Moon Witch II: Camino hacia Tokio de Cristal.
Desclaimer: los personajes nombrados e este relato no son de mi autoría. Los nombrados y conocidos, pertenecen tanto a Naoko Takeuchi y a J. . Sailor Moon y Harry Potter respectivamente.
Advertencia: para entender esta historia, debes de leer la primera parte: "Moon Witch I: Más que una senshi."
Sin más, la historia inicia.
Julio 26, 1996 casa de Juuban, Japón, 11:45 hs P.M.
La niña salió del baño, refregándose los ojos. Había llorado, no porque los iba a extrañar, sino, que iba a extrañar ver todo lo que había en esa época.
A mitad de camino hacia su habitación, cambió de parecer, y se dirigió hacia más al fondo del pasillo que daba a unas habitaciones vacías. De puntitas de pie, abrió silenciosamente la puerta, encontrándose con la mujer mayor ya cambiada con su camisón.
-¿Puedo dormir con ustedes? – preguntó ella un tanto compungida, asomándose en la habitación. Eso hizo que la pareja se mirara y concordaran al instante.
-Claro que puedes. – sonrió ella, acercándose a ella y tomándola de las manos. – ven…
Él, solo sonrió, y caminó hacia el baño, segundos después, salió, y se encontró con que ellas estaban murmurando por lo bajo.
-¿Es algo de lo que no me pueden contar? – habló con una sonrisa, sobresaltando a la niña, que estaba de espaldas. - ¿Porqué tan roja, pequeña? – al instante, frunció el ceño levemente.
-Shhh… los hombres no se tiene que meter en cosas de mujeres. – le calló ella. Un almohadón se estampó en su cara, haciendo reír a las dos.
-¡Oigan! – protestó él, lanzándose a atraparlas, sin hacer mucho. – Con que esas tenemos, ¿Eh? – comentó cuando no pudo.
-¡A mí no me hagas nada! – Chilló con sobresalto la pequeña, poniéndose detrás de la mujer. - ¡Ella tiene la culpa! ¡Ella te lanzó el almohadón!
-¡Traidora! – le exclamó la mujer, empezando a correr a la niña. - ¡Ya verás! – ante eso, Darien no pudo evitar reír. - ¡Oye, tú, Chiba! – le llamó ella, sin dejar de correr. - ¡Ayúdame! – pero no hubo necesidad, ya que la rubia había acorralado a su futura hija contra una esquina, levantándola y llevándola a la cama, para empezar hacerle cosquillas.
-¡Nooooo! – exclamó ella, entre espasmos de risa. - ¡Cosquillas no, por favor! – pidió, mientras se removía, tratando de sacarse de encima a su madre. - ¡Okâ-san, onegai!
-¡Eso no te servirá, intrusa! – rió ella, sin dar tregua.
-¡Tasukete, Otô-san, Otô-san! – pidió a ciegas, riendo-chillando ante las no terminadas cosquillas.
Pero de un momento a otro, las cosquillas pararon, a la vez que una exclamación ahogada se oía en la habitación.
-¡Endimion! – protestó la rubia. - ¡no se vale, no se vale! – Chibi-usa rió al ver a su futura madre en el hombro derecho de su futuro padre.
-¡Oh, vamos, Usako! – rió él, sosteniéndola de las piernas. - ¡No iba a negarme ante tal súplica! – en cuanto Darien escuchó la risa de la niña al verlos, torció más su sonrisa, e imitó su agarre con ella, consiguiendo el mismo resultado que en Serena. – Mañana es día de almuerzo especial por mamá Ikkuko, y hay que levantarse temprano. – Chibi-usa solo sonrió forzosamente.
El pelinegro, ajeno a tal sonrisa, posó a las dos mujeres en la cama, con la más pequeña entre él y Serena.
-¿Me puedes explicar del porqué no puedes visitarnos más? – la rubia acarició los cabellos sueltos de la niña.
-No lo sé. – se embrujó entre las finas sábanas. – tú me lo explicaste, pero no entendí lo que quisiste decir. – y se encogió de hombros, a la vez de que lanzaba un bostezo.
-Mejor vamos a dormir… - les dijo el de ojos zafiro. – Faltaría más, ¡Dormir hasta después del almuerzo! – Rini rió levemente, casi dormida, causando una sonrisa de ternura en los rostros de sus futuros progenitores.
-Buenas noches, Pequeña Dama. – susurraron ellos, besándole cada mejilla y, también, entrando a los dominios de Morfeo, con sus manos ligadas entre sí.
A la mañana siguiente, muy temprano como para empezar a levantarse, Ikkuko se preguntaba dónde podría estar su futura nieta, buscando entre las habitaciones desocupadas, hasta llegar a la de Serena y su novio. Al único que no le gustaba que durmieran juntos, era a, cómo no, Sirius. Pero no le daban importancia alguna a lo que él pudiera decir, ya que no era su vida.
