Buenas. Por fin, Emerlé vuelve con la esperada secuela de la Trastienda.

Lo primero de todo, desearos a todos una feliz Navidad. Lo segundo, decir que por fin tengo una excusa para subir tan tarde: No pude escribir desde Septiembre a principios de Noviembre. Luego, exámenes.

Como ya he indicado dos veces anteriormente, esta el la secuela de mi primera historia "La trastienda" Por eso, si no la has leído, te recomiendo que lo hagas (puedes encontrarla en mi perfil). Como siempre, esta historia tiene rating M por escenas de violencia, sexo, y como novedad, temas relacionados con el juego y lo esotérico.

Espero que esta historia esté a la altura de su predecesora. Sin más, comenzamos.

DISCLAIMER: MLP FIM no me pertenece, sino a Laurent Faust y a Hasbro. Si me perteneciera, a buenas horas iba yo a estar escribiendo esto.


La tormenta de nieve que había comenzado a las tres de la tarde rugía ahora con todas sus fuerzas. Incómoda, Rarity miró a través de los ventanales de su despacho. Ojalá aquello no retrasara a sus capos e impidiera celebrar la importante reunión que les aguardaba.

—"Estúpido invierno…"—pensó Rarity de nuevo.

Por más que quisiera, no podía hacer otra cosa que esperar. Ojalá que de aquella reunión saliera un segundo y se restaurara el status quo perdido con la inoportuna llegada de Restraining Chain una semana antes. La intromisión del policía se había saldado con la muerte de Helping Minion, su segundo, y la casi desarticulación de su mafia. Y pensar que aquello había comenzado con una idiota que no tuvo mejor idea que intentar vender droga al jefe de la secreta… La unicornio no pudo evitar soltar un bufido.

—"Estúpida Charming Dawn… definitivamente debo escoger mejor a mis agentes"—murmuró, molesta.

Al menos aquel policía fue apartado del caso.

Aquello le recordaba… ¿Qué se podía hacer con el cuerpo de Fluttershy? Era evidente que si no aparecía en un lapso medianamente razonable de tiempo, todos comenzarían a sospechar… La unicornio resopló satisfecha. Al fin tenía algo emocionante que hacer tras su victoria total.

Unos golpes en la puerta interrumpieron los pensamientos de Rarity. Genial, pensó Snipershot ya se anticipa a mis deseos.

—Entra, Snipershot—ordenó—: Tengo toda una lista de cosas que debes hacer…

Pero para su sorpresa no fue el brillante cuerpo dorado del sicario el que se dejó ver. Con su habitual aire despreocupado, Account entró en el despacho de Rarity, agachó la cabeza cuando llegó a la altura de su jefa, y antes de que la unicornio pudiera decir nada, Account afirmó:

—He oído que Restraining Chain ha sido detenido, y que no ha habido necesidad de activar el protocolo Fénix. No se preocupe, tengo contactos—alegó la contable, que había advertido que Rarity estaba dispuesta a pedirle explicaciones—. Así pues, si no le importa, me gustaría pedirle que me restituya en mi antiguo puesto de contable.

Qué descaro, pensó la unicornio. Se había bajado del barco cuando peor le iban las cosas, había desaparecido sin dejar rastro, y ahora que se había evidenciado que todo iba a salir bien reaparecía como si nada hubiera pasado a pedirle de nuevo trabajo. ¡Qué afrenta!

Pero sin embargo… Account era única en su trabajo (desde luego, no se podía poner un anuncio de contable de la mafia), eficiente, secretista y siempre acababa averiguando cosas que no debía conocer. Y esto último era preocupante ¿quién sabía si le había dicho algo a alguien el tiempo que había estado fuera? La unicornio miró a la contable, molesta consigo misma. Por muy traidora que fuera, todos sus servicios a la mafia habían logrado compensarlo.

—De acuerdo, Account. Vuelve a tu despacho. Pero debo advertirte—la pony miró fijamente a su jefa—; de que si vuelves a abandonar el barco habrá consecuencias.

La pegaso realizó una breve inclinación de cabeza y se marchó dando sonoras pisadas. Poco después de que saliera la puerta se abrió de nuevo, esta vez para dejar paso a Snipershot.

