SECUELA DE LINAJE INMORTAL.

Capítulo 1

Apariciones.

Aro se había presentado frente a mí. La luz brillante que lo rodeaba me transmitía una paz increíble. Estaba feliz de poder verlo en esas condiciones. Su rostro risueño, sus ojos azules me miraban con ternura. Estaba con los suyos muy a pesar mío. No fue fácil la determinación de dejarlo partir. Aunque pensaba que mi decisión y mi renuncia a él, era un claro ejemplo del amor verdadero.

Nadie busca lo mejor para el otro a costa de su sufrimiento si no ama con todo su ser. No existía nada más importante que Aro para mí. Ni aún, mi propia vida.

Apenas se desvaneció me puse de pie. No había querido moverme por si huía. Caminé lentamente hasta el sitio donde segundos antes ocupaba el vampiro de mi vida. Miré los alrededores lentamente. Sí … Se había ido.

Entonces, el silencio absoluto me rodeó. Percibí la misma terrible soledad que había sufrido el día de su muerte. La angustia apretó mi garganta. Con la voz casi sin fuerza intenté llamarlo.

—Aro …

Fue inútil. Estaba sola en el campanario. Sola con mi pena.

Mi impulso fue abandonar el campanario. Descendí por la escalera y corrí a toda velocidad sin detenerme. Corrí … Corrí angustiada. Sólo escuché en mi loca carrera, la voz de Demetri.

— ¡ Cautha ! ¿ Qué ocurre ? ¡ Cautha !

No me detuve hasta llegar al pasillo del salón de los tronos. Me paré muy tiesa, llorosa, afligida.

Del otro extremo del oscuro corredor, a un costado de las puertas de doble hoja, Alec y Jane custodiaban a los líderes.

La rubia guardiana clavó su iris redondo y rojo en mi lejana figura. Y entendió …

Lentamente quitó su capucha con sumo cuidado sin dejar de estudiarme. Agrandó los ojos asombrada, su boca carmín se arqueó en una leve sonrisa, y avanzó hacia mí primero despacio, después con gran rapidez.

Entonces, corrí a gran velocidad hasta que mis brazos la rodearon apretándola contra mi pecho.

— ¿ Lo has visto ? —susurró acongojada.

—Sí —dije, sin soltarla.

—Dime como está. ¿ Se encuentra bien ?

—Sí …

Presentí a Alec acercarse, a Demetri, a Asrael. En unos segundos Marcus y Cayo se les unieron. Nos rodearon a una distancia prudencial. En categórico silencio. Ninguno hizo preguntas, nadie interrumpió. Porque este momento, solo nos pertenecía a las dos.

…..

Transcurrieron varios años para volver a ver a Aro. Sus apariciones se hicieron constantes después de esa primera vez.

Estaba muy feliz de poder contemplarlo aunque sea por unos breves minutos. Me alimentaba de su imagen como quien se alimenta del pan de cada día.

Mirna me había dicho que era muy bueno que él se presentara apacible y sereno, aunque muy pocas veces había logrado arrancarle una palabra. Un " Cautha " un " cariño " y hasta la última vez que había aparecido, un maravilloso " te extraño ".

Sentada en el trono que había pertenecido a Aro, conversaba con mis hermanos de cosas triviales.

— ¿ Cómo les está yendo con Jeremías ? —pregunté a Cayo.

—Excelente. El joven está próximo a cumplir sus dieciocho. Es astuto, inteligente, y un desconsiderado ladrón.

Reí.

—Me lo temía.

—Dime Cautha. ¿ Crees que es tiempo de convertirlo ?

—Su edad lo permite, en cuanto a si es adecuado, lo dejo a tu decisión. Después de todo tú y Athenodora lo conocen bien.

—Entonces no perderé tiempo. Partiré ya mismo a la casona. No me extrañen.

—Jamás lo he hecho. –bromee al verlo partir.

La puerta volvió a abrirse segundos después. Pensé que Cayo se había arrepentido y había optado por dejar pasar más tiempo para convertir a Jeremías. Sin embargo no fue el vampiro de melena rubia quien irrumpió en el salón.

—Buenas noches Cautha, buenas noches Marcus.

—Buenas noches Mirna. ¿ Qué te trae por aquí ? ¿ Aurora se encuentra bien ?

Era fuera de lo común que la bruja humana se acercara a nosotros sin que la llamáramos. Generalmente se mantenía oculta en la cueva de raíces ferrosa, desempeñando el cargo que por miles de años había sido de Aurora.

Muchas veces Aurora le hacía compañía. Ambas hablaban de hechizos y conjuros famosos. Las dos hacían buenas migas.