La mujer de edad media abrió sigilosamente la puerta, para encontrar a una escena que sería una de sus favoritas en toda su vida.
La pequeña Chibi-usa estaba entre los dos en el centro de la cama y con un pijama rosa y plateado, abrazando a una dormida Serena, quien tenía enlazada una mano en los cabellos rosas de la niña con un camisón veraniego blanco y negro, y la otra, en un brazo de su prometido. Éste último, las rodeaba en un semblante protector, con su rostro agachado, cerca del tope de sus cabezas, vestido con una remera de algodón azul y un pantalón igual, que sobresalía de entre los pliegues de las sábanas.
Sin resistirse, Ikkuko les tomó una foto con una cámara de quien sabe de dónde sacó. Luego, con una sonrisa, bajó hacia la cocina a preparar el desayuno, que constaba en café, leche con chocolate, té, té con leche, tostadas con manteca y mermelada de frutilla, pan francés y galletitas de distintas variedades.
-Oh, qué bien… - comentó a eso de las nueve y media de la mañana, al ver que todos estaban entrando a la cocina. – ¡Ya se levantaron! – les sonrió a todos, y le revolvió el pelo a Sammy y a Harry. – desayunen tranquilos. – y se volteó a seguir con nadie sabe qué.
-Bien… ¿Qué quieres hacer hoy, Rini? – el humor de Serena era algo que contagiaba a todo el mundo.
-Hmm… ¿Parque de diversiones? – preguntó con inocencia. Al instante, Harry levantó la cabeza del Profeta.
-Suena bien… Nunca fui a uno. – comentó con aire distraído. Eso, causo que Serena cerrara su puño con más fuerza de la debida, doblando la cuchara.
-La última vez que fui a uno… - recordó Darien, mirando "pensativamente" al techo. – Alguien casi quiebra mi espalda… - ante tal recuerdo, Serena soltó la cuchara, y lo miró con los ojos entrecerrados ante tal mentira.
-¡oye, que no pesaba tanto cuando tenía catorce! – le pegó levemente en el hombro, sacando una risita por parte de la pelirosa. - ¡Además, no fue mi culpa! – hizo un puchero. – quien me hizo levantar de ese estúpido tren fue Rei, a mí no me eches la culpa de que tu espalda hubiese ganado un... – antes de terminar de hablar, el pelinegro de ojos zafiro, con una sonrisa en el rostro, le llenó la boca con lo que restaba de su tostada. - ¡Fdargien! – protestó con la boca llena.
-Lanzaste tal discurso, que de seguro no notaste que bromeaba contigo, Usako. – rodó los ojos, para después tomar de su tasa de café. – Vuelvo en veinte minutos y con las entradas. – terminó su café, se levantó, y recogió las llaves de su motocicleta.
-Oye… - Serena lo siguió, un tanto preocupada. – Si va a ir en esa cosa, ten cuidado, ¿Sí? – le besó la mejilla.
-¿Crees que no sé manejarla? – se molestó con actuación. - Cabeza de Chorlito, yo no soy como Tenô, que es una loca en la carretera. – abrió la puerta de calle, y estampó sus labios con los de su prometida. – Yo sí quiero vivir. – y, antes de salir, le guiñó un ojo.
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-¿A dónde más quieres ir, Chibi-usa? – preguntó Harry, mirándola con el rostro ladeado. Ella solo sonrió, mientras apuntaba hacia una estructura grande. A Harry y a Darien se les fue el color de la cara.
-¿A-a la montaña rusa? – tartamudeó el galeno.
-¡Sí! ¡Quiero ir contigo! – puso un puchero en el que el pelinegro no le pudo decir "no". - ¡Tú también, Harry! ¿Sí? – le dijo alargando la última letra, mientras tiraba de las remeras de los dos.
Susan y Serena se habían puesto una mano en los labios, ocultando sus sonrisas, pero quien no la ocultaba era Helios, quien había venido a "insistencia" de Serena (entiéndase, a pedido de Rini). Y los pelinegros, seguían sin contestar.
-¡Mamá! ¡Diles que se suban conmigo! – eso borró la sonrisa de Serena, para dejarle la boca abierta y con un color granate en el rostro. - ¡por favoooooorr! – Susan lanzó una risita. - ¡Yo quiero a papá y al tío Harry en la montaña rusa conmigoooo! – los que estaban ruborizados ahora, fueron los nombrados.
-C-chibi-usa… - tartamudeó la rubia, recomponiéndose y sonriéndole. - ¿Porqué mejor no van con Helios? – al instante, y sin que los hombres lo notaran, el aludido se sonrojó levemente y la niña infló los cachetes, totalmente ruborizada.
-Ese no era el plan… - le susurró en respuesta la niña. Al instante, Serena soltó un "Oh…" - ¡Por favooor! – y, como si la sugerencia de la rubia no se hubiese dicho nunca, volvió a tirarle de las mangas a los pelinegros.