—Hola, Snipershot. —El unicornio también se inclinó. La modista le hizo levantarse, aburrida ya de aquellos rituales—. Hoy tienes dos misiones. La primera de ellas, lleva estas cartas a nuestros mensajeros. Están en el servicio postal de la estación de Ponyville: deja las cartas en el único casillero cerrado con llave y ellos harán el resto. Y segundo, idea alguna manera de deshacerte del cadáver de Fluttershy. No vale con tirarlo al río: debe ser algo de lo que mis amigas, en especial Twilight, no sospechen. ¿Has entendido?

El sicario pegó un fuerte talonazo al suelo y se retiró rápidamente al Club Carrusel. Una vez a solas, la unicornio suspiró. Ojalá su sicario consiguiera camuflar el suicidio bien.

Lo único que quedaba por arreglar ya, dejando a un lado el tema sucesorio, era la fuga de Scootaloo y Gallant Wing. Aunque solo conocieran a Helping Minion, si acudían a la policía podía surgir un nuevo Restraining Chain que enredara aún más las cosas. Y eso era algo que la unicornio no estaba dispuesta a permitir.

No pensaba perder a alguien tan importante para ella como Helping Minion otra vez.

Pero no sabía realmente qué hacer, aparte de dar aviso a sus capos para que la ajusticiaran si alguna vez aparecía por alguna de las ciudades importantes. En realidad, era Helping Minion quien llevaba la mafia de Ponyville, era él quien conocía a los traficantes, era él quien dirigía y era él a quien respetaba aquella chusma que componía la base de su organización en aquel pueblo. La unicornio rechinó los dientes, molesta. Sin base, la cima se cae. De nuevo, el único que podía salvarla era Snipershot. Con suerte, incluso Account y sus contactos. Tendría que preguntarles.

Pero Sweetie Belle ya estaría a punto de llegar del colegio, y no sería adecuado que llegara sola con toda la nieve que estaba cayendo. Todo está en su lugar, se repitió para tranquilizarse. Cuando los jefes vengan, recuperaré el status quo.

Preocupada por la seguridad de su hermana, la unicornio cubrió rápidamente la distancia que la separaba de la entrada secreta y la abrió. Pero algo la detuvo en seco antes de que cogiera un abrigo de nieve y saliera. No, aquello no podía ser.

La unicornio, caída de rodillas, levantó un par de jirones de tela que cayeron blandamente al suelo. Rápidamente siguieron algunas lágrimas. Con la visión borrosa por el dolor, la unicornio levantó mágicamente todos los restos de sus preciosos vestidos de alta costura, sus modelos de diario y aquello que pensaba presentar en el próximo salón de la moda de Canterlot. Todo destruido, todo hecho pedazos. Las horas de trabajo que había invertido. El tejido que había comprado. Las joyas que había obtenido de los perros diamante. Todo por el suelo. Todo destrozado. Inservible. Roto. La nada. Aquello era lo peor que le había pasado nunca.

Incapaz de contener por un segundo más el dolor que nacía de su pecho, la unicornio cayó al fin al suelo, mientras torrentes de lágrimas recorrían sus mejillas. Un último grito desgarró su garganta acongojada:

—¡Maldito seas, Restraining Chain! ¡De todas las cosas malas que me has hecho, esta es sin duda la peor!


Snipershot se permitió descansar un poco una vez el pueblo estuvo lo suficientemente lejos como para que nadie le hiciera preguntas incómodas como porqué llevaba un saco más grande que él a cuestas en dirección al bosque Everfree. Para estar más cómodo, dejó caer su cabeza sobre el saco y se tumbó sobre el duro suelo de tierra, y bufó. ¿No podían haberle mandado un unicornio de escolta, o aún mejor, habérselo mandado a otro? Su trabajo, a fin de cuentas, era matar enemigos de la mafia. No trasportar sus cadáveres a saber dónde.

El camino desde el club carrusel hasta el bosque había sido un verdadero suplicio. El peso del saco le había impedido trasportarse por los tejados como solía hacer para ocultar camino, así que había tenido que usar las callejuelas más recónditas y menos atestadas, lo que había alargado su agonía bastante más. En realidad, había tardado tres horas y media en cubrir un camino que normalmente recorría en un cuarto de hora. Por lo menos la nieve había causado que la mayoría de ponys se quedaran en sus casas. Pero, si no tenía cuidado, también podía delatarle.