La miré con curiosidad. Ella se acercó despacio y cabizbaja, cuestión que me inquietó.

—Mirna, ¿ te aqueja algo ? —preguntó Marcus.

—Siento mucho molestarlos. Quería informarles que he tomado una decisión.

— ¿ Una decisión ?

—Sí.

—Dime. ¿ Cuál es ?

—He decidido dejar el mundo humano. Quiero ser como ustedes —afirmó categóricamente.

— ¿ Quieres ser vampiresa ? Debes saber que no hay vuelta atrás en esa decisión.

—Lo sé.

La observé por unos segundos. Su rostro reflejaba seguridad. No cabía duda.

—Bien. Marcus … ¿ Qué opinas ?

El viejo vampiro recostó su espalda en el trono y reflexionó.

—No lo sé …

—Estoy segura Marcus —insistió.

—Dame un par de semanas. No es capricho Mirna. Ocurre que en estos días tendremos a Jeremías en el palacio. Dos neófitos encerrados tratando de controlar no será tarea fácil —contesté.

—Bien, esperaré.

Apenas se retiró volví a mi trono.

— ¿ Tú la convertirás ? —pregunté a Marcus.

—No tengo inconveniente.

—Claro que no — sonreí— , estoy segura que no la dejarás en otras manos.

—Cierto.

El día transcurrió sin sobresaltos, como hacía tiempo. No teníamos enemigos ni conflictos entre nosotros. Aunque parecía poco creíble entre criaturas oscuras como nosotros, la armonía paseaba por los pasillos subterráneos del bello palacio Dei Priori. Solo una vez, un curioso humano descendió hasta nuestro territorio. Por supuesto, no volvió a ver la luz del día.

Los Banlog y el pequeño Nicolay nos habían visitado año atrás. El niño de cabellera rojiza por poco no deja nada en pie. Fue chistoso que movilizara a casi toda la guardia para contenerlo. Peor que una manada de lobos. Terminó con un desgastado Félix tratando de atraparlo y el mal humor de Jane que duró varios días.

Para mí fue divertido, salvo las doscientas veces que preguntó por Aro.

Traté de explicarle que él ya no estaría con nosotros, aunque me fue difícil. Nicolay estaba empecinado en asegurar que los vampiros no morían, que los seres queridos no nos abandonaban. Entendí que sus padres nunca habían hablado de un tema tan delicado y doloroso como la muerte.

Otra vez … Nos parecíamos a los humanos …

Recuerdo que de cuclillas frente a él, le dije.

—Nicolay, muy rara vez sucede. Los seres queridos nos dejan para estar en un lugar mejor.

Siempre me quedará grabada su cara mirándome con el ceño fruncido y su lapidaria frase.

—Te apuesto que no.

Lo miré con atención, hasta que su pequeña boca sonrió. Después se acercó a mi oído y susurró.

—Yo también lo veo.

Evidentemente Nicolay tenía el mismo don. Podía hablar con los muertos…

Otros líderes nos visitaron cambiando la rutina de nuestras noches. Me habían aceptado como cabeza de los Vulturi y eso me hacía feliz. Sentía que no los había defraudado ni a ellos y a los míos .

Volví al presente. Al abandonar el salón de los tronos dejando a un Marcus pensativo por la decisión de Mirna, me refugié en mi recámara. Me acerqué a la repisa donde el cofre dorado guardaba mi rosa negra. Estaba intacta, hermosa. Mi amor por Aro había sido suficiente para que no se deshojara.

De pronto mis oídos escucharon la amada voz llamándome.

Giré mi cabeza hacia ambos lados tratando de ubicarlo en el espacio. Sin embargo no lo encontré. Caminé por la habitación mientras escuchaba el dulce " Cautha "

— ¿ Dónde estás amor ? —pregunté angustiada.

No me respondió.

—Aro … ¿ Dime dónde estás ?

—Cautha — volvió a repetir – ayúdame.

El pedido de auxilio transformó mi nostalgia en desesperación.

Recorrí mi habitación, el salón de entrada, todos los rincones. Nada … No podía distinguirlo. Sólo escuchaba su voz.

Al cabo de unos minutos, el silencio cubrió el ambiente. Ya no clamó por ayuda ni mencionó mi nombre.

Partí desesperada escaleras arriba y corrí hasta llegar a la cueva de raíces ferrosas.

Mirna me miró sorprendida.

— ¿ Ya lo han decidido ? ¿ Me convertirán ?

—No he venido por ello.

— ¿ Entonces ? Te noto afligida.

—Lo estoy. No he visto a Aro.

—Tranquila, ya aparecerá —calmó con una sonrisa amable.