-B-bueno… está bien… vamos… - se resignó Darien, mientras era guiado por Rini hacia la boletería. Contenta, la chica saltaba de entusiasmo, haciendo reír a los que los seguían.
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-¿Estás bien, cariño? – se preocupó la princesa de la luna, al ver el semblante pálido de su prometido, justo después de bajar de la montaña rusa. – Toma, Darien. – le ofreció un chocolate. – Pareces peor que Harry después de enfrentarse a un Dementor. – comentó mientras le acariciaba los cabellos.
-Prefiero eso antes de volver a subirme a esa cosa. – tartamudeó su hermano, sentándose al lado de su hermana. El otro pelinegro asintió, en acuerdo con su cuñado. – Ah… no quiero ponerles tristes… pero… ¿A qué hora se tendría que ir ese tornado? – preguntó mirando a la dirección en que el "tornado", jugaba en un local con Susan, vigiladas por Helios.
-antes de que se ponga el sol… - los ojos de Serena se aguaron ligeramente. – Voy a extrañarla… - en respuesta, Harry desvió la mirada al suelo, a la vez que Darien besaba la coronilla de su amada.
-¿Porqué no vamos por un helado? – sugirió el galeno, para despistarla. – en una hora nos encontramos con los demás en el muelle. – Serena sonrió. Ya que en ese mismo muelle, Chibi-usa había caído sobre ella la primera vez. – Sabes que quiero verte siempre con esa sonrisa… además, no es una despedida… - le sonrió él. Serena lo miró, con curiosidad. – La veremos dentro de algunos años, en un treinta de junio… - la ojiazul se apegó más a él, ensanchando si sonrisa.
-Lo sé… - la rubia enterró su rostro en el pecho del galeno, aspirando su fragancia masculina. - ¿Porqué siento que algo no tenemos en cuenta? Es… - se miró las manos. – Como si fuese un secreto entre Rini, Helios y nuestros yo de Tokio de Cristal… Y eso es raro. – admitió ella, frunciendo el ceño. Al mirar a su lado, no vio a su hermano. Éste, se había ido a donde los demás se encontraban Susan, Helios y Chibi-usa.
-¿Vamos por el helado o no? – le preguntó él, haciéndole sonreír traviesamente, para después, pararse y empezar a tironear de él. - ¡Eh! ¡Un poco más despacio, Usako! – rió Darien, caminando a su altura, para agarrarla de la cintura con desfachatez y acercarla para robarle sus labios. En respuesta, obtuvo un cantar de risita por parte de ella. - ¿Qué? ¿Los besos te dan cosquillas? – el pelinegro se humedeció los labios.
-Solo que… - Serena pasó su brazo debajo del de Darien, posando su mano, en los cabellos de la parte posterior de su cabeza. – Te dije que me gusta este nuevo Darien… ¿Qué te hizo cambiar? – su otra mando, la posó en su pecho.
-Yo supongo que en parte, fue tu culpa. – sonrió él, enredando sus dedos con los hilos dorados que ella tenía en su cabeza. Serena frunció el ceño. – y… bueno… - deshizo los agarres, y la hizo girar. – la única respuesta que tengo es por tu forma de ser: alegre, espontánea transparente, siempre cariñosa conmigo y con todo el mundo. – Sin evitarlo, la rubia se sonrojó hasta la médula. – Creo que he visto un rojo mucho pero ese día… - le picó con aire pícaro, haciendo referencia a su primera vez con él. El rojo de la cara de su prometida, se incrementó con más fuerza. Darien rió, mientras que volvía a rodearla por la cintura, y empezaban a caminar hacia los demás.
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-… Solo trate de imaginar la cara que pondrían ellos, cuando sepan el secreto de sus padres. – sugirió Helios, sin dejar de sonreírle a su Pequeña Dama. – Sé de buena fuente que su abuela le contará todo de ese momento. – y le ofreció su mano para ayudarla a levantarse del césped.
-¿Tu lo crees, Helios? – la niña se había sentido tan triste por abandonar el siglo veinte dentro de quince minutos, que su cabello había cambiado a un gris ceniza, igual a sus ojos. – P-pero… Me gustaría…
-No siempre tendría como amiga a la princesa, que es su madre, Pequeña Dama. – posó su otra mano en el hombro de la niña, sin dejar de sonreír con ternura. – Así como su madre, es de seguro que encontrará muy buenas amigas. – la mano que el peliblanco le ofrecía para ayudarla a levantarla, se movió, para borrar las pequeñas lágrimas de la niña, sonrojándose levemente. – te prometo que te buscaré en Tokio de Cristal. – le juró, dejando de usar su tono formal y respetuoso, tuteándola.
-E-ellos… ¿No se sentirán mal cuando me valla? Serena puede… - su voz sonó compungida. – Serena es muy sensible. – la niña apoyó su mandíbula entre sus rodillas, sin dejar de mirar al guardián. Él, solo ensanchó su sonrisa, y se sentó a su lado, para abrazarla y hacerla sonrojar.
