Titulo: Sorpresas y Sentimientos

Autor: Faith-TVS

Disclaimer: los personajes pertenecen a Joss Whedon... etc.

Se agradecen los comentarios, ya sean malos o buenos, espero que os guste esta extraña y disparatada historia que se me ocurrió. Gracias por leer ^^


Capitulo 1

-Muy bien, repasémoslo una vez más. A ver, ¿qué tienes que hacer cuando se te acerque un vampiro?

-Lo primero y más importante, ¡llamarte! Darle una patada lo más fuerte que pueda en los cataplines y… -el niño se quedó pensativo- ¡salir pitando!

-¡Muy bien! Ese es mi pequeño. Y ahora… ¡escóndete!

El pequeño echó a correr lo más rápido que pudo y se escondió estratégicamente detrás de la lápida más cercana. No quería perderse nada. Tenía una vista perfecta; desde donde se encontraba, podía ver a su madre luchar contra esos vampiros de pacotilla como ella los llamaba. Su parte favorita del día, era sin lugar a dudas, la noche. Cuando acompañaba a su madre y la veía como le daba increíbles palizas a esos vampiros. De vez en cuando se le acercaba alguno que estaba despistado y le daba alguna que otra patada en sus partes. Era muy divertido ver la cara que se les quedaba cuando eso pasaba. Por supuesto, luego llamaba a su madre y ella los convertía en polvo con un palito de madera que le encantaba. De vez en cuando le permitía tener uno entre sus manos, pero sólo sí, ella estaba con él. De otra manera lo tenía totalmente prohibido. No fuera a ser que se lo clavara y tuviese problemas. No le gustaba nada cuando su madre se enfadaba. No es que lo hubiese hecho muy a menudo, pero como le daba miedo cuando eso pasaba, lo evitaba a toda costa.

-¿Dylan?

-¿Sí, mami?

-¿Cómo están las cosas por ahí? –le preguntó mientras le clavaba una estaca a un vampiro despistado- ¿Estás bien?

-¡Muy bien! ¡Es muy divertido! –sin lugar a dudas, su parte favorita.

Una vez había escuchado la voz de su hijo, podía estar más tranquila. Le había enseñado bien a defenderse y cuando tuviera problemas a llamarla, pero seguía siendo un niño y no podía soportar la idea de que algo malo le pudiera pasar. Era un niño muy inteligente además de espabilado. Era sin lugar a dudas muy parecido a ella, aunque él era más listo. Era muy curioso y en más de una ocasión había tenido problemas para explicarle cosas que todavía no tenía porque saber. Sin embargo, no podía estar más de cinco minutos separada de él y cuando tenían que ir al cementerio, resultaba un gran suplicio para ella. Después de haberse ocupado del último vampiro, fue directa hacia la lápida donde se encontraba el pequeño. Necesitaba estrujarlo entre sus brazos.

-¿Faith? –una voz familiar la pilló por sorpresa desde la oscuridad, haciendo que su cuerpo le diera una sacudida y las piernas empezaran a fallarle.

-Buffy… -dijo apenas en un susurro.

La morena había bajado la guardia y no se había dado cuenta de que todavía quedaba un vampiro con vida que se había escondido entre los arbustos esperando para atacarla. Estaba en un estado tal de shock que sus sentidos se le habían bloqueado por completo. Todo a su alrededor había desaparecido. Solamente el susurro de su hijo la sacó del aturdimiento en el que se encontraba, pero no fue lo suficientemente rápida como para reaccionar a tiempo. El vampiro la había derribado de un golpe.

-No te muevas de aquí y no digas nada hasta que yo te haga una señal, ¿entendido? –el niño asintió. Era uno de los pocos días en los que se había asustado de verdad. Sólo habían derribado a su madre en una ocasión y fue por culpa suya. Pero esta vez, alguien la había distraído tanto como para que bajara la guardia. No era normal.

Faith se levantó de un salto, devolviéndole el golpe al vampiro. No quería que su hijo se asustara más de lo que ya estaba. Le dio varios golpes más, tirándolo al suelo y poniéndose encima de él. Le dijo un par de improperios y acto seguido le clavó la estaca justo en el corazón, convirtiéndolo en polvo.

