? ¡¿Acaso nadie era capaz de ver tras la máscara que yo tan fácilmente desprendía de mi rostro? No, no era que no fuesen capaces de ver…simplemente…no querían ver nada ¡No le importaba a nadie! Mis manos temblaban y de pronto comencé a notar algo cálido en una de ellas. Levanté la mirada en un suspiró y vi como el espejo yacía ante mí partido en grandes pedazos bajo mi mano ensangrentada, con unas gotas de sangre deslizándose sobre él en una perfecta sintonía.
Era demasiado, aun con el dolor de pequeños cristales incrustados en mi mano derecha, era incapaz de hacer desaparecer, solo un poco, el dolor de la herida supurante en mi corazón. Llevé las manos a mi cara en un intento inútil de retener las lágrimas y los sollozos. Viendo que lo único que conseguía con ello, era manchar mi rostro de sangre. Pero no me importó. Caí fuertemente de rodillas en el suelo, llorando cada vez de manera más agonizante y observando cómo las lágrimas, ahora rojas por la sangre, caían formando pequeños circulitos sobre el suelo. Me armé de valor, estaba cansada, demasiado cansada para seguir luchando y de todos modos ¿Por qué o para qué iba a luchar? Desde hacía tiempo mi vida no tenía sentido y ahora que sabía que nadie echaría en falta mi perdida, me levanté y volví a situarme frente al espejo.
He barajado demasiado las posibilidades que tenía. Pero desde un principio he sabido que era lo que debía hacer…
Estiré mi brazo derecho hasta aquel circular y manchado espejo roto. Sin cuidado alguno, intenté quitar uno de los pedazos en los que se dividía escarbando un poco con el dedo. La otra mano la deslizaba por mi mejilla mientras contemplaba en el espejo mi rostro manchado de sangre y lágrimas, y comprobaba que mi yo del espejo hacía lo mismo. Creo, que solo quería ver si era realmente yo aquella chica. Finalmente conseguí que un pedazo, del tamaño de un bolígrafo, cállese sobre el lavabo sin volver a romperse. Lo sostuve entre mis manos girándolo entre mis dedos, tiñéndolo de color rojo y limpiándolo con mis lágrimas. Dudé sobre si estaba haciendo lo correcto, pero al parpadear y ver su rostro nuevamente, supe que no había otra opción. Volví a situarme de rodillas sobre el suelo – esta vez más cuidadosamente para intentar hacer el menor ruido posible antes de que despertara mi padre – y coloqué a la altura de mi pecho la muñeca izquierda. Inspiré y espiré un par de veces en un nulo intento de relajarme. Apreté fuertemente aquel pedazo de espejo en mi mano derecha, haciendo la herida más profunda y dolorosa; pero no me di cuenta de ello, no mucho. Volví a suspirar y coloqué el pedazo de espejo sobre la muñeca izquierda mientras que comenzaba a hacer presión. Un hilillo de sangre se deslizó por mi brazo hasta llegar al codo y desde allí cayó sin hacer ruido, de una manera perfecta y armoniosa sobre el frio suelo.
- ¡Ah! – Un corto pero desgarrador rugido escapó de mi garganta.
Volví a situar nuevamente el espejo en el pequeño corte que acababa de realizar e inspiré y espiré nuevamente un par de veces. Sabía que mi padre debía haber escuchado todo el ruido que estaba causando y el gritó fue la gota que colmó el vaso. Podía escuchar como subía rápidamente las escaleras y como mi tiempo se iba acabando aun más rápido. No solo porque mi padre estuviese a punto de llegar al baño y tirar la puerta abajo, sino porque el corte de mi muñeca, era cada vez mayor. En un breve instante de tiempo, la cabeza me comenzó a dar vueltas y la vista se me nublo casi por completo. Aun así, alcanzaba a notar el calor de las lágrimas en mis mejillas y el de la sangre en mis manos. Suspiré y cerré un poco mis parpados a causa del cansancio y la sangre que perdía cada vez a mayor rapidez. Los golpes de mi padre y sus gritos me hicieron despertar del estado de shock en el que me había paralizado.
- ¡Abre Bella! ¡¿Qué está ocurriendo?