Sin decir nada, y solo con el sonido del viento y alguna que otra ave, se pasaron diez minutos, disfrutando de la compañía del otro.
-La Princesa Serenity es fuerte, Pequeña Dama. – Helios rompió el silencio, irguiéndose y ofreciendo su mano nuevamente para ayudarla. – No dude en ningún momento de ella, porque estará dudando de la fuerza de su madre. – eso sirvió para hacerla sonreír, y que aceptara su mano.
-Se… se me hace tarde… -la niña miró al piso al ver que el chico no soltaba su mano. – Ya casi es la hora… - al mismo tiempo, los dos miraron la puesta de sol. – nos esperan en el muelle.
El viaje hacia el muelle fue silencioso. Ella, con sus manos unidas en su falda, miraba el piso y hacia delante cada veinte segundos. Él, mirando siempre hacia adelante, y con sus manos detrás de la espalda.
Cuando llegaron a su destino, Serena se acercó a ella con rapidez.
-¿Estás bien, pequeña? – le preguntó la rubia, poniéndose a su altura, siempre con una sonrisa.
-Si… - la niña de cabello rosa le sonrió levemente.
-No te preocupes, Pequeña Dama… - le susurró, cuando le abrazó con fuerza. – Tú nos verás dentro de unos minutos… y nosotros, te esperaremos dentro de pocos años. – besó sus mejillas y su frente, mientras que se les escapaban pequeñas lágrimas a las dos. – Y… - la miró fijamente a los ojos, azules como los de ella por no poder controlar su metamorfosis. – Encuentra amigos para ti. – le acarició sus cabellos negros, como los de su padre.
Uno a uno, fue abrazando a la pequeña niña de futuro, haciendo comentarios sobre sus responsabilidades, o que la iban a esperar con ansias, o simplemente, le sonreían (como los tres cantantes hermanos) o se limitaban a abrazarla.
-Me saludan a tío Remus y le hacen una broma a tío Sirius, ¿Sí? – sonrió con diversión. Serena rió, mientras estaba apoyada en el hombro de Harry.
-¿Una broma a Sirius? – el pelinegro ojiverde se refregó las manos, interesado. – Necesitaré ayuda de los gemelos. – y luego, soltó una gran carcajada.
-A ese pobre animago no sabrá que le golpeó. – rió Serena, observando cómo su madre la llenaba de besos, con ríos de lágrimas corriendo por sus mejillas. – Ya mamá, vas hacer que llegue tarde a la cita con Plut. – le rezongó ella. Setsuna, quien no estaba, se había ido a las puertas del tiempo para recibirla y despedirla temporalmente, siendo así, que solo tres Outers se encontraban en el muelle.
-Lo siento, pequeña. – sollozó la mujer de cabello azul, enmarcando la carita de Rini con sus manos. – Te quiero mucho. – y, por última vez, le besó la frente.
Vacilante, casi se dirige a Helios para abrazarlo, pero lo pensó mejor, y solo le dedico una sonrisa.
-Hasta luego, Helios. – ella agrandó su sonrisa para él y rebuscó la llave del tiempo entre sus ropas. Un destello dorado llamó la atención de los Kou, Ikkuko, Harry, Sammy y Susan. – Bien. – volvió a sonreír, a la vez que alzaba la llave con la fina cadena.
¡Guardián del tiempo, rompe el viento y abre aquella misteriosa puerta del tiempo!
La llave se iluminó con un destello rosado, haciéndole abrir la boca a los Kou y Susan. En cambio Harry, Sammy y mamá Ikkuko, solo abrieron los ojos como platos.
Chibi-usa volvió a invocar.
¡Yo te invoco, oh, dios poderoso, tú eres el único que controlas el tiempo, padre guardián, Cronos, enséñanos tu camino, protégenos con tu poder, enséñanos tu sendero luminoso!
El destello rosado dibujó una línea hasta varios metros hacia arriba, donde el espacio se abrió, e hizo que nubes violáceas aparecieran desde el destello. Éste, se expandió hasta abarcar el tamaño de una persona adulta, cerca de la niña del futuro. Esta última se giró hacia el gran grupo.
-Yo… - la voz de la niña se quebró levemente. Darien, sonriente, se acercó a ella, y se hincó a su altura. – Ah…
-No te preocupes de lo que nos pueda pasar. – el galeno tomó sus pequeñas manos de forma paternal. – preocúpate por lo que te suceda a ti. Y nunca mires hacia atrás, ni pienses tanto en el futuro, ya que si lo haces, no disfrutarás tu presente, que es lo que más importa. – con su mano derecha, borró todo rastro de lágrimas en su rostro. – y siempre confía en nosotros, tanto en este tiempo, como en el siglo treinta.
