Querida oxybry, otro añito más. Que tengas un día felicísimo, llenito de alegrías y bendiciones. El fic es solo una excusa para echarnos unas risas juntas, tómatelo con humor y como una muestra de cariño. Como dicen en las películas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia XD
Descargo de responsabilidad: Póngase aquí lo de Nakamura sensei.
OMIAI, OH MIAU
ANTES
El día que Fujimura Midori cumplió veintisiete años tuvo una revelación.
Era bastante tarde cuando abrió la puerta de su pequeño apartamento (aunque caja de zapatos sería una descripción más ajustada y realista), y sus gatas le salieron al encuentro, enredándosele entre los pies mientras se descalzaba y maullando con exigencia por verse desatendidas. Como mánager de Hizuri Kyoko, Midori tenía horarios un tanto extraños, siempre en función de los horarios de rodaje, reuniones con directores y productores o galas, entrevistas y otros eventos de su representada. Le encantaba su trabajo, pero no permitía una vida social en condiciones…
Mientras las pequeñas adorables egoístas comían su cena, Midori contiene un suspiro al ver que —otra vez— se había dejado las cortinas cerradas y sus plantas se habían perdido todo un día de sol… Y eran muchas… Cualquier superficie plana en la que no hubiera una gata, era ocupada por una maceta. Pequeños bejeques que semejaban rosas de hojas carnosas, crasas de verdes vivos, aptenias y cactus de pascua con flores del discreto color Love Me, una pitera que necesitaba ya ser trasplantada a un suelo bondadoso, aeonios de todos los tamaños y kalanchos de intensos colores que solo florecerían una vez… Tenía incluso en un macetón un asiento de suegra de púas enormes al que las gatas ni se acercaban por razones obvias.
Y de repente se vio con veinte años más, regresando al mismo apartamento vacío, con más gatas y con más matas…
La loca de las gatas y de las matas, ese iba a ser su futuro…
En el silencio de su apartamento, el peso de la soledad caía sobre ella, abrumándola, y un nudo de desasosiego e inquietud se le formaba en el pecho. Sí, Midori estaba sola. Con la familia lejos, y siendo de un carácter digamos áspero, no era fácil para ella conectar con alguien y mantener una relación. Además, si por algún milagro, alguno era tan audaz como para aventurar una segunda o tercera cita, en cuanto cruzaba el umbral era asaltado por tales matas y gatas (más las gatas que las matas, por supuesto), y cualquier posible novio huía espantado para ponerse a salvo. Así las cosas, en ocasiones Midori sucumbía a la soledad; no tenía con quién contarse las anécdotas del día, mensajito tras mensajito, ni con quién compartir una taza de café por las mañanas, ni ningún Okaeri respondería a su solitario Tadaima —El miau de sus gatas no debe interpretarse en ese sentido—. Y peor aún, la tarta de cumpleaños que Kyoko-san le había obsequiado iba a tener que comérsela sola…
Que no hay ningún mal en vivir sola, que conste y que quede bien clarito, pero bueno, al menos debía intentarlo…
—Una vida, tengo que buscarme una vida fuera de aquí… —susurró, mientras se metía en la boca una cucharada (muy) generosa de tarta—. Unnofio, zí, oummarido…
Así que había contactado con una prestigiosa agencia de casamenteros, que organizaban omiais y actuaban como intermediarios para personas con intenciones serias de matrimonio, y Midori se repitió por enésima vez que no perdía nada por intentarlo.
Bueh, el tiempo. Eso es lo que perdió…
Estaban incómodos… Los dos, él y ella.
La espalda rígidamente apoyada en la silla y los brazos cruzados, como una barrera defensiva invisible, lanzándose miradas suspicaces.
Y sin embargo, ninguno había abandonado la mesa… Aún… Era un café coqueto, cercano a LME (esa debió haber sido su primera pista), no demasiado como para sentirse fuera de lugar pero lo justo para dar apariencia de intimidad a las parejas. Ideal para una primera cita…
—No pensé que fueras tú cuando leí tu información… —dijo Midori, dejando salir un suspiro y descruzando los brazos. Era verdad. Cuando leyó la ficha que le había enviado la agencia, se saltó los datos personales (otra pista perdida) y fue directamente al apartado de autodescripción. Había descubierto (por las malas) que era ahí donde se revelaba la verdadera naturaleza de los candidatos. Muchos tendían a adornarse durante párrafos enteros, ponderando y exagerando sus virtudes y escondiendo sus defectos. En cambio, esta ficha tan solo decía: Pragmático soñador, leal y profesional. Con sentido del humor.