Cuando hubo recuperado fuerzas, el pony efectuó un curioso ritual: retrocedió hasta la última calle del pueblo, pisó sus propias huellas y encaminó sus pasos hacia una de las casas. Después, fue retrocediendo de espaldas, borrando todas las huellas que había dejado y que de nuevo iba dejando sobre la nieve, hasta llegar al punto de partida. Cuando el pony miró su obra se sintió bastante satisfecho consigo mismo. Ya no había nadie que pudiera seguir su rastro.

—"Ahora me queda lo más difícil…"—pensó el brillante pony dorado, desanimado.

Con mucho cuidado para evitar una caída que echara por tierra su brillante plan, el sicario comenzó a mover las patas de la pegaso como si caminara. Así, como si fuera un actor que manejara a una marioneta, comenzó a llevar a la dulce yegua a lo más profundo del Bosque Everfree. En un momento dado, comenzó a hacer las huellas mucho más amplias, para simular una carrera, y cuando al fin consideró que se había internado lo suficiente en aquel peligroso lugar, la dejó caer y él se apoyó encima, totalmente agotado.

Con un poco de suerte, el asunto de Fluttershy se habría acabado. Todo el pueblo pensaría que la pegaso había salido a buscar algo, y había sido sorprendida por un depredador. Había tratado de huir, pero había muerto igualmente. Esta vez se había superado como sicario.

La cuestión era otra: ¿cuánto había tardado? Aunque no había dejado de nevar, la disminución de la luz que llegaba desde el cielo indicaba que ya era tarde y pronto caería la noche. Alarmado, el pony comenzó a retroceder borrando sus huellas hasta la entrada del bosque. Cuando llegó suspiró, aliviado. Por fin se había acabado. Ya sólo había que encargarse de entregar las cartas a los mensajeros.

De repente, los agudos ojos del sicario detectaron algo moviéndose dentro de la cabaña de Fluttershy, y sacó la cerbatana por instinto. Si dentro había alguien, le hubiera visto o no, iba a acabar en el fondo del río, aunque aquello le retrasara aún más.

Durante algunos segundos de absoluta tensión para Snipershot no pasó nada, hasta que finalmente un pequeño conejito blanco salió del interior de la casa de Fluttershy. Por los restos de zanahoria que había en su pelaje, era fácil deducir que se había estado alimentando allí.

Snipershot se quedó mirándole. Estaba convencido de que había visto a aquel conejo en alguna parte, pero… ¿en cuál? ¿No se estaría confundiendo con otro? Más importante aún: ¿era mascota de Fluttershy? ¿Sería posible que alertara de su desaparición?

Angel se limitó a contemplar a aquel pony dorado que le estaba mirando tan fijamente. ¿Qué querría aquel estúpido? Al ver que no le apartaba la mirada, se dirigió a él dando pequeños saltitos. Con un poco de suerte sería un pusilánime como Fluttershy y conseguía que le cuidara.

A medio camino notó un pequeño pinchazo, pero no le prestó importancia. Pero, a medida que iba avanzando hacia el poni dorado, notó cómo algo le oprimía el pecho y respirar se le iba haciendo cada vez más complicado. En un momento dado, sus extremidades se volvieron rígidas y el conejo se quedó a medio salto, cayendo de lado sobre la nieve. No podía respirar, no podía moverse y ni siquiera podía expulsar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. ¿Qué acababa de pasarle? ¿Por qué no se podía mover? ¿Era todo aquello un castigo mágico por la muerte de Fluttershy? La expresión de angustia del conejo se petrificó en un instante y todo se volvió negro.

El sicario cogió el cadáver de Angel y lo tiró al margen del bosque. De Fluttershy sí, pero ¿quién se iba a preocupar de un conejo? Además, era perfectamente posible interpretar que había salido a buscarla y muerto de frío.

Pero ahora había cosas más importantes de lo que preocuparse. Así pues, con el sol de la espalda al ocaso, Snipershot se dirigió a la estación con las siete cartas.


—No era para tanto, guapa. Tú y yo podríamos pasar un buen…

Otro sonoro bofetón retumbó en el Club Carrusel. Rarity, furibunda, elevó mágicamente al pegaso que se había atrevido a sobarla y lo echó del club sin más miramientos. ¿Cómo había podido atreverse a toquetearla a ella, y encima insistir después de decirle que ella no trabajaba allí? ¡Qué desvergüenza! ¡Vaya desfachatez!