-Mi Pequeña Dama… - la voz de Serena, le sonó al tomo que tenía su yo del futuro, su madre, obligándola a mirar hacia arriba, y sonreírle. – Ya es hora… y sabes que es lo que tienes que hacer.
-Mamá… - y ese nombre hacia ella fue sincero, conmoviendo a la rubia. Ésta, imitó a su prometido. – Papá…
-Aquí no lo somos todavía… - le sonrió él. – por eso, y porque eres muy pequeña, tienes que volver a tu tiempo, Pequeña Dama. - Soltó una de sus manos, y con esa, agarró la delicada mano de su prometida. – Aquí ya has visto y aprendido todo lo que podías.
-Es hora de que aprendas por tu cuenta. – Serena le acarició la coronilla en gesto maternal. – has amigos… y vive como mejor te parezca.
-Está bien… - soltó su mano de entre las del pelinegro, y se refregó levemente los ojos. – ¡Haré lo mejor de mí, ya lo verán! – y sonrió al igual que Serena hacía cuando estaba a rebozar de alegría.
-Sabemos que lo harás. – dijeron los futuros reyes al unísono, sonriéndole con ternura. La pareja se paró, y se volvió hacia el grupo, mirando a la niña.
-¡Diana! – gritó la niña, llamando a la gata. Ésta, saltó desde los brazos de Mina, y corrió hasta saltar y posarse en la cabeza de la niña, seguida de Luna pelota. Sin borrar su sonrisa, se posó debajo de la nube y dentro del destello rosado. Éste se encabritó levemente, haciendo que el viento agitara con un poco de fuerza las ramas de los árboles cercanos. - ¡Nos veremos pronto! – fue lo último que se escuchó de la niña, mientras que era absorbida por las nubes violáceas, que, una última vez, se arremolinaron en su lugar, y desapareció en un "Pooff".
El silencio, acompañado con el sonido del viento y el movimiento del agua, invadió a los presentes, que miraban donde la niña y las nubes, habían desaparecido.
-ya… - la voz de serena sonó estrangulada. En un parpadeo, Darien la había rodeado por los hombros. – Se fue… - la rubia aferró al torso de su prometido, temblando ligeramente.
-Es solo un hasta luego, Usako… - le susurró en el oído. – no lo olvides… - y para bien de los dos, el pelinegro la hizo sentarse en una banca.
-Príncipe Endimion… - Helios se dirigió a él con respeto y con el semblante en calma.
-Helios… - dejó que Serena posara su cabeza en su hombro.
-Mi deber es volver a Ilusión. – En sus ojos había una leve tristeza, que hizo sonreír al heredero al trono terrestre. – Nos volveremos a ver en cuanto el próximo acontecimiento importante para la Tierra e Ilusión suceda. – el guardián hizo una respetuosa reverencia.
-Puedes irte, Helios. – asintió él, sosteniendo a su amada. – vuelve cuando quieras, que te recibiremos con gusto.
Helios sonrió, e imitó una nueva reverencia hacia los demás, para después, desaparecer en destellos blancos y dorados.
Darien se vio obligado a mirar a su prometida, que, en modo pasible, se había dormido profundamente en segundos. Sin hacer movimientos bruscos, la levantó como una novia, y empezó a caminar hacia donde había estacionado el auto.
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30 de julio de 1996, casa de Londres. 11:50 hs A.M.
-La Pequeña Dama llegó bien, no se preocupen – tranquilizó Setsuna, sonriendo y con una leve confusión. – aunque… si bien pasó perfectamente las puertas… estas se cerraron al segundo y con rapidez de haberla cruzado la Princesa Usagi.
-¿Cómo es eso? – preguntó Haruka, con el ceño fruncido, al igual que todos los demás.
-Es como si me estuvieran ocultando algo… - sopesó la Sailor del Cambio, sentándose y cruzándose de brazos, en aire pensativo.
-Eso debe de relacionarse con lo que confabulaban Helios y Chibi-usa – discrepó Darien. – Traté de que por lo menos Rini hablara… pero no lo conseguí. – suspiró con resignación.
-Y para que Darien no consiga algo de Chibi-usa… - rió Serena, llevándose el plato vacío de galletitas.
-¿Insinúas que no fui lo bastante persuasivo? – el galeno entrecerró los ojos.
Serena iba a replicar a esa respuesta con doble sentido solo captado por ella, pero un grito le hizo respingar y callarse de boca.
-¡A almorzar! – Avisó la voz de mamá Ikkuko en un tono suave pero demandante.
-Sigamos a la noche. – decidió Michiru, mientras hacía señas a Hotaru, y las Outers se iban para su casa. – Nosotros tenemos que pagar algunas cuentas y ajustar el próximo horario del concierto libre que tengo en unos meses.
-Nos vemos. – Serena agitó su mano con alegría. - ¡Vamos a comer! – y tiró del brazo de su prometido, haciéndolo reír.
