Donum
Claire había confeccionado sus propios trajes para actuar en escena, cuando viajaba con un circo ambulante, poco después de dejar a sus parientes adoptivos, salvo en el corazón. Compró el vestido en una tienda que le pareció refinada y pegó las correas de cuero para los cuchillos, rememorando con delicia la forma en la cual parecían brotarle de la piel cuando peleaban encima del tren. Hasta el Rail tracer, de existir, se hubiera enamorado. La chica le dio la idea y si le había hablado, no podía ser por nada. Un niño en la calle puso la mirada perdida y le dio las pautas adecuadas de dónde detenerse a inspeccionar precios y calidad. Su muy querida Chane tendría lo mejor, después de todo. Parecía merecerlo. En su vida vio a una mujer defenderse de ese modo. Se notaba que amaba a su padre y tanto amor derramado, merecía juntarse y ser dado de nuevo al hombre indicado. ¿Y quién mejor que Vino mismo, con experiencia, trayectoria, lealtad extrema y gusto por la virtud, las cosas bien hechas, las vírgenes de buena piel y alma limpia, los ojos amarillos como los de un gato y las cabelleras oscuras, bien peinadas? El vestido era blanco y si ella lo aceptaba, él la tomaría del brazo y se casarían ese mismo día, sin reparo alguno.
