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La prostituta

"I will not philosophize

About the meaning of life.

Let's take no time

'Cause the teasing isn't right.

Let's skip the foreplay.

We know we're gonna do it anyway.

'Cause all I'm selling is sex."

Katy Perry


El sol de mediodía iluminaba la antigua ciudad de Tokio, despertando a una joven que descansaba tranquilamente en la habitación de un gran edificio. La chica abrió lentamente los ojos, mientras gemía al darse cuenta de que comenzaba otro día de trabajo.

- ¡Vamos, Mai, es hora de comenzar a trabajar! –le gritó un hombre, mientras entreabría la puerta corrediza.

- ¡Si, si, ya sé!

A su pesar, Mai se levantó y se frotó los ojos. Tomó uno de los pocos kimonos limpios que le quedaban y se cambio. Ató su larga cabellera oscura en un rodete descuidado, e inmediatamente salió de su cuarto.

- ¡Comiencen a limpiar! –gritó una voz masculina proveniente de abajo.

Varias jovencitas pasaron corriendo con baldes de agua y trapos. Mai camino en la dirección contraria, y tomó de uno de los cuartos una escoba. Bajó rápidamente las escaleras, entro a uno de los cuartos de la planta baja, donde había una mesa de madera con varios canastos con frutas. Tomó una manzana, y salió tan rápido como entro.

Volvió arriba, y ordenó su cuarto, y al terminar, comenzó a barrer, aunque en realidad no estaba prestando demasiada atención a lo que hacía.

La tarde pasó más rápido de lo debido (limpiando, el tiempo parece volar), hasta que finalmente se hicieron las 5, una hora antes del atardecer. Se maquilló, se cambió a un kimono mas colorido, y se soltó el cabello. Mientras daba los últimos toques a su casi perfecta imagen, una joven de cabello corto, marrón caramelo entro en su cuarto.

- ¡Mai! –la llamó la chica, posando para ella-. ¿Cómo me veo? ¿Necesito algo más para estar perfecta?

Mai la miró de arriba abajo, y le sonrió:

- No, creo que estas muy bien así, Kazumi –Dejando el maquillaje y los accesorios para el cabello de lado, Mai se paró y se acercó a su amiga-. ¿Por qué? ¿Viene alguien especial?

- ¡Oh, sí! –sonrió alegremente Kazumi, mientras aplaudía-. ¿Recuerdas al oficial de policía que vino la semana pasada? –La joven asintió con la cabeza-. Bueno, prometió regresar ¡hoy!

- ¿No es el sujeto que te dio 20000 yens por tu servicio? –Kazumi asintió energéticamente-. ¡Imagina lo que te dará esta vez!

- ¡Por favor! No pienso en eso… Aunque estoy segura que me dará mas que la primera vez –rio la morocha.

Ambas se encaminaron afuera, mientras Kazumi le contaba a Mai "detalles" sobre la relación entre ella y ese oficial de policía. Siempre se asombraba cada vez que Kazumi le contaba sobre sus aventuras, era algo que ella nunca podría hacer, ya que no consideraba lo que hacía algo divertido, aunque tampoco tedioso. Por lo menos le permitía comer y mantenerse viva.

Salir afuera a esa hora siempre le daba ganas de volver a entrar. El sol ocultándose le hacía sentir ganas de volver a la cama, aunque solía dormir más tiempo de lo debido. Antes de poder poner un pie afuera, se aseguró de estirarse bien, para así poder poner manos a las obras.

Todavía había bastante gente a esas horas, paseando, riendo, y divirtiéndose. Familias, parejas, niños, todos disfrutando.

Varias chicas ya habían salido antes, y comenzaron su trabajo, atrayendo a varios hombres ya. Mai, Kazumi, y otras chicas más se agruparon en la entrada, cuchicheando y soltando risitas tontas.