Lo peor de todo era que, aunque se hubiera quedado con las ganas de enviarle a Snipershot, aquello no hubiera hecho sino encender las sospechas de la policía…

Por fin se había acordado. Debía reinstaurar al idiota conveniente de Lazycop.

Antes de abandonar el local, se fijó en una yegua que conocía. Qué raro, se parecía a Account… No, era Account. ¿Qué hacía allí?

—Anda, si es Rarity —dijo la contable, divertida, cuando la unicornio tomó asiento junto a ella. Tomó una copa de su combinado favorito, ginebra con tónica, y preguntó—: ¿Qué hace usted aquí? ¿También ha venido a disfrutar del espectáculo?

—En absoluto, Account. Vine aquí por si podía despejar mis dudas sobre la sucesión de Helping Minion, pero parece que eso deberá decidirse en el cónclave de dentro de tres días—La unicornio suspiró, y luego inquirió a su vez—: ¿Y qué haces tú aquí? ¿Miras a los caballos?

—Y lo que no son caballos —repuso ella divertida—.Ya sabe usted que me gusta escribir con lápiz y con pluma. Vengo todas las semanas al menos una vez. —Ante la mirada extrañada de su jefa, Account decidió cambiar de tema y explicó—: Va a ser muy difícil sustituir a Helping Minion. ¿Por qué? Porque él conocía a la mayoría de los que están haciendo el trabajo bajo. Si quiere mi consejo, nombre segundo de la mafia a alguien que le conociera y apreciara, y compre su lealtad con billetes. No será en absoluto lo mismo, pero al menos no dejará la sucesión en manos de alguien que no sabe cómo funcionan las cosas aquí.

Tras meditarlo unos instantes, la unicornio agradeció el consejo a su subordinada y subió las escaleras del intrincado sistema de salas hasta el despacho de Account. Aunque su consejo era bueno, prefería discutirlo con sus capos. Al menos, si todo salía mal, podía repartirse las culpas con ellos.

Cuando al fin llegó, llamó a la puerta. La unicornio sabía muy bien que, aunque Account no estuviera, allí había alguien.

—¿Por fin ha pasado, jefa? ¿Puedo salir?—preguntó una voz quejumbrosa desde el interior.

—Sí, Lazycop, sí —informó ella en tono resignado. Cuando el policía salió de la sala, la unicornio suspiró y comentó—: Si no me conviniera que seas la autoridad, una desgracia equina como tú jamás sería jefe de la policía.

—Se hace lo que se puede —se quejó él—. Al menos cumplo la función que me ha encargado.

—Al menos, al menos —suspiró Rarity con aire conformista—. Anda, tira, si es que no te has olvidado de dónde trabajabas.

Las tímidas protestas del pony no consiguieron ablandar a Rarity, y al fin, el caballo salió de la Boutique Carrusel y se dirigió a la comisaría de donde había debido huir sólo dos días atrás. Cuando al fin llegó, la primero que hizo fue poner en marcha la chocolatera, poner los cascos sobre la mesa, y cuando sabía que nadie le veía, abrazó a la chocolatera y declaró:

—Mi vieja amiga, cuánto te había echado de menos. No te habrán profanado obligándote a preparar asquerosos cafés, ¿verdad?


Muy pronto se hizo evidente para Snipershot que los únicos siete clientes del bar de la estación eran los encargados de llevar los mensajes de su jefa a los capos regionales. Cuando dejó las cartas en la consigna que le habían indicado, el pony se sintió libre. Por fin habían terminado todas sus ocupaciones del día. Ya podía ir a ver a su novia.

Sin embargo, su alegría se tornó gradualmente en preocupación a medida que avanzaba en dirección a la casa de su amada. Hasta el momento su trabajo había sido muy tranquilo, limitándose a ejecutar a ponys que no pagaban o se pasaban de listos, pero la última semana le había revelado que aquello podía ser mucho más complicado, y por supuesto, mucho más peligroso. ¿Qué hubiera pasado si le hubieran detenido? ¿Qué hubieran pensado sus pobres padres, que estaban convencidos de que se ganaba la vida como tirador profesional? Peor aún: ¿qué hubiera podido pensar su novia?

