Mi primer reto, espero que os guste, intentaré continuar la traducción, pero tengo muchos exámenes.

El creador de estos personajes es de M. Kisimoto, yo sólo pongo la historia ;)

Disfrutadla.


Iba caminando por la aldea, tras regresar de su entrenamiento con Konohamaru-sensei, quien le estaba ayudando a dominar el lanzamiento de shurikens potenciado con su recién desarrollado Sharingan de tres aspas; había alcanzado la madurez del primer nivel. Se estaba convirtiendo en una kunoichi digna de ser una Uchiha, y como tal, ya estaba empezando a desarrollar ciertos... atributos físicos.

Su pelo, antes corto, estaba creciendo considerablemente, ya le llegaba por los hombros; sus pestañas se volvieron más tupidas, sus ojos más profundos... su cara era la de una joven, dejando atrás sus rasgos infantiles... sí, Sarada Uchiha estaba creciendo irremediablemente.

Puede que sus compañeros, no lo hayan notado (al menos... no todos), pero Konohamaru-sensei, sí, y también, el resto de jóvenes de su edad que habitaban en Konoha.

Quien también lo había notado, era su padre, que al regresar de otro de sus largos viajes, la notaba de lo más cambiada, estaba desarrollándose y pronto comenzaría a querer conocer ciertas cosas de la vida de los adultos, empezaría a tener citas con chicos que no son dignos de ella ni por asomo, y empezaría a tener fans y, oh... eso no lo iba a permitir.

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Estaba cansada, ¿por qué su padre no se cansaba de hacer de niñero? Era una chica que podía defenderse solita, no necesitaba de ningún guardaespaldas.

Necesitaba ir a tomar algo de aire fresco.

Suspiró.

Ser hija de un padre tan sobre protector no era fácil, menos mal que tenía de lado a su madre para hacerlo todo un poco más llevadero... era cierto que ya no era ninguna niña, pero aún tenía la edad suficiente para poder depender de su madre para estas cosas...

Y sabía la regla que había impuesto el tío Nanadaime...

"Prohibido acercarse a Sarada Uchiha."

No era una regla impuesta como tal... pero cada vez que Naruto veía cómo los chicos comentaban sobre Sarada, o la veían con ojos embobados, o veían que intentaban darle algún regalo... hasta Kurama tenía que sostenerle, nadie podía acercarse a su preciosa sobrina, estaba prohibidísimo, era su preciosa, preciosa Sarada y nadie la iba a apartar de su lado.

Lo mismo estaba haciendo con Himawari, pero ella sabía cómo mantener a raya a su padre... ese Byakugan cruzado con la sangre de los hijos de Kaguya Otsutsuki era letal.

Volvió a suspirar.

Estaba claro que tenía prohibido salir a citas, tener novio o besarse si quiera.

Su padre y su tío habían impuesto que tuviera vigilantes, que evitaran que se involucrara con algún chico, el que más la vigilaba era Boruto, quien lo hacía por su viejo de mierda y su maestro.

-Perdóname, llego tarde- una voz le distrajo de sus pensamientos.

Ella sonrió.

Le miró, a él, a su cabello rubio, y a sus ojos azules.

A esa sonrisa de pillín que nunca se le quitaba, ni por muchos años que pasaran.

Se sentó a su lado, y se dieron un beso.

Al fin y al cabo, Boruto Uzumaki era un mal vigilante, y hacía que Sarada rompiera las reglas.

Pero es que lo prohibido, cuanto más prohibido, más emocionante.

Ya se lo explicaría a su padre y a su tío, siempre y cuando, prometan no acabar con la vida del pobre Boruto.