Breve, conciso. Práctico.
A ella le dio curiosidad…
¿Pero tenía que ser precisamente él? ¿Él? Como si el mundo no fuera lo bastante grande…
Así que aquí estaba ella, delante del gerente del marido de su representada.
—Lo mismo digo… —respondió él, el ceño levemente fruncido—. ¿Cuántos Yashiro Yukihito que trabajen como mánager habrá en Tokyo? —preguntó, alzando las manos al cielo. Evidentemente no esperaba que Midori le respondiera—. Doscientos, trescientos… Puede que más…
—Ya, ya, el sarcasmo no te pega, Yashiro-san… —contestó ella, con un gesto vago de la mano y volteando los ojos con fastidio.
—Tú, en cambio, mentiste desde el principio, señorita —añadió, inclinándose sobre la mesa, con los ojos entrecerrados—. ¡Hasta en el nombre mentiste! Eso no habla muy bien de ti, Fujimura-san… —dijo, colocándose las gafas con gesto serio y un tanto decepcionado.
—¿¡Estás loco!? —exclamó ella horrorizada, dando un brinquito en su silla—. ¿Sabes cuánta gente me ha usado como excusa —aquí bajó la voz hasta convertirla en un susurro— para acercarse a Kyoko-san?
—¿En serio? —preguntó él, ladeando la cabeza. Y el enojo que sentía se transformó súbitamente en algo parecido a la empatía. ¿O quizás en simpatía? No, no. Empatía, eso…
—Ajá —respondió Midori, echando miradas rápidas alrededor por si alguien los hubiera escuchado.
—Te entiendo perfectamente —dijo él, exhalando un suspiro, y luego también bajó la voz—. Yo hace una eternidad que nunca menciono a Ren, bueno, Kuon, en mis citas…
—Por la misma razón, supongo…
Yashiro asintió con cansancio, suspiró de nuevo, se quitó las gafas y se masajeó el puente de la nariz.
¿Y ahora qué?, parecían pensar los dos.
Midori lo observaba con atención, valorando, sopesando si quizás él merecía el esfuerzo… No es que a ella le entusiasmara salir con un compañero de trabajo, pero… Total, ya lo conocía (o todo lo que el trabajo te permite conocer a una persona), y mira tú cómo son las cosas, tenía que reconocerlo: su ficha no mentía…
—¿Y bien? —preguntó ella.
—¿Eh? —dijo él, poniéndose las gafas y parpadeando confuso.
—¿Rarezas? —le contestó ella.
—¿Disculpa? —Sí, definitivamente confuso.
—Rarezas, Yashiro-san. Manías… —explicó Midori, trazando círculos vagos en el aire con una mano—. Secretos que aunque realmente no son vergonzosos, no todo el mundo sería capaz de entender… —Luego exhaló un suspiro y añadió—. Todos tenemos algo…
—Oh, bueno… —Yashiro le evitaba la mirada, fingiendo ajustarse y recolocarse las gafas—. Sí… Yo…
—¿Sí? —le animó ella, un poco divertida (y bastante expectante) al ver su turbación.
—Soy antichip —declaró él, y se dejó caer derrotado contra el respaldo de la silla. Ella arqueó una ceja y por alguna razón, él se apresuró a seguir hablando—. Diez segundos sobre mis manos desnudas, y todo lo que tenga chip hace frrzzz.
—Eso no cuenta, Yashiro-san… Todo LME sabe eso… —replicó ella, y luego añadió, estirándose sus labios en una sonrisa traviesa—. ¿Y la CIA o el Mossad no han intentado reclutarte? De seguro que serías un buen agente de campo…
—Me gusta mi trabajo, muchas gracias —protestó él, estirándose las solapas de su americana, fingiendo orgullo herido—. Bueno —agregó—, también está lo de la mirada helificante.
—Ah, supongo que eso sí es de veras útil en nuestra línea de trabajo. Pero eso también es público… —Midori apoyó el mentón en la mano abierta. Podría parecer que estaba aburrida, pero no era ese el caso—. ¿Qué más?
—¿Eh?
—Vamos, vamos, Yashiro-san —le urgió ella—, seguro que hay algo más…
Él lanzó rápidas miradas a un lado y a otro antes de inclinarse de nuevo sobre la mesa y susurrar tan solo dos palabras.