No podía creer lo que estaba viendo, o a quien estaba viendo, depende de cómo se mirase. La rubia había salido de su escondite para encontrarse cara a cara con Faith. Habían pasado casi seis años desde la última vez que se habían visto, y lo último que esperaba era encontrarse con ella en el cementerio de Sunnydale. Y, sin embargo, ahí estaba, después de tanto tiempo, no había cambiado absolutamente nada. Parecía incluso más joven de lo que realmente era. Pero de lo que sí que estaba segura, era que había madurado. No hacía falta que se lo dijeran, podía verse a simple vista.

-Buffy… -era lo único que podía decir. Por mucho que abriera y cerrara su boca, ningún sonido más salía.

-Faith… -ninguna de las dos sabía qué decir- ¿Qué te trae por Sunnydale?

-Sólo estabamo… estaba de paso –dijo a la defensiva. Un poco más y casi la descubre. No podía salir de su asombro. Podía notar como su hijo se le cogía fuertemente del camal de su pantalón, haciendo más difícil la situación en la que se encontraba.

-Ah… ¿y… cómo estás? –había metido la pata hasta al fondo con la última pregunta.

-Bien…

-Ahora me tengo que ir, ¿nos veremos por aquí?

-Supongo…

La rubia dio media vuelta y se perdió rápidamente entre la oscuridad. Había sido uno de los momentos más extraños de su vida. Lo último que había esperado era toparse con Buffy. Aunque eso hubiera sido inevitable, y era más que evidente. Estaban en Sunnydale, donde ella vivía. Tarde o temprano se la tendría que encontrar. Solamente que no esperaba que hubiera sido tan temprano. Un poco más y casi descubre a Dylan. A partir de ahora tendría que ir con más pies de plomo.

-Menos mal… ya se ha ido –se había dejado caer al lado del pequeño.

-¿Y eso… cómo lo sabes? –como siempre curioseando.

-Cosas de mayores… -estaba temblando de pies a cabeza y sabía que su hijo no tenía ni un pelo de tonto.

-¿Qué te pasa, mami? ¿Estás bien?

-Sí, cariño…

-¿Quién era esa chica, mami?

-Una vieja amiga… o así la considero yo, no sé cómo me verá ella a mí… -dijo más para sí que para el pequeño.

-¿Y por q…? –la morena le había tapado la boca.

-Ahora quiero que estés muy calladito, ¿vale? –el niño asintió obediente.

Faith se levantó rápidamente y se puso en guardia. Se puso delante del pequeño de manera protectora y agudizó su oído de cazadora. Sabía perfectamente que Buffy no podía ser, ya que hacía un rato que se había ido. Y si hubiese vuelto, lo habría sabido. La habría sentido.

Se acercó al arbusto de donde había salido el ruido, situado a su derecha, y le dio un fuerte golpe. Acto seguido se escuchó un gemido de dolor y salió un hombre alto y corpulento, de complexión atlética con una gabardina negra.

-¡Joder! –se quejó-. Veo que no has perdido facultades con los años –dijo masajeándose la zona dolorida.

-¡Angel! –su cara de asombro lo decía todo-. No sabía que eras tú.

-El mismo que viste y calza.

-¡No digas palabrotas! –dijo dándole un golpe en las costillas.

-¿Qué? –estaba confuso. ¿A qué venía eso?

-Ya puedes salir Dyl –el pequeño salió de detrás de la lápida, dejando pasmado a Angel.

-No me lo puedo creer…

-¿El qué? –preguntó cogiendo en brazos a su hijo.

-¡Es verdad! Es verdad lo que dicen.

-¿Y qué es exactamente lo que dicen?

-¡La Caza Vampiros tiene un crío!

-Dylan, dile hola a Angel.

-Hola… -dijo en un susurro, mientras se escondía en el cuello de Faith.

-¿Qué tal, chavalín? –le revolvió el pelo.

-¿Qué te trae por Sunnydale?

-Eso mismo podría preguntarte yo –la morena lo fulminó con la mirada-. Quería saber si lo que decían era cierto, simplemente eso –dijo encogiéndose de hombros.

-Vaya, vaya… nos ha salido cotilla el vampiro –Dylan le estiró suavemente de la manga- ¿Qué pasa, cariño?

-¿Él también es un vampiro?

-Sí.

-¿Y por qué no lo has matado como a los otros? –preguntó el niño un poco contrariado.

-Creo que ya sé a quién ha salido… -murmuró Angel.

-Porque él es amigo nuestro –contestó riéndose-. Él es de los buenos. Me ha ayudado mucho, ¿sabes?

-¿Seguro? –preguntó incrédulo, alzando una ceja y mirando al vampiro-. Porque puedo darle en los cataplines…

La cara de Angel fue todo un poema.