- Ok, ok –dijo una alta, de cabello oscuro recogido, y muy maquillada-. La primera que consiga un hombre, y, vale aclarar, que sea lindo –se escucharon unas risas-, le haremos ¡una gran fiesta!

Varias aplaudieron y gritaron de alegría.

- ¡Miren, miren! –salto una chica morocha de cabello corto y recogido-. ¡Ese espadachín! ¿Quién se anima a hablarle?

Todas giraron la cabeza para ver de quien se trataba. Era un hombrecito de cabello colorado, recogido en una cola. Llevaba puesto una hakama magenta, con pantalones blanco. Cargaba la katana del lado izquierdo, y llevaba varias bolsas de lo que parecían ser verduras y frutas. Y, algo que lo delataba completamente, era la cicatriz en forma de cruz en su mejilla izquierda.

- ¡Que vaya Mai!

- ¡Sí! –gritaron varias.

- ¿Qué? –preguntó la mencionada, horrorizada-. ¿Por qué yo?

- ¡Tu siempre fuiste la más valiente! –Le dijo Kazumi-. Además, no tienes nada que perder.

- ¡Claro que no!

Sus compañeras la aplaudieron, como incitándola a ir.

- ¡De acuerdo, de acuerdo! –Mai suspiró, e hizo una especie de ritual, antes de acercarse al joven espadachín que pasaba-. Hola –lo saludó, haciendo que la mirara. Su cara era amable y tranquila, y, en cierta forma, tenía ganas de abrazarlo hasta sofocarlo-, me llamó Mai, y mis amigas –le dijo, mientras miraba hacia donde se encontraban las chicas- creen que eres muy lindo. ¿Te gustaría acompañarnos? -le preguntó mientras tomaba su brazo y se le acercaba.

El samurái puso una expresión perpleja, pero finalmente sonrió una sonrisa cálida.

- Lo siento –se disculpó, con una voz tenue-, pero me temo que me están esperando en casa para hacer la cena. Aunque quizás otro día pueda reunirme con usted y sus amigas, Srta. Mai.

- Ah, ¿tienes familia?

- Se podría decir.

- Es una lástima. Pero te estaremos esperando. La próxima vez que pases por aquí, sabes a donde ir –le sonrió, guiñándole un ojo.

- De acuerdo –el pelirrojo le devolvió la sonrisa, mientras se ponía en camino, saludando a Mai.

Dió la media vuelta, y su expresión cambió rápidamente. Mai volvió a la "manada", mientras las chicas le preguntaban qué había sucedido.

- Nada, al parecer, el chico tiene familia… Aunque prometió volver –sentenció, sonriendo.

El anochecer llegó más rápido de lo que Mai pensó. Para entonces, ya se encontraba en una de las habitaciones del edificio, con un hombre de, al menos, 40 años, aunque en buena forma, de traje, cabello claro y ojos marrones, con algunas arrugas en los ojos.

Ella trataba de mantenerse en su "personaje", mientras él se encargaba de "seducirla" o algo similar. Quien sabe en realidad la clase de ritual que hacían. Solo ella sabía lo que pasaba, pero en realidad, todavía no lo entendía muy bien, después de tantos años trabajando en eso.

Aunque si había llegado a varias conclusiones acerca de los hombres. Muchos buscaban una prostituta para sentirse hombres, como si hacer que una mujer tenga un orgasmo fuera evidencia de su masculinidad, y, si ella los satisfacía, dejaban una buena propina. Otros, los que estaban seguros de sí mismos, buscaban solamente placer. Eran los que comúnmente iban directo al grano, no querían hablar ni nada parecido. Mai los odiaba más que a los demás, solían ser bastante agresivos y no les importaba si la chica lo disfrutaba o no. Usualmente evitaba esta clase de clientes, aunque no tenía tanta suerte como le gustaría. Después, estaban los que eran amables y considerados. Mai dedujo que era porque en realidad se sentían solos. También eran los que generalmente le pedían casamiento. Ella siempre los rechazaba, convencida de que no lo hacían porque realmente la querían.


