—¿Lo ves? ¡Te lo dije, Eren!—la voz de Armin, nostálgica y sumamente feliz, resuena por la orilla de la playa.—Lagos de agua saladas realmente abismales, tan enormes que jamás se acaban... Lo que te dije era cierto, ¿no es así, Eren?

—Sí. Es muy grande.

Una débil sonrisa se postra en los labios del mejor amigo del chico que en sus días fue apodado como "Bastardo suicida", mejor conocido actualmente por ser una de las claves necesarias para poder salvar a la humanidad (o más bien, a los "demonios" de Paradis, tal y como descubrieron recientemente) de la prisión a la que fueron condenados tiempo atrás.

Se siente realmente dichoso de haber podido cumplir aquella promesa que hizo con Eren Jaeger cuando tan solo eran niños pequeños. Sin embargo, el joven de cabello castaño, ojos caribeños y piel levemente tostada parece estar ausente de toda la prosperidad que emanan sus compañeros y su mejor amigo, clavando la mirada en el horizonte, justo en el frente, con el bravo oleaje golpeando contra sus pies y esbozando una triste expresión que nadie puede ver.

—El océano.—murmura Eren en voz baja, con temor de extender su mano.—Más allá del océano... Está nuestra libertad.

Al no entender del todo lo que dice, su amigo y su hermanastra se acercan un poco más hacia él, silenciosamente, y no demasiado, pues el chico titán parece estar medio sumido en sus pensamientos, y lo que dice se escucha igual a las palabras que alguien pronunciaría mientras habla dormido.

—O eso es lo que pensaba. Pero al otro lado del mar... Está el enemigo.

—Eren...—Mikasa pronuncia el nombre de quién considera su hermano y el chico del que siempre ha gustado un poco, un tanto afligida.—¿Eren?

—¿Huh?—finalmente el chico reacciona, girando su cabeza. El viento empieza a soplar, meciendo con suavidad la melena de Jaeger, la cuál ha crecido un poco, llegándole hasta la nuca. Nadie lo ve, pero el augurio de una tempestad brilla en sus ojos.—¿Qué ocurre?

—...—Ante la expresión perdida de su amigo, Armin trata de sonreír.—Disfrutemos del agua del mar. Los tres juntos.

—...Claro.—al tardar en reaccionar pese a haber dado una respuesta afirmativa, Mikasa agarra la mano de Eren, y así, los tres amigos de la infancia corren hacia aguas más profundas, salpicándose entre ellos y provocándose risas mutuamente. Al cabo de nada, Sasha, Connie y Jean se unen al juego, y los seis compañeros, los cuáles se conocieron al inicio de todo, en la Tropa de Reclutas 104, disfrutan de un merecido juego a la orilla del mar. Un momento de tranquilidad como éste, después del largo infierno por el que han pasado, convierte todos los malos recuerdos en los que estuvieron al borde de la muerte como algo lejano, en agua pasada. Incluso sienten que, quizás, a partir de ahora podrán finalmente gozar de una vida tranquila.

Aunque en el fondo saben que realmente no es así.

—Mira que bien se lo pasan. Incluso me dan ganas de apuntarme a la diversión.—comenta Hanji, quién aguanta diferentes tipos de piedras y conchas en sus manos.—Llevo todo este rato preguntándome qué tan salada sabe el agua del mar.

—Parecerás una niña pequeña.—responde Levi, quién mantiene sus grisáceos irises clavados en el grupo de jóvenes.

—¿Entonces tú te quedarás mirando? ¡Fantástico!—sin previo aviso, Zoe lanza al capitán los objetos que hasta hace poco inspeccionaba con sumo interés, para así salir corriendo hacia los demás.—¡Guárdame eso, por favor!

—Oi...—frunce el ceño ante las infantiles acciones de su compañera, quién ya está chapoteando con sus pies junto al resto y esbozando una amplia y honesta sonrisa de diversión y felicidad.—(Parece mentira que siendo la mayor sea la más inmadura de entre todos.)

Levi echa un vistazo a lo que Hanji le ha pedido que guardara, para entonces lanzarlo lejos, lo más lejos posible. Debido a su pequeño tamaño las pierde de vista enseguida, excepto una piedra que, por un momento, resplandece en una luz dorada debido al Sol, para entonces dar dos saltos sobre el salífero oleaje. Un sentimiento extraño inunda su pecho, el cuál aumenta todavía más cuando ve las sonrisas falsas de Eren Jaeger al jugar con sus amigos.

—(Llegar hasta un sitio como éste ha aflorado en ti un sentimiento de tristeza, y no de felicidad como al resto de tus compañeros, ¿cierto, Eren?)

Cada latido que hace su corazón le hace pensar que el final se acerca a un vertiginoso ritmo.