Una hora más tarde…
-¡Llegamos tarde! – gritaron las cinco, horrorizadas. Habían terminado de enviar varias lechuzas para Neville, que era su cumpleaños, y, al ver a penas el reloj, gritaron, haciendo respingar a todos los demás. - ¡No puede ser!
De un lado a otro, las cinco pasaban por la sala, las escaleras y la cocina de la casa "central", haciendo reír a los que vivían en ella junto a Serena: Sammy, Harry, Darien, mamá Ikkuko, Sirius y Remus.
-¡Oye! – protestaron Sirius y Harry, cuando la rubia pasó detrás suyo, despeinándolos levemente con una mano.
-¡Apúrate, Serena! – el grito de Rei resonó a tres casas a la redonda, haciendo reír a la aludida.
Esta, con un violín a cuestas, robó una galletita de vainilla de la mano de Darien, le besó la mejilla a este, y se volvió hacia la puerta de salida.
-¡Nos vemos más tarde! – y el portazo, resonó dejándolo todo en silencio. - ¡Vamos chicas! – y, prendiendo BMW M3 color blanco y dorado descapotable que Remus le había regalado a Serena, salieron pitando a una velocidad considerablemente rápida, hasta llegar a un edificio de cinco pisos y con una ubicación de un cuarto de cuadra. En la entrada un cartel grande y ubicado arriba de la puerta, rezaba: Adeline Records. - ¡Qué lindo! ¡Y tiene una tienda! – efectivamente. Una tienda dedicada a la música. – Bajemos, bajemos… - apuró, para después, una vez todas fuera del descapotable, encender la alarma del mismo.
Un "poco" entusiasmadas, entraron tímidamente por la puerta de cristal transparente, haciendo sonar una campanilla, alertando a los vendedores y a quienes esperaban su turno de ser atendidos.
-Buenas tardes… - una chica de cabello corto de color rojo oscuro con un mechón verde y ojos marrones le sonrió bonachonamente. - ¿En qué puedo ayudarlas?
-Ehh… - Serena sonrió con nerviosismo, apretando el agarre del estuche de su violín. Rei sonrió, Lita se acomodó la guitarra al hombro, Amy se puso colorada y Mina descolgó su guitara acústica con una sonrisa ancha como el gato Cheshire, entusiasmada. - ¿El director de… eh… la disquera? Venimos por el empleo ganado en Japón. – y, al mencionarlo, el Click en la cabeza de la chica desconocida le hizo soltar una exclamación.
-Algo me dijeron hoy respecto a eso… si. – la chica rió despreocupadamente. – Mi nombre es Lizzie Lither. – se presento, ofreciendo su mano.
-Soy Minako Aino, pero me puedes decir Mina. – la rubia del moño hizo una reverencia, para sorpresa de la gente de alrededor.
-Amy Mizuno, solo Amy. – la peli azul imitó a la del moño rojo.
-Rei Hino. – Se presentó la sacerdotisa, reverenciando a la chica.
-Lita Kino, ¡Soy Lita! – dijo la castaña con entusiasmo, sin olvidar la reverencia.
-Serenity Potter. – la rubia hizo una reverencia, para después, saludarla con la mano. – Encantadas de conocerte. – y entonces, las chicas entraron en confianza.
-Esperen aquí, que lo voy a buscar. – y por alguna razón, se puso nerviosa.
-¿Le sucederá algo? – se preguntó Amy en japonés, con aire pensador. – Ella debe de tener experiencia, pero no le veo motivos para estar nerviosa. – las demás, ante la divagación de la chica de IQ alto, se encogieron de hombros.
-Amy, no pienses tanto, por todos los cielos… - se resignó Rei, con una mano en la frente y mirando hacia arriba, en forma dramática y haciendo reír a todas. Los que estaban en la tienda, la miraron sin entender ni una palabra. - ¡Alto ahí! – las calmó de sopetón.
-¿Qué sucede? – se desconcertaron las otras.
-¡Serena! – rió la sacerdotisa, desconcertando aún más a las otras. - ¿Qué es lo que querías mostrarnos el día del juicio de Sirius? – ante eso, todas casi caen de espaldas. Serena rió, mientas las demás se ponían curiosas.
-El tema, se llama Moon Revenge, y no la cantaré sola. – ella rió, ante la cara de las cuatro.
-Serena… yo no podría cantar y tocar la batería al mismo tiempo. – se preocupó Rei, denegando cantar.
-No importa. – le consoló ella. – Yo… quiero Eien no Melody en la lista. En todo caso, me reemplazarás en el bajo mientras cantas y yo hago lo mismo en la batería. – resolvió ella, rápidamente. – el caso, es que en la última que escribí, solo necesito a Mina y a Lita. – al segundo, las nombradas gritaron.
-¿Naniiiiiiiii? – eso hizo que las tres restantes se taparan los oídos, y que los demás en la tienda se les quedaran mirando como un quinteto de locas.
