Volver a Tenerte

Atención: Inuyasha es © de Rumiko Tahakashi.

Autora: YukaKyo, el fic es © de mi Propia Autoría. Mis fics No se Prestan Ni se publican en Otros sitios amenos que Yo misma lo haga. De no ser así, te obligare a que dejes de publicarlo.
Pareja: Sesshoumaru x Kagome. Y dejen de criticarme, solo escribo de ellos, pues son mis favoritos.
Categoría: A.U. , Romance, Drama y Angst. Mis tres ingredientes favoritos.

Dedicado: A todas aquellas lindas personitas que a pesar de saber que me tardo horrores en actualizar continúan al pendiente de mis escritos.

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1.- El desconocido de la brillante mirada

Sesshoumaru apresuro en sus labios el amargo vino tinto que segundos antes se había servido en una fina copa de cristal cortado. En algún otro momento aquel líquido rojo le hubiera parecido exquisito por la inmejorable cosecha del que provenía, pero ahora únicamente le amargaba el gusto y lograba que una mueca no muy apropiada, desfigurara su agraciado rostro.

En una mesa no muy lejana de él, aun reposaba la reciente correspondencia leída. El sobre roto con sobrada desesperación atípica de él, pero muy acorde a las circunstancias. Noticias de su padre. Ese mismo que no había visto en más de cinco años y que además le odiaba. Aunque si lo pensaba mejor, aquella carta no era más que un simple gesto que bien a juzgar por la mentalidad de su padre, debía interpretar como una tregua.

Eso y que también le invitaba a su próxima y repentina boda.

Sesshoumaru bufo hastiado, pasando de forma descuidad sus largos dedos por sus cabellos celestes mientras dirigía su mirada intrigante sobre el papel crema de aquella carta. El calido color dorado de sus pupilas brillo consternado por un momento antes de volverse contrario a lo que se suponía herméticamente frío.

Nunca antes le había importado en lo absoluto lo que hiciera su padre con su vida sentimental.

De hecho había estado presente en los tres anteriores a este.

No aceptaba de todo el hecho de que su padre se casara de nuevo, pero tampoco se oponía. Después de todo habían pasado más de ocho años desde que su madre había muerto y el viejo, se había mantenido durante un largo tiempo consolándose en una u otra cama de sus variadas amantes las cuales en solo casos muy especiales, acabaron convirtiéndose en la flamante esposa de Inutashio.

Y si alguien se lo preguntaba, dudaba mucho que la próxima señora Yasha durara más que sus predecesoras. Claro estaba que, si era lo suficientemente inteligente, no dejaría que ninguna otra se colara entre las sabanas de su marido.

Tal vez era aquello lo que le perturbara.

Que esa mujer fuera más inteligente que las demás, tal vez más joven y por supuesto mas interesada.

La leve irritación que sentía se acrecentó aun mas en aquellos momentos con aquel leve pensamiento y estuvo apunto de romper la delicada cristalería cuando sin miramiento alguno la azoto con demasiada fuerza en la mesa de oscura madera. Sabia que terminaría rompiendo más de una copa si se quedaba en la solitaria oscuridad de su apartamento y sin pensárselo dos veces, se levanto del sillón de cuero negro en el que se encontraba. Buscando a tientas un largo abrigo que le cubriera mientras salía de lo que era su apacible departamento citadino.

No supo exactamente cuanto había caminado, solo fue conciente de detenerse cuando el súbito deseo de encender un cigarrillo le gano el impulso en lugar de dar una nueva pisada. La tarde oscura y gris de otoño le parecía nostálgica y levemente perfecta. De un momento a otro empezaría a llover, tal vez con suavidad o no tanto. Mas no le importaba, no cuando adoraba como un chiquillo caminar bajo la lluvia mojándose toda la ropa.

Lastima, tal vez la nueva cajetilla de cigarrillos terminaría inservible.

Mas le no importaba.

Abrió levemente el sobretodo negro, buscando en uno de sus bien camuflados bolsillos, la cajetilla blanca con roja, de aquella conocida marca que fumaban los yanquis vaqueros. Era una lastima prefería los de cajetilla dorada, esos mucho mas sofisticados y largos. Aunque solo había encontrado esos en la vieja tiendilla de la esquina.