Tres días más tarde, la Legión de Reconocimiento regresa a su base. Ahora que han llegado hasta los confines de la isla, deben poner en marcha varios preparativos cuánto antes: la llegada de nuevos soldados, reuniones entre los miembros de la Legión, reuniones con la Reina Reiss, juntas, papeleo, y un largo etcétera. Hacia el final del día, todos se sienten exhaustos y con ganas de dormir, y Eren no es excepción.

—¿Cuándo crees que podamos volver a la playa?—Armin entabla conversación con él mientras se dirigen hacia sus habitaciones. Jaeger se encoge de hombros.

—Algún día tendremos que regresar. Para ir al otro lado.

—Tienes razón, aunque no creo que podamos divertirnos como hace tres días. Me pregunto si volveremos a tener la oportunidad de disfrutar otro día de ese modo.—el rubio sonríe, contento y desilusionado a partes iguales. Antes de que su amigo tuviera la oportunidad de contestarle, una voz bien conocida por el lugar pronuncia su nombre.

—¡Eren!—apareciendo mágicamente tras una de las puertas, Levi Ackerman, el conocido capitán de la Legión de Reconocimiento, con el título de "Soldado más fuerte de la humanidad", de escasa altura y rostro juvenil pese a su algo avanzada edad, llama al joven de azulados irises, quién se sobresalta al ver que el Ackerman parece tener asuntos que tratar con él.

—¿S-sí?—trata de no sonar ni muy nervioso ni muy impasible.

—¿Podrías venir conmigo a hablar un momento? Es un asunto importante.—de reojo, el fulminante gris de los ojos de Levi se queda observando detenidamente a Armin, quién entiende el mensaje enseguida. El chico rubio asiente a su amigo, y le dedica una delicada sonrisa nerviosa.

—Buena suerte.—le susurra con cierto tono de burla, para entonces adelantarse y entrar en la habitación.

Eren no contesta a su amigo, y se limita a caminar hacia Levi, quién se pone en marcha camino a su habitación. Jaeger lo sigue, algo extrañado de que no estén yendo dirección al despacho del capitán, lugar donde tienen lugar el 99% de reuniones. El hecho de que caminen en sentido opuesto a esta sala hace que el adolescente sienta curiosidad.

—Capitán, ¿no vamos al despacho?—aún siente algo de dificultad al hablar, pues no sabe si Levi lo ha llamado para felicitarle, informarle o echarle la bronca sobre algún asunto. Si se trata de lo último, entonces es algo muy malo. Pero el capitán no parece enfadado con él.

—Ésta vez no. Iremos a mi cuarto. Que por cierto, es aquí mismo.—se dispone a abrir la puerta que yace a su frente.—Tengo que hablar de algo contigo.—susurra sin mirarle al rostro.

Eren nunca había estado antes en la habitación de Levi, pero no hay mucha diferencia respecto a la suya. Pequeña, con una sola cama, un escritorio viejo y un armario. Transmite un aura imponente y fuerte. Aparte de esto, no hay mucho más que describir.

"Tiene el olor de Levi", es lo primero que pasa por la cabeza del joven, a la velocidad de una estrella fugaz. Eren ignora tal pensamiento, y en vez de pensar en algo inútil, trata de razonar el porqué ha sido llamado a este lugar.

—(¿De qué querrá hablar?)—el temor se apodera de él, formando un pequeño nudo en su garganta.

—Siéntate en la cama.—le ordena el capitán.—Yo cogeré asiento en esta silla misma.

Levi desplaza el susodicho objeto para dejarlo frente al colchón en el que Eren, inhibidamente, se acomoda. El Ackerman repite la acción, quedando de esta forma los dos mirándose cara a cara.

—Bueno... ¿Ocurre algo, capitán?—Jaeger no sabe si sonreír en esta situación podría serle de ayuda en algo.

—Eren,—dice Levi—¿cómo te sientes?

Esta es probablemente la pregunta que el joven menos se esperaba de parte de su superior.

—¿En que sentido?—cuestiona el moreno.

—Emocionalmente.—responde sin dudar el Ackerman.—¿Qué pasa con esa cara? ¿Es una pregunta rara?

—Un poco... Nunca antes me había preguntado por algo así, señor.—aunque esté desconcertado, el corazón del joven late con alegría.—Pero estoy bien, no se preocupe.

—Si vas a mentir al menos hazlo con una cara más convincente.—no han pasado ni dos segundos de la respuesta de Eren y Levi ya está echándola por tierra, tachándolo de mentiroso.—Dime la verdad, mocoso. Te estuve viendo cuando fuimos al mar. No estabas bien. Y sigues sin estarlo, ¿verdad?

