DISCLAIMER: Los personajes no son de mi propiedad, le pertenecen a Stephenie Meyer.
ADVERTENCIAS: Descripción explícitas de situaciones sexuales chico/chico y hetero. Lenguaje soez y malas palabras.
Salió de la universidad echando pestes, muchas, muchas pestes. Había temido por mucho tiempo lo que justamente hoy acababa de pasar. Y sabía que su vida como la estaba llevando no le iba a traer situaciones agradables, pero pensó, creyó y tuvo fe en que las cosas podían ir bien. Maldita sea, se había equivocado. Últimamente eso pasaba mucho. ¿Qué era tan grave? le habían descubierto besándose con un compañero de clases. En los baños de chicos. Ahora que lo pensaba, ese era un pésimo lugar para manocearse.
Comenzó a caminar por la avenida sin prestar atención a su alrededor, recordando lo que hace apenas unas horas había pasado. Se había encontrado con el cabeza de rábano en el pasillo y el idiota al verle, le había pescado de los brazos y bruscamente le había metido por la primera puerta que encontró y estaba más cerca, que resultó ser el baño de varones. Sin soltarle los brazos le había estampado con fuerza contra la pared dándole una mirada ardiente y depredadora antes de pegársele por completo y deborarle la boca con un ansia y pasión demasiado palpable. Demasiado ansiosos para asegurarse de ser silenciosos, aunque sólo estuvieran besándose y refregando sus cuerpos por encima de la ropa, los jadeos y gemidos eran fácilmente escuchados desde el pasillo ¡Si ni siquiera se habían asegurado de cerrar la maldita puerta! Y aunque aún estaban todos en clases, era cosa de segundos que los pasillos se llenaran y por lo tanto el baño... También. Se habían besado por lo que parecieron unos segundos eternos, explorando cada rincón de sus bocas, succionando sus labios a la vez que ambos pasaban sus manos por el cuerpo del otro con fogocidad. El estúpido asaltador se le había colado entre las piernas agarrando su trasero pegando sus cuerpos de una forma tan íntima que su excitación le nubló los sentidos haciéndole olvidar que podían ser vistos en cualquier momento en aquella posición tan comprometedora. Sin embargo, tan inmersos como estaban en el momento, sólo cabía en sus mentes el deseo y el querer sacarse la ropa y hacerlo allí mismo, pero tuvieron que contentarse con frotar sus sexos moviendo las caderas salvajemente, más rápido y más duro conforme se acercaban al orgasmo... Cosa que jamás pasó porque cuando justo pensaron que ya no quedaba nada para alcanzar la cima y liberarse, la estúpida puerta se abrió del todo dejando el acto a la vista de casi todo el equipo de Voleibol, quienes acababan de terminar de jugar ¿Por qué los malditos no se habían ido de inmediato a las duchas? malditos, malditos, malditos.
Sacudió la cabeza violentamente cuando daba la vuelta a la esquina al recordarlo, cómo todos los del equipo les habían mirado y de cómo el rostro del imbécil que hace sólo unos segundos le pegaba estocadas contra la pared, se llenaba de un profundo terror. En ese momento, había suspirado y echado la cabeza hacía atrás pegándola a la muralla. Y todo lo que había pasado por su mente en ese momento era que de ahora en adelante sería la puta del colegio. Las burlas no se hicieron esperar una vez salieron del baño y esos estúpidos cabeza de músculo practicamente gritaban lo que había estado pasando. Por supuesto, de niguna forma había salido corriendo y con toda la dignidad y valor que le fue posible reunir se habia ido a su siguiente clase, aunque aún faltaran veinte minutos para que esta empezara. El chisme de lo ocurrido se había esparcido tan rápido que de pronto fuera donde fuera recibía diferentes tipos de miradas y como es obvio comentarios: algunos le miraban con desaprobación y asco, otros soltaban sonrisitas y le guiñaban el ojo cuando pasaba, ¡Si incluso uno se atrevió a pellizcarle el trasero!
- Malditos imbéciles hijos de puta - escupió con rabia sin apenas darse cuenta de haber llegado a su casa y haberse quedado de pie y echando raíces frente a la puerta cerrada.
- Ey Ey ¿Y esa boquita? y pensar que con esa boca besas a tu madre todas las mañanas - que mala suerte, pensó, justo en el momento en el que se le ocurría seguir maldiciendo a la universidad entera, viene su madre y abre la puerta estando lo suficientemente cerca como para escuchar.
- Lo siento, mamá - pasó a su lado mientras se quitaba la mochila del hombro y la dejaba tirada por cualquier lado, en otro momento su madre le habría regañado, pero ella sólo se había limitado a cerrar la puerta y caminar hasta el sofá para sentarse a su lado. Levantó una mano blanca y femenina y le acarició la cabeza con ella, relajádole y quitandole el mal humor casi instantáneamente.
- ¿Que va mal, cariño? - le preguntó ella cariñosamente, mientras juraba en su mente estrangular con sus propias manos a quien haya osado dañar a su bebé. Pero su bebé simplemente negó con la cabeza y a pesar de que las caricias de su madre era relajantes y placenteras se levantó recogiendo su mochila del suelo y se giró para subir a su cuarto.
- Cielo... - escuchó a su madre decirle con voz suave pero a la vez exigiente. Se detuvo y suspiró mientras se daba la vuelta. Miró a su madre a los ojos y lo único que se le ocurrió decir ante su preocupación fue:
- Nada, sólo otra pelea con el estúpido de Mike - respondió con desgana. Su madre frunció el entrecejo y bajó la mirada a la altura de su estómago, pensando.
- ¿Mike? ¿Michael Newton?
- Sí - corroboró suspirando otra vez y pensando en lo que su madre diría si se enterara del tipo de "peleas" que tenía con el zopenco ese. Su madre le miró entonces a la cara y endureció sus facciones.
- Pero cielo, creí que ya habíamos hablado sobre esos pléitos. No te benefician en nada y te distraen del verdadero propósito al ir a la universidad, y eso te recuerdo: es estudiar.
- Ya lo sé, madre pero es que es inevitable...
- No digas tonterías - le regañó, levantándose con elegancia del sofa, caminando en su dirección mientras se acomodaba ligeramente la minifalda. No pudo evitar pasear la mirada por el atuendo de su madre, y pensar en que cada día que pasaba ella se vestía de forma más osada. Hoy caminaba sobre unos tacones negros de al menos diez centímentros, ataviada en un mini-minúscula falda negra y una blusa blanca con un pronunciado escote, el cual dejaba a la vista el nacimiento de sus cenos y algo más abajo - Por supuesto que es evitable y eso lo sabes bien - prosiguió con el regaño, ahora sí mirándole severamente - Deberías simplemente ignorarle, y entonces se cansará de molestarte.
"Sí claro, como si eso hubiese funcionado" pensó ante los consejos de su madre. Y es que lo había intentado, claro que sí. Pero no había logrado nada con ello, lo único que había hecho era que el zoquete de Mike se pusiera mucho más insistente ante sus negativas. Y que el idiota le persiguiera y le acorralara a lo bruto en cuanto veía la oportunidad. Claro que sabía que podía sacárselo de encima, pero... En cuanto los labios del engreido y mimado chico tocaban los suyos su resistencia se iba a la mierda y en lo único que podía pensar era en corresponder. Y Dios sabía que había intentado negarse al otro de todas las formas posibles pero... Su maldito cuerpo le traicionaba y se calentaba tan rápido que... Perdía los papeles y se entregaba cual colegiala. Odiaba a sus hormonas de adolenscente y eso que éstas debieron de haberse calmado hace tiempo. Desgraciadas inútiles.
- Cariño... - sintió un suave toque en su mejilla que le sacó finalmente de sus tortuosos pensamientos.
- Lo he intentado madre. Pero las cosas sólo empeoraron y esta situación... Ya me está cansando - nada de lo que decía ahora era mentira, y aunque para su madre esas palabras tenían otro significado, sentía un tremendo alivio, sólo por hablar con ella. Aunque le hubiera gustado poder confesarle la verdad, la verdadera situación. Pero no podia... Porque se avergonzaba de lo que pensaba y sentía... ¿Qué hacia besándose y metiéndose mano con el mujeriego de Mike Newton?... En realidad... La pregunta correcta era...
¿Qué mierda hacia Edward Masen intercambiando fluídos con el egócentrico y egoísta de Michael Newton? Sólo Dios lo sabía...Ah sí, y el traicionero pedazo de carne entre sus piernas también.