No había hecho más que colocar el cigarrillo en sus labios y justo cuando iba a encender el mismo, la voz de aquellos sujetos le aturdió los sentidos.

— ¿Por qué tan sola? Nena —

Con el rabillo del ojo dirigió su dorada mirada hacia donde provenía la voz. A su izquierda no muy alejado había un grupo de hombres detenidos en una de las esquinas, rodeando a alguien. El sujeto que había hablado era un rubio apático no mas alto que él mismo. Por su tono de voz, podía casi imaginar la mirada lasciva y desvergonzada con la que miraba a la pequeña joven que tras él se encontraba.

Con lentitud recorrió los cuerpos de todos aquellos e incluso el de la chica que intentado moverse para alejarse de ellos, se enrolaba sin querer en varios giros de pocos pasos entre el grupo de hombres. Debía aceptar que entre el movimiento de aquellos y de la chica, no había podido apreciar bien su rostro, pero si el fino detalle de su cuerpo bien proporcionado, de suntuosas curvas y largas piernas apenas cubiertas por la diminuta falda de tablones que se movía con fiereza con cada uno de sus movimientos voluntarios o no.

— ¡Oh vamos! Queremos acompañarte —

Volvió a escucharlos hablar, el tono áspero y duro, entremezclado con risas y movimientos torpes causados tal vez por una excesiva ingesta de alcohol o alguna otra sustancia toxica. No hacia mas falta mirarlos a ellos, pero si a la mujer que a tropezones zapateaba insegura por esos hombres y seguramente también por los altísimos tacos de aquellos zapatos que llevaba puestos. Su larga melena azabache que le llegaba hasta un poco antes de la cintura se agito al viento, mostrando algunos destellos azulados o eso le pareció a Sesshoumaru.

— Gracias, pero prefiero ir sola —

Su voz era fuerte, autoritaria y clara. Aunque también sensual y sumamente llamativa para él. Entorno bien los ojos sobre ella cuando con un simple movimiento de cabeza, alejo los repentinos pensamientos inadecuados y cargados de excesivas connotaciones eróticas, producto de aquella voz. Notando entonces con la cabeza mas fría que a pesar del tono, ella estaba mas que asustada con lo que pasaba.

No fue conciente de lo que hizo, tampoco el reducido grupo y ni siquiera la mujer.

Pero de un instante a otro, había terminado recorriendo la distancia que les separaba con excesiva rapidez quedando tras la mujer y dándoles la cara a aquellos tipos a quienes vio, no solo con recelo a, sino también con un profundo odio abrasivo.

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¡Maldita sea! Solamente ella podía meterse en tantos problemas

De hecho eso lo sabía mucho antes de haberse quedado de piedra frente a ese grupo de alcohólicos que estaban en una esquina. Bien, para nada debió de haberse ido por esa calle y mucho menos haber contestado a un saludo que le había parecido amistoso proveniente de ellos. Lamentablemente, era exageradamente educada.

Bien, esa tarde había salido tan solo para despejarse un poco de sus problemas y la interminable melancolía que sentía. Por un impulso había salido a la calle a caminar sola, justo cuando parecía que iba a empezar a llover y justamente había doblado por aquella esquina cuando la lluvia había comenzado a presentarse. Siguiendo su instinto lo había hecho, pues pensaba que cerca de por ahí, tal vez, podría refugiarse en un bar iluminado, tibio y lleno de gente.

Lastima, su instinto siempre fallaba

Le había fallado en ese momento al tomar una decisión equivocada. Le había fallado al haberle dicho a su abuelo que todo iría bien con sus problemas económicos y le había ido mas que mal, en lo que concernía a su futuro muy próximo.

Aunque sus dos últimos fallos se los debía a su querido abuelo y sus rápidas formas de solucionar apresuradamente el problema. Había pagado algunas deudas, tomando algo de dinero de su jefe, el multimillonario Inutashio. Nada malo hubiera pasado, eso si nunca lo hubiesen descubierto cometiendo aquel ilícito.

Y si Inutashio lo acusaba de robo y abuso de confianza, su queridísimo abuelo pasaría una larga temporada en la cárcel.