El pony dorado trató de sacudirse de encima aquellos pensamientos tan incómodos, pero siguieron molestándole durante un buen rato más. La vida de sicario, pensó, era mucho más incómoda de lo que parecía. El tenía mucha suerte de haber sido reclutado en los compases finales de la guerra contra Moonchaser. Lo más probable es que no hubiera dado la talla si hubiera tenido que enfrentarse en cualquier ciudad para matar a un pony escoltado, como sí había hecho la legendaria sicaria anterior. Bueno, a lo mejor sí, pero eso significaría mucho más trabajo, y ya había roto con su primera novia porque sus horarios eran incompatibles. Snipershot suspiró. Aquello había acabado fatal.

Molesto por ser incapaz de parar de reflexionar, el pony pisó con fuerza. Su novia tenía derecho a conocer la verdad. Aunque él no estaba dispuesto a decírsela. De momento, no había ningún problema.

A fin de cuentas, la paz y la tranquilidad habían vuelto al fin a Ponyville.


—Te digo que le das demasiadas vueltas a la cabeza, Twilight. Descansa un poco, te vendrá bien —le aconsejó Spike, tumbado en su cesta.

—No es así, Spike —le regañó la alicornio—. No puede ser casualidad que desaparezca Flutttershy y al poco tiempo detengan a Restraining Chain. En realidad, sólo con la detención de Restraining Chain deberías intentar ayudarme a desvelar la verdad. Sabes tan bien como yo que ese pony es incapaz de cometer un crimen.

—Porque es tan cabeza cuadrada que es incapaz de pensar en algo que no sea ley, ley y después ley. Sabes cómo me mata eso. No me alegro de su detención, pero sabes que ese policía no me gustaba para nada —se quejó el dragón.

—No digas esas tonterías sin fundamento… Aunque es cierto que él es como yo sería si no hubiera descubierto la magia de la amistad. Sea lo que sea, Spike, estoy convencido de que en todo esto hay algo muy grave. Y lo peor de todo es que ni siquiera sé por dónde empezar, porque todos los datos que Restraining Chain obtuvo durante su investigación serán destruidos.

Cansada, Twilight se apoyó sobre el alféizar de la ventana. La noche estrellada era preciosa, estaba claro que aquella vez Luna se había esmerado mucho en prepararla. Si no se equivocaba, en dos noches sería el juicio del jefe de la policía secreta… Y aún era incapaz de imaginarse el delito por el que le habían imputado. Si por algo se conocía a Restraining Chain en la corte, era precisamente por su devoción a las Princesas y a la autoridad. Él nunca hubiera hecho nada que hubiera puesto en peligro su trabajo de toda su vida. Pero… ¿el qué?

—Spike, he tomado una decisión. Voy a investigar lo que ha pasado con Restraining Chain.

El dragón escupió el líquido que estaba tomando, e inquirió:

—¿Que vas a qué? —Antes de que su amiga pudiera responder, él dijo—: Twilight, si de verdad tu amigo es tan leal a las princesas, ahí detrás hay algo muy gordo. Así que te sugiero que dejemos el caso en manos de Celestia. Ella sabrá lo que hacerse.

Twilight frunció el ceño ante lo desconsiderado de la repuesta del dragón, pero en el fondo sabía que tenía razón. Fuera o que fuera, lo mejor era no inmiscuirse antes del juicio. Cansada de pensar, se acurrucó junto a Spike. Fuera lo que fuera aquello, sólo esperaba que no fuera demasiado tarde como para hacer algo.


—Señor Mailmoney, ha llegado correo de Ponyville —informó un pegaso blanco, de melena azul como el mar y cuya marca de belleza era un sobre.

—Mmm… Veamos qué trae Rarity…Qué pena que no sea dinero —se lamentó el pegaso.

Con cuidado, el pony abrió el sobre lacrado, y a medida que lo leía, sus facciones se iban contrayendo en un gesto de decepción. Cuando al fin terminó, la arrugó y comentó para sí mismo:

—Pues sí que tenemos un problema…


—Don Beautifulsea —dijo humildemente un pony de tierra al opulento unicornio—: Nos ha llegado una carta de Rarity.

—Genial —repuso él despreocupadamente, se encendió un puro, y al ver que el pony no se movía, espetó—: ¿A qué esperas, merdellón? ¡Deja eso y lárgate!

Ruborizado, el asistente de Beautifulsea puso rápidamente la carta encima de la mesa y se marchó al trote. Mascullando una maldición contra los estúpidos ponys que le hacían perder su valioso tiempo, el capo abrió descuidadamente el sobre y leyó la misiva. Cuando al fin la terminó, la arrugó, la tiró al suelo y dijo, como si la mafiosa estuviera presente:

—Coño, ya te dije que pusieras de segundo a alguien de bien, que la chusma no trae más que problemas.