— ¡ No entiendes ! Él se ha presentado, hace un momento, en mi recámara. Pero no pude verlo, solo escuché su voz. Me pidió ayuda.

Su sonrisa se borró.

— ¿ Estás segura ?

—Si, si lo estoy. Me llamó, me pidió auxilio. No lo puedo ver, solo escucho su voz.

Sus ojos se agrandaron por la sorpresa, se retiró unos pasos alejándose de mí. Pensativa, preocupada.

— ¡ Mirna ! ¿ Qué está ocurriendo ?

—Lo lamento Cautha. Jamás puedes dejar de verlo. Si sólo escuchas su voz …

— ¿ Qué ? ¡ Dime !

—Me temo que Aro está atrapado entre el infierno y el edén.

— ¿ Cómo dices ? ¡ No puede ser ! ¿ Por qué ?

—Hay dos poderosas razones por la que los seres quedan atrapados en el Limbo. Una, porque sus errores en la vida pesan más que sus virtudes.

—No es el caso de Aro —protesté.

—La otra razón, es porque al mundo terrenal quedan atados por un sentimiento demasiado poderoso.

— ¿ Su amor por mí ?

—Podría ser …

—Dime como ayudarlo, por favor. Haré lo que sea.

—Lo siento Cautha, no podrás hacer nada por él. En la dimensión donde él se encuentra, todo el que entra no podrá volver.

Retrocedí horrorizada.

— ¡ No puedes decirme eso !

—Calma Cautha. No lograrás nada por más que enloquezcas.

— ¡ No puedo calmarme ! Lo dejé partir pensando que era lo mejor para él.

—Lo sé. A veces las cosas no dependen de una sola persona. Quizás en el fondo él no deseaba dejarte.

— ¡ Tengo que hacer algo !

—No lo entiendes, él no pertenece a este mundo. No debes jugar con la muerte. Hacia ella se va y ya no se regresa.

—Escucha Mirna. Hay algo que es claro como el agua. Si hay una puerta una abertura o lo que sea por la cual Aro se comunica, debe haber alguna opción de llegar hasta él.

— ¡ Tú estás loca ! Arriesgarás tu vida.

— ¡ Es que mi vida no importa !

—¿Qué ocurre aquí ?

Giré mi rostro para ver el cansino andar de Aurora entrando a la cueva.

Le conté cada detalle de la aparición, el pedido de auxilio, mi idea de no abandonarlo. Se mantuvo en silencio, sin embargo su rictus de pena me adelantó que no tenía solución.

—Buscaré la forma —dije terminante, y abandoné la cueva de raíces ferrosas.

Heidi caminó apresurada para alcanzarme.

— ¡ Cautha ! ¡ No sabes qué feliz soy ! Adivina.

—Lo siento Heidi, no es un buen momento.

—Pero escúchame. Eres mi amiga. Debes saberlo antes que nadie.

Me detuve desganada.

—Heidi …

—Escucha con atención. Félix … Me pidió … ¡ Matrimonio ! ¡ Cautha estoy feliz !

—Me alegro.

—Oyee, sólo " me alegro " . Eres mi mejor amiga.

—Heidi no es un buen momento. Discúlpame.

— ¡ No ! No te disculpo. Eres muy egoísta. Te importas a ti misma y nada más.

Partió por el pasillo muy apresurada.

—Lo siento Heidi —murmuré.

Seguí mi camino, aunque apenada por mostrarme indiferente ante Heidi y su maravillosa noticia, debía hablar con mis pares. Urgente.

Marcus levantó la vista y acompañó mi andar con un gesto de preocupación. El viejo vampiro intuyó que algo grave ocurría.

—Demonios … Cautha … ¿ Qué ocurre ?

—Aro.

— ¿ Qué ?

—Aro. Está en peligro.

— ¿ De qué hablas ?

—Escúchame atentamente.

Conté como pude lo ocurrido, lo dicho por las pitonisas y desplegué toda mi desesperación en pocos minutos.

Bajó la cabeza y entrecerró los ojos.

—Pobre amigo mío. No se merecía este final.

—Esto no quedará así. ¡ Exclamé !

—Pequeña …

— ¡ No ! ¡ No digas nada ! No quiero escucharte si no es una solución para ayudarlo.

—¡Qué más quisiera querida mía!

—Alguien debe saber algo …

—Es un tema tabú para humanos y vampiros. Lo lamento. No puedes buscarlo como si fuera un simple lugar en el planeta. Es otra dimensión.

— ¡ No quiero escucharte Marcus Vulturi ! No puedo soportar saber que Aro sufre.

¿ Qué dices Cautha ? —preguntó Jane, entrando al salón de los tronos.

—Jane …

— ¿ Qué has dicho ?

Alec entró al salón.