Las insistentemente certeras palabras del capitán quitan en un momento todas las capas que cubren el corazón de Eren, dejándolo indefenso en cuestión de segundos. Sin poder evitarlo, siente como su rostro se ensombrece y su cuerpo se debilita. La voz le tiembla.

—Bueno, tampoco es para tanto...—agacha la cabeza, fijando la mirada en sus propias rodillas.—Enserio, estoy bien. No se preocupe.

—Acabas de contradecirte. ¿Qué te pasa? Desde que llegamos al mar, estás raro.—aunque la mente y el corazón de Eren están por otras cosas, tratando de aguantar una insoportable carga de dolor, no puede pasar por alto el hecho de que Levi, ahora mismo, se está preocupando genuinamente por él. Ese es un gesto que el superior pocas veces hace, lo que convierte esta acción en algo bastante especial.

—¿Estoy obligado a contestar a esa pregunta?

—Puedes considerarlo como una orden. Ahora que Paradis no está siendo atacada constantemente por titanes, podemos tomarnos un minúsculo descanso y liberar un poco de tensión acumulada.—Levi espera que con esas palabras, Eren escupa algo de lo que le ronda por la cabeza. Observa a la cara del chico con detenimiento: no suda ni tiembla, pero se le ve claramente incómodo. Sus grandes ojos mirando a un punto fijo, las marcas de su frente, la postura de sus manos y la inexpresiva expresión de su cara delata que, sea lo que sea que esté pensando, es algo que no quiere revelar.

—No me apetece obedecer esa orden...—susurra. A Eren le duele el pecho, insoportable y continuamente, sin descanso: siente como si algo le ardiera por dentro, consumiéndolo poco a poco, devorando su mente y alma. Las ganas de chillar, maldecir y llorar ocupan su garganta, pero a la vez, siente como su voz no puede salir al exterior. Es horrible. Es una sensación horrible. No quiere que Levi vea esa parte de si mismo, pero a la vez, a pesar del miedo que siente, él es la persona a la que más desea mostrarle estos sentimientos.

—Te sentirás mejor después de decirlo.—mientras tanto, el capitán le presiona, de forma calmada y serena, pero insistiendo en que desembuche. Desde su sitio puede escuchar la respiración agitada de Eren: el movimiento de su pecho sube y baja al mismo ritmo que su rápida inhalación. Finalmente, el joven da una respuesta no evasiva.

—Solo me pregunto cosas.—admite el chico.

—¿Qué cosas?—pregunta Levi.

—Por ejemplo... Como habrían reaccionado Petra, Auruo, Gunther y Erd al ver el mar.—el corazón del capitán se encoge al escuchar tales palabras.—O en que cosas habrían dicho mis compañeros de la Tropa de Reclutas 104 que murieron en la invasión de Trost o en acontecimientos posteriores a ese. En las personas de los pueblos que acabaron transformadas en titanes o devoradas por los mismos. En mi madre... Y en todas las cosas que no puedo decirle...

Los ojos aguamarina del chico de tez tostada empiezan a humedecerse al son de su quebrada y dolorida voz. El ardor de su garganta continúa inflamándole, pero ya no siente que su voz esté siendo atrapada en su interior.

—Simplemente llevo un tiempo pensando en... Toda la gente que hemos dejado atrás. Las personas que yo he dejado atrás.—pasa el brazo por sus ojos, reprimiendo un inevitable llanto.—A veces me pregunto si yo era el indicado para poseer los poderes de titán... Ya que... Snif... He llegado a ser tan inútil en tantos momentos que... Snif... Me arrepiento mucho...

—Está bien, está bien. Cálmate un poco antes de seguir hablando, no se entiende lo que dices.—con más suavidad de la usual, Levi trata de tranquilizar al desalentado soldado. Duda entre hacerlo o no, pero finalmente, apoya su mano derecha en el hombro de Eren.—Entonces, ¿estás arrepentido?

—Mucho. Me siento como un idiota... Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y...—la voz se le rompe de nuevo, impidiéndole terminar la frase.—Por alguna razón, siento que cargo muchos cadáveres a mi espalda.

Un escalofrío silencioso recorre el cuerpo del Ackerman al escuchar a Jaeger decir eso. Sin embargo, no le responde. Simplemente se queda en silencio. Eren gimotea varias veces más, sin aparente señal de que se vaya a tranquilizar pronto.

—(No es la primera vez que lo veo llorar, pero si que es la primera vez que me encuentro con un llanto que evoque tantas emociones juntas.)—se fija en los dos ojos de Eren, relucientes como jades, y en sus labios, incapaces de mantenerse quietos.—(Ira, tristeza, arrepentimiento, culpabilidad, impotencia, remordimiento... Y al igual que me ocurrió a mí, él es aún demasiado joven como para retener todos esos sentimientos en su interior. Necesita explotar de alguna manera.)

