- ¡Sara! ¡Sara! ¡DESPIERTA, SARA!
Obviamente, estos semejantes gritos y semejantes portazos en mi puerta, consiguieron despertarme. Con todo el pelo enmarañado y los ojos aún pegados por el sueño me dirigí camino a la puerta. Al abrirla me encontré que una chica bastante mona, pelo largo, negro tirando a verdoso recogido con dos coletas, me saludaba con una grandísima sonrisa hasta que…
- Sara, estás hecha un desastre, vístete y vamos a desayunar.
Fue entonces cuando me fijé, como anoche había tenido algo de calor, tan solo llevaba puesta una camiseta de la talla XXL de manga corta que me llegaba por encima de las rodillas, además cuando Lenalee mencionó la palabra "desayunar" me di cuenta del hambre que tenía.
- ¿Qué hora es? – dije con voz ronca a la vez que me rascaba la cabeza.
- Son las 7:30, así que vamos, te quiero en el comedor dentro de 10 minutos.
- De acuerdo, nos vemos allí en media hora – dije mientras le cerraba las puertas en las narices.
Giré sobre mis talones y me dispuse a ir de nuevo hacía la cama, me tiré en plancha y me quedé sobada de nuevo. Acabé yendo al comedor a las 9 de la mañana, como era de esperar, Lenalee ya no estaba por allí. Tan solo se podían ver a dos chicos discutiendo al fondo del comedor," ¿uno de ellos tenía el pelo blanco?" pero tan solo tardaron unos minutos en irse de allí.
"No me explico cómo Lenalee puede ser amiga de esos dos, siempre están así"
- Buenos días Sara, siento interrumpirte, pero Komui te está buscando.
Tom se había acercado a mi mesa sin ni siquiera darme cuenta, yo tan solo suspiré y le respondí con una sonrisa.
Veréis, creo que lo mejor es que me presente como es debido y así se podrán aclarar algunas cosas. Me llamo Sara, tengo 19 años y ahora mismo, mi vida consiste en dormir poco, comer mucho y trabajar aún más y aunque sé que muchos lo esperáis, no, no soy exorcista. Tan solo estoy en la orden porque mi padre está trabajando en la sección científica y después de la muerte de mi madre, no me quedó más remedio que venirme para acá. Él no quiso si siquiera comprobar si yo valía para exorcista, no quiso llevarme frente a Hevlaska, piensa que hacer las veces de rastreadora es mucho más seguro y útil (aunque en eso discrepamos la mayoría) y debido a ello hemos tenido más de una discusión, así que suelo limitarme a ayudar en la sección y a ser la chica de los recados para sentirme un poco más realizada. No es que piense que el trabajo de los rastreadores es menor, simplemente, pienso que, como bien dice Komui, están faltos de exorcistas y si yo fuese compatible, sería de gran ayuda, aunque hasta ahora ninguna de las inocencias que se han traído a la orden han reaccionado ante mí, por lo que supongo que mis dotes para ser exorcista son nulas.
En cuanto a mi aspecto… digamos que es algo peculiar, todo hay que decirlo, mi madre era una persona muy abierta y liberal, por lo que no le importaba absolutamente como fuese, de ahí surgieron alguna que otra confrontación con mi padre. Tengo el pelo largo y negro, medio ondulado, un aro en la nariz y otro en el cartílago de mi oreja derecha, en cuanto a mi vestimenta, suele limitarse a unos vaqueros, camiseta básica, chaqueta de cuero (me encanta, me la regaló mi madre) y unas martens negras. Las discusiones vienen en cuanto a mi cuerpo, normalmente no suelo enseñarlos ya que uso camisetas de manga larga o chaquetas (mi padre me obliga a usarlas), pero hay veces en las que es imposible esconder mi torso lleno de tatuajes; ombligo, escote, brazos y espalda llenos de tatuajes, y no, no me arrepiento de ninguno de ellos.
En cinco minutos ya estaba en la puerta del supervisor y al abrirla me encontré con otros dos rastreadores.
- ¡Buenos días Sara! ¿Cómo estás? – dijo en cuanto me vio atravesar la puerta, desgraciadamente para mi cabeza, su voz tenía un tono demasiado alto – Veréis, os mandé llamar porque me han avisado de que es posible que haya una inocencia en Verona, así que tendréis que ir para allá y verificar si se trata de eso. En el caso de que sea así, mandaré a dos exorcistas para allá, ¿de acuerdo? Está todo explicado en el cuaderno.
Los dos rastreadores asintieron, yo en cambio, aunque me hacía mucha ilusión salir de la Orden y tener una misión, no podía dejar de pensar en la montaña de deberes de la sección científica que me esperarían al volver.
- ¿Te encuentras bien, Sara? Te has quedado blanca – me preguntó Komui con cara de preocupación.
- ¡¿Eng?! … no no no, todo está bien, no te preocupes. ¿A qué hora partimos?
- La barca os estará esperando donde siempre a las 23:00, así que por favor, no lleguéis tarde – dicho esto se dio la vuelta – por cierto Sara, tienes que avisar a tu padre.
Mi padre… espero que no se lo tomase mal.
Iba casi corriendo por los pasillos en dirección a la sección científica, cuando al girar en una esquina… ¡PLOF! Me golpeé contra algo muy duro y caí al suelo. Me había chocado contra un chico de pelo largo y negro recogido en una cola, me miraba con cara de pocos amigos. Era uno de los dos chicos que estaba en el comedor y me sonaba de verlo en el patio de entrenamientos y en la sala de meditación, de hecho, creo que no salía de esos lugares en todo el día a no ser que tuviese alguna misión.
- Ten más cuidado y mira por dónde vas – me dijo con tono despectivo a la vez que pasaba por mi lado siguiendo su camino.
Ni siquiera se había balanceado un poco por el golpe, debía estar hecho de hierro.
- Si, no te preocupes, estoy bien. ¡Ah! Por cierto, yo también lo siento, ¿eh? – Dije sarcásticamente – estúpido.
Lo último, claramente fue un murmullo, algo que pensé en voz alta y que pensaba que el chico no había escuchado. Sí, pensaba.
- ¿Qué has dicho patosa? – se había dado la vuelta y la verdad, es que daba miedo.
- Que lo siento – dije apresuradamente – pero podías ayudarme al menos, ¿no?
- Tú solita te has caído y tú solita te has levantado.
No me había fijado ni siquiera que ya estaba de pie, una buena forma de definirme en dos palabras: despistada y patosa.
- Oh… em… pues sí, siento lo de antes – intenté no parecer tan estúpida y arreglarlo, pero mi intento fue en vano – Me llamo Sara – dije extendiendo la mano.
Miró mi mano con desprecio, chasqueó la lengua y se dio media vuelta. Añadimos una palabra más a mi descripción: patética.
Lo observé mientras se iba por el pasillo, "es un estúpido". Cuando me acordé hacia donde iba, me apresuré a seguir hasta la sección, esta vez, con cuidado de no toparme con otro idiota como él