-¡oh, vamos! – rió la rubia. - ¡No voy a poder cantarla yo sola! – e hizo un puchero tierno.
-A mi ni me pongas esa cara que yo no soy Darien. – se escandalizó Mina de broma, hablando en inglés. – Así que…
-Pero es una orden. – entrecerró los ojos en broma. – y conmigo las ordenes no acatadas no van. – y todas rieron.
-Buenas tardes. – una voz aparentemente juvenil, las hizo sobresaltar.
-Ay, mierda. – exclamó Serena, tapándose la boca. - ¡Es casi igual a mi hermano! ¡Por un momento pensé que había crecido y dado el estirón!
-Solo que no escuálido, sin anteojos, sin cicatriz y alto como Darien. – añadió una sorprendida Mina. Lizzie, al lado de ellas, sonrió un poco nerviosa.
-¡No le digas escuálido a mi hermano! – y le pegó en la nuca. Eso le dolió hasta el director de la disquera.
-¡Oye! – Rei, Lita y Amy tenían una gotita sobre sus cabezas al escuchar la exclamación indignada de la rubia de moño. El hombre de la vos joven, rió, sobresaltando a las cinco.
-Lo siento. – se disculparon las rubias, con una reverencia.
-No importa… - rió el hombre. – pasen, por favor, así terminamos con el contrato. – el hombre, que tenía el pelo negro y era de ojos verdes, pero no de un verde esmeralda, como los de Harry. Era un verde opaco, con vetas verdimarrón, pero verde, al fin y al cabo. Billie Joe Armstrong se presentaba en un lugar donde él no es procedente, para terminar con un contrato para cinco muchachas que necesitaban dinero para la universidad. – Me faltan sus nombres y algunos datos más, después, les daré un paseo por el edificio.
-U-usted está aquí en Inglaterra para… para supervisar la sucursal, ¿Verdad? – Serena se mordió los labios, mirando las escaleras que llevaban al piso de arriba.
-Es verdad, con mi socio y mi esposa nos dividimos: - explicó él detrás de las cinco. – yo me hago cargo de esta, mi socio de la de Japón y mi esposa la de Estados Unidos. Cada tanto nos turnamos entre las tres, pero es por un mes o mes y medio.
-En na página leí que están por abrir sucursales en México, París y Dubái… - Serena tropezó levemente con la punta de la alfombra, como consecuencia, cayó sobre Rei.
-¡Serena, eres una tonta! – le gritó con el cabello despeinado, para risa de las demás y desconcierto del cantante. - ¡No! ¡Tienes la cabeza hueca!
-¡Oye, Rei, no me grites que no fue a propósito! – le sacó ella la lengua y cruzándose de brazos.
-Chicas… - Amy intentó calmarlas. – recuerden para qué estamos aquí… - para luego, dejar escapar a un suspiro pesado.
-¡Ay, perdón! – se disculparon las dos, haciendo reverencias.
-Me olvido que tienen esa costumbres… - se apenó el cantante, rascándose la nuca. - ¿Son todas de Japón?
-Yo no. – acotó Serena. – yo viví mis tres primeros años de vida aquí en Inglaterra, pero después del asesinato de mis padres, me llevaron a Juuban, Japón, y recién en julio del año pasado volví en busca de mi hermano, acompañada por mi madre adoptiva, mi hermano adoptivo y mi prometido. – explicó como si estuviese charlando del tiempo. – pero sí, se puede contar que soy japonesa porque tengo nacionalidad.
-Tú no eres de las personas que se deprimen por mucho tiempo. – sonrió el ojiverde. Ante sus ojos, un brillo de nostalgia refulgió por un segundo.
-Y… la princesa de la Luna… - se burló Rei, haciendo referencia a lo despistada que era. Bueno, a lo que era antes.
-Yo no soy despistada. – se "enojó" ella. – por lo menos, no más que antes.
-Ejem… - Billie Joe se aclaró la garganta. – pasen aquí. – y abrió una puerta que daba a una oficina espaciosa.
-Gracias… - agradecieron la cinco.
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-… Y aquí… estarán a disposición de todos, - terminó de enseñar el cantante famoso, abriendo una puerta con una sala muy espaciosa, que contenían guitarras, baterías, bajos, violines, trompetas, flautas, teclados y un piano de un lado. Del otro, contenía pilas de cajas donde guardaban repuesto para los instrumentos y remeras de bandas o promocionando Adeline Records. – básicamente, lo que harán es ayudar a partes del edificio en donde mejor se desarrollen, y a darle mantenimiento a los instrumentos más usados.
-Ay, si hay que afinar el piano, se lo dejo a Amy… - Serena hizo un puchero, para risa de Billie, como pidió que lo llamaran.
-Serena Tonta… - Rei rió, mientras se apoyaba contra la pared. – Oye, ¿Ya compraste el regalo para tu hermano? – le preguntó, una vez se hubiera acordado.
