Capítulo Uno. Los cambios siempre son para mejorar ¡para mejorar!

Cuando Namikaze Minato decidió mudarse de la ciudad hasta un pequeño pueblito perdido entre las montañas, llevándose con él a su descarriado vástago, pensó que las cosas irían poniéndose más tranquilas con el paso del tiempo.

Minato había perdido a su esposa siendo muy joven, su aguerrida mujer era una luchadora por naturaleza, por eso los médicos se sorprendieron cuando luego de un parto muy complicado Uzumaki Kushina abandonase el hospital con una sonrisa, hablando sobre el montón de cosas que le enseñaría a su pequeño bebé.

Que en realidad fueron pocas y casi ninguna se quedó grabada en la mente de su joven retoño. Y aunque el inexperto padre intentó (lo mejor que pudo) educar a su pequeño, había cosas que por más que se intentara eran difíciles de evitar, y no porque Naruto fuese un hijo maleducado o un criminal en potencia. No. De hecho era bastante encantador, para ser sinceros. Demasiado, pues era ese mismo carisma el que lo había metido en tantos problemas.

Madres enfurecidas que aporreaban su puerta a todas horas, exigiendo que su pequeño y descarado hijo se hiciera responsable por haber pervertido a sus jóvenes hijas. Minato harto de la misma letanía, había contestado que probablemente Naruto no podría hacer nada si sus hijas no fuesen un poco locas, lo que le había costado a Minato un moretón muy grande en su ojo izquierdo (las madres no deberían saber golpear de esa manera, definitivamente) y le ganó la fama de mal padre.

Jiraiya, el tío de Kushina (en realidad su padre adoptivo), le había ofrecido a Minato compartir la consulta en su pequeña clínica, diciendo que probablemente el ritmo acelerado de la ciudad era lo que había orillado a Naruto a convertirse en una clase de playboy rompecorazones. Minato, luego de abrir la puerta un par de veces más y ahora toparse con padres, hermanos e incluso esposos, decidió que era mejor aceptar el amable ofrecimiento de su tío político.

Naruto pataleó cuando se enteró, no sería un adolescente hormonal si no. Pero luego de conversar con su más bien zafado, amigo Sai, entendió que mujeres había en cualquier parte y que el hecho de que viviera en la ciudad (donde tienen un tanto más abierta la mente) o en el campo, no cambiaba gran cosa la situación, simplemente la haría un tanto más complicada y por ende más emocionante y gratificante.

Si, Naruto y Sai tenían una concepción un poquito distorsionada de la realidad.

Finalmente Naruto, resignado a su suerte (porque tampoco iba a vivir como pordiosero cuando había probado las mieles de la vida de clase media-alta), se dedicó a enviarles e-mails a sus antiguas novias contándoles sobre su mala fortuna y su pronto enclaustramiento. Si, Naruto también tenía una gran imaginación y veía mucha tele y aparentemente estaba de moda eso de los monjes (una incluso le había preguntado si tendría que cortar toda su preciosa melena).

Por un par de días, en lo que supuestamente se aclimataba al lugar todo estuvo más o menos tranquilo. Por supuesto tuvo que acostumbrarse a caminar más de veinte minutos para llegar a cualquier lugar y a las miradas un tanto recelosas de las personas de más edad.

Parecía que le tenían un poco de respeto, puesto que su tío era una figura muy querida en la localidad, no porque fuese una gran persona, sino porque sería de malagradecidos no querer al médico que también le hacía de veterinario y juez (irremediablemente cualquiera debería apreciar al menos a uno de los tres).

El clima era agradable, aunque su tío les había comentado que por invierno de verdad se sentía frío. El bosque que rodeaba a algunas de las casas también era muy bonito y la mayoría de las construcciones conservaban el estilo tradicional en lugar de las tendencias modernas de la ciudad. Y extrañamente eso lo hacía sentirse un tanto feliz.

Sus dos días libres los utilizó para recorrer el lugar, visitó el templo y se rió cuando vio a un anciano con calva reluciente barriendo la explanada, pues por un momento se imaginó a si mismo con las ropas tradicionales del shinto, claro que eso le valió un escobazo en la cabeza. Miró las tiendas, no eran la gran cosa, pero tenían lo suficiente y necesario y la pequeña estación del tren aunque algo anticuada, lo habían hecho sentirse como dentro de una película de Miyazaki. Sí, porque Naruto podía ser todo lo mujeriego y sinvergüenza encantador que un hombre podría ser, pero aún era un adolescente con alma de niño que disfrutaba de la buena animación.