- ¡Muy, bien, escuchen todas!

El encargado del prostíbulo reunió a solo 5 chicas, entre ellas a Mai, para darles dos horas libres. Este "recreo" era usualmente cada dos o tres días, aunque durante los días que ellas no salían, otras si lo hacían. En otras palabras, se iban alternando.

- Conocen las reglas: la que no está aquí en dos horas, será castigada; no pueden hablar con nadie; y la que intente huir… ya sabe –el encargado, de cabello oscuro y corto, las miró a todas un rato, para finalmente decir:-. Bien, pueden irse.

Al salir del edificio, las cinco chicas se dispersaron. La mayoría se dirigió al centro, mientras que una o dos se alejan, usualmente para ir al templo o a la orilla del rio. Mai, por su parte, iría al mercado a comprar unas cosas antes de ir al rio a relajarse por un rato. Planeaba comprar frutas y, con suerte, quizá conseguiría algún dulce. Realmente odiaba la comida del burdel.

- ¡Ey, Mai! –Mai giró la cabeza para ver quien la llamaba-. ¿Cómo estás? ¡Ya casi no pasas por aquí!

- Ah, señor Izuo –lo saludó ella, sonriéndole. Era el dueño de una tienda cerca del edificio. No vendía nada en particular, solo adornos, relojes, algunos libros, cuadros. De hecho, recordaba haberle comprado unas hebillas para el pelo y un monedero, pero nada más-. Lamento no haberlo visitado desde hace mucho. Es el trabajo, usted sabe cómo es…

- ¡Dímelo a mí! ¡La gente siempre parece querer más!

Mai le sonrió, mientras husmeaba el muestrario. Siempre le gustaron mucho los accesorios que ofrecía, eran muy originales, y, pese a que en su trabajo le era incomodo usar pulseras, aros o hebillas, le gustaba tener algunos.

- ¡Mira, Kaoru, acá hay relojes! Y además están baratos –gritó un chico de al menos 10 años. Se acercó al puesto, y tomó un de los relojes allí expuestos y lo examinó.

- ¡Yahiko, no toques nada! –le regañó una joven que parecía tener la misma edad que Mai. Inmediatamente golpeó la mano del chico, haciendo que soltara el reloj-. ¡No necesito que me hagas pagar por otro reloj roto!

Mai se tomó unos segundos para ver a aquellos dos individuos. La joven era un poco más baja que ella, de cabello negro, atado en una larga cola de caballo. El niño, por otro lado, era moreno, petiso, con cabello completamente desalineado, y al parecer, tampoco le importaba mucho se veía.

Dentro de todo, se veían normales, pero eran bastante llamativos, no tanto por su apariencia, sino más bien por su actitud: ella era bastante ruidosa, y el chico parecía bastante impertinente. De no ser por la diferencia en apariencia, diría que son hermanos.

- ¡Ey! ¡Eso me dolió, bruja!

- ¡¿Cuántas veces he de decirte que no me llames así, mocoso?

La voz de ambos fue elevándose, que ya toda la gente de allí estaba observando. Mai, pese a que quizá debería sentir vergüenza, todo aquello le parecía muy divertido. Era como ver una comedia, y no tenía que pagar por ello.

- Srta. Kaoru, Yahiko, recuerden lo que vinimos a hacer, por favor.

Mai giró la cabeza para ver quién era el que intentaba calmar a esos dos, y se sorprendió de ver que era aquel espadachín pelirrojo que había visto el día anterior.

No quería que ningún "cliente" la viera. Suficiente era tener que verlos en el trabajo, y aunque este chico parecía amable, no quería tener que entablar algún tipo de relación. Trató desesperadamente de ocultar su rostro tras su cabello, mientras compraba unos accesorios para el cabello. En su afán de apurarse, accidentalmente chocó con uno de los relojes (que inconvenientemente se encontraban en frente del muestrario), haciendo que cayera y se rompiera el cristal.