—Tenemos una carta de Rarity, señor Suitbelt —informó un pegaso.

—¿Tan pronto? —dijo él, extrañado—: Bueno, veamos qué quiere.

A diferencia de los anteriores, el ayudante se quedó en su lugar, escuchando cómo Suitbelt leía en voz alta la misiva de la unicornio, su voz tornándose cada vez más grave. Cuando al fin acabó, se giró hacia su asistente y preguntó:

—Y bien, Orange Fields ¿Crees que debería optar a ascender en la escala?

—Lo dudo mucho, señor. —El capo frunció el ceño, y su asistente le aclaró—: La guerra está perdida frente a Lucky Chip y Music Palace, por muy bien situado que usted esté. Lo que le recomiendo es crear un bastión mafioso aquí que nadie pueda conquistar, y hacerse rico. ¿No ha oído que la ambición lleva a la perdición?

El mafioso agradeció el consejo y ordenó a su subordinado que le comprara los billetes. Saliera lo que saliera de aquello, desde luego iba a ser digno de verse


—Muy honorable Music Palace, nos ha llegado correo de Equestria, más concretamente de Ponyville —anunció un unicornio rojo de melena blanca.

—Genial, puedes retirarte—ordenó él dando dos palmadas.

Cuando el pony se retiró, el capo no pudo evitar sonreír ante la mención de Equestria como nación separada y abrió el correo. Al contrario que los demás, el unicornio fue esbozando una sonrisa que se hizo amplia cuando llegó al final del escrito. Mientras se levantaba, pensó:

—"Esta es la mía para ascender en la escala…" ¡Blue Star! —llamó el honorable empresario—: ¡Compra un billete para Ponyville, en primera clase del tren! ¡Sí, ese contra el que hicimos campaña por ser un ataque a las tradiciones manehatannitas!


—Señor Shotgun Hunter, le ha llegado correo de Rarity —informó un anciano pony de color blanco y melena dorada, que no pudo evitar estremecerse al ver todas las cabezas de animales que pendían de las paredes a modo de trofeos.

—Muchas gracias, Loyal Rock. Puedes retirarte.

El capo dio un par de palmadas y Loyal Rock se retiró con una reverencia. Shotgun Hunter dejó su escopeta en un rincón, abrió la carta y la leyó ceremoniosamente. Segundos después, levantó la vista del papel y comentó al aire:

—Esto debería llenar de vergüenza e insatisfacción a Rarity. No podía coger un momento peor, con lo revueltas que están las cosas en la Corte… ¡Loyal Rock, compra el billete más caro, que lo paga la Corte!


—Lizardfund, t'a llegao correo —anunció una yegua roja, cuyo símbolo era un nudo.

—¿Eh? ¿Otra vé? ¿Qué querrá eza chiquilla ahora? Encima de que pronto hay derbi…—se lamentó el peculiar capo.

El pony abrió su correspondencia con un abrecartas con forma de banderilla que tenía sobre su mesa, la desplegó sin ningún tipo de precaución —vaya, ya me la cargué, pensó— y cuando al fin la logró recomponer, la leyó cuidadosamente. Antes de llegar al final, su mujer inquirió:

—¡Lizardfund! ¿No t'abrás buscao una sagala equestriana, mira que te doy con er rodillo!

—¡Que eh Rarity, mujé! Madre mía, como ehtá. —Cuando al fin terminó, se llevó un casco a la cabeza y comentó en voz baja—: No, zi yo zabía que noh tenían que hazé un dezavío tarde o temprano… ¡Mujé, me tengo que ih a Poniville de urgencia! —Antes de que su esposa pudiera replicarle, pensó—: "y encima con lo der partió der Ponytail y er Money Purse… y tó ehto con loh derbih por vení…"


Siento mucho haberlo olvidado en las escenas eliminadas de La Trastienda, pero mil gracias a todos los lectores que la hicisteis posible y me animasteis a escribir su secuela, los que le dieron a fav, los suscriptores y aquellos que tomaron parte de su valioso tiempo en dejar una review.

Nos vemos en el siguiente capítulo, que ya está en fase de revisión. Espero que salga antes de Reyes.