-¿Pero tú qué le has enseñado al niño? –preguntó escandalizado protegiéndose sus partes.

-No será necesario, cariño –estaba al borde de un ataque de risa.

-¡Vale! Entonces… puedes seguir hablando con mi mamá –se volvió a apoyar en Faith.

-¿Me acaba de dar permiso para hablar contigo, o es cosa mía y me lo he imaginado todo? –el vampiro no daba crédito a lo que había escuchado. Estaba flipando en colores plastidecor.

-Es que… -se aguantó una carcajada- es muy protector –dijo acariciándole el pelo.

-Vaya con el renacuajo ¿Se lo has dicho a alguien? –la morena sabía perfectamente a quien se refería.

-No se lo he dicho a Buffy, si es lo que preguntas. No quiero que nadie lo sepa.

-¿Por qué no?

-Dylan no sabe nada de todo lo que pasó. De todo lo que les hice. Bueno… -dijo pensativa-, algo le he contado. Cosas muy superfluas. No sabe lo que hice. No quiero que se entere por otros lo cruel que llegó a ser su madre. Si alguien tiene que decírselo, esa tengo que ser yo, pero cuando sea más mayor. De otra manera, lo que estoy haciendo es exponiéndolo, y eso es lo último que quiero. Además, no sé cómo reaccionarían. Y con todo lo que pasaron con mi culpa, no sé si estarían dispuestos a mantener la boca cerrada. No estoy en posición de pedirle nada a nadie.

-Pero…

-Pero nada –le cortó-, prométeme que no dirás nada.

-Prometido. –en el rostro de la morena se dibujó una sonrisa, a la que el vampiro correspondió-. ¿Queréis veniros a pasar unos días al hotel? Sabes de sobra, que allí os podéis quedar tanto como queráis.

-Muchas gracias, Angel. Pero, sinceramente, no sé qué es peor. Si quedarnos allí con Cordelia o enjaularme con tres feroces y hambrientos leones.

El vampiro rió con ganas. Hacía mucho tiempo que no había sabido absolutamente nada de Faith y la había echado mucho de menos. Y ahora, ahí estaba, con ella y con su hijo. Ésta realidad no hacía más que sorprenderle. Definitivamente, la morena era una caja de sorpresas. Sin embargo, podía ver que era feliz. Muy feliz. Nunca antes la había visto así. Le brillaban los ojos cada vez que hablaba o estaba con su hijo. Sin lugar a dudas, había cambiado para bien.

-Pero mira que eres exagerada.

-Puede ser… ¿para qué negarlo?

-¿Quieres que me quede esta noche?

-No es necesario, de verdad.

-No me importa, lo hago con mucho gusto.

-Está bien –dijo entrando por la puerta de su habitación.

-Mmm… esto… ¿Faith? –la morena se giró-. Necesito que me invites.

-¡Oh! Lo siento, puedes pasar. Aunque sabes de sobra, que no es verdad.

-Lo sé, pero me hacía ilusión. Ha sido todo un detalle.

-De nada… -dijo con una amplia sonrisa.

La morena se dirigió hacia su cama y dejó con sumo cuidado al pequeño tumbado en ella. Acto seguido se dirigió a la mesa situada a un lado de la habitación y cogió un pañal de una de las bolsas. Volvió a la cama y se dispuso a cambiar a Dylan. Estaba acabando el invierno y pronto empezaría la primavera. Pero dentro del motel hacía mucho calor como para dormir con un pijama. Le quitó la chaqueta y la camiseta, y le puso una interior de tirantes.

-¿Para qué es eso? –preguntó Angel al ver el pañal.

-Es que todavía no sabe ir al baño de noche. Bueno… -dijo mientras se lo ponía-, en realidad, sí que sabe. El problema es que muchas veces no le da tiempo a llegar. Así que… se lo pongo para prevenir desastres. Ya sabes, y más ahora que no estamos en casa.

-Pobrecillo…

-Eso sí, tú no sabes nada de nada –el vampiro hizo el gesto de cremallera cerrada en su boca-. Bueno… ya está.

-¿Va a dormir así?

-Sí, es que aquí hace mucho calor –simplemente llevaba la camiseta de tirantes y el pañal-. Además, yo duermo con él. No hay nada mejor como el calor humano –dijo arropando al niño-. Esta noche va a dormir como un tronco.