— ¡Tienes que ayudarme Kagome! — le había exigido el viejo, histérico y dolido — Tu madre esta gravemente enferma y si se entera de esto. ¡La noticia la mataría! —

— ¡No se enterara!. Déjalo en mis manos abuelo —

Y sabía que tras decir aquellas palabras se había sellado su destino. Era completamente verdad el que su madre se encontrara delicada de salud. No tardo mucho en presentarse en una de las tantas oficinas elegantes del millonario y se había puesto a sus manos dispuesta a hacer lo que fuera para evitar el sufrimiento de su madre.

E Inutashio sabia exactamente lo que de ella quería.

Kagome seria su esposa, la mujer que compartiría sus últimos años de vida y que además, debía de darle la dicha de un heredero. Un heredero que en su anterior matrimonio no había podido concebirse y que tras un rotundo divorcio se había negado a tal posibilidad. Pero que ahora con ella, podría nuevamente llegar a darse. Kagome le daría un hijo y con ello, la deuda de su abuelo, quedaría saldada y también, no se presentaría cargo alguno en su contra.

Inutashio le había dado esa proposición y esperaba la respuesta afirmativa o no… al día siguiente.

Al día siguiente, estaría prometida. Y en pocos días seria la señora de Inutashio Yasha, un hombre que le doblaba fácilmente y hasta mucho mas de la edad, pero que muy a su pesar debía aceptar. Aun era atractivo.

La respuesta, era afirmativa. Aceptaría ser su esposa.

Dentro de pocas horas.

Por el dolor de aquella idea se había salido de la habitación en la que se hospedaba. Cansada de la resignación auto impuesta. Después de todo cansada de pensar se había decidido por algo. Algo que podía hacer antes de verse privada para siempre de ello. Una ultima noche.

Una noche para divertirse, con libertad y sin restricciones.

Tal vez por eso había caminado sin pensar y sin pensar había terminado metida en aquel lío justo ahora frente a esos tipos.

Y ella que solo había deseado llegar a un bar, tomar algunos tragos y coquetear con algún chico como ultimo juego.

¡Era una estúpida!. ¡Una completa estúpida!

De hecho, mas bien su pequeño error de detenerse frente a esos hombres había sido porque, la alta figura de otro chico solitario no muy lejos de ellos, se había detenido también y al parecer buscaba cigarrillos dentro de su abrigo. No le había prestado mucha atención a su aspecto, pero había sido su llamativo gesto sombrío y taciturno lo que la había cautivado.

Se había detenido nerviosa, pensando en como abordarlo sin que pareciera demasiado ensayado. Pero había tardado de más al no encontrar la manera de hacerlo. Puesto que ahora era cuando notaba con más claridad su aspecto, de sobrio traje ejecutivo oscuro, que resaltaba su pálida piel y no hacia más que resaltar los mechones libres de cabellos celestes que se escapaban de su flequillo.

Parecía distraído en su tarea de encender el cigarrillo, pero los pausados movimientos le parecieron amenazantes y precavidos. El corazón de Kagome latió con fuerza.

Pues daba la impresión de estar atento a todo lo que sucedía a su alrededor, aun y cuando pareciera completamente lo contrario.

Justo cuando un comentario adecuado con su postura se le vino a la mente y decidió caminar hacia él. Un hombre completamente distinto le había cerrado el paso.

— ¡Hola lindura! —

Instintivamente se echo un paso hacia atrás, mas no pudo lograr su cometido por alejarse, ya que al parecer el tipo tenia amigos y estos la estaba rodeando. Si no hubiera dudado, si no se hubiera metido en aquella calle. Pero lo había hecho y al detenerse para pensar, aquellos habían creído que buscaba un poco de diversión y justamente con ellos.

Sintió repulsión por sus miradas lascivas que descaradamente la recorrían mientras mas se acercaban.

Trato de que su voz sonara educada mientras rechazaba su oferta para que la acompañaran, de hecho el ambiente empezaba ha hacerse mas pesado cuando el tipo rubio acorto la distancia y la asió con fuerza de uno de sus brazos.

— ¡Dime nena!. ¿No crees que eres afortunada por tener a todo un grupo tras de ti? — un sonrisa estúpida se formo en sus labios — ¿O acaso es que no te agrada? —

— Yo… no puedo, estoy… espero a otra persona — logro decir casi tartamudeando, zafándose del agarre de su brazo, notando como el rubio fruncía el entrecejo molesto.