—Manga shojo.
—¿Shojo? —repitió ella.
—Ya sabes, romance, pasiones secretas, amores no correspondidos, tropiezos con beso, rubores y moe, besos indirectos, amigos que quieren ser más, enemigos que quieren ser otra cosa, ojos con estrellitas, halos de flores, malentendidos vergonzosos —amplió él—. Me gustan todos los tópicos —Luego alzó la barbilla, cuadró los hombros y declaró con una firmeza inesperadamente muy masculina—. Disfruto por y para el amor…
Y sin embargo, aquí estaba el hombre. En un omiai.
Midori se golpea el labio con el dedo índice, aún considerando, aún decidiendo. Tap, tap, tap…
¿Y si quizás…?
—¿Le gustan los gatos, Yashiro-san? —Tap, tap, tap…
—Pues claro que sí. Me he criado con ellos —Tap, tap, tap—. Pero yo quiero un perroooo…
—Y plantas, ¿qué opinas de las plantas? —continuó Midori, ignorando su arrebato canino.
—Soy un ferviente defensor de la naturaleza —afirma él, con un vigoroso asentimiento de cabeza. Tap-tap, tap-tap…
—¿Y qué acerca de las personas que tienen plantas y gatos?
—Eeerr, pues… ¿que están en su derecho? —Yashiro ladea la cabeza, ¿a dónde diantres es que va esta conversación?
—Quiero decir, muuuchas plantas… —añade ella, extendiendo los brazos—. Y muuuchos gatos…
Él entrecierra los ojos, y regresa a ellos aquella mirada suspicaz del principio.
—¿De cuánto estamos hablando? ¿Más de diez?
—¿Plantas o gatos?
—Gatos, mujer.
—Siete. Pero Hime-sama es nueva y vino con sorpresa incluida…
—Oh…
—Sigues comprando manga, imagino.
—Por siempre. No puedo privarme de uno de mis pocos vicios…
—Estoy de acuerdo… Yo crío plantas y tú compras manga…
—Entonces necesitaremos una casa —concluye él—. Una casa de verdad. Nada de apartamentos minúsculos de soltero.
—¿Disculpa? —Espera, espera… ¿Cómo fue que llegaron a este punto?
—Tú querrás un jardín en condiciones y hacer honor a tu nombre*. Yo quiero paredes llenas de romance.
—No te sigo.
—Tengo veintinueve años y no me hago más joven, Fujimura-san, y esto es un omiai… Si estamos aquí es porque buscamos una pareja seria, preferiblemente con intención de matrimonio. Esto es un encuentro para decidir si llegamos a un acuerdo. Sin romance, sin amor. Solo decisiones prácticas y sensatas… Yo adoro el romance, como puede dar fe mi colección de manga, manhwa, manhua e incluso cómic, pero yo no vivo en una hoja de papel. Esto es el mundo real…
—El amor está sobrevalorado —convino ella, asintiendo con la cabeza.
—¡Que no te escuche Takarada-san! —exclamó él.
—Cierto, cierto —Los dos se encogieron, casi temiendo que con la sola mención de su nombre apareciera entre luces, confetti y nubes de humo.
Pero gracias a los dioses, eso no pasó.
—Pienso seguir trabajando después de casada —declaró Midori.
—Faltaría más. Jamás te pediría tal cosa —dijo él—. ¿Tomarías mi apellido?
—Podría acceder a eso, sí —respondió ella—. ¿Y de la cama?
—Cama de matrimonio, por supuesto.
—¿Y el sexo?
—Pues cuando venga —Contente, hombre, no te ruborices, se reprendió Yashiro—. No tenemos que presionarnos con eso.
—Pero lo esperas —afirmó ella, dándolo por supuesto.
—Lo espero de mi esposa y solo con mi esposa.
—Yo espero fidelidad y respeto —agregó.
—Así debe ser —convino Midori—. En las dos direcciones.
—Entonces, ¿hay trato? —preguntó Yashiro.
Se miran largamente, aunque sin la suspicacia de antes, intentando encajar al colega del trabajo con la persona que tienen delante: un cónyuge, un compañero de vida…
Podría funcionar…
Las manos se alzan por encima de la mesa y se encuentran en el medio.
—Hay trato —dicen los dos a la vez.
Y un vigoroso apretón de manos sella su futuro.
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* Midori significa verde y también naturaleza.