El siguiente lunes, Naruto se apareció en la que sería su nueva escuela, vistiendo todo majo como un niño bueno, con sus zapatos relucientes y el corbatín perfectamente anudado. El viejo, su tío, le había hecho hincapié en lo importante que era presentarse adecuadamente a la directora. El silloncito en la sala de espera era bastante cómodo, e incluso había un plato con galletitas de arroz en una mesita del frente, una simpática mujer de cabello corto se esmeraba en ordenar una pila de papeles, mientras atendía una llamada telefónica, ocasionalmente dirigía una mirada hacía Naruto y le sonreía.

Naruto sonrió de lado. Su encanto Namikaze surtía efectos aún con las mujeres mayores. Todavía no se terminaba de explicar por qué su padre no hacía uso a conciencia de sus cualidades. Había visto como las dependientas se le quedaban mirando, y ahora no había mujer en todo el pueblo que no se le quedase mirando con ojos brillantes, algo bastante irónico considerando que a él lo miraban con verdadero odio y ambos se parecían bastante.

Cuando finalmente la mujer le hizo una seña para que se acercara, Naruto se obligó a no adoptar la pose desenfadada que solía utilizar, cruzando sus brazos detrás de su cabeza, haciendo colgar el maletín por su espalda. No, lo sujetó firmemente con su mano derecha, mientras permanecía en pose de miembro del consejo estudiantil frente a la secretaría, sonriendo encantador y pareciendo un ángel en una pintura de Boticelli.

—La directora te atenderá ahora. —la mujer también le sonrió, y Naruto estuvo seguro que su encanto con las mujeres (sin importan cuan viejas fueran) era abrumador. Se acercó hasta la puerta del despacho, y como la señorita Shizune le hiciera un ademán para que entrara, se aventuró hacía dentro.

—Buenos días. —llamó, mirando hacia el escritorio, pero el sillón de respaldo alto estaba girado hacia el enorme ventanal, por lo que no pudo ver a la mujer.

—Llegas tarde, mocoso malcriado. —Naruto giró ligeramente sorprendido hacía su izquierda, ahí, una rubia demasiado alta le miraba con los párpados ligeramente entrecerrados, como estudiando cada milímetro de su cuerpo. Le sonrió, abanicando con sus tupidas pestañas y ladeando un poco su cabeza, movimiento que había arrancado chillidos emocionados de la mayoría de las mujeres.

¡Jodidos genes Namikaze! Agradecía infinitamente el hecho de tener tan arraigada la sangre de su padre, no porque su madre fuese fea, no, pero había mirado a cientos de mujeres casi desmayarse sólo por recibir una mirada atenta y una sonrisa de su padre.

—Quita esa expresión tuya, conmigo no funciona. —Naruto parpadeó un par de veces y boqueó como pez fuera del agua un par más. La mujer sonrió con maldad y caminó hasta el escritorio, tomó un expediente y lo hojeó. —¿Uzumaki, eh? —Aunque no vio necesidad de responder, Naruto asintió, y luego confirmó con una queda afirmación. —Típico de tu padre.

Naruto arrugó un poco el ceño. Estaba a punto de contestar cuando la mujer lo miró de nuevo.

—Bien, tu padre dijo que tus notas no debería representar un problema, pero nuestro sistema educativo es un tanto más estricto que las escuelas de ciudad a las que estás acostumbrado, así que te asigné un tutor y guía. También tendrás que inscribirte en un club deportivo o cultural, tienes toda la semana para asistir a aquellos que te interesen, de no hacerlo, te lo asignaré yo y créeme cuando te digo que mi elección no te gustará. Además de tus clases regulares, el profesor Hatake te dará clases extras tres veces por semana para reforzar hasta que alcances un nivel aceptable en mi escuela. Saliendo de aquí deberás ir con el profesor Sarutobi para que te inscriba en la lista de ayuda a la biblioteca. Tus libros de apoyo te serán proporcionados por Shizune, allá afuera y cualquier duda que tengas puedes hacérsela a ella.

Agradecería no tener que verte en mi oficina y cualquier problema que me causes te hará desear jamás haberme conocido.

En una rápida sucesión, su expediente, y varias hojas sueltas le fueron colocadas en las manos, antes de que la mujer se dejara caer nuevamente en su silla.

—¿Sigues aquí? —la mujer ni siquiera le dirigió una nueva mirada, concentrada en algunos documentos sobre su escritorio, así que Naruto espetó una escueta despedida y salió de la oficina. Shizune lo esperaba casi a un lado de la puerta, tendiéndole unos cuantos libros.

—Ella es muy agradable. —Naruto giró con un movimiento algo rígido su cuello, hasta topar su azul mirada con la castaña y la miró como se mira a alguien que se sabe con cierto daño cerebral. —Se esfuerza en presentarse personalmente a cada uno de sus alumnos y se preocupa por su desempeño. —la sonrisa de la mujer obligó a Naruto a corresponderle el gesto, tomó los libros y siguiendo las instrucciones de una de las hojas, llegó hasta el que sería su nuevo salón de clases.