Faith se quitó la chaqueta, la puso en el respaldo de una silla y fue a sentarse en el pequeño sofá donde estaba esperándola Angel. Estaba reventada. Había sido una de las noches más moviditas que había tenido últimamente. Y tenía muy claro, que Dylan no iba a ser el único en dormir como un tronco. No sabía cuánto tiempo más podría aguantar despierta. Pero sabía cómo era su amigo y estarían hablando un rato. Además, con lo cotilla que era, lo más seguro es que le esperara otro interrogatorio. Y no se equivocaba.

-¿Ya se ha dormido?

-Sí… estará cansadísimo. Ha sido una noche bastante movidita para los dos…

-Vaya… ¿y qué te trae por Sunnydale? Que antes no me has contestado, y no se me olvida.

-[Casi lo consigo…] Pues… -se dejó caer en el sofá al lado del vampiro- supongo que tenía ganas de recordar los viejos tiempos. No sé… Quería que Dylan viera donde pasé los mejores años de mi vida. Donde realmente me sentí querida por alguien, y a lo mejor, si se daba la ocasión, ver a Buffy… pero de lejos –añadió.

-¿De lejos? –el vampiro la miró sin entender.

-Sí. De lejos. Por una noche he tenido más que suficiente, créeme.

-¿Que cuándo la has visto?

-Esta misma noche. En el cementerio. Justo antes de que hicieras tu triunfal aparición –dijo riéndose-. Y no ha visto a Dylan de milagro.

-Es que tú también… mira que ir al cementerio que frecuenta normalmente… ¿en qué estabas pensando?

-Pues… en que se hubiera mudado, ¡yo que sé!

-¿Y cómo ha sido?

-Bastante chocante, la verdad. Parecía un flan. Las piernas no me respondían. Y no eché a correr, porque estaba Dylan conmigo, porque sino…

-¿Y no te gustaría intentar arreglar las cosas entre vosotras dos? ¿Que todo fuera igual que antaño?

-Nunca volvería a ser lo mismo. [Ojalá…]. Y como ya te he dicho, no tengo derecho a nada.

La morena giró la cabeza y observó cómo su hijo dormía apaciblemente, ajeno a todo.

-Además –añadió-, ella tiene su vida y yo la mía. No hay ninguna razón por la que cambiar las cosas, ¿no crees?

-¿Te estás refiriendo a Dylan, o hay alguien más?

-Puede. Pero eso son cosas que ahora mismo no estoy preparada para contar a nadie. Pero sin lugar a dudas, Dylan es mi vida, y todo lo que he pasado con él, no lo cambiaría por nada.

-Sabes tan bien como yo, que no vas a poder huir siempre de tu pasado. Algún día tendrás que enfrentarte a él y dar la cara.

-Lo sé. Cuando tenga que llegar ese día, intentaré estar preparada y haber preparado a Dylan. Pero, por el momento, estamos bien así. Tengo todo lo que necesito. Sin embargo, tenía que pasarme por Sunnydale una última vez.

-¿Última vez?

-Sí, en dos días nos volveremos a Boston.

-Algún día tendréis que pasaros a decir hola a Los Angeles.

-Por supuesto.

-Creo que deberías descansar un poco.

-¿Y tú qué vas a hacer?

-Me quedaré un rato más, hasta que te duermas.

-Gracias –los dos se quedaron en silencio-. Gracias por todo lo que has hecho por mí.

- Eso no se agradece. Se hace y punto.

Faith sonrió ante este último comentario y se levantó pesadamente del sofá. Se cambió la camiseta que llevaba por una blanca de manga corta y se quitó los pantalones. Se metió en la cama lo más sigilosamente posible para no despertar a su hijo y se recostó justo a su lado. Se acercó un poco más y lo cogió en sus brazos, arropándolo. No tardó más de dos minutos en caer en los brazos de Morfeo.

Angel se acercó a la cama donde estaban los dos, madre e hijo, y los tapó cariñosamente con la sábana. Le revolvió el pelo al pequeño y miró cariñosamente a Faith. Se había fijado que, después de tanto tiempo, la morena no había cambiado ni un ápice. Sin embargo, estaba hecha toda una madraza. Se alegró por ella y antes de salir por la puerta, pegó un último vistazo a la estancia, parándose unos segundos en la cama, donde estaban. Cerró suavemente y se alejó caminando dirección a Los Angeles. Pero antes de llegar a su destino, quería disfrutar de una de las noches más preciosas que había visto en siglos y de una increíble luna llena que se alzaba delante de él.