Se quedó callada, observando como el reloj parecía caer en cámara lenta, hasta finalmente tocar el suelo y destrozar parte del cristal. Ahora, en vez de estar mirando la comedia, parecía que había cambiado a ser una de las actrices principales, pues ahora todo el mundo la estaba mirando.

- Lo siento, señor Izuo –se disculpó, mientras recogía el reloj roto con sus pedazos-. Déjeme pagarle por esto.

La chica que respondía al nombre de Kaoru, se agachó y la ayuda a recoger los pedazos rotos.

- ¡No tiene porque ayudarme, Srta.! –le dijo Mai, tratando de apartar sus manos del cristal roto.

- No hay cuidado –le respondió, mientras se levantaba, apoyando las partes rotas sobre el muestrario.

- ¿Srta. Mai?

Mai cerró fuertemente los ojos, y suspiró.

- El espadachín del otro día –dijo, tratando de sonar sorprendida-. Hola.

- Kenshin, ¿la conoces? –le preguntó la chica, mientras sus mejillas comenzaban a sonrojarse. Supuso que no tenía nada que ver con la vergüenza.

- Algo así. La Srta. Estaba trabajando ayer, y se detuvo a charlar conmigo –le respondió, con la misma sonrisa amable que tenía el otro día.

La joven no parecía del todo convencida, y Mai podía ver que la estaba juzgando, sin apartar la vista del pellirrojo.

- Puedes decir que soy una prostituta –le dijo Mai, haciendo que la joven se sorprendiera aún más, y que el chico saltara en su lugar-. Pero no se preocupen, dijo que tenía familia, a manera de justificación. Supongo que se refería a ustedes, ¿no?

- Correcto –confirmó el pelirrojo, aun sonriendo.

Mai sacó un monedero de su kimono, y pagó por el reloj y las hebillas para el cabello.

- Bien, fue… un placer –dudó unos instantes, al ver que la chica la fulminaba con la mirada profundamente-. Adiós.

Rápidamente dió la media vuelta y se alejó, casi corriendo. Trató de caminar lo más rápido que ese kimono se lo permitía hasta llegar a la orilla del rio. Allí descanso, inhalando y exhalando, hasta recobrar el aliento y sentarse un rato.

- ¿Quién era ese?

- Solo… un cliente –le respondió ella, sin mirar.

Quien había formulado la pregunta, un hombre alto de al menos 25 años, se sentó a su lado. Era un hombre de cabello oscuro y negro, algo corto, ojos marrones, y de apariencia seria.

- ¿Qué quieres, Toshiro? –El joven no respondió, ni reaccionó de ninguna manera-. Sé que eres tu el que me sigue cuando me voy. ¿Acaso eres tan retorcido que ni siquiera te basta con visitarme en las noches?

Toshiro sonrió levemente, pero no respondió.

Mai siguió sin mirarlo, pero ahora tenía el rostro ruborizado, pero más que nada por el enojo que sentía hacia ese hombre.

- Puedes decir lo que quieras –le dijo Toshiro al fin, incorporándose-, pero no cambiaran las cosas. Trabajas para mí. Que no se te olvide, Kumiko.

Dicho eso, se alejo, dejándola completamente sola.

No estaba segura de porque, pero se le vino a la mente cuando uno de sus clientes le propuso casamiento. Recordó sus ojos marrones, aunque no muy bien su rostro. Recordo haberle dicho que era una "oferta tentadora", pero que "debía declinar".

Le hubiese gustado decir que sí.


Mi primera historia de Rurouni Kenshin, por favor, tengan piedad :P Tengo toda la historia planeada, pero solo tengo hasta el capitulo 2. Me gustaria que me dieran su opinion, pero solo critica constructiva :) Gracias.