—Cautha … ¿ Qué ocurre con Aro ?

—Calma. Por favor, necesito que no desesperen.

— ¡ No nos pidas eso ! —dijo Jane enfrentándose a mí.

—Aro necesita de nuestra ayuda. Parece … Creo … ehm … Bueno, es probable que Aro esté atrapado en el Limbo.

— ¡ No ! Gritaron los dos hermanos al mismo tiempo.

—Si … Pero no se preocupen. Iré por él.

—Estás loca. Nadie ha podido entrar al Limbo sin estar muerto— dijo Alec.

Caminé lentamente hasta acercarme a ellos.

—Les juro, que yo salvaré a Aro, a cualquier costo.

— ¡ Mírame Cautha ! — dijo Jane – . Mírame a los ojos y dime que no lo abandonarás.

—Te lo prometo, guardiana.

Una semana transcurrió de pesares y estrategias. Nada parecía coherente. Ningún plan. Sobre todo si partes de no tener idea de cómo llegar hasta el Limbo.

Reuní a varios líderes de distintos aquelarres. Nadie me dio información. Todos y cada uno me dejaron sin esperanza. Sin embargo no me daría por vencida.

No fue fácil ver a Asrael cabizbajo, a Alec muy triste, y a Jane, hundida en la desesperación.

Demetri se mantuvo en silencio. Conocía a mi guardián. Prefería no opinar si sus palabras no traían la pronta solución. Por lo menos Heidi me había disculpado. Entendió que la gravedad de la situación implicaba que no pudiera compartir su alegría.

—Lo siento Cautha. Si hubiera algo que pudiera hacer … Con Félix pensamos postergar la boda. Tendremos tiempo.

—Gracias Heidi … ¿ Sabes ? Siendo humana llegué a este castillo atestado de vampiros. ¿ Recuerdas ? No me importó. Sólo quería conocerlo.

Heidi se sentó cerca de mi trono. Escuchó cada una de mis palabras llenas de angustia y dolor.

— ¿ Sabes ? No tuve miedo. Como ahora. No lo tengo. Él es más importante que mi vida. Ese dieciséis maravilloso que lo conocí, sentí desde ese instante que nuestro destino estaba unido. Y no sólo por el talismán que traía, sino por algo especial que percibí al tenerlo frente a frente. Era una humana, y él un vampiro. Sin embargo, era mi pasado, mi linaje. Mi presente y mi futuro. Después de él no había nada …

—Tranquila. No sé cómo ayudarte. Nadie sabe nada. Los líderes que nos visitaron no trajeron soluciones.

—Lo sé … No tienes idea el dolor de dejarlo partir en brazos de otra hembra. Aunque fuera lo mejor. La renuncia a su amor es un dolor que me acompañó por todos estos años. A pesar de eso he llevado adelante el aquelarre. ¿ Lo he hecho bien ?

—Si. Lo ha hecho muy bien.

Permanecí en la cámara de hielo no sé por cuanto tiempo, donde Aro dormiría eternamente Acaricié el cristal del sarcófago deleitándome con su rostro apacible y sereno. Su cuerpo estaba intacto. Así lo había querido conservar.

De pronto, la presencia de Jane a mis espaldas hizo que girara mi cabeza para mirarla.

Sus ojos tristes clavados en el rostro del que había sido su amo y salvador por miles de años.

Lentamente me miró.

—Cautha, alguien te busca. En el campanario —su voz se escuchó apenas perceptible, reteniendo el dolor por la pérdida de Aro.

No se recuperaría. Ni yo tampoco.

Abandoné la cámara real y la seguí en silencio.

— ¿ Quién es Jane ? ¿ Quién quiere verme ?

—Ya lo sabrás. No puedo mencionarlo. Las paredes escuchan —susurró.

Llena de curiosidad y sin emitir palabra, ascendí por la escalera de piedra entre la penumbra.

Al llegar a la entrada del campanario, mi lugar favorito, Demetri aguardaba atento. Estaba acompañado por alguien más. Una parca negra cubría al extraño de pies a cabeza. La capucha no dejaba ver su rostro.

—Descúbrete. ¿ Quién eres ? ¿ No sabes que no puedes irrumpir en el palacio sin anunciarte ? ¿ No sabes quién soy ?

El visitante se acercó a mí y con un movimiento deslizó la capucha hacia atrás dejando ver su rostro asustado.

—Sé quién eres, Cautha Vulturi.

— ¡ Constantine ! ¿ A qué has venido ?

—A hacerte una pregunta. Respóndeme con absoluta sinceridad.

— ¿ Qué quieres ?

—Dime... ¿ Qué serías capaz de hacer por devolverle la vida al vampiro que amas ?