— ¿Y se puede saber a quien? —

— Mi… novio, vendrá a buscarme aquí — el rubio la miro con burla y rió un poco provocando la risa general de los demás.

— ¿Pues que crees nena?. ¡Te dejo plantada! —

— Vendrá… solo se ha retrazado un poco —

— ¡Nena! Eres mala para mentir, no hay ningún novio que venga por ti — Los ojos de Kagome entonces le vieron aterrada.

— De hecho ya esta aquí —

Kagome tembló al escuchar aquella voz tras su espalda. Una voz firme, fuerte, extremadamente varonil y atractiva. Por un momento se creyó salida de un cuento donde un gallardo príncipe la rescataba de las garras de unos malvados, rescatándola con su escudo y espada. Pero aquello estaba demasiado lejos de una fantasía. La joven noto entonces como aquellos hombres miraban por encima de su hombro al recién llegado, desistiendo en su intento por acercárseles y de hecho se recorrieron más atrás.

No tuvo tiempo de pensar en la consternación de todos ellos, pues los calidos y fuertes brazos de su príncipe, la habían sujetado con una fuerte delicadeza y posesión de su cintura atrayéndola a su cuerpo tibio. Una calidez que la recorrió por completo y que por primera vez en toda su vida la hacia sentir a salvo, protegida.

— Lamento la demora — murmuro el hombre acercando su boca a su oído, murmurándole aquellas palabras como un susurro tanto para ella como para los otros — Odio las malditas reuniones, más cuando terminan mucho después de la hora. Pero finalmente estoy aquí —

Como respuesta la joven solo suspiro, mas conciente de las cosquillas de su aliento y el estremecimiento que la sacudía que de sus palabras. Las manos que estaban en su cintura acariciaban con suavidad el talle, mientras la apretaba un poco más contra él.

— ¿Podrías perdonarme? —

— ¡Claro que si! —

¡Vamos! Le perdonaría lo que fuera. Gimió sin poder evitarlo cuando los labios de este besaron la sensible piel de su cuello y no pudo mas que mover un poco mas su cabeza ofreciéndole un poco mas de piel para que besara. Escucho como un murmullo la risa del desconocido que le parecía sumamente complacida.

— ¡No puedo esperar para llegar a casa! — Nuevamente el desconocido hablo y aquello saco a Kagome del estupor en que se encontraba, había abierto la boca para decir algo, pero nuevamente aquel hombre le robo las palabras.

— ¡Vamos!. ¡Se una buena chica y despídete de tus amigos! —

¡Diablos! Después de escuchar aquella frase Kagome cayó en la cuenta de que había estado a punto de cometer otro error. Menos mal que no la había dejado decir palabra alguna. Sonrió levemente y agito la mano en seña de despedía.

— Gracias por la compañía — de un momento a otro se vio jalada por la mano de este mientras se alejaban de aquella calle, moviéndose rápido por las aceras.

Habían llegado hasta otra parte de la ciudad, una que estaba más transitada y llena de gente, pero aquello parecía que no era problema alguno para él. Pues con facilidad se abría paso mientras la sostenía con firmeza de la mano. Kagome parpadeo, si no se detenía ella misma, ese hombre no lo haría nunca.

— ¡Basta! — le grito Kagome, mas pareció no importarle — ¡Que te detengas ya! — con aquella orden el se detuvo y se giro con rapidez encarándola.

Los ojos de la joven se abrieron a más no poder, aquel rostro era de ese hombre. Ese que había estado apunto de abordar con un sarcástico comentario. Ese mismo que había llamado su atención. Ese que la había metido en problemas y que ahora de los mismos la había salvado.

— ¡Eres tu! —

Si concentrado en otra cosa le parecía atento y preparado para lo que sucediera. Ahora que sus pupilas doradas la observaban con intensidad, estaba más que segura que él era el peligro andante. Tal vez había salido de un minúsculo problema, para meterse en uno peor.

Esta vez su instinto para nada le fallaba.

Ese hombre no era nada parecido a los que había conocido antes. Ese hombre le hacia sentir completamente indefensa frente a él.

Y solo ahora se daba cuenta que tal vez

Los verdaderos errores estaba apunto de ser cometidos.

Continua…

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Hareta hi ni mata aou