Un par de minutos transcurren. La voz de Eren se va apagando con el pasar de los segundos, silenciándose el ambiente cada vez más y más.

—¿Qué tal? ¿Ves como no estabas bien?—finalmente, Levi decide hablar de nuevo, manteniendo aún su mano en el hombro de Eren. Aunque el recluta no le haya mencionado nada, tiene la sensación de que ese gesto lo tranquiliza un poco.

—Es raro verle así, capitán... Tan cariñoso.—Levi siente algo de repulsión ante el hecho de que Eren lo describa con un adjetivo como ese.—Lo siento por molestarle a estas horas con mis pensamientos...

—Fui yo quién preguntó, Eren.—aleja la palma de sus dedos del cuerpo de Jaeger, y el calor que hasta hace poco existía debido al contacto entre los dos desaparece como una brisa de viento gélido.

—¿Qué crees que deba hacer respecto a esto?—la voz del adolescente deja ver todo lo negativo que le carcome por dentro. Es como si los sentimientos de Eren empezaran a cobrar forma por si solos, hablando con una clara y desasosegada voz, sin compasión, sin tapujos.

Levi mira al chico durante algunos segundos, consciente de la importancia de su siguiente respuesta. Él sabe que es imposible. Sabe que, si él no lo pudo lograr, Eren tampoco podrá hacerlo. Pero es lo más correcto a decir en esta situación. También lo más suave. Y lo más fácil.

—Ahora que ya ha pasado todo, debes olvidar esos malos recuerdos que carcomen continuamente tu conciencia.—afirma con convicción, mirando fijamente a las pupilas del menor, más grandes y negras de lo usual. La cara del joven cambia a una más compasiva.

—Dices eso, capitán, pero... Tú sientes más dolor que yo, ¿verdad?

Y con esas inconscientemente duras y directas palabras de Eren, todos los esquemas de Levi se rompen en un instante, paralizando su corazón durante un momento y desvaneciendo todo el mundo a su alrededor.

—...—el Ackerman no dice nada en primer lugar, y Eren tampoco trata de continuar la conversación, quedándose sentado sobre la cama del capitán mirando al suelo.—¿Por qué has dicho eso?

—Solo intentaba devolverle el favor.—una tonta y pequeña sonrisa aparece en los labios de Jaeger.—Usted ha sido muy amable conmigo al preguntarme algo como eso. Y de alguna forma, yo sé que usted, como humano... También tiene sus pesadillas internas. El hecho de que sea el soldado más fuerte de la humanidad, el fuerte e inexpresivo Levi Ackerman... No quita el hecho de que tenga sentimientos, ¿verdad?—por primera vez en bastante rato, Eren le devuelve la mirada a su superior, quién escucha algo sorprendido a lo que el joven dice.

—Pues claro que tengo sentimientos, idiota...—murmura de forma sombría el capitán. Se levanta pesadamente de la silla, quedando de pie frente a Eren.—¿Qué tal si lo dejamos aquí?—lanza la pregunta al aire, temeroso de observar de nuevo los ojos del chico titán, quién, entendiendo la situación, se levanta sin replicar, dirigiéndose a la salida. Una amplia sonrisa se forma en su boca, a la vez que sus cejas revelan una expresión dolida y aliviada a partes iguales.

—Capitán... ¿Mañana puedo volver aquí de nuevo?—dice de cara a la puerta.—Y a la noche siguiente, y a la siguiente, y a la que venga después... A no ser que sea una molestia.

—Nunca lo serías.—murmura Levi.—Pero si tienes intenciones de venir aquí cada noche... Llámame Levi.—el soldado más fuerte de la humanidad, quién hasta ahora había estado de espaldas al joven, gira el cuello para proceder a observar la nuca de Jaeger, cubierta de mechones castaños.—Pero solo tienes permitido hacer eso aquí. Fuera de esta habitación, seguirás llamándome "capitán".

—¿Enserio?—con la misma voz que un niño emocionado, Eren se gira también, y sus brillantes ojos se encuentran con los fríos irises de Levi. Un ligero rubor cubre sus mejillas.—¡De acuerdo, Levi!—agacha su cabeza en señal de despedida, y con un tono más cortés, se despide.—Buenas noches.


El joven sale de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. La mirada de Levi observa sin expresión alguna la entrada. Un peculiar frío cubre el ambiente ante la repentina ausencia de Eren. No es que la temperatura del cuarto haya bajado de repente... Si no que la frigidad surge desde el mismo interior del general.

Levi toma asiento en el mismo lugar donde Eren estuvo hasta hace nada. Ha dejado esa parte de la cama repleta de su calor corporal. La mano del Ackerman acaricia el colchón, aferrándose a él, mientras una silenciosa lágrima resbala por su mejilla.

Él... ¿Será capaz de experimentar la felicidad de nuevo algún día?