-Lo tengo desde hace semanas, lo compré junto con Darien y Rini. – sonrió ella. - ¿Cuándo podemos empezar? – preguntó alegremente hacia el "jefe".
-Si quieren, hoy hasta las seis. – el ojiverde se encogió de hombros, poniendo las manos en sus bolsillos delanteros.
-¡Gracias! – agradecieron las cinco con energía.
-Acepto las gracias si me arman un CD con música japonesa. – accedió él. – Estaré hasta el próximo mes y volveré para principios de noviembre.
-Para ese entonces, yo ya regresé de nuestro viaje. – sopesó la rubia de ojos azules. Mina, Lita y Rei, sonrieron con malicia.
-Luna de Miel… luna de miel… - con el ritmo de una canción de Virus con ese mismo nombre, las tres nombradas le cantaron.
-¡Ya! – Serena se puso roja, mientras hacía un puchero. - ¡No se burlen! – Amy se sonrojó.
-No tenemos la culpa, señorita mi-novio-es-un-caballero. – se burló Mina, haciendo notar que ya no era virgen.
-Si hablamos de eso, tú fuiste la primera, Venus. – Touché, pensó el cantante con una carcajada en la garganta. Esta chica no es aburrida. - ¿Inició Yaten o lo hiciste tú?
-¡Eres mala, Serena! – Mina estaba roja de vergüenza, para placer de sus cuatro amigas, que siempre se llevaban un chasco con las frases malintencionadas de la rubia del moño rojo.
-Mejor nos ponemos a trabajar, ¿Sí? – intervino Amy, tirando del brazo de Rei y Lita. – Tenemos que terminar a horario para ayudar a Serena en su boda…
-¡No lo digas que me pongo nerviosa! – lloriqueó Serena.
El cantante rió con entusiasmo mientras cerraba la puerta donde el quinteto había entrado, siendo el lloriqueo de la niña de cabello dorado lo último que escuchó.
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31 de julio de 1996.
-¿Qué tal, eh? ¡Genial! – La cara de Harry era un poema, mientras sostenía una banda de tela negra con una "C" grande de color rojo gravada en ella. - ¡Capitán del Equipo de Quidditch de Gryffindor! ¡Tu padre estaría orgulloso! – la voz de Sirius era solemne y con el ego hasta las nubes. Serena lanzó una risita, mientras los observaba y prestaba atención a lo que Susan le decía sobre los sucesos en el pueblo donde vivía con su tía.
-… Y, bueno… ¿Ya le compraste el regalo? – le preguntó la pelirroja por lo bajo, apuntando inadvertidamente a Darien.
-Sí. – afirmó ella, un tanto sonrojada. – está guardado en la habitación de mi hermano Sammy.
-¡¿Qué?! – el grito de Sirius resonó en toda la casa, ganándose ser el centro de atención. - ¡Serenity! – la chica bufó.
-¿Si, Sirius? – dijo cansinamente.
-¿Cómo es eso que Snape va a ser el nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras? – espetó con irritación.
-Exacto. – corroboró ella, severamente. – Lo decidimos Darien y yo, ya que este año es peligroso, y todos necesitan defenderse, y el Profesor Snape es la persona indicada.
-¡Pero…!
-¡Nada de peros! – lo interrumpió ella, haciendo que el hombre de un paso hacia atrás. – Severus es el indicado y punto. Yo no me llevo por los hechos del pasado que sucedieron entre tú, mi padre y él. – sorbió un poco de jugo de durazno. - ¡Por Merlín, Sirius! ¡Deja eso de un lado y compórtate como un adulto! ¡Ya no estás en Hogwarts!
-Serena tiene razón, Sirius. – hablaron Remus y Harry. – Puede que tenga el carácter que tenga, pero no es ningún incompetente como Umbridge, Lockhart y Quirrell. – informó a pequeña escala el pelinegro menor. – admito que sería interesante tenerlo como profesor de DCAO permanentemente. – admitió Harry, yéndose al comedor con Susan, y dejando a Sirius con la boca abierta.
-Touché. – Dramatizó Mina, haciendo reír a Yaten y los demás.
La reunión por el cumpleaños de Harry siguió tranquilamente, hasta pasada las dos de la madrugada, donde Ron se quedó a dormir, para hacer una visita a Adeline Records al día siguiente, y por una semana más, y finalizar con la compra de los libros de este año.
Este año, si o si, iba a ser interesante, pero no así, menos peligroso.
Pero la corazonada de Serena en que algo inesperado iba a suceder, estaba muy latente en ella y en Setsuna, ya que había algo que el futuro no quería mostrar. Y eso hacía que ella, Darien y hasta la ya precavida Sailor del Cambio, tuvieran dolores de cabeza cada vez ue pensaban en eso.
¿Qué era lo que los reyes de Tokio de Cristal estaban ocultando?