Silencio, eso fue lo único que obtuvo él por respuesta.
- ¡Abre o tiraré la puerta a abajo! – Me amenazó gritando a todo pulmón. Incluso su voz sonó diferente.
Yo seguí sin hacerle caso, quise contestar y dar un breve adiós como despedida pero, en esos momentos, ya no podía articular palabra alguna. La sangre resbalaba rápidamente y sin cuidado sobre mi muñeca manchando mi ropa. Caí desplomada de espaldas contra el suelo mientras aquel pedazo de espejo, que rompió los hilos de mi vida, caía a mi lado rompiéndose en miles de pedacitos. El dolor que sentía no me preocupaba en absoluto, en estos días había sentido dolores mucho más fuertes que ese. Apenas podía ver ni escuchar casi nada, tenía el cuerpo helado. Pero ese calor, ese extraño calor que me recorrió el cuerpo mientras notaba como se levantaba mi espalda y se humedecía mi ropa, me izo hacer el esfuerzo de intentar ver y escuchar algo.
- ¡Bella! ¡Bella! ¡Maldita sea! ¡¿Pero qué has hecho?
Una lágrima resbalo por mi mejilla mientras intentaba mover mis manos para acariciar su rostro. Escuchaba la voz de mi padre en el piso de abajo llamando a una ambulancia y sabía que la visión de su rostro y su calor, no podía ser solo una estúpida visión. Aun así, no conseguí nada, mi cuerpo no respondía a mis órdenes y lo único que podía hacer era llorar.
- ¡Bella! ¡¿Bella me escuchas? ¡Soy yo, Edward! ¡Edward Cullen! ¡He vuelto! ¡He vuelto solo por ti! ¡Isabella por favor respóndeme!
Volví a intentarlo. Después de tanto tiempo él había vuelto y se encontraba frente a mi cuerpo, casi sin vida, con apenas un par de latidos antes de que se detuviese para siempre. No sabía porque había vuelto, no sabía porque se mantuvo lejos durante tanto tiempo ¡bah! ¿Pero que importaba eso? Me daba todo igual. Solo me importaba disfrutar de su calor, respirar su aroma, perderme en sus ojos verdes, solo me importaba él. Pues a fin de cuenta sabía que iba morir.
- Bella no soy nadie para pedirte esto, pero por favor…no me dejes, no te vayas…te amo…
Cerré los ojos lentamente para dejarle libertad a un par de últimas lágrimas y que recorriesen lentamente mi demacrado rostro. Creí que mis oídos me engañaban, pero sabía que no era así. Le miraba y veía como sufría e intentaba desesperadamente salvarme del peor error que había cometido en mi vida. Intenté mover mis labios y susurrarle un último adiós o un primer te quiero, pero nada de eso fue posible. Fui una idiota, si tan solo hubiese resistido un poco más, si tan solo hubiese sido capaz de mantener esa máscara pegada a mi rostro durante unas horas, si hubiese sido realmente fuerte, nada de esto habría ocurrido. Pero ahora de nada valía lamentarse, estaba segura que este era mi final y esperaba que fuese un nuevo comienzo para él. Parpadeé una vez y luego…esperé a que todo acabase para siempre. Noté nuevamente el calor de sus lágrimas al impactar sobre mi camiseta, noté su abrazo mientras aferraba fuertemente mi frio cuerpo. Vi como su rostro se tensaba con cada pequeño ruido agonizante que escapaba de mi garganta. Y pude escuchar millones de veces todo lo que me amaba, en el último latido de mi corazón.
CONTINUARA
N/A: Hola a todos! Se que hace mil que no se me ve por aquí y que esta historia no es de las mejores que escribí es bastante cortita solo seran dos capitulos; pero la tenía escrita desde hace tiempo y por todas las personas que aun me siguen quiero publicarla. Espero que sea de su agrado y no os preocupeis dentro de poco termino el instituto y ya tengo una historia en mi cabeza que de seguro os gustará o al menos me esforzare para ello.
Gracias a todos por la paciencia que teneis.
Un enorme abrazoy un beso vampirico para todos ;[
Att: